La joyita desenfadada

Pelea con quien se le cruce por delante. La echaron de un reality por pesada y del colegio por no alargar la falda. El conflicto de Pamela Díaz es ser mala como el natre. Ahora tira fuego en S.Q.P. de Chilevisión.




[gallery]Pamela Andrea Díaz Saldías, 24 años, 1,69 de estatura y 57 oscilantes kilos de peso. Arrastra los zapatos cuando camina por la casa y contesta de mal humor el teléfono. Por su carácter, la eliminaron de La granja Vip, pero sin ella el rating se vino a pique. Afuera, alimentó a la prensa amarilla con un escándalo de joyas robadas. Se las había regalado su pareja, el futbolista de Unión Española y seleccionado nacional de fútbol, Manuel Neira.

La vergüenza se le pasó comprándose un jeep.

Se operó el estómago y se puso implantes en los pechos, pero maldijo el día en que lo hizo. Quiere estudiar, pero no sabe qué. Desea ser más flaca, pero todos los días come chocolate Safari. Pretende trabajar poco y ganar mucho.

Y parece que disfruta cuando la odian. Ésta es Pamela Díaz, la mala de la película.

-¿Desde cuándo quieres ser modelo?

- Desde bien chica. Era más agrandada que casi todas mis compañeras en Puerto Varas. Me creía la más bonita, la más simpática, la más inteligente, la más todo.

-¿Y eras realmente "la más todo"?

- Me creí el cuento. Miraba a las modelos desde el palco jurándome a mí misma: "algún día seré como ellas". La vez en que Cardoch fue a Puerto Varas con varias modelos famosas, pedí modelar gratis. Tenía 16 años. Estaba enterada de la hora en que iban a llegar y del hotel en el que se iban a quedar. Desfilé y, apenas me bajé de la pasarela le dije a mi papá: "Tengo que irme de manera urgente a Santiago porque a los 17 voy a ser Miss 17 y a los 18 voy ser Miss Chile".

-¿Y qué pasó? No fuiste ni lo uno ni lo otro.

-Me descalificaron del Miss Chile porque me faltaba un mes para ser mayor de edad. ¿Por qué no se fijaron antes si en el concurso había hasta un notario? Después me presenté de nuevo y salí segunda, aunque nunca me equivoqué en una respuesta y siempre tuve la votación más alta. En Puerto Varas se daba por hecho que yo ganaba. A mi coronación iba a venir hasta el alcalde. Estaba todo listo.

-¿Te desmoralizaste?

-No, seguí tocando puertas con más ganas. Pero las agencias me despreciaban: "Aquí necesitamos rubias", me decían. Después mis papás me arrendaron un departamento y yo misma le pedí al director de Mekano una prueba de cámara. Le encanté. Hicimos un contrato por un año para que entrevistara a gente en la calle. Tenía que hacer lo que se me ocurriera, pero gracioso. Hacía notas, seguía a Viñuela, bailaba, lo que fuera por quedarme en Santiago. Le prometí a mi papá que me iba a portar bien.

-Y ¿cómo te portaste?

-Como una santa (se ríe picaronamente). Mi amiga Violeta, la segunda Miss 17, me enseñó a moverme por la ciudad, porque yo cachaba sólo Providencia. No sabía de Las Condes ni del Parque Arauco.

-¿Te pagaban bien en Mekano?

-Mal, 140 lucas. Mis papás me pagaban el departamento y yo pagaba la luz y el agua. Después la Viole se puso a pololear con un futbolista. Y tuve que atinar sola.

La plata

-¿Nunca quisiste estudiar algo?

-No. Mi familia decía que yo hubiese sido buena para relaciones públicas.

-¿Tú de relacionadora pública? ¡Pobre público!

-Yo, si me pagan excelente, atiendo excelente.

-¿Cuánto es pagarte excelente?

-Cinco millones.

-Pucha la relacionadora cara.

-Me estoy perfeccionando. Voy todos los días a estudiar inglés. Acá en Chile son contadas las modelos que saben inglés.

