El brujo Engel

Hace magia y conjuros con rezos paganos y alas de cóndor. Hila collares y hace amuletos con piedras preciosas, pócimas y caballitos de mar. Les lee el tarot y saca la carta astral de políticos y empresarios millonarios. Cobra caro. Su especialidad, sanar el árbol genealógico de las familias. Con ustedes, Pedro Engel, el brujo que le saca el mal de ojo a Chile.




Es brujo. Lo supo a los siete años cuando murió Marilyn Monroe, y su abuela, que también era bruja, le dijo: "Murió la diosa". Engel niño se fue a la pérgola de la casona de La Reina donde vivía y colgó una imagen de la rubia norteamericana que sacó del periódico. Intuitivamente, prendió una vela en cada uno de sus vértices, hizo un círculo con tiza y se metió en él a rezar en lenguas por Marilyn. Eso dice él.

Así supo que la brujería le venía por genética y se puso a investigar conjuros, astrología y magia. En la adolescencia leyó a Jung, Freud, Cortázar y lo que se le cruzara por delante. Con cientos de libros en su cabeza, entró a estudiar Literatura en el Pedagógico, donde se colaba en las cátedras de Teología y religiones comparadas. Se estaba armando el animal Engel: politeísta, ecléctico, raro, místico.

Hasta que llegó el Golpe de Estado y un militar entró a la sala de clases donde se hablaba de Neruda y Mistral.

–¡La literatura se acaba en Blest Gana, señores!, –recuerda Engel que fue el sofisticado grito de guerra.

Y se fue del Pedagógico con sus libros bajo el brazo. No tenía miedo, pero debería haber tenido: en cuarto medio perteneció a una célula del MIR, que se había contactado con algunos alumnos del colegio Hebreo, donde él estudiaba. Dice que no usó armas, que se dedicó a enseñar a leer a Juan Rulfo en las poblaciones.

–Pero me echaron por fumar marihuana– cuenta hoy. Lo mismo dice que le ocurrió en las Juventudes Comunistas y en el Partido Socialista. ¡Fuera Engel!

Se quedó con el pito en la mano, solo. O sólo con su magia y el THC, la sustancia que todavía lo inspira y relaja en las noches de luna. Engel hoy parece un oso con hartos bosques vividos. Un oso amable que se ríe de sus muchas heridas. ¿Cuáles?

Una: cuando tenía 15 años, murió el segundo de sus dos hermanos en un accidente de auto en el día de su despedida de soltero. En el entierro, su padre, un inmigrante que hizo fortuna en Chile con una ferretería, le dijo: "Podrías haberte muerto tú mejor, Pedro".

Dos: asegura que fue Cenicienta. Sus padres judíos europeos, que llegaron a Chile huyendo de la Segunda Guerra Mundial, lo relegaban a comer en la cocina con los empleados, mientras en la mesa principal se festinaban con goulash.

Tres: a los 13 años conoció a Alicia, una compañerita de buenas notas del colegio Hebreo a la que le preguntó: "¿Qué es lo que más-más-más te gustaría en la vida, Alicia?". Ella respondió fríamente: "Morir". Engel se enamoró perdidamente. A los 19 años se casaron y tuvieron cuatro hijos. El mayor tenía seis años y la menor, cuatro meses cuando Alicia se suicidó.

Puso todos sus dones femeninos encima de la mesa. Y salió adelante en la crianza. Ya han pasado treinta años y hoy se declara satisfecho de su afán paternal-maternal-esotérico.

Perfeccionó sus conocimientos autodidactas con un sinnúmero de terapias psicológicas y psicoanalíticas. Fue discípulo regalón de Lola Hoffmann, la gurú de la Gestalt chilena, quien le aconsejó perdonar a mamá y a papá para sanar su árbol genealógico.

Después de Lola, los libros siguieron llenando las estanterías de su cabeza. Trabajó durante 18 años en televisión, haciendo predicciones en el matinal de Jorge Rencoret y, años después, en Embrujadas, de Chilevisión.

