A la manera de Jazmin Chebar

Hace unos días, en la galería de arte Patricia Ready, la argentina Jazmin Chebar mostró su colección primavera-verano 2013. El primer desfile que organiza personalmente en Chile, donde la marca llegó hace cuatro años. La diseñadora, poco dada a las entrevistas, habla en exclusiva con Paula de su visión de la moda, no tiene complejos en decir que trabaja para vender, y que no entiende lo que significa el diseño de autor.




Las oficinas de Jazmin Chebar (38) están ubicadas en una casona antigua del barrio Palermo, en Buenos Aires. Allí trabaja junto a una decena de diseñadores de entre 22 y 45 años, que visten jeans o calzas con los llamativos estampados que ellas mismas dibujaron para la marca, Jazmin Chebar. En una de las salas hay una enorme mesa donde se posa todo tipo de telas, cueros, cintas y originales botones. Las paredes están repletas de pizarras con recortes y bocetos de lo que será la próxima colección de invierno y lo que viene para el verano 2014. Todas las imágenes tienen una estética común: irradian alegría, optimismo, color. Es el sello de la diseñadora, hija de Susi y León Chebar, dueños de la casa La Clocharde, boutique que en los 70 convocaba a las mujeres más elegantes de Argentina. Lo lógico era que Jazmin hubiese continuado con el negocio familiar, pero después de terminar el colegio partió a Manhattan, estudió en el Parsons School of Design y mientras oficiaba de recepcionista en el atelier de Valentino, hizo una pasantía en Donna Karan. "Ahí servía café, pero por lo menos ¡era en el área de diseño! Después de cuatro años de estudio volví a Buenos Aires y a las dos semanas empecé a trabajar en Vitamina", recuerda.

La colección primavera-verano 2013 de Jazmin Chebar, sigue al pie de la letra lo que la diseñadora de la marca ha tratado de hacer desde un principio: prendas fáciles con valor agregado. Cada detalle de la colección está minuciosamente pensado por ella y por su equipo de decenas de diseñadoras que buscan darle identidad a cada una de las colecciones que crean en la oficina ubicada en una casona del barrio Palermo en Buenos Aires.

Ocho meses le duró eso de entregar su talento a otros y en 1996 abrió su primera tienda, también en Palermo, que no tardó en convertirse en una de las favoritas de la prensa especializada. "Mis papás fueron a ver mi primera colección cuando ya estaba colgada. Imaginate: los talleristas de La Clocharde hacían sacos de cashmere que valían U$S 400. Yo tenía 22 años y hacía ropa de cuero dorada, no podía compartir ni medio taller. Nunca se metieron en mi marca", dice. Hoy, casada y con tres hijos, disfruta del podio que la ubica como una de las empresarias más exitosas de Argentina; la mujer que supo levantar un imperio en ese país y otras cuantas tiendas en Chile, Uruguay, Paraguay y Perú.

No se inscribe ni en el fast fashion ni en el diseño de autor. "Lo mío son las prendas fáciles con valor agregado", sintetiza, refiriéndose a los pájaros, flores y corazones que dibuja a mano y estampa en cada una de las telas que usa; los botones pintados y las cintas que le otorgan una personalidad entre rockera y naif a sus prendas.

¿Cómo se fue construyendo tu estilo?

Cuando empecé sentía que podía hacer cualquier cosa. No tenía hijos, ni presiones de vender, ni business plan, nada. Cinco años más tarde, Claudio Drescher le compró la parte a mi socia, y nos planteamos llegar a más mujeres, estar en los shoppings, pero sin perder exclusividad. Acá, encuentras muchas variables de prendas pero poca cantidad de cada una.

Perteneces a la generación de los grandes diseñadores argentinos, como Pablo Ramírez y Mariano Toledo. ¿Dónde inscribes tu propuesta?

Fue comercial desde el principio. Para usar mi ropa nunca tuviste que ser moderna ni vanguardista, solo tener ganas de ponerte algo lindo. Esa es mi estrategia. Es la ropa que me gusta: simple, fácil, con un detalle, cómoda, que puedas usarla hasta cansarte y agarrarla cuatro años más tarde y volverla a usar. Eso sí, siempre son prendas especiales.

¿En esto último te identificas con el diseño de autor?

¿Qué es ser diseñador de autor? Nunca lo entendí. Para mí un diseñador es un diseñador. En el mundo entero los que hacemos moda lo hacemos para vender. Es así. ¿Marc Jacobs no te parece un diseñador de autor? Vende 150 mil carteras por minuto. Isabel Marant, considerada de autor, también vende millones. Una de las cosas que aprendí en Estados Unidos es la importancia de vender lo que uno hace. A no ser que quieras hacer arte, que no está mal. Pero no es bueno quitarle mérito al diseñador que hace cosas comerciales.

¿La mayor ambición de un diseñador es vender?

Sí, y un montón de otras cosas. Pero no hay nada más placentero que hacer algo y ver cómo las mujeres lo acoplan a su vida.

¿Cuánto hay de ego en un diseñador?

Mucho. Pero en los que se autodenominan "diseñadores de autor" es mucho mayor y sus trabajos muchas veces no son reflejo de la mujer real que tiene que vestirse.

¿Qué quiere la mujer real?

La mujer actual usa la moda como un aliado para sentirse bien, para hacerse un mino. El día comienza y quieres que en tu guardarropas haya prendas que te resuelvan, no que te compliquen. Por eso hacemos hincapié en la calidad y en la comodidad. Prendas que, como están bien hechas, calzan perfecto y logran la mejor versión de vos misma.

¿Podríamos decir, entonces, que lo tuyo son los básicos?

No, para nada. Me gusta la ropa fácil, que no es lo mismo que básico. Nosotras no hacemos un saco negro. Cuando lo pensamos diseñamos desde los botones hasta la forrería. Siempre va a tener un detalle que lo haga distinto. Eso es lo que hace que, cuando lo veas, te des cuenta que es un Chebar. La fórmula es convertir lo sofisticado en accesible.

Como lo que hizo Miuccia Prada al inventar el ready to wear.

Es de mis diseñadoras favoritas, porque revolucionó la moda donde todo era lujo y la bajó a la realidad con una austeridad súper exclusiva. Ese camino para mí es el más interesante.

¿Y cómo se lleva todo esto a una colección?

No pensamos en un look integral, si no en cada prenda. Me gusta que la ropa acompañe y no que se transforme en la estrella. Por eso diseñamos cada estampa, dibujamos las telas, pintamos los botones y luego eso se manda a producir a distintos lugares. Las lanas son italianas, el algodón es peruano, las sedas son chinas o hindúes, pero todo es diseñado previamente en esta oficina. No copiamos nada, todo sale de nuestras cabezas.

¿Cómo ves la relación de la mujer con el consumo?

Todas somos más o menos consumistas. Comprar ropa es un juego para compatibilizar tus estados de animo, los momentos que estás viviendo.

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