-¿En qué nivel vas?

-En el cero, cero coma cero. Nivel ultra básico. Igual lo encuentro fácil.

-¿Cuánto le pagan a una modelo por desfile?

-Ahora no voy por menos de 200 mil pesos. Y cada vez pido más. Ojalá existiera otro reality para durar dos semanas y con eso forrarme en billetes.

-¿Qué hiciste con la plata que ganaste?

-Ahorré un poco y el resto se la pasé a mi papá para que invirtiera en salmones. De aquí a tres años me tiene que devolver el doble. Lo único que me compré para mí fue un jeep gigante, porque andaba en una carcacha que me prestaba mi hermana. La gente me miraba raro. ¿Qué esperaban? ¿Que me baje de un Mercedes?

-En general ¿lo pasas bien o andas enojada por la vida?

-Lo paso excelente. Donde vaya, lo paso bien. Y si me aburro, por último peleo. Me gusta la acción.

-¿Pero no se te pasa la mano?

-A veces. Sobre todo cuando me humillan. Si lo hacen, yo humillo el triple. A la gente le gusta que le digan que todo es bonito, lindo, precioso y bueno. En televisión, peor. Yo soy igual de pesada en off o en on.

-¿Qué problemas te ha traído el carácter?

-No quedo de linda en todos lados. Mis papás me dicen: "Pame, no seas tan brusca. ¿Qué te cuesta ser un poquito cínica?" Y yo los mando a la punta del cerro, porque no me voy a reír si el chiste es malo.

-Tienes muchas personalidad. ¿Hay algo que te dé vergüenza?

-Nada.

-Entonces, ¿por qué no posaste para la Playboy cuando te lo ofrecieron?

-Páguenme 10 millones de dólares y les muestro todo, pero después agarro la plata y me voy del país, ¡lejos! Me gusta que me encuentren linda, pero también quiero que digan: ¡Uy, esta niñita también habla!

-Y ¿de qué hablas?

-De cualquier cosa, de lo que me pidan. Si no sé, averiguo o estudio. Soy ignorante, pero no me gusta quedar como ignorante. Trato de ver las noticias y si no cacho, le digo a mi papá: "oye sabí que no cacho, enséñame".

-Admites esa desventaja.

-En las opiniones soy humilde, porque no tengo estudios. Hay asuntos que quisiera entender y no entiendo. Veo todos los días las noticias y no me salto la política aunque tenga que aprenderme de memoria quién es este senador, quién es este otro. No voto, pero si la Michelle Bachelet me paga… (Se ríe a carcajadas).

-Pamela ¿qué harías por dinero?

-Casi todo.

People meter

-A pesar de la intriga ¿te gusta la tele?

-Soy fanática. Escribo todo lo que me llama la atención, tengo un cuaderno lleno con leseras, con ideas para aportar en los programas.

-Y esas ideas ¿las propones en reuniones de pauta?

-Se supone que las modelos no entran a la pauta, pero yo entro igual. En Mekano me decían ¿Qué haces acá? ¡Ándate para tu casa! Y yo ni me inmutaba: de acá no me saca nadie. Y me cruzaba de brazos.

-¿Opinas o sólo escuchas?

-Opino, pues. O aportillo. Saco ideas de revistas que sirven para la tele. Tengo un alto de Cosmopolitan y Vogue de donde saqué recetas de palta para la piel seca; miel para la piel sin brillo; pelling con azúcar y limón para la piel grasa. Y con esa sección quedó la escoba en un matinal. Los dermatólogos y los dueños de las marcas de crema empezaron a alegar y a llamar como locos.

-¿Quejándose?

-Tratándome de inescrupulosa. Conmigo no hay término medio: o me aman o me odian.

-Igual que en el reality show, donde te odiaron tanto. ¿Con qué ánimo entraste a La granja vip?