Engel, hoy de 59 años, ha publicado 15 libros sobre la interpretación de los sueños, el tarot y los horóscopos anuales. Además, publica horóscopos semanales en medios periodísticos nacionales. Dice que se concentra varias horas para dictarles consejos a los signos Leo, Sagitario y Capricornio chilenos.

A su casona de La Reina, la misma en la que descubrió su vocación de brujo y que parece sacada de un cuento de los hermanos Grimm, llegan empresarios, políticos, artistas, profesionales y otros brujos a pedir asesoría esotérica. No va cualquiera, pues cobra, mínimo, $ 100.000 por una consulta.

Sus seguidores le piden conjuros, talismanes, pócimas y sanación del árbol genealógico. ¿Cómo hace eso? Hurga en las ramas de la familia y, según él, descubre patrones errados y relaciones enfermas que impiden el flujo de la felicidad. El mago, rodeado de todas las deidades del mundo –Jesús, Buda, la Virgen del Carmen, el gato de la suerte, Cortázar– sienta a sus pacientes frente a los nombres de sus antepasados escritos a plumón en una cartulina. Engel, a sus espaldas, les dicta preguntas para que armen su cura. Incluso personifica a algún muerto de la parentela para que cambie las conductas erradas que no les permiten sanar. "Casi siempre los errores se reiteran por generaciones", dice Engel. Él detecta los modelos y propone cambios para que las nuevas ramas del árbol broten sanas.

¿Qué pretende el mago Engel con esto? Sanar a Chile y sanarse él mismo.

Mamá y papá

Dime Pedro, ¿por qué hay que venerar a los padres?

Porque te dieron lo más maravilloso que un ser humano puede tener: la vida. Hay que encontrar la budeidad en los padres, como sea que hayan sido. Ésa es la base de la psicología.

¿Cómo lo hace uno cuando tiene unos padres natre?

¿Como mi papá y mi mamá? Hay que sentarse frente al árbol y ver sólo las cosas buenas. Mi papá fue un hombre muy rico y todas sus riquezas se las dejó a mi otro hermano. Cuando murió, yo heredé una lapicera. Tuve que cambiar el chip: mi papá era una persona de objetos fetiches. Por ejemplo, tenía una copa de rubí con oro para sus festejos judaicos y esa copa me la dio en vida. Yo me digo: "A mi hermano le dejó todo, pero las cosas que él más amaba me las dio a mí". Hay que hacerse esas pequeñas trampas.

Qué difícil.

Muy difícil, pero hay que hacerlo. Decía la Lola Hoffmann que si uno dice "mi papá es un conchesumadre", uno mismo es un conchesumadre. La semilla importa: si planto un cuezco de palta no pueden salirme guindas. Si uno no limpia la figura parental está frito, porque no se sana. Me siento todos los días frente a mi árbol y limpio, limpio y limpio la imagen de mi papá y mi mamá. Hay días que los puedo considerar Buda y Cristo y soy súper feliz, y días en que de nuevo aparecen mis monstruos.

¿Qué problemas trae la gente a tu consulta?

Quieren sanar sus economías, encontrar amor, estar felices en sus trabajos, criar bien a sus hijos, progresar. Si uno revisa generaciones anteriores, los patrones se repiten. Hay que aprender de los errores y los aciertos de los antepasados.

Dame un ejemplo.

En plena dictadura venían a mi consulta miristas y torturadores, y así me enteraba de lo que pasaba en Chile. Ayudé a los dos bandos a sanar, nunca traicioné a nadie. Los torturadores venían desesperados, porque su alma también reclamaba justicia. Recuerdo uno que participó en la operación Albania. Un chico muy guapo, muy sensible y malo malo, como el natre. Yo lo miraba y le decía: "Tú no viniste a la vida para esto. Mírate en el espejo, mira tu pasado, tu raíz". Al final le vino un cáncer a los huesos y murió, porque no se hizo caso ni le hizo caso a su árbol.

