LA ANOREXIA ES UN QUERER 'NO SER'

Hace más de 20 años la psicóloga española Montserrat Sánchez, especialista en trastornos alimentarios, trabaja con casos extremos de anoréxicas y bulímicas. A su instituto en Barcelona llegan pacientes de todo el mundo cuando la enfermedad está avanzada y sus vidas están en riesgo. Entre ellas, ocho chilenas que se han recuperado, gracias a un tratamiento compartido entre equipos nacionales y españoles.




Paula Digital.

Dice que hay "auténticos milagros y profundas decepciones", que hay pacientes que la han manipulado y engañado, pero que cuando alguien entra en silla de ruedas y sale caminando siente que todo vale la pena. "Se te ha muerto gente en el camino. Si no fuera por todas las cosas buenas, sería difícil seguir trabajando", dice la psicóloga Montserrat Sánchez en su paso por Chile, donde vino a reforzar lazos con los equipos de las clínicas UC San Carlos de Apoquindo y Las Condes. La idea es seguir llevando casos extremos a Barcelona, donde está el Instituto de Trastornos Alimentarios que fundó hace casi 20 años y en el que hoy trabajan más de 250 personas.

¿Cómo ves los tratamientos en Chile?

Creo que se trabaja muy bien, pero que faltan recursos como en todas partes. En el abordaje de la psicología y psiquiatría es necesario hacer camino. Es normal, primero viene la incidencia y la demanda en trastornos alimentarios y luego se va dando una respuesta. Es un poco lo que pasó en España en su momento. En mi país es una enfermedad que lleva más tiempo. Por desgracia, tenemos una historia más larga.

¿Cómo trabajan ustedes con las pacientes chilenas?

En nuestra red asistencial tenemos un sistema de comunicación online. La idea es que los dos equipos estemos conectados porque el seguimiento con la familia, el día a día, lo hacen los especialistas de origen. Los profesionales chilenos trabajan en la misma línea de nosotros en cuanto a los marcos teóricos de intervención. Eso es muy bueno porque estamos muy en comunión con ellos.

Ya tiene ocho casos de éxito de pacientes chilenas en este tipo de terapia conjunta y que gracias a la tecnología también incluye visitas virtuales familiares, videoconferencias y juntas médicas online.

¿Es un punto en contra que los pacientes salgan de su entorno y que estén lejos de su familia?

Nosotros tenemos pacientes de todos los lugares. Los de Barcelona están entre el 55 y 60%. Casi la mitad es de fuera. Evidentemente igual trabajamos con la familia buscando herramientas y también con la fuerza del grupo de los mismos pacientes.

¿Qué tasa de éxito tienen?

Del 75 al 78%. Depende también de la edad. Tenemos mejores resultados con gente más joven de hasta 25 años que ha probado menos tratamientos. Es más fácil trabajar con ellos que con los más adultos. Lógicamente, los pacientes que te derivan de otros países son más complicados porque ya han probado más cosas y han demostrado mayor resistencia al cambio.

¿Cómo abordas la resistencia al tratamiento?

Una de las dificultades más grandes que tienen estos pacientes es seguir funcionando sin el trastorno alimentario, ya que este les ayuda. Teniendo en cuenta que se inicia en la pre adolescencia o adolescencia, la enfermedad es un espacio de seguridad para ellos. Se sienten seguros porque tienen el control. Es mucho más fácil controlar el peso y la alimentación que muchas otras cosas que son más complicadas. Dejar eso es difícil.

¿Qué haces con la frustración cuando las cosas no resultan?

Para trabajar en esto, los equipos tenemos que tener una gran tolerancia a la frustración. Sobre todo cuando trabajas con pacientes muy complicados. Hay que estar preparados para que el ritmo sea lento, y no solo eso, también para que los pasos vayan hacia atrás y para soportar la ingratitud. El cambio es complicado, es lento. También hay que ser capaz de controlar las emociones negativas que se suscitan. Debes medirlas, valorarlas y controlarlas.

ROMPER MITOS Y ENFRENTAR EL MUNDO

La psicóloga dice que la anorexia, a diferencia de lo que se cree, no se trata de una enfermedad superficial. "Hay que romper mitos, porque no estamos hablando de mujeres tontas que quieren ser delgadas para ser guapas. Eso es mentira. La anorexia es un querer 'no ser'. Un refugiarse en el cuerpo para poder controlarlo. Un esconderse para que no me miren. Es un desaparecer. Es la antisociabilidad. Me meto en el cuerpo y desaparezco", señala la especialista que además tiene un máster en Medicina Conductual y otro en Dietética y Nutrición.

Toda su trayectoria y experiencia la han llevado a innovar. Desde 2002 que el Instituto de Trastornos Alimentarios comenzó con una modalidad única en el mundo. "Una vez que los pacientes terminan el tratamiento, tenemos departamentos terapéuticos, donde las mujeres viven durante un año con otras pacientes en recuperación y con personal clínico. Ahí les ayudamos a iniciar un proyecto de vida y a insertarse en la sociedad. Es un modelo rehabilitador en que también les facilitamos que formen una red de amigos, un proyecto laboral y que vayan recuperando su autonomía. Hacen sus compras, se organizan, se cocinan, pero siempre supervisadas", explica Montserrat.

Luego de todo el proceso, cuando ya son capaces de volver al mundo real, son dadas de alta de forma definitiva para, ojalá, nunca más volver.

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