El precio de la buena suerte

Es el actor más exitoso de su generación; ha proyectado internacionalmente su carrera; es empresario cultural; gana dinero; está casado con una de las mujeres más deseadas de Latinoamérica. A los 32 años, Benjamín Vicuña lo tiene todo. Pero no está tranquilo. Ahora quiere devolver al país –"mi país", dice solemne– lo recibido.




Además de guapo, tiene onda, buen gusto, es malo para el garabato y exuda amabilidad. Lo que se llama "un tipo con clase". De esa clase que no solo está dada por el apellido -que lo tiene-, ni por el dinero -que lo tiene- ni por el estilo de vida -que lo tiene- sino por algo que es inclasificable. Como si a pesar de sí mismo, la vida lo colocara siempre en el lugar y el momento precisos. Como si el foco lumínico del éxito lo persiguiera, vaya adonde vaya. Probablemente, si hubiera nacido en una población, habría sido el Rey del mote con huesillo, o el goleador del equipo del barrio, o el vocalista del grupo de hip-hop. Y sería igual que ahora, pero en otro escenario: una estrella.

En la vida que le tocó vivir, Benjamín se crió en el barrio Vitacura, fue al Colegio de los Sagrados Corazones de Manquehue, es el menor de cuatro hermanos e hijo del empresario Juan Pablo Vicuña y de Isabel Luco, quienes cuando él era adolescente se separaron. A mediados de los noventa entró a estudiar Teatro a la Universidad de Chile y el primer año se fue a vivir a la calle Merced. Fue, tal como él mismo dice, un estudiante de Teatro "ultra engrupido": "Viví la etapa a morir, como Américo", cuenta. Egresó en el año 2000 y desde entonces ha hecho muchos papeles memorables, como el de la película Promedio rojo, de Nicolás López; Fuga, de Pablo Larraín; y Dawson, Isla 10, de Miguel Littin. En televisión, solo por mencionar algunos, interpretó a Manuel Rodríguez, en Héroes y a Richard Tolosa, en Huaiquimán y Tolosa. Ha trabajado en Argentina (Don Juan y su bella Dama, en Telefé) y España (Los hombres de Paco, en Antena 3). Por la película Fuga ganó premios como mejor actor en los festivales de Londres, Trieste y Málaga; mejor actor de reparto del New York Ace por el filme español Fuera de carta, además de varios premios Apes en Chile. El resumen de su carrera es contundente: veinte obras de teatro, 17 películas, cinco teleseries, nueve series de televisión. ¡Uff! Benjamín Vicuña tiene apenas 32 años y ya las hizo todas.

Pero, pese a la larga lista de roles, describir a Benjamín solo como actor es quedarse corto. Es también embajador de la UNICEF, donde, además de participar en campañas de difusión, ha viajado a Haití y Palestina para conocer la realidad de los niños en guerra. Es el fundador del Centro Cultural Mori, que con tres teatros en Santiago y en sus cinco años de funcionamiento ha dado más de 250 obras. Pero también se mete en otro tipo de empresas: es creador de la marca de ropa de hombre Bautista y socio de sus dos tiendas. Sumando, alrededor de sesenta personas dependen de su gestión.

Cuando nos juntamos está vestido de niño: polera rayada azul con blanco, jeans y zapatillas. Pero en poco rato ya está a pie pelado sentado en la terraza de su casa en Chicureo. Mientras hablamos, da vueltas su hijo menor, Bautista, de 3 años y cada vez que se acerca al actor se le ilumina la cara. Es cariñoso, suave y paciente. Hace tres años que él y su mujer argentina Carolina Ardohain, "Pampita" tienen esta casa en Santiago, pero apenas han vivido aquí 5 meses. Pese a que tiene dos hijos pequeños –Blanca, su hija mayor, tiene de 6– en el último tiempo han pasado entre Madrid, Buenos Aires y Santiago. Durante 2010 grabó en España la serie Los hombres de Paco; en Chile, la serie Prófugos, de HBO, que se estrena este segundo semestre, y protagonizó Los archivos del cardenal, una serie de TVN que trata sobre el rol de la Vicaría de la Solidaridad entre el 78 y el 82 en defensa de los Derechos Humanos y que estará al aire a fin de este año. Desde marzo divide su semana entre la obra La celebración, que protagoniza junto a Tomás Vidiella en el GAM y las grabaciones de la teleserie nocturna más taquillera de Argentina, Herederos de una venganza. No debe ser fácil ser Benjamín Vicuña. Se lo preguntamos.

