Las vacunas

columna 10 junio



En 1998 el ex médico inglés Andrew Wakefield publicó un irresponsable e infundado estudio en el que, básicamente, decía que las vacunas contra la rubeola, sarampión y paperas podían predisponer a los niños a una regresión de comportamiento y al desarrollo de desórdenes tales como autismo, lo que provocó que mucha gente dejara de vacunar a sus hijos. Muy poco tiempo después, aparecieron muchos estudios confirmando que no había ninguna relación entre estas vacunas y el autismo. Pero el daño ya estaba hecho. El tsunami de desinformación se echó a andar y la información se viralizó en todo el mundo. Incluso una actriz americana comenzó una fuerte campaña anti vacunas usando esta información errónea, pero obteniendo muchos adeptos a no vacunar, y escribió dos libros altamente vendidos sobre el autismo de su hijo y la relación con las vacunas.

Luego de este caos de desinformación y repercusión en los planes de vacunación, organizaciones y científicos alrededor del mundo debieron invertir muchos recursos y esfuerzos en revertir el impacto del estudio de Wakefield, demostrando que era un  fraude muy bien elaborado. Lamentablemente, esta desinformación se arraigó en varias partes del mundo provocando brotes de rubeola y sarampión en muchas ciudades y haciendo reaparecer enfermedades que ya estaban controladas a nivel mundial.

Hoy en día siguen habiendo enemigos de las vacunas, y existirán siempre. El caso es que las vacunas son uno de los inventos más importantes de la medicina, ya que gracias a ellas se han erradicado -casi de raíz- grandes enfermedades que causaban la muerte de miles de niños y adultos. A todos los que tenemos hijos nos llega el momento de vacunar, e inevitablemente aparece esa información en la parte de atrás de nuestro cerebro que nos hace dudar. Más aún, si como adultos, como es mi caso, le tenemos fobia a las inyecciones. Pero es un tema que debemos abordar correcta y responsablemente. Uno que debemos conversar con el pediatra y seguir sus indicaciones, ya que las repercusiones de no vacunar pueden ser mortales y poner en riesgo a otros niños.

Muchas personas piensan que quizás sea bueno retrasar las vacunas, pero lo recomendado al momento de tener hijos es no postergarlas ni atrasarlas bajo el pretexto de esperar a que madure su sistema inmune, ya que dejamos desprotegido a un bebé de las enfermedades como sarampión, rubeola y paperas. La vacuna está pensada, creada y estudiada para la edad en que corresponde administrarlas. Además, no existe ninguna prueba ni estudio que demuestre que atrasar las vacunas sea más seguro. Lo que sí se sabe con certeza es que la edad en la que se recomienda determinada vacuna es la edad donde ésta proveerá mejor protección.

Muchas personas le tienen miedo a los efectos posteriores a la vacuna, que pueden incluir fiebre, enrojecimiento, dolor e hinchazón de la zona donde va el pinchazo e incluso decaimiento, pero debemos considerar que estos síntomas son algo pequeño con lo que lidiar a cambio de proteger a nuestros hijos de enfermedades mortales. Los invito a revisar el calendario de vacunas del Minsal y a revisar el carnet de vacunas de sus hijos, para que no les pase como a mí, que tenía atrasadísima la dosis de refuerzo de mi hijo de  tres años. Generemos conciencia sobre este tema en las personas que nos rodean, ya que un niño sin vacunar puede exponer a graves enfermedades a una guagua recién nacida que aún no está con todas sus vacunas. Este es un tema de todos, responsabilidad en conjunto, para que sigan erradicadas enfermedades que en otro tiempo atacaban sin piedad.

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