Ayaan, Sandra y todas nosotras

inmigrante



Ayaan tiene 49 años y nació en Somalia en el seno de una familia islámica ortodoxa. A los 5 años fue víctima de ablación, la mutilación de sus genitales, como les ocurre a la mayoría de las mujeres musulmanas. A los 22, sus padres la casaron con un primo a quien no conocía. Cuando estaba en ruta para encontrarse con él en Canadá, voló a Holanda y pidió asilo político. Se cambió el nombre a Ayaan Hirsi Ali, y también su fecha de nacimiento, para que su familia no la encontrara. Al principio tuvo varios trabajos mal pagados, hasta que logró un trabajo de traductora. Al tiempo que ejercía esta labor, trabajaba en servicios sociales relacionados con mujeres emigrantes musulmanas y estudiaba Ciencias Políticas. En el año 2004, junto al cineasta Theo van Gogh, produjo un documental que muestra el islamismo como una religión que abusa, maltrata, y tiraniza a sus mujeres. Pocas semanas después que el documental apareciera en la TV holandesa, Van Gogh fue apuñalado hasta la muerte. En su cuerpo estaba clavada una carta que anunciaba la muerte de Ayaan. Por mucho tiempo Ayaan tuvo que vivir oculta. Hoy reside en EE.UU. y, a través de la fundación que lleva su nombre, defiende los derechos de las mujeres islámicas.

Sandra tiene 34 años y nació en las laderas de Medellín en el seno de una familia arrasada por los carteles y la droga. Cuando tenía 14 años, su hermano mayor fue asesinado. Un enfrentamiento de carteles que se llevó a seis víctimas inocentes. A los 16, Sandra partió a Bogotá a casa de un tío. Durante 6 años el tío la abusó sexualmente y la explotó en el pequeño almacén que manejaba en el barrio Libertadores. En tanto, Sandra asistía a un curso nocturno de costurera. Tenía que aprender algo que algún día la sacara de ese martirio. A los 22 huyó, iniciando un largo periplo que la trajo hasta Chile. El último trayecto lo hizo en el interior del maletero de un taxi que cruzó a Arica por Tacna. Estaba ilegal y estaba sola. En sus bolsillos llevaba sus hilos, agujas y un metro.

Hoy Sandra es ciudadana chilena, (después de haber vuelto a cruzar la frontera ilegalmente, y volver a entrar por la puerta ancha) trabaja como costurera, está casada con José, un carpintero, y ha ayudado a salir de Medellín y la miseria, a cuatro mujeres del barrio donde vivía. Hoy ellas se han unido y siguen reuniendo pesitos para traer a otras amigas que, como ellas, han sido abusadas y explotadas. No es difícil hallar los paralelos entre Ayaan y Sandra. A pesar de que Ayaan vive en EE.UU., viste elegantemente, es protegida por un grupo de guardaespaldas y está casada con un famoso historiador británico, y Sandra vive en La Granja y todos los días toma el Transantiago a las seis de la mañana para trabajar en una tintorería donde hace arreglos. Ambas mujeres provenientes de culturas tan disímiles escaparon de su destino y se forjaron otro, ambas mujeres una vez que alcanzaron su libertad, abogaron por las otras, las que aún permanecen presas en culturas y medios que las explota y abusa. Ambas tienen una voluntad a prueba de todo.

Ayaan dice en uno de sus libros: "Islam es como una jaula mental. Al principio cuando abres la puertecita, el pájaro enjaulado permanece dentro: está asustado. Ha internalizado su cautiverio. Toma tiempo para que escape, aun cuando la puerta esté abierta". Ambas saben que la forma más efectiva de cambiar la cosas para nosotras es apoyándonos y ayudándonos unas a otras, no solo materialmente, sino también con nuestro ejemplo.

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