Blanca Arthur. Ojo de águila.

Reportera por vocación y fumadora por pasión, Blanca Arthur, una de las periodistas políticas con más trayectoria en el país, ha llorado la partida de su mejor amiga Raquel Correa. Aquí ejercita su ojo crítico para evaluar cuánto ha cambiado el periodismo y los políticos y también alerta de las exigencias de la sociedad hacia las mamás que trabajan.




Paula 1107. Sábado 27 octubre 2012.

Es parte de esa generación de mujeres periodistas que se lanzó a la vida profesional conquistando terreno masculino: el mundo de la política. en Revista Ercilla primero y luego como editora del cuerpo de reportajes de El Mercurio por casi 30 años, Blanca Arthur (63) siguió los movimientos del poder fumando sin parar y con un infatigable buen humor. Le tocó una época terrible y apasionante, donde sentía que se estaba escribiendo la historia. Y ahí estuvo, reporteando lo que hacía el gobierno militar y los opositores clandestinos, el exilio, el estado de sitio, las protestas, el plebiscito y todos los vaivenes de los gobiernos democráticos. Entremedio crió cuatro hijos, supo de eternas noches en vela armando páginas y no tuvo jamás horario de trabajo, porque "si la noticia se producía a las 12 de la noche, me levantaba y partía". Y aunque ningún poderoso, de Pinochet a los comunistas, pudo evitar tener que someterse a sus preguntas, su fuerte siempre fue develar la trastienda del poder, las razones ocultas tras cada jugada política.

Considerada en algún momento como la periodista mejor informada de Chile, ha recibido varios galardones por su trayectoria profesional (como los premios Silvia Pinto, Lenka Franulic y Carmen Puelma), pero el que más atesora fue el que le entregó en 2011 el Senado, "porque me eligieron mis colegas reporteros del Congreso". Y se ufana que la única querella que enfrentó, –debido a revelaciones por el llamado caso Piñeragate–, fue retirada cuando los hechos le dieron la razón. Una vida intensa para una mujer que viene de una familia tradicional de derecha de la cual se declara muy orgullosa, que estudió "en un colegio de niñitas bien", pero que está muy lejos de ser cuica. "Nunca viví en una burbuja, entré al mundo al tiro y tengo amigos de verdad en todos lados. Me carga la cuestión pituca, la opulencia, eso no va conmigo. Yo me sigo comprando las carteras en la calle", afirma.

Y aunque constata que hoy hay menos adrenalina en el periodismo político, espera superar la crisis de salud que la ha aquejado para retomar sus crónicas en el Diario Financiero.

Mientras tanto, pucho en mano y pendiente del twitter, ejerce la libertad de no ser políticamente correcta para reclamar contra los males del gobierno de Piñera, anunciar una guerra de carisma entre Golborne y Bachelet, y advertir que el posnatal de 6 meses puede llegar a ser un exceso.

¿Cómo ves el gobierno que ha hecho la derecha? ¿Era lo que esperabas?

Creo que no se merece un 30% de respaldo, porque ha hecho cosas positivas, pero generó una expectativa desmedida respecto de su gestión y no ha tenido un sello. El crecimiento y el bajo desempleo son innegables, se prometieron y se lograron, pero eso está siempre opacado por cosas que no eran parte de su agenda. Si se resumen sus logros, no tiene nada de lo que uno se imaginaba que podría ser de un gobierno de centroderecha: postnatal de 6 meses, 7% de salud, reforma tributaria. Ha habido improvisación y falta de conducción política. Eso no quita el talento de Piñera, que lo tiene de sobra: debe ser de los tipos más inteligentes de este país. Ha habido mucho anuncio, pero ha faltado focalizar y ha quedado en deuda con la gran promesa, que era el tema de la seguridad.

¿Y la oposición, como ha estado?

Ha sido implacable. No ha tenido grandeza para ser oposición. Este gobierno estuvo muy al borde del despeñadero el año pasado con las marchas estudiantiles y ahí, la oposición, en vez de interpretar esas demandas y buscar cómo encauzar ese proceso, se desesperó por ganar esos votos y le negaron la sal y el agua al gobierno. Es importante que existan movimientos ciudadanos y que los políticos recojan sus planteamientos y concreten los cambios, porque las leyes no se van a cambiar en la calle. Pero el año pasado la clase política abdicó del poder que les entrega la ciudadanía. No supieron qué hacer.

¿Tienen futuro político los dirigentes estudiantiles?

Saben que cuando se meten en el sistema, pierden ese poder ciudadano. Por supuesto que si Camila Vallejo va de candidata saldrá elegida, pero siendo un voto más entre 120, no creo que vaya a tener gran influencia.

¿Cómo evalúas la estrategia de silencio de Bachelet?

