Juan Yarur

Tiene el mundo en la palma de la mano. Puede almorzar en Nueva York y, pocas horas más tarde, cenar en Londres. Famoso hasta hace poco por sus fiestas y su espectacular guardarropa, el joven millonario ahora es un activo promotor del arte chileno en el exterior. Pero no deja de jugar. "No porque sea coleccionista voy a dejar de bailar y emborracharme", afirma.




Primer encuentro: el viajero

El primer encuentro con Juan Yarur (con 27 años se hace difícil decirle Juanito) es un lunes en la tarde en el cuarto piso del Hotel W, uno de sus lugares frecuentes, donde suele citar a los periodistas. Allí todos lo conocen y saludan. Viene llegando de celebrar el cumpleaños de una de sus dos hermanas en la Patagonia y estará menos de una semana en Chile; ya compró pasajes en business (no viaja en primera) para irse a Los Ángeles, donde será "el más 1" o acompañante de una amiga, nieta de una millonaria estadounidense, en la gala de beneficencia que Elton John ofrece año a año en el contexto de los premios Oscar. Yarur compartirá mesa con otras cuatro parejas, a unos metros del cantante, y vestirá un smoking de TomFord. A su lado circularán figuras como la modelo Heidi Klum y el cantante Seal; Kelly Osbourne y la chica reality Kim Kardashian.

Hoy se le ve de camisa celeste, también de Tom Ford, y jeans de Balmain. Prende un Marlboro y se acomoda la delicada pulsera de diamantes negros que lleva en la muñeca izquierda. Encima de la mesa deja su inseparable blackberry (tiene un número en Chile y otro en Estados Unidos) que toma un par de veces para revisar qué sucede en twitter y facebook, y postear algunos comentarios sobre la farándula local. "Me río con la farándula como cualquier otra persona. El problema es que en Chile eso no puede ser. O eres súper serio y crítico, o eres light y estúpido. La gente más inteligente es la que se puede reír de todo, incluso de las tonteras de Luli", comenta. Sabe de lo que habla. Fue panelista de los programas Intrusos y Alfombra roja, aunque no es algo de lo cual se jacte, muy por el contrario: "Fue un agote. Me cargó", sentencia.

En 2010 no estuvo más de cinco meses en Chile y todo indica que este año sucederá lo mismo. Celebró Navidad y Año Nuevo en su departamento de South Beach, en Miami. En enero partió a Londres para la inauguración de la muestra de su colección de arte chileno contemporáneo. Regresó a Miami, estuvo en Chile dos semanas, partió al São Paulo Fashion Week, el 9 de febrero celebró en Santiago su cumpleaños, viajó a la Patagonia, se fue a California y en mayo vuela a Nueva York. "No quiero perderme el cumpleaños de un buen amigo yme gusta viajar", dice.

Se nota. ¿Y no tienes planes de instalarte fuera de Chile?

Antes me sentía más atado por mis sobrinos (tiene doce). Quiero establecer una relación cercana con ellos. Pero en algún momento entendí que van a crecer, no me van a pescar, tal como yo dejé de pescar a mis padres, y debo hacer mi vida. Tengo planes para irme a vivir a Nueva York y tal vez estudiar Historia del Arte o Apreciación del Arte.

¿Qué haces cuando viajas?

En Miami descanso. Me gusta mucho mi departamento, que es como mi pieza. Aprovecho todos los espacios, no como en mi casa de Santiago, en la cual hay lugares que no uso o uso menos. Y tengo buenos amigos allí. Lo mismo que en Los Ángeles y en Nueva York. Me fascina la flexibilidad de poder almorzar un día en Nueva York y al otro estar en Londres. Disfruto viendo gente distinta y esa sensación de cambio. Los amigos que Juan tiene en Estados Unidos son, en su mayoría, brasileños, colombianos y venezolanos, hijos de empresarios y banqueros que hace años se establecieron lejos de sus países de origen. Algunos trabajan, otros estudian. También están "las señoras de", cuenta él. "Yo soy como el payaso del grupo. Ellos están acostumbrados a salir solo si tienen mesa reservada y cuando llegan los están esperando con una magnum de champaña. Son bien exigentes. A mí me da lo mismo. Y cuando los llevo a lugares donde hay que esperar les debo hacer un poco de show para que se relajen y terminan pasándolo bien. Me invitan a todo porque les alegro la fiesta".

¿Qué es lo que te une a ellos?