¿Por qué ayudaste a Pía Guzmán cuando te llamó después del condoro de Gemita Bueno?

Porque sentí que yo la había invocado en medio del impacto del caso Spiniak. Empezamos a ver sus sueños y sanamos su árbol.

¿Fuiste una especie de psicólogo con ella?

No soy psicólogo, soy brujo. Con la Pía tuvimos un enchufe muy potente. Me encantó, estoy súper agradecido de que haya confiado su alma y la hayamos podido limpiar. Y fíjate que no la encontré tan tan momia, la encontré una galla caballa. Pero me gusta más la Evelyn.

¿Matthei?

Sí. Antes me caía como patá en la guata, pero un día, en Embrujadas, el programa esotérico de Chilevisión donde yo era panelista, le vi la carta astral. Pensé: "Me la quiero cagar, la quiero destruir, le voy a decir en su cara todo lo malo". Pero entró la linda y yo babeé. Fue amor a primera vista. A los 5 minutos era una reina, su carta astral era maravillosa. Caí en trance. La encontré inteligente, bonita, creativa y, más encima, simpática. Casi la invité a salir.

¿Cómo tanto?

Después caché que tenía algo muy parecido a la Alicia, mi mujer. Yo creo que la Alicia entró en ese minuto en la Evelyn Matthei, porque no la podía dejar de mirar.

Alicia

¿Te dio rabia que Alicia, tu mujer, se suicidara y te dejara con todos los críos?

No. Recién ahora me ha bajado la rabia, después de 30 años. En ese minuto pensé que si la Alicia era tan espectacular, ¿cómo yo había tenido la suerte de pasar 17 años a su lado? Debía respetarla. Nunca me enojé, tampoco me sentí culpable a pesar de que toda la gente pensara que la culpa era mía.

¿Los padres de ella te culparon?

Obvio. Pero debe ser tan terrible que se te muera un hijo –yo lo vi en mis padres cuando murió mi hermano– que asumí ante ellos el papel de malo. Sabía que nunca se preguntarían si ellos tenían algo que ver. Era mucho más fácil decirme a mí que era el malo, y listo. Les aguanté eso hasta hace poco, cuando correteé a mi hermano, a mi suegro y a mi mamá. ¡Correteé a todo el mundo! Pero en buena. Aguanté el papel de malo por años, pero cuando nació mi nieta hice un cambio en mi árbol.

¿Querías ser un abuelo taquilla?

Al menos no un abuelo de tercera clase, al que le tiran mierda encima. El abuelo debe ser un título de nobleza, porque es el más viejo del clan, el más sabio.

¿Has logrado ser un abuelo digno?

En los mismos pasillos de la maternidad les dije a mis suegros: "Yo los adoro, pero si quieren seguir teniendo una relación conmigo, no pueden volver a decirme en voz alta lo que piensan de mí". ¡Porque lo decían cara de raja! ¡Me pelaban en mi cara! Yo los invitaba todos los sábado de mi vida a almorzar y comentaban: "Qué nos va a dar de comer este desgraciado", "esta cochinada nos va a caer mal", "este imbécil", "este loco". Hablaban en alemán, pero mis hijos escuchaban todo. Ahora que no me pelan, lo echo un poco de menos. (Se ríe)

A pesar de todo, tus hijos te salieron bien criados.

Fui premiado con mis hijos, pero me saqué la cresta. Nos adoramos. Es una relación fuerte, de sobrevivientes. Me esmeré, les di todos los mimos y los mejores años de mi vida. No es algo que me deban: lo hice porque tenía ganas. Somos como un clan. Todos los sábado almorzamos juntos. Vienen con sus esposas, hijos y suegras. Tengo una mesa enorme donde cabemos todos.

¿Cocinas rico?

