El galerista hiperventilado

Estudió Derecho, Publicidad y Administración de Empresas. Fue seminarista de los Legionarios de Cristo. Hoy, tiene una empresa de intercambio para estudiantes extranjeros, un café, una tienda de objetos y una galería de arte gigante en calle Merced, que no para de dar que hablar. Éste es Juan Pablo Moro: el personaje más hiperventilado de la escena artística local.




Cuando en 2007 apareció la galeríaMoro en la Plaza Mulato Gil, todos se preguntaron quién era este personaje que se tiraba sin flotador a las tormentosas aguas del arte chileno.

Entre los artistas y gestores culturales era un desconocido. Pero su estatuto de infiltrado le importó poco y nada: más bien lo convirtió en ventaja. De hecho, todos le creyeron y, en poco tiempo, tenía en su staff a muchos de los artistas contemporáneos más cotizados del circuito. Su estilo de gestión y su forma de relacionarse con los artistas no pasaron inadvertidos. Juan Pablo Moro (43) sudaba ambición y entusiasmo.

Prometió vender y promocionar a los artistas en el circuito internacional. Los empezó a llevar a ferias de arte fuera de Chile y se erigió como representante en Chile de artistas argentinos. A poco andar, se cambió a un espacio mucho más grande, el ex teatro Ictus de la calle Merced. La inversión sobrepasó todos sus cálculos. "Me pegué un salto grande, para aprovechar la oportunidad de un local increíble en un barrio que me encanta. Creí que lo podía abordar. Sobre la marcha, obviamente, la inversión fue aumentando mucho. Pero sigo pensando que era necesario dar ese salto".

Si algo le sobra a Moro es sentido del riesgo. De hecho, toda su vida puede ser leída como una película de aventuras. Uno de los episodios más fascinantes es su pasada por los Legionarios de Cristo y su incursión en el Seminario. "Cuando llegué a Chile un vecino me invitó a los Legionarios. Yo tenía 14 años y estaba perdido, en plena adolescencia. Hablaba raro. Decía 'nevera' en vez de 'refrigerador'. Los Legionarios me dieron un espacio de contención importante".

¿Qué hace un futuro galerista preparándose para cura?

Mientras estudié Derecho en la Católica seguí en los Legionarios. Fundé con un amigo la Fundación Gente Nueva, que hacía trabajos de invierno y cosas así. En cuarto año me quise ir como misionero de los Legionarios y no me resultó. Estudié un año Publicidad, pero tenía conflictos con mi vida. Dije: "Me meto a cura". Estuve dos años en el Seminario y fue una súper buena experiencia.

Estando ahí, ¿tuviste idea de lo que pasaba con el padre Maciel?

No, porque la estructura es tan vertical que es muy difícil que se conversen esas cosas. El gran problema con Maciel es que había devoción hacia él, era inalcanzable, intocable.

¿Por qué te saliste de los Legionarios?

Porque la religión se convirtió en una suma de formas: iba a misa, repetía oraciones, pero ya era algo vacío. Me salí y nunca más volví a una iglesia.

¿Y cómo es esto de pasar de tener amigos híper religiosos a estar en el ambiente carretero del arte?

No me cuesta, porque me muevo con soltura en todos los ambientes y obvio que soy un bicho raro en todas partes. También en el medio del arte, porque no carreteo. Y es un tema, porque muchos de los negocios se cierran a las 2 de la mañana con un whisky en la mano. Yo soy diurno y malo para tomar.

Suficiente droga tienes con tu forma de ser.

Sí pues. Soy acelerado. Me despierto a las 7 de la mañana, sábado y domingo. iempre estoy con las pilas puestas.

Tienes un optimismo patológico.

Hago las cosas que me hacen feliz, lo paso bien. Me encanta exponer la obra de un artista talentoso y ayudarlo a crecer.

Ahí te sale la onda misionera.

Es una pasión. Yo trabajo con artistas que admiro y respeto. Mi conexión es emocional.

Además te lanzaste en un momento en que aparecieron nuevas galerías que prometieron más de lo que pudieron cumplir.

Lo que pasa es que el mercado del arte chileno sigue siendo inmaduro y conservador. Los artistas que representamos todavía están un poco adelantados respecto de la madurez del mercado.

Aparte de la galería tienes una empresa de intercambio estudiantil, un café en la plaza Mulato Gil, la tienda del MAVI…

Todos esos negocios subsidian la galería.

¿Y no te distrae de la venta de obras?

No. Lo que pasa es que soy multitasking. Parezco disperso, pero soy más ambicioso que otra cosa. Me gusta tomar las oportunidades de negocios que me entretienen, me cuesta decir que no.

Con la nueva galería te diste un salto mortal…

Sí. Estoy endeudado hasta el cuello, quemé todas mis naves. Pero si no me la jugaba ahora, no me la jugaba nunca.

¿Hay días en que te levantas y dices "¿en qué me metí?".

Algunos. Pero después llego a la galería, veo lo que estoy haciendo, y me reencanto, me siento feliz. Esto le da sentido a mi vida. Si lo dejo, ¿qué voy a hacer? Yo me muevo por pasión. No hago tres estudios de mercado antes de meterme en algo. Me gusta apostar y creo que, con trabajo, los artistas tienen una posibilidad enorme de pegarla.

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