El señor tierra adentro

Paul Landon, creador y conductor del emblemático programa de televisión sobre Chile, sus paisajes y su gente, es desde la adolescencia un viajero incansable que ha acumulado tantos kilómetros como historias. Aquí, desglosa algunas.




Paula 1180, Especial Aniversario. Sábado 15 de agosto de 2015.

Mucho antes de que la ecología estuviera en boca de todos y términos como "biodiversidad" y "energía renovable" formaran parte del vocabulario de la política y el marketing, el programa Tierra Adentro debutó en TVN mostrando los paisajes de Chile y, más importante aún, la inteligencia de su gente para aprovechar los recursos.

23 años después de ese primer capítulo, y de que el programa pasara por Canal 13, Canal 13 Cable y, más recientemente por Mega, su creador y conductor, el periodista Paul Landon, cuenta que dio un paso al costado de la TV tradicional y que Tierra Adentro, desde hace dos meses es ahora una fundación cultural que seguirá difundiendo sus contenidos audiovisuales sobre Chile rural pero en otras plataformas, entre ellas su página web. "La televisión se hace desde un punto de vista urbano. Me cuestionaban la extensión de las historias, querían anécdotas y me pedían ser más divertido. No me interesa", dice.

Landon trabajó casi 10 años en el Instituto de Investigación Agropecuaria y luego estuvo varios meses en la gran cadena brasileña de televisión Rede Globo, en Sao Paulo, como parte del equipo del espacio Globo Rural. De regreso a Chile quiso hacer algo similar y "ser un puente entre lo urbano y lo rural".

¿Cómo nace tu pulsión por conocer cada rincón de Chile?

Mi papá, que era ingeniero agrónomo y fue precursor de la fruticultura en Chile, me llevaba desde muy chico al campo y a distintos viajes. Él y mi madre solían decir que este era un territorio muy rico. En la adolescencia tomé una determinación de vida: viajar por todo el país. Estudiaba en el Instituto de Humanidades Luis Campino y llegaban las vacaciones y partía. Para juntar plata, porque la regla de mi padre era que los viajes debía costeármelos yo, trabajaba durante todo el año en cosas como vender nueces.

¿Qué buscabas con esos viajes?

Gente. Hasta hoy, lo que me mueve, es conocer a gente desenvolviéndose en su propio hábitat. Desde mis primeros viajes me interesó salirme de la visión etnocéntrica y conversar con distintas personas, trabajar con ellos, intercambiar experiencias y conocimiento. Así fue que un tipo me enseñó la fragua, el otro a arreglármelas con tres clavos, a defenderme de la araña del trigo comiéndomela como antídoto natural. Todo eso perfiló mis intereses y personalidad.

¿A dónde volverías mil veces y qué lugar jamás pisarías de nuevo?

Hay miles de lugares que me gustan y uno que me perturba: la pampa. Está destruida, llena de micro basurales. Pasas por la pampa del Tamarugal o por Pica y ves cocinas y neumáticos tirados. Ese tipo de cosas hacen que me cueste entender este país.

Hubo un campesino que fue determinante en tu mirada.

Sí. Era adolescente cuando un amigo comenzó a invitarme durante las vacaciones al campo de su abuelo, cerca de Graneros. Allí conocí a Reinaldo, un campesino del que aprendí muchísimo, y que un día apareció ahogado en una zanja, tal vez con unos tragos de más. Con ese hecho vi claramente cómo estas personas llenas de conocimientos tenían tan pocas opciones.

El conocimiento y la tecnología rural es uno de los hilos conductores de Tierra Adentro.

Sí, cuando tanto se habla de ecología, como un asunto que proviene de la ciudad, yo digo: la gente del campo, de la montaña, el pescador, ellos sí viven la ecología y tienen un conocimiento sistemático sobre la naturaleza y cómo aprovechar y cuidar el medio ambiente, que viene de generaciones observando el clima, el suelo, escuchando sus ruidos y desarrollando con agudeza los sentidos. Eso es admirable.

¿Existe la identidad nacional?

Es un mito eso de que existe una sola identidad nacional y se debe a la necesidad incomprensible que hay en Chile de homologar todo. De chico escuchas que ser chileno es ponerse una mantita, un gorrito, el copihue o bailar cueca. Lo único real es que Chile es un país diverso, con una enorme biodiversidad y por eso es tan preocupante el monocultivo: esa homologación es una amenaza cultural.

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