Exitoso

¿Por qué crees que has conseguido todo lo que tienes?

Trabajo, trabajo y trabajo…

Pero hay algo más que las horas-hombre, porque hay montones de actores que trabajan catorce horas diarias. ¿Qué es lo que hizo la diferencia?

¿La diferencia con qué?

Con otros actores que pueden venir de tu mismo origen, que son guapos, pero que no han logrado construir algo sólido.

Es que son muchas aristas. En términos profesionales, por ahí tiene que ver con una figura de padre muy potente que desde chico me hizo buscar éxitos y logros de forma muy prematura. En el caso de la UNICEF, con un compromiso mío con los niños, con mis sobrinos, con mis hijos, con mi propia infancia. El tema de la gestión cultural, con un espacio digno para mis colegas y, por otro lado, para darle un sentido útil también a la fama.

¿Te sientes exitoso?

Ehh… Sí. Por lo menos hay una correspondencia entre lo que quiero hacer, lo que me apasiona hacer y los resultados. Sí, yo creo que sí.

¿Qué te gustaría hacer ahora?

Tengo tantas ganas de hacer tantas cosas. A veces amanezco con ganas de estudiar Arquitectura, viajar, darme tiempo, regalarme instancias de crecimiento, pero básicamente me dan ganas de ser cada día más auténtico, más fiel a mis ideas, más coherente.

De ser más tú…

Sí, a veces me castigo mucho, soy muy autoexigente, en relación a lo que hago y a lo que digo…

Que no lo haces tan bien, que no eres lo suficientemente inteligente, que no te has ganado un Oscar, no sé…

Claro, (risas), entonces, por ahí hay un proceso que no es menor de asumirse, de quererse y entender el contexto y de agradecer también lo que te tocó.

Por lo rápido que ha sido tu éxito y por tu experiencia fuera, a lo mejor tu modelo de éxito es más "planetario", como los actores mexicanos Gael García Bernal o Diego Luna.

Como referentes, está claro. Más allá de su rol activo en la comunidad global, me hace mucho sentido lo que hacen en su metro cuadrado y la relación que tienen con su país y con su historia.

¿No tienes ninguna ansiedad planetaria?

(Risas) No, no sufro de ansiedad planetaria. Sinceramente mis ambiciones, por el momento, a mis 32 años, pasan por lo que puedo hacer acá, por lo que he hecho, que por lo demás me tiene muy contento y es lo que más orgullo me da, que es lo que he hecho con mi centro cultural, lo que he hecho con mi vida, ¿cachái?

Es que cuesta creer que un tipo de 32 años que tiene lo que tienes tú se levante en las mañanas y sin ningún tipo de ansiedad.

Una cosa es la ansiedad y otra cosa son los sueños.

¿Eres un tipo que está conforme?

Intento ver por el lado del vaso lleno.

Pero te cuesta…

Igual que a todo el mundo.

No todo el mundo es así. Hay gente súper satisfecha.

Es que yo soy hiperautocrítico y, por lo mismo, me obligo a gozar los procesos de trabajo y de vida. Intento de alguna manera controlar esa ansiedad o ese hambre a través de entender y agradecer lo que me ha tocado, que por lo demás es increíble.

Ya, pero convives con un monstruo interior que está todo el rato diciendo "más, más, más…".

Sí, pero ese monstruo hay que acotarlo y hay que entender que, en parte, ese monstruo es ego, son frustraciones, o son las expectativas de los otros. Intento, de verdad, desarrollar un ejercicio de acotar, de acotarme a lo que me tocó.

¿Por qué?

Porque sino uno vive en otro lugar. Por un lado tengo esa ambición expansiva. Pero yo te digo de corazón: creo que esa expansión es positiva. Yo he buscado mejores proyectos, he buscado conocer gente, metodologías de trabajo, he buscado ser feliz.

¿Y no tienes miedo de que se estanque tu carrera?

Sí, tengo susto de no contar con la fortuna que he tenido hasta el momento, que me dejen de llegar buenos proyectos, buenos personajes, desafíos interesantes. Reconozo que hay un fantasma que me dice: "Si te portas mal, si haces las cosas mal, no vas a tener ese tipo de posibilidades".