Que ninguno necesita nada del otro, lo pasamos bien juntos y somos honestos. Es difícil encontrar eso, especialmente para ellos que crecieron en un mundo en el que es bien fácil que te cague alguien, aunque tenga la misma situación económica que tú. Mientras la mayoría de los mortales trabajamos y fantaseamos con ganarnos el kino, en el aspecto económico tú tienes una libertad bien envidiable… Soy absolutamente consciente de eso y muy agradecido. Pero como crecí así y es lo que me tocó, no me lo cuestiono. Si tuviese que trabajar y cumplir horario, lo haría sin problemas. Gracias a Dios no tengo esa obligación y puedo disponer de mi tiempo y tener la libertad que tengo. Y soy feliz con eso, porque reconozco que en una oficina me sentiría enclaustrado.

¿Para ti la plata significa libertad?

¿Qué significa para mí la plata? No tengo idea. La plata es la plata y punto. ¿Eres bueno para los negocios? Soy un desastre. No heredé ese talento de mi papá (el fallecido empresario Amador Yarur). Mi hermana Maru me ayuda. Hace unos años sí estuve bien encima y veía qué pasaba con las acciones, por ejemplo. Ya no. Hay que saber harto de historia, actualidad. No tengo esa habilidad.

¿Tú manejas tu plata o tienes asesores?

Invierto, tengo un portafolio de acciones y un asesor financiero. Pero encuentro que hablar de plata es último. Entiendo que gente como Jorge Errázuriz o Sergio Melnick lo hagan en el contexto de los negocios, pero hablar de la plata en términos personales no me gusta.

¿No será que Chile es un país especialmente pudoroso con ese tema?

Creo que hay harta culpa, aunque menos que antes. La sociedad chilena en varios aspectos se ha ido relajando. Si antes una mujer que se pintaba las uñas rojas era considerada prostituta, hoy eso ya no pasa. Con el tema de la plata ocurre lo mismo. Hay más ganas de pasarlo bien, menos atención al qué dirán. Se acaba el tiempo y Juanito pide la cuenta. Saca su tarjeta de crédito, pero la maquinita la rechaza. Segundo intento y pasa lo mismo. "Debe ser el sistema", dice el mozo. Qué duda cabe. Juanito paga en efectivo.

Segundo encuentro: un partymonster

El Cerro San Luis, en Las Condes, es una de las zonas residenciales con el metro cuadrado más caro de Santiago y un puñado de casas de asombrosa arquitectura, en su mayoría de los años 70, 80 y principios de los 90. Juan Yarur es uno de los habitantes más jóvenes del barrio porque, como reconoce, "son pocos los que pueden pagar una casa aquí". Allí vive solo junto a su nana de siempre, una señora encantadora que cocina como los dioses. La puerta de entrada la abre su asistente. Avisa que Juan demorará un rato. Pasan diez minutos y aparece en el living con la misma camisa del primer encuentro y unos jeans muy parecidos. Tal vez los mismos. "Perdona, pero estaba viendo en la tele la llegada de Obama", se excusa. Invita a pasar a la mesa que está perfectamente servida. Tres copas por persona, juego completo de cubiertos, servilletas de tela. Así almuerza Juan Yarur en su casa de Santiago un martes.

"Me gusta la mesa así, pero también almuerzo en mi pieza o una pizza arriba de la cama. No tengo mucho rollo con el asunto", dice mientras aliña la entrada de mousse de palta. Luego vendrán un cuscús y pavo relleno de verduras, torta y café. Está contento y nervioso. Hace un par de horas recibió una invitación para dar en Berlín una charla sobre su colección de arte chileno contemporáneo, que incluye trabajos de Paz Errázuriz, Josefina Guilisasti, Pablo Rivera, Gerardo Pulido y Cristián Silva, entre otros. Obras bastante complejas que adquirió asesorado por Cecilia Brunson, curadora chilena que vive en Londres. Ya dio una charla sobre esto en enero pasado, cuando mostró su colección en la galería Saatchi y en Phillips de Pury de esa ciudad.

A propósito de eso es que el catálogo de lujo de la casa de subastas Phillips de Pury, dirigido a coleccionistas de todo el mundo, le dedicó una entrevista de cuatro páginas donde se constata su interés por la moda y su perfil de socialité ("The Chilean Paris Hilton", lo llaman), de la misma forma en que se destaca el peso de su colección y el prestigio alcanzado por la Beca Ama, que creó hace casi cuatro años, para financiar el intercambio de artistas chilenos en el extranjero.

La primera vez que una foto de Juan Yarur apareció en un medio fue cuando su padre le regaló una pintura de Claudio Bravo y fue retratado para una sección de vida social. Después, en 2002, vendría esa inolvidable portada de revista en la que debutaba como un extraño personaje salido de un lugar sin coordenadas conocidas.

