Las raíces de la empatía

columna 19 de noviembre



La empatía es la capacidad de sentir como otra persona pueda estar sintiendo. Según el diccionario, es la capacidad de percibir, compartir y comprender lo que otro ser puede sentir. Es también el componente principal de la inteligencia emocional, y por suerte, es algo que se enseña. Cada vez más escuchamos y leemos sobre la importancia de esta en varios aspectos de la vida y de cómo esta habilidad tiene un impacto a nivel de desarrollo de un país. Además, puede ser la mejor herramienta para prevenir el bullying.

La empatía se enseña desde el principio, desde la primera infancia. Un niño de un año puede mostrar sentimientos frente a los de otra persona, pero no es capaz aún de sentir empatía. Enseñarla y desarrollarla es un proceso gradual, que es ideal comenzar desde la cuna. Algunas maneras de hacerlo es describirle a un niño desde el año cómo otros pueden sentirse en determinada situación, para así comenzar a generarles conciencia de los sentimientos de los demás y de los propios. Otra, es utilizar el juego: podemos guiar algún juego para mostrarles diferentes escenarios en los que debemos poner atención en cómo se siente, por ejemplo, la muñeca con las que estamos jugando y proponer alternativas para hacerla sentir mejor.

Entre los tres y los cuatro años, ya podemos enseñarles a ser más compasivos. Esta capacidad puede desarrollarse si ellos sienten que nosotros somos compasivos y empáticos con ellos. Si somos capaces de reaccionar frente a sus sentimientos y respetar su personalidad y cómo se sienten. Así se sentirán valorados y un niño que se siente valorado probablemente será capaz de demostrar respeto y valorar las necesidades de otros. También puede enseñarse con cuidar a una mascota. ¿Cómo creemos que se siente el perrito? ¿Tendrá frío? ¿Necesitará comer? ¿Quizás necesita que le hagamos cariño?

De los seis años en adelante, podemos incentivar a nuestros hijos a imaginarse diferentes situaciones, donde deban "ponerse en los zapatos de otro". Situaciones cotidianas y sencillas. Por ejemplo, ¿será igual de fácil correr cerro arriba para un hombre joven que para un abuelo? ¿Cómo crees que se sentiría un niño si nadie quiere jugar con él en el recreo? Así, podemos ir enseñándoles a tomar diferentes perspectivas frente a un punto de vista y a imaginarse cómo otro puede sentirse. Habilidades socioemocionales maravillosas y muy útiles para la vida.

También es muy importante que conversemos con nuestros hijos de cómo nuestro actuar impacta la vida de otros y cómo todo lo que hacemos tiene consecuencias para que, al momento de tomar decisiones, comiencen a considerar cómo actuar y  más adelante sean capaces de medir y entender el impacto que puede tener por ejemplo, subir una foto a las redes sociales, que pueda exponer a algún amigo o amiga. Ser empático no es ser amoroso con otros. Un niño empático entiende sus sentimientos y los usa para poder tomar decisiones.

Para niños de cinco años en adelante, les recomiendo el libro "Empatía, guía para padres e hijos" de la editorial Amanuta, ya que facilita poner este tema sobre la mesa. Para niños sobre seis años, les recomiendo ver en familia la película "Wonder". Si logramos educar a través del ejemplo y la bendita repetición, niños y niñas empáticas, me atrevo a decir que tenemos la mitad de la batalla contra el bullying, ganada.

Por último, no olvidarnos de que la herramienta más poderosa para enseñarles a nuestros hijos es el ejemplo. Y por lo mismo, debemos practicar lo que predicamos. Ellos deben vernos hablarles a otros de manera respetuosa y bondadosa. Deben ver en nosotros la preocupación y conciencia por otros. Un ejemplo vale más que mil palabras.

María José Buttazzoni es educadora de párvulos y directora del jardín infantil Ombú. Además, es co-autora del libro "Niños, a comer", junto a la cocinera Sol Fliman, y co-fundadora de Soki, una plataforma que desarrolla cajas de juegos diseñadas para fortalecer el aprendizaje y la conexión emocional entre niños y adultos.

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