El escuchador

¿Cuál es el secreto para mantener por diez años la soberanía de Las Condes? Francisco de la Maza dice que reside en escuchar. Primero hay que preguntar. Y luego hay que hacerle caso a la opinión de los comuneros. Porque el alcalde asegura que los que están en el poder no tienen por qué arrogarse el derecho a tomar las decisiones que competen a toda la ciudadanía.




Hace más de diez años que es alcalde de Las Condes; ha sido reelecto dos veces desde 2000. Por una amplia mayoría. En las últimas elecciones municipales, Francisco de la Maza (54) ganó por más de un 76 por ciento de los votos. Y en las anteriores, en 2004, por más del 71. Asegura que una de las claves de su éxito es que los vecinos se sienten partícipes de las decisiones que se toman en el municipio. Porque cada vez que quiere hacer un proyecto que podría cambiar la comuna, consulta la opinión de los residentes. Y las preguntas son hartas, porque este constructor civil es un gestor trabajólico, cuya ambición supera las expectativas que se podría tener para una comuna.

Sus últimas obras son elocuentes: la Clínica Cordillera, inaugurada en 2007, que es la primera clínica público-privada de Chile; Punto Verde, un lugar especialmente diseñado para reciclar artículos de gran volumen que acaba de abrir en Cerro Colorado con Alonso de Córdova; y el Teatro Municipal, inaugurado en agosto y que ha tenido más de 70.000 visitas en diez meses.

Usted ha afirmado que Las Condes, más que una comuna, es una ciudad. ¿Por qué?

No lo digo yo. Es así. Es una ciudad dentro de una metrópolis. En esta comuna se puede trabajar, estudiar e ir al teatro. Hay una clínica semipública, siete universidades, cien colegios, cinco centros comerciales y centros culturales. Y tiene variedad socioeconómica: en Las Condes hay lugares de extrema necesidad –como la zona de Colón Oriente–, una clase media muy grande y también una clase alta.

¿Cuáles son los principales problemas que le trae a la comuna el hecho de ser una ciudad?

El transporte público, sin duda. Hay muchos autos y la ciudad tiene que acomodarse con estacionamientos subterráneos y con transporte público adecuado. Por eso estamos trabajando fuertemente en el llamado a licitación del primer tranvía. El tramo sería desde Manquehue hasta Apoquindo, luego seguiría por Av Las Condes hasta San Antonio y de ahí entraría por Av La Dehesa hasta el Portal. Creo que sería un cambio importante, ya que es una tecnología que se usa en las ciudades más densas de Europa y es limpio, seguro y no mete ruido.

¿Podría decir que este es su gran proyecto?

Sin duda es el más difícil. Además, ahora estamos con el proyecto de Masterplan de la Plaza Los Domínicos. La idea es hacer estacionamientos subterráneos, zona de juegos, un lugar especial para la feria de los días sábado y un mercado gourmet subterráneo. El proyecto está en exhibición en la misma plaza para que la gente se informe y opine. Después de esa exposición se va a hacer una consulta con todos los residentes de la comuna inscritos en los registros electorales que quieran participar para decidir si se hace o no se hace.

¿Hasta qué punto cree usted que es recomendable preguntarle a la comunidad?

No hay límites. Yo creo que los temores se producen cuando la gente no cree en el diálogo, en la explicación. Mi experiencia es que frente a cualquier decisión, por compleja que sea, el sentido común de la ciudadanía siempre es el correcto. Si la gente no quiere HidroAysén es porque es capaz de elegir entre energía versus cuidar una zona chilena. Si en un proceso informado la población dice que no a un proyecto, yo soy partidario de que no se haga. Estoy convencido de que quienes hemos sido elegidos por la gente tenemos que responder siempre. No solo cada cuatro años.

¿Y qué temas usted pondría para ser discutidos en un plebiscito?

Todos los que puedan afectar a la ciudadanía. En este país desgraciadamente estamos cautivados por la ley de los partidos políticos, que muchas veces restringe la opinión de la gente. Las movilizaciones se están abriendo porque hay nuevas tecnologías. Y las instituciones tienen que adecuarse a ellas porque, como están las cosas, las decisiones importantes igual se van a tomar por la vía de la presión social.

¿Estaría a favor entonces de consultarle a la gente qué opina sobre el matrimonio homosexual?

Absolutamente. El problema es similar al de la ley de divorcio, de la que yo era partidario. Yo creo que si se regula el matrimonio homosexual no va a cambiar en nada la realidad. Ya existen parejas que conviven, pero no con los mismos derechos, y eso es coartar a las personas. Hace cien años atrás el matrimonio civil era declarado por la Iglesia como una convivencia malsana. Hace cien años no más. Mientras uno no le haga daño a un tercero no hay por qué prohibir las cosas.

¿Y por qué cree que no se abren a plebiscito todos estos temas?

Porque se pierde, es obvio que se pierde. La gran mayoría de los chilenos es mucho más liberal que los políticos que están en el poder.

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