La evolución de Patricia

Ahora sí, después de equivocarse en todo, de creer que casándose empezaría su verdadera vida, de mentir, de no perdonar, de estar diez años con contrato amarrada a un canal de televisión, Patricia López vuelve para rayar la cancha. Esta vez, la suya.




A los 31 años parece una vieja chica. Intensa, desfachatada, mordaz. "Soy un alma antigua", asegura. Y no queda otra que creerle: tiene todos los premios que se entregan a las actrices en Chile: Apes, Altazor, Pedro Sienna, salvo el Premio Nacional de Arte, además de diez años de carrete televisivo. Y un nutrido prontuario amoroso: entre sus parejas se cuentan Álvaro Henríquez, vocalista de Los Tres; el boxeador Carlos Cruzat, y el actual candidato Marco Enríquez-Ominami. Pero eso es pasado.

Hoy, calmadamente enamorada del ingeniero Francisco Olavarría, viene de vuelta tras haber estado en el subterráneo. En los últimos tres años Patricia se rapó, no aceptó papeles de mujer comehombres y cerró la boca: no dio una sola entrevista. Negó su sensualidad, antes ultraexplotada en la tele y en sesiones fotográficas. La alarma general se encendió cuando la aquejó una grave disfonía y perdió la voz. Patricia, deslenguada, incapaz de callarse una sílaba, habladora hasta por los codos, quedó como un computador sin internet, con la fragilidad al descubierto. "Una disfonía es síntoma de estrés profundo.

En la garganta está el chacra de las comunicaciones y, cuando sobreviene, tienes que revisar la manera en que dices y callas las cosas", afirma.

Su travesía por el desierto terminó. Ya no está amarrada a ningún área dramática. Actúa por gusto y por eso es una gélida fiscal en ¿Dónde está Elisa? Y también Teresa, la prostituta amable de Grado 3, la película dirigida por el Rumpy. Sobre todo, es autónoma: a través de Oveja Negra, una productora propia, estrenará en agosto Gusanos, un musical infantil afinado con ideas traídas de Broadway, dirigido por ella.

Tú eras la reina de las teleseries y de un día para otro desapareciste del mapa.

Trabajé diez años en un canal de televisión, todo regio. Gané lucas, hice trayectoria y conocí gente interesante, pero muchas veces estuve ahí por obligación, porque lo necesitaba. Eso se acabó: ahora sólo estoy en proyectos que me llenan como actriz. Pasé mucho tiempo en un set, entregándome con intensidad en cada escena, porque actuar es mi vida. Pero no pienso seguir haciendo cosas que sólo me dan plata y no me llenan artísticamente. No es soberbia, lo digo porque me quiero más que antes y prefiero estar súper realizada artísticamente a estar amarrada a la tele, aunque tenga que volver a vivir con mis viejos. La plata tiene que llegar de la realización y todos tenemos derecho a eso.

La mayoría de la gente funciona al revés: se levanta sabiendo que tendrá un día atroz, que hará cosas que odia por…

Esa persona tiene que hacerse cargo de renunciar a ese trabajo. Debe perder el miedo. Y el miedo se pierde queriéndose más. Yo lo perdí.

¿Cómo se quiere una?

Eso de quererse es súper cliché, lo vengo escuchando desde chica. Cuando hice el amor por primera vez con un hueón que no amaba o tomé una decisión que no me representaba o mentí para que me aceptaran, no me estaba queriendo y lo hice igual. Entonces, ¿qué es quererse? Es una experiencia diaria. La tienes que trabajar tal como te subes a una trotadora una hora, haciendo ejercicios de conciencia. La conciencia es un músculo que, si lo desarrollas, se expande y se contrae, y no vuelve a ser lo chico que era, siempre crece.

¿Cómo te recuperaste de todo eso?

Después de haberme equivocado en todo, de haberme sentido realizada a través de otro, de haber aceptado cosas que no quería aceptar, de mentir, de no pedir perdón, de no ver a la gente que en verdad me amaba, después de todo eso, la crisálida se volvió mariposa. Desperté.

¿A qué le perdiste el miedo?