Comprometido

Vienes de una clase social donde el "deber ser" es muy potente. ¿Cómo lo manejas?

Con autonomía, con libertad. Por lo mismo no estoy casado, por lo mismo soy actor, soy artista, independiente. Intento no tener jefes. He construido o he intentado hacer mi vida lo mejor posible y hacer un aporte a mi país.

¿Por qué hablas de "mi país"? Me sorprende que digas "mi país".

¿Y cómo se dice? ¿Schile?

"Mi país", tiene como una connotación, un peso, da la sensación de que Chile interesa.

Sí, mucho. Hay un rol desde ser embajador de Unicef hasta mi rol político como actor. De alguna manera, poder viajar te hace ver con un poco más de lucidez lo que está pasando en tu país. Por lo mismo, a veces uno siente la necesidad de meter la cuchara, de opinar o de involucrarse.

A estas alturas el sol pega muy fuerte y nos trasladamos a conversar al living. De pronto se escucha un alboroto en la terraza. El viento ha echado a volar montones de hojas impresas con entrevistas antiguas de Benjamín que leí antes de juntarnos. Todas terminan en la piscina y la situación –bastante bochornosa– le da mucha risa. No quiere que las recoja. Le gusta ver cómo sus entrevistas flotan en el agua.

¿No encuentras que Chile es un país fome?

No. Claro que no anda así como a todo ritmo, pero siento que hay un terreno fértil para hacer cosas, para cambiar muchas cosas y… ¿así como fome?… ¡la vida es fome!

¿La vida en general o la vida en Chile?

Eh (risas), no sé. No había hecho el ejercicio de pensar si Chile es fome o no.

No, si no hay que pensar, es de guata no más.

No me parece fome. De alguna manera veo un zapato chino, una ecuación infinita que tiene que ver con cómo se desarrolla la cultura, cómo abordar ciertos temas. Siento una necesidad de involucrarme y muchas veces me encuentro con paredes o con frontones que no se pueden traspasar y eso me frustra enormemente.

¿Cómo qué cosas, por ejemplo?

Lo relacionado con la educación, la cultura, la política, la repartición de los bienes, la igualdad. Ciertas cosas que uno dice "Qué ganas de poder hacer un país más justo".

¿Cómo haces un país más justo?, ¿Cuál es tu aporte?

¿En mi metro cuadrado? Tan sencillo como generar un espacio de trabajo digno en lo que hago con el Teatro Mori, en que hay más de 60 personas trabajando…

¿Qué cosas te dan rabia? ¿Qué cosas te enojan de este país?

Uno como que cae el lugar común de hablar de la injusticia… O el doble estándar, que es una cuestión tan chilena, el chaqueteo clásico, la mentira…

¿Qué es para ti el doble estándar y el chaqueteo?

Tienen que ver con el comportamiento del chileno en relación a la envidia, en relación al apocarse… que en el fondo es hacerse daño y es creer poco en sí mismo.

Inmortal

¿Crees en Dios?

Sí.

¿Vas a misa?

No voy a misa desde hace diez años, pero sí tengo una estructura y un sistema valórico de la formación que recibí.

¿Rezas?

Cuando tengo ansiedad, cuando tengo miedo, cuando tengo un sueño… Creo en un Dios contenedor, Dios amigo.

¿Le tienes miedo a la muerte?

Respeto. Hace diez años, cinco años atrás, sin hijos, era otro el tango, otro mambo y ahora, cuando todas las semanas cruzo la cordillera, pienso en mis hijos… Se me metió ese bichito. Antes era bastante desprendido, hoy no.

Se supone que la diferencia entre los "mortales" y los "artistas" es que ustedes –en escala humana– están salvados de la muerte, algo de ustedes queda…

Cuando me entregó esta casa mi hermano, que es arquitecto, me dijo: "este es un regalo que demuestra mi cariño". O sea: "así te amo y eso lo refleja esta casa". Es heavy. Pero es verdad. Tienes razón: nosotros, los actores, dejamos todos esos miedos, esa ansiedad, esa pasión, en las películas, en los personajes. Es fantástico.

O sea que vas a vivir para siempre…

Pirateado, pero sí, voy a vivir. Voy a vivir.

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