-Sabía que no iba a ganar, porque es muy difícil que catorce personas entendieran mi personalidad. Pero me reí como nunca me había reído en mi vida. Menos mal que no salieron al aire todos los pelambres, sino queda la cagada. Ahí sí que revienta el people meter.

Las mironas

-Te mueves por el mundo acompañando a Manuel, tu pareja ¿Por qué lo haces?

-Porque lo amo. Este año, por ejemplo, lo llamó un equipo de fútbol de Rusia. No me iba a ir a ese país donde no hay malls y, con suerte, un supermercado chico. Además, la plata era menos de la que decían. Por Manuel, me voy a la China, pero si es por poca plata, ni loca.

-Cuando te has ido fuera de Chile con Manuel, ¿extrañas algo?

-A mí me encanta mi Chile. Pero no lo extraño, porque me hace falta descansar: acá todos me quedan mirando, como si fuera un ovni.

-¿Dónde? ¿En la calle?

-Sí, ene. Soy súper desconfiada. Varias veces me han dicho: "Mijita, yo que en la tele la veía tan gorda, si parecía un chancho… y es tan flaquita, tan linda y se ve tan gigante con esas tetas". Y yo, de picada, les digo: "Imagínese cómo se verá usted pues señora". Se dan media vuelta y se van. Que no me hueveen.

-Quizás te dicen eso porque se supone que la tele engorda la imagen como cinco kilos.

-Cuando me operé las pechugas y la guata y lo hice público, me seguían en el supermercado. Yo preguntaba: ¿Ando pasada a caca? ¿Qué hueá tengo?. Gente toda fifí con su carterita de Vuitton, parada a mi lado con cara de nada. ¿Qué quiere? ¿Necesita algo?, "No nada", y se iban. Después las volvías a tener pegadas mirándome.

-¿Pero qué? ¿te pedían autógrafos?

-No, ¡nada! Ahora me piden. Y yo se los doy, pero ¿para qué les sirven? Es mejor que te saquen una foto con el celular. Una vez le pedí un autógrafo a Naomi Campbell.

-¿Y? ¿te lo dio?

-Se hizo la hueona y no me pescó.

-O sea que ésa salió más pesada que tú.

-Pesada pero exitosa. Se pasa a toda la gente por donde quiere. Es una diosa. A mí me encantaría ser como ella.

-¿Modelaste junto a Naomi en el Cachantún Fashion?

-Noooooooooo, yo estaba debajo del escenario, sacándole fotos.

Manuel

"Señora, don Manuel al teléfono", le dice su nana mientras le pasa el aparato. Pamela habla con su hombre. Antes de "hola", o "mi amor", le dice: "No podí ser tan vaca ¿cachái? Tendrías que haberme dejado las llaves y pensar en mí". Después explica que Manuel se compró un Mercedes, pero que no se lo presta. Por eso ella se compró el jeep, que tampoco piensa prestárselo.

-¿Cómo se llevan ustedes dos?

-La raja. Un tiempo decían que nos íbamos a separar, y ¿cómo? si no estoy ni casada. Cada vez que nos queremos casar, nos separamos.

-¿Cómo lo conociste?

-Él le dijo a mi amiga Violeta que había visto a una morena maravillosa en la tele y que estaba enamorado. La morena era yo.

-¿Y le diste boleto?

-No. Mi tata era fanático de Colo Colo y todos los fines de semana yo escuchaba por la radio, como disco rayado, "¡gol de Colo Colo, gol de Colo Colo, gol de Colo Colo!". ¿Cómo le iba a dar pelota, si a mí me cargaba el fútbol? Además, estaba en el Miss Chile, concentrada a morir. Porque soy así, cuando me meto en algo, no me gusta que me molesten. Pero me llamó igual. Fue insistente.

-¿Qué te dijo?

-"Hola, soy Manuel". Y yo: "Chao, sabí que te corto". Después volvía a llamar y le decía: "Estoy ocupada, no me llamí más, no me molestí, no tengo tiempo".

-Lo espantaste al pobre.