¿Qué piensas hoy de esa portada?

Se van a cumplir 10 años de eso y aún me preguntan. No sé si me volvería a vestir ni a peinar así. ¡Estaba flaquísimo! Esa ropa ya no me entra. Era flaco a pura dieta y en esa época no tomaba alcohol. Como había sido gordo, estaba obsesionado con el peso. Ya no.

Eras el comentario de todos.

Fue un juego. A partir de esa portada comencé a salir todas las semanas en Las Ultimas Noticias, en Glamorama de La Tercera… Pero ese reconocimiento para mí no tiene mucho sentido, menos en un lugar como Chile, porque al menos en otras partes puedes ganar plata con eso.

¿Te gusta la atención que generas desde entonces?

Más que gustarme o no, hoy tiene una razón de ser y me es muy útil. Gracias a todo lo bueno y lo malo que he hecho tengo atención para mi beca. Y en las revistas extranjeras, cuando necesito que publiquen cosas sobre lo que estoy haciendo para promocionarla, les parece súper interesante que haya pasado de ser un party monster a alguien que desde muy joven invierte en arte y está a cargo de una beca que no tiene fines de lucro.

¿Te mueves cómodo en el ambiente del arte?

En Chile no conozco a mucha gente, entonces si me respetan o no, no tengo idea y tampoco ando preocupado de eso. Sí busco que la beca por sí sola sea prestigiosa. Afuera las cosas son mucho más relajadas. Puedes estar hablando de arte con alguien y luego cambiar el switch y hablar de moda o cualquier tontera. Nadie te juzga por no saber, sino que te dicen "siéntate y te explico". Y te estoy hablando de gente que trabaja en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York. No existe esa cosa intelectual, pesada, que me deja sin aire y ante la cual prefiero pasar por idiota.

¿Crees que aquí hay prejuicios sobre ti?

En Chile existe eso del encasillamiento. No porque yo tenga una fundación y me interese el arte voy a dejar de ir a bailar y de emborracharme de vez en cuando. Si alguien cree que estoy jugando al arte, es su problema.

Tercer encuentro: la dictadura

Juan es bueno para dormir y para trasnochar. Si sale a comer, es muy probable que termine bailando en algún lugar de Bellavista o en Whiskey Blue, del Hotel W, hasta pasada las cuatro de la mañana. Y si tiene un compromiso no lo agenda antes de las 10. Como hoy, día de la sesión de fotos a la que llega en su Maserati. Hora de almorzar, desecha una invitación y prefiere su casa, porque hay lentejas. Y sí. La misma mesa como para revista de decoración, pero hoy con unas exquisitas lentejas con salchichas. En el catálogo de Phillips de Pury dijiste "Chile ya no es la tierra de los dictadores. Somos más, mucho más que eso". No tengo mucha conciencia de ese período, porque era chico. Pero mi padrino era César Mendoza, de la Junta Militar. Sé perfectamente de qué se trató y no opino del tema. Pero mencionas un asunto más que relevante en la historia de Chile. Lo hice a propósito del arte donde ha ocurrido lo mismo que en el cine. En Chile ya no solo se hacen películas de prostitutas y gente sin educación. También hay películas huevonas, sean buenas o malas, y me parece increíble. En mi colección no tengo arte sobre la dictadura, porque creo que no podemos seguir pegados ahí. Hay otros temas políticos y artistas que los trabajan de una manera sutil y elegante.

¿Qué de la actualidad nacional te interesa?

Lo de Karadima me ha impresionado. Da igual si un cura se mete con un hombre o con una mujer. Eso ya es otro problema. Pero que se meta con un niño y manipule su cabeza es desquiciado. También me parece interesante el debate que se está dando sobre la unión civil entre homosexuales.

¿Qué opinas al respecto?

Me parece necesario que existan los mismos derechos para todos, finalmente todos pagamos impuestos. La otra vez me contacté con la Olivia (Allamand) para que le dijera a su papá (el ministro Andrés Allamand) que si necesitaba cualquier ayuda me gustaría participar.

¿Qué te parece el nivel del debate en Chile? Son pocos los que sacan la cara. En Estados Unidos estos temas convocan a gente en la calle. Si allá hubiese pasado lo que pasó con Mauricio Flores en el Festival de Viña, con sus chistes sobre homosexuales, al tipo le llega una demanda que no lo deja respirar por el resto de su vida. Lo que más me llama la atención es que ese humor les gusta a los gays y a los heterosexuales, a los homofóbicos y los que no lo son. Todos se ríen.

Y a ti, ¿qué te pasa con eso?

Yo me río de los que se ríen.

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