A ir a estudiar afuera, por ejemplo. O sea, acabo de llegar de Nueva York donde hice un workshop de Voz y Teatro Coreográfico con la compañía Pantheatre. Me daba pánico dirigir, y aquí estoy, dirigiendo la obra infantil Gusanos. No integrar un área dramática, con contrato millonario, era otro de mis miedos y ya lo perdí. Tener una productora propia me daba temor y ya está, la tengo. El miedo es una forma de esclavitud y yo estoy liberada de eso, y feliz.

Los treinta no son tan cool como se ven en la tele…

De los veinte a los treinta busqué identidad fuera de mí, tratando de encontrar las razones para vivir en el trabajo o en mis parejas. Ahora, a los 31 años, el foco soy yo. Ésa es mi evolución.

Luminosa

Patricia es discípula de Isha, la guía espiritual australiana que propone un método para alcanzar la autosanación del cuerpo, la mente y las emociones. "Antes de Isha, yo era la mujer más nihilista y anárquica que existía. O sea, vivía diciendo 'qué es el yoga, qué es el reiki, qué es esa rotería de tipos con turbantes…'. Era muy ignorante", revela. "¿Por qué un arquitecto es capaz de crear la torre Eiffel y yo sólo puedo hacer un queque? ¿Por qué hay gente que diseña transatlánticos mientras yo tipeo documentos para un jefe? Esas personas no son mejores que yo, tienen otra conciencia. Trabajar mi conciencia me ha liberado de culpas: un día hice una manda para que una persona que quiero mucho no se muriera por una enfermedad. En el camino caché que lo de la manda es lindo, ¿pero por qué me tengo que hacer cargo del destino de esa persona? ¿Por qué tengo que privarme de cosas que me gustan? Y solté la aprensión que sentía con esa persona, ya no me hago cargo de su destino. Sigo deseándole vida eterna a esa persona que tanto quiero, pero rompí la manda".

El amor

"No soy de las que dice 'guardo un gran recuerdo de todos mis ex'. No, no y no. El amor romántico es el opio de las mujeres. Es patético que una mujer se realice con un marido, un anillo de diamantes en el dedo, una casa, hijos y una van. Si eso no está acompañado de la realización personal es lo más mediocre que hay. Yo era la reina del romanticismo, idealizaba a todos los hombres, no los veía como humanos y me sentía completa con un beso, con un abrazo… What a shit!!! Me niego a la idea de que el amor de pareja o formar una familia sean el fin último de una persona. Es una opción más, tal como ser solitario, gay o científico, qué sé yo. Yo no sé en qué está mi realización todavía. En algún momento puedo sentir la necesidad biológica de tener un hijo, y lo tendré, pero no será el fin de mis días ni necesariamente lo voy a tener con un hombre ni tampoco por medio de un coito. Estoy abierta a todo porque he creído tanto en la huevada estipulada del hijo, la pareja y el amor y todo se me ha ido a la mierda tantas veces, que ya no creo en nada".

Juicio a la tele

En ¿Dónde está elisa? Patricia es la fiscal Adriana Castañeda, un témpano de hielo que llega a poner orden en la investigación sobre el paradero de la joven desaparecida. Y aquí es juez y parte en las acusaciones contra la televisión.

A favor

"Pasé mi adolescencia en la tele, de los 21 a los 31 años. son diez años y crecer ahí es muy loco. En el camarín viví cosas que en mi casa jamás viví. Igual fue una escuela que me entregó mucho oficio, satisfacciones, gratificaciones, bienes materiales, fama, reconocimiento y respeto. Y es un negocio del que quiero ser parte siempre, porque me fascina actuar en televisión".

En contra

"No veo televisión, no tengo el hábito de ver tele, ni siquiera en la noche. ¿La tele en la pieza? ¡Olvídalo! Además, el segmento de mi generación, las mujeres de 30 años, no está cubierto, ¿o acaso tú ves Pasiones? No existe ningún espacio cool para mujeres. Algún día haré mi programa… de hecho, estoy desarrollando un proyecto que va a tener todo lo que nos gusta, partiendo por un pisco sour helado. Por lo pronto, cuando tengo tiempo arriendo películas".

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