-Todas las veces que hablábamos era pelea. Después me enojé porque no me llamó. Y lo empecé a llamar yo: "¿Por qué no me llamaste?". Para pelear, por último.

-¿Y siempre sólo por teléfono?

-Siempre. Hasta que la Viole me invitó a Sor Teresita porque los chicos de Colo Colo iban a pagar manda. ¿Vamos? Y fuimos. Me pasaron a buscar justo después que mi papá se fuera en avión a Puerto Varas. En el auto, me senté al lado del Manuel y empezamos a pololear al tiro.

Gorda

-¿Cómo siguió la historia de ustedes?

-Nos fuimos a las Islas Canarias.

-Qué exótico. ¿Y qué hacías allí?

-Nada. Era un mueble. Un adorno de la casa. Me levantaba y hacía el aseo. Si había una arruga en la cama, me desesperaba. Un día mandé todo a la cresta y me vine.

-¿A qué?

-A Mekano de nuevo. Mis padres pedían por favor que estudiara en la universidad y yo les decía: "¿Pero qué voy a estudiar? No quiero estudiar. No sé qué estudiar. No me gusta nada". En ocho meses no vi a Manuel.

-Qué drástica, mujer.

-Fue lo mejor. Él era súper celoso. Le molestaban los escotes, mis dichos y mi forma de ser. Yo andaba con el medio caracho y pobre del que entrara a mi casa. Éramos súper inmaduros: yo tenía 18 y él 21. Cuando lo volví a ver quedé embarazada al tiro.

-¿Y Manuel atinó?

-Nos abuenamos. Pero él estaba en Colombia, en el América de Cali. No podía venir. Llegó sólo al parto.

-Durante el embarazo engordaste 38 kilos, ¿cómo tanto?

-¡Fácil! Comí chocolate como enferma. El nuevo contrato en Mekano decía que en vez de bailar tenía que comer. Recorrí restoranes por todo Chile. En pantalla era una vaca. Llegaba a mi departamento con antojo de tomar leche con chocolate. A las cuatro de la mañana me sentaba en el living y me tomaba tres cañas al hilo. Después me iba a acostar, y así, todos los días de mi embarazo.

-Qué espanto.

-La Trinidad, mi hija, pesó tres kilos al nacer y yo estaba en 93 kilos. Pensaba que iba a adelgazar de una, porque veía a la Carla Ochoa que a los 15 días de parir, ya desfilaba. Así, gorda, me fui a Colombia con mi hija, adonde Manuel.

-Qué aperrada.

-En ese tiempo, justo mataron a un cura en Cali. Estaba la embarrada con la guerrilla. Estuve cuatro meses encerrada en un departamento. Las veces que salíamos, teníamos que volver porque las bombas explotaban al lado.

-¿Y Manuel no alegaba que cómo la modelo se le convirtió en guatona?

-Nada. Ésa fue una de las pocas veces en que hemos estado bien conectados, el sueño de su vida era tener un hijo, para ser el papá que él nunca tuvo. Todavía alucina con la Trini: la baña, la viste, la toma y la pasea en brazos hasta que se duerma.

-¿Y tú?

-Yo no soy mal enseñadora. Yo la dejo que llore hasta que se le quite la maña.

Recauchaje

Después de su paso por Cali, Pamela volvió a Chile con su nueva familia. Llevaba un año sin trabajar y ya le picaba el cuerpo. Se había teñido de rubia y andaba todo el día con buzo porque "no había jeans apretados con brillo en las piernas, talla 44".

-¿Te deprimiste?

-Deprimida, deprimida no, porque salgo mucho y tengo amigos con los que me río de las cosas que me pasan. Me decían la gladiadora, porque tenía así los hoyos de celulitis en los brazos. En ese tiempo estaba de moda el axé y yo igual me ponía peto. Salía de la ducha y me ponía a bailar. Así me saltaban las charchas. Mi hermana me decía "Estúpida, ridícula, anda a vestirte, pareces una marmota".

-¿Y, finalmente, cómo lograste adