En la cabeza de una deportista de alto rendimiento

La atleta chilena Fernanda Mackenna (27) brilló en los últimos Odesur. Batió un récord en los 400 metros y, además, ganó medalla de plata y bronce. Hija de un rugbista y de una atleta cuenta aquí cómo desde los 14 años ha entrenado su cuerpo, pero especialmente su mente para vencerse a sí misma.




Paula 1145. Sábado 12 de abril de 2014.

Para ser atleta tienes que ser como un relojito. Organizar tu día de principio a fin, no dejar nada al azar. Hasta el mínimo detalle influye en tu rendimiento, por lo que tienes que dormir mínimo ocho horas, comer cada dos, y abrigarte antes e inmediatamente después de un entrenamiento para evitar los cambios bruscos de temperatura.

Tu mente tiene que estar despejada. No puedes perder el foco, pero tampoco volverte un disco rayado, porque dejas de disfrutar y esa ansiedad también te puede hacer perder. Yo converso mucho conmigo misma. En esas mañanas en que siento la tentación de quedarme en la cama me repito: ¿Quieres correr los Juegos Olímpicos en 2016? Entonces, ¡levántate! En este deporte el cansancio, el dolor muscular, incluso los malos días son transitorios, pero la próxima carrera no. Como me enseñó mi mamá, que también fue atleta destacada a nivel nacional, un día más de entrenamiento puede hacer la diferencia.

Lo que como y lo que no importa mucho. Mi peso no puede variar demasiado. Para mantenerme en los 57,5 kilos, sigo sagradamente la pauta de una nutricionista. Necesito sentirme liviana cuando corro, porque así siento que vuelo. Pero tampoco puedo saltarme ninguna comida porque mi metabolismo se pone lento y pierdo masa muscular. Al desayuno como tres rebanadas de pan integral con mermelada o manjar y café con leche; a las dos horas me como un yogurt y, dos horas más tarde, una barra de cereal, y así. Cuando entreno evito los carbohidratos, pero durante las competencias los necesito. Me como un plato de tallarines blancos con pollo al agua tres horas antes de irme a la carrera y justo antes de salir a la pista me tomo unos geles de carbohidratos que son para deportistas. Nunca tomo alcohol, no fumo y si bien amo los chocolates, aprendí que si me dan ganas de algo dulce, es mejor tomarme un jugo de naranja. La grasa es enemiga del atletismo.

Dormir es tan importante como entrenar. Me ayuda a recuperarme, pero también a descansar la mente que siempre es traicionera. Trato de dormir lo máximo posible. Dependiendo de los horarios de las carreras calculo la hora en que me despierto. Pero, por lo general, estoy en pie seis horas antes de una competencia. Si me queda tiempo, además, duermo siesta por la tarde; media hora por reloj.

Se puede ser atleta y pololear. Pero la persona que esté contigo tiene que, de alguna forma, correr contigo, ser mi fan número uno. El atletismo es egoísta, hay momentos que son full competitivos y uno tiene que estar muy concentrada en uno, en nada más. Pero hay otros momentos en que uno tiene que descansar al atleta que lleva dentro y tener vida social. Una semana antes de competir me transformo en una niña de cristal: cuido mi cuerpo como si fuera un templo y ahorro toda la energía para la pista. Mientras menos cosas haga ese día mejor, porque, además, disminuyo los riesgos de lesionarme. Esos días evito andar en auto, porque el tráfico me produce estrés y porque estar tanto rato sentada te produce tirones en los músculos isquiotibiales. Me quedo en casa visualizando la carrera que se avecina, viendo algunos videos de atletismo en youtube. Suena estructurado. Pero para correr necesitas la mente libre de otras preocupaciones.

El atletismo me ayuda a estar en el presente. Si no estoy en el aquí y ahora en el momento de la carrera, puedo perderla. La ansiedad también te puede pasar la cuenta. ¡Imagínate si en los Odesur me hubiera preocupado de las 35 mil personas que me observaban! Me habría paralizado. Es difícil no desconcentrarse, pero mediante ejercicios de respiración puedo controlarlo. En el camarín, cuando el corazón se me acelera y me siento demasiado eufórica, respiro hondo con los ojos cerrados hasta bajar los niveles de ansiedad. No demasiado eso sí, porque me da sueño. Lo que tengo que conseguir es que justo antes de salir a la pista, y nunca antes, esté en ese estado de alegría que tienes cuando estás en medio de un concierto a punto de escuchar la canción que más te gusta. Entonces, salgo a correr y entro en otra dimensión.

La fortaleza mental es principalmente hacer foco. Mi sicóloga deportiva me ayuda en eso. Cada dos semanas hablamos del objetivo que quiero lograr, del contexto de la carrera que viene, de mis miedos. Pero, además, me va a ver entrenar y lee mi actitud corporal. ¿Para qué y por qué hago atletismo?, me pregunto cuando siento miedo a fallar. Y la respuesta viene sola a mi cabeza: corro porque me hace feliz, y para inspirar a otros a ir tras sus sueños. Con eso me quedo.

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