Comida húngara, checa, goulash. Este sábado, ¿qué hice? Ahh, unas spanakopitas exquisitas: masa filo con espinaca, queso de cabra y aceitunas. Son almuerzos opíparos, con la mesa llena, llena, llena.

¿Tus suegros tiene buena relación con tus hijos?

Sí. Y lo digo con toda humildad, pero la relación que ellos tienen la construí yo. Justifico a mis padres y a mis suegros porque venían de una guerra y eso como que deja la cagá en la vida.

Sueño con Michelle

Pedro, insisto, tu mamá seguro te quería, ¿cómo no?

A mi papá y a mi mamá les costó mucho quererme. A mi mamá, que tiene 82 años y vive aquí mismo, en esa otra casona, le cuesta hasta hoy quererme. Mis padres tenían una religión muy extraña que se llamaba Alejandro, mi hermano vivo.

¿Por eso empezaste a sanar tu propio árbol genealógico?

No me quedó otra. La Lola Hoffmann incluso vino para mi casa y habló con mi papá para sanar a la familia. Le dijo que me tenían que conocer, que ella había descubierto cosas muy talentosas en mí, cuestión que en mi familia nunca me habían dicho. Por ejemplo, si yo conseguía pega, mi papá inmediatamente iba al lugar y les advertía a mis jefes: "Oiga, mi hijo es un sinvergüenza y si tiene problemas con él, no me venga a reclamar a mí".

¡Pucha el papito!

Papito corazón. Mamita mucho peor, y mi hermano, terrible. Estaban siempre coludidos en una cuestión política. Yo era de izquierda y ellos, ultraderechistas. Para los años nuevos, mi hermano hacía grandes fiestas con sus amigos momios. Toda la gente que iba a mi casa en ese tiempo era malula, malula, malula, natre, como de la CNI.

Y tú, del MIR. ¿Te echaron porque te pillaron con el pito o con olor a pito?

Yo dije que fumaba y me dijeron que no se podía, entonces me echaron. A mí de todas partes me han han echado, pero me gusta ser paria. Y toda mi vida he sido de izquierda.

Pero no te gusta Lagos.

No, a Lagos no lo trago. Uf, es tan patriarcal, tan prepotente. Lo encuentro como primo hermano de Pinochet.

¿Votaste por Bachelet?

Yo iba a votar por Piñera, porque peor que la Concertación no hay nada. Pero un sueño me dictó lo contrario: estaba en un consultorio que se transformaba en café. Michelle miraba para un lado y yo para el otro. Finalmente me saludó y yo la saludé. Terminamos tomando café. De repente se paró y me dijo chao. Cuando me desperté fui a votar por Piñera, pero, en la mesa, el señor del escrutinio me dijo: "¿Cómo está señor Engel? ¿Qué dicen los astros de la votación?". Yo le respondí: "Hay que votar con los ojos cerrados, es todo lo mismo, izquierda o derecha da igual". "No", me dijo. "Hay que hacerle caso a los sueños". Me cagó. Ahí voté por ella.

¿Te arrepientes?

Sí. Creí que por ser mujer haría un guiño hacia lo femenino, pero resulta que le gustan los tanques, los militares y los yanquis.

¿Con todo, qué piensas de Chile?

A los 16 años estuve en una escuela esotérica basada en la enseñanzas del pensador italiano Pietro Ubaldi, un viejito que decía que Chile era un país energético, espiritualmente como el Tíbet. Que había futuro. Yo creo que en 50 años Chile va a ser una de las naciones más místicas del mundo. Tanta cuestión que hay: de reiki, de esto, de lo otro y cada vez, más gente interesada. Tengo alumnos que no quieren estudiar carreras tradicionales, sino chamanismo, brujería, tarotismo. Tengo mucha esperanza en Chile. A mí me encanta, lo amo, soy como chauvinista. Me carga salir, me carga París, es feo y fome. Santiago lo encuentro espectacular. Me encanta ir al centro. Me encanta el paseo Ahumada.

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