Nadie podría negar que esa estrategia ha sido exitosa, pero tiene riesgos porque cuando vuelva tendrá que bajar del pedestal donde está y pronunciarse sobre temas que dividen a sus seguidores. Sin embargo, creo que tal vez nada le afecte porque Chile tiene un enamoramiento con ella. Hay razones para eso: es cálida, buena, espontánea. Pero, curiosamente, reportear el gobierno de Bachelet fue más difícil que cualquier otro gobierno democrático anterior, porque había un cerco informativo. Eso tiene que ver con su estilo, su formación militar por su padre y su formación en la RDA de compartimentos, de desconfianza.

¿Cómo ves a los candidatos de derecha: Golborne y Allamand?

Son bastante potentes. El hecho que estén en un gobierno impopular no parece afectarles, así como la popularidad de Bachelet tampoco ayudó a Frei. La pelea subterránea ya existe entre ellos y, además, como la derecha es de guerrillas internas, de luchas tan enconadas, cuando salgan a la cancha pueden matarse. Pero creo que el candidato va a ser Golborne, porque frente a un país que le interesa el carisma él es más competitivo en ese terreno que Allamand, un político consolidado, pero que representa más a la elite que al electorado.

¿La próxima presidencial se va a dirimir por carisma?

Y ahí hoy las ventajas aparentemente las tiene Bachelet, pero Golborne tiene características similares a ella. Uno ve que a la gente no le importa lo que dice o hace Piñera: no lo quieren y no lo van a querer nunca. Pero a Golborne lo quieren y en la derecha hoy no hay nadie que le gane en empatía.

Pero no dejemos de considerar a MEO, porque por mucho que es improbable que llegue al 20% que sacó la otra vez, va a ser un factor en esa elección.

Políticos y periodistas

Cuando comenzó a trabajar no existía internet, pero hoy las redes sociales le resultan imprescindibles. "El twitter lo uso más para seguir las noticias que para opinar. Saber lo que pasa en twitter es parte absoluta del reporteo", dice. Además, está en skype todo el día porque así se conecta con sus 2 hijas y 4 nietos que viven en el extranjero. También usa whatsapp y resuelve todo en la vida con google. "La otra vez me quedé en pana, busqué en google y en 20 minutos tenía un señor en moto con una

batería nueva".

¿Con las redes sociales hay más control ciudadano a los medios? ¿Podrán desplazarlos?

Se ha abierto un nuevo campo, pero al final el periodismo es imposible que sea superado.

¿Cómo ves al periodismo político hoy comparado con lo que viviste tú?

Hoy, menos colegas jóvenes tienen esta hambre de ser reporteros. Es que la profesión perdió adrenalina. Es mucho menos atractiva una realidad de normalidad, en un país estable, que una desafiante como la que nos tocó vivir, donde todo pasaba y sentías que lo que escribías podía generar cambios. Y los políticos también hacen su pega en esto.

¿En qué sentido?

Tienden a ser más planos, más cuidadosos, menos interesantes. A comienzos de los 80 los políticos eran lo máximo, hoy están desprestigiados. Me carga el ninguneo de los políticos, les tengo respeto, pero tienen que hacerse responsables de la parte que les toca en el desprestigio de la clase política. En eso tiene que ver la desideologización, pero también el amiguismo.

"Los políticos reclaman que los periodistas estamos preocupados de generar polémica y buscar el título, pero tiene que entender que la normalidad es la anti noticia. Jamás será interesante contar lo bien que han hecho las cosas".

¿Cómo enfrentas la crítica a lo que hizo la prensa en los primeros años de Pinochet?

Cuando se mira el papel de la prensa entonces, claro que uno dice a lo mejor podría haber hecho más. A veces es difícil entender que uno golpeaba las puertas, iba a Tribunales y no llegaba a ninguna parte. No había acceso. Tampoco tanta conciencia de que no estabas contando lo que efectivamente estaba pasando. Eso lo supimos después, en los 80. Pero de a poco fuimos dando pasos.

Te tocó trabajar con Raquel Correa, el paradigma de la buena entrevistadora política. ¿Por qué hoy no vemos eso?

He sentido mucho su partida, porque trabajamos 30 años juntas y éramos amigas de verdad. Pero hay que decir que la Raquel era bastante excepcional. Ella estudió Sicología tres años y desarrolló un método para entrevistar totalmente único, era un talento nato. Hoy muchos periodistas, un poco por afán de ser punzantes, no dejan hablar al entrevistado y prácticamente consideran que ellos tienen que tener el rol protagónico.

En esos tiempos eran las mujeres las que la llevaban en el reporteo político…

Se dio que en general fuimos las mujeres las que nos volvimos reporteras y los hombres estaban más en cargos directivos. A nosotras nos ha ido bien en el periodismo porque tenemos intuición y también somos aperradas. Antes había mujeres periodistas súper comprometidas en cada lado. Por ejemplo, y por decir cualquier nombre, Silvia Pinto y Marcia Scantlebury, espectaculares periodistas, comprometidas.

Cuando comenzó a trabajar no había internet. Hoy las redes sociales le resultan imprescindibles. "El Twitter lo uso para seguir las noticias más que para opinar. Saber qué pasa en Twitter es parte del reporteo".

Calidad de vida

Criaste a tus cuatro hijos en medio de esta vorágine ¿cómo te las arreglaste?

Vivía cerca del diario y conté con la ayuda increíble de mi Lalita, (su nana que la acompaña hasta hoy). En esa época no teníamos pañales desechables, así que vamos hirviendo pañales y la mamadera con maicena a las cinco de la mañana. Y aunque una no les dedique a los hijos todo el tiempo, siempre sabe estar cuando es indispensable.

¿No eres de las mujeres culposas porque no estuvieron siempre con sus niños?

Nooo. Y si volviera a nacer, volvería a hacer todo lo que he hecho en mi vida, aunque no soy tan presuntuosa como para decir que hice todo fantástico. A mí no me gusta el llamado tema de la calidad de vida al que alude tanto periodista joven, que se van a una agencia de comunicación estratégica, donde les pagan cuatro veces más que lo que ganamos nosotros, trabajan hasta las seis de la tarde y yo creo que lo pasan pésimo. ¿Qué es calidad de vida? Para mí, tener una vida plena. Y no estar siempre con los hijos, lo que se suple siendo una mamá realizada, que se destacó profesionalmente. Yo, por suerte, tuve hijos aplicados, nunca les revisé las tareas y los cuatro son abogados de la Católica y la mayor además es sicóloga. Y, por último, la calidad se las he devuelto a mis hijos ahora.

¿Cómo es eso?

Bueno, con los nietos. Ser abuela es lo mejor que me ha pasado. Tengo siete nietos, entre tres meses y catorce años. Y quiero tener más, llenarme de nietos porque ya no voy a estar dedicada a despachar a las cuatro de la mañana, sino que puedo cuidarlos hasta las tantas…

¿Que opinas del postnatal de seis meses?

Es un gran logro, pero no lo habría hecho obligatorio, puede ser un exceso. Una está en el periodo profesional más efervescente cuando también está siendo mamá. Creo que te puedes arreglar para cuidar a tus hijos y seguir progresando en la pega, porque, de lo contrario, puedes terminar aburriéndote.

¿Por qué hay tan pocas mujeres en cargos de poder? ¿Sería buena una ley de cuotas?

No creo en eso. A mí no me gustaría haber hecho nada en mi vida porque me dieron un privilegio por ser mujer. Eso no quita que es importante incentivarlas a que participen y que los partidos las busquen. Pero la ley de cuotas está hechapara la política. ¿Qué pasa en las empresas? ¿Van a hacer una ley de cuotas para tener gerentas?

Un año complicado

Dos veces ha estado al borde de la muerte este año. Primero se incendió su casa de veraneo en El Peumo, el campo familiar en Santo Domingo. "No solo se quemó una casa, sino 60 años de historia familiar. Con la Lalita nos salvamos de milagro", confiesa. Después le sobrevino una crisis de salud que partió por un problema estomacal y se agravó hasta la septicemia. Estuvo inconsciente, tuvo varias operaciones de urgencia y el doctor, incluso, les pidió a sus hijos que se despidieran de ella. "Y vi el túnel", acota riendo. Desde marzo ha estado entrando y saliendo de la clínica.

¿Qué ha sido lo más cargante de estar enferma?

La vulnerabilidad y quedar con ciertos miedos. Yo termino olvidándome de las partes negativas y me concentro solo en lo impactante que ha sido sentir el cariño de toda la gente que me quiere, no solo de mi familia. Pero si me pongo a pensar siento el sabor amargo de las horas de dolor físico y de sentir lo privilegiada que era porque estaba en una buena clínica, rodeada de gente que me quería, y no sufriendo sola. Sentí el remezón de esta etapa de la vida en que estoy: qué rico es de verdad haberla pasado bien, haber sido feliz, haber hecho lo que quise. Pero aún estoy procesando todo lo que me pasó.

Pero enferma y todo, fumabas a escondidas…

Sí, apenas encontraba una ventanita prendía mi pucho. He fumado toda la vida. Le empecé a sacar los cigarros Cabaña especiales a mi papá, cuando tenía 14 años. Y nunca siquiera he tratado de dejarlo. Cuando viajo conozco todos los lugares para fumar en los aeropuertos, que son una cabinitas atroces donde estamos todos amontonados. El cigarrillo ha sido el gran compañero de mi vida. Y me indigna la ley del tabaco: claro que estoy de acuerdo en dejarle espacio a quienes no fuman, pero que existan otros para nosotros ¿Por qué no podemos tener libertad para fumar si yo quiero elegir correr este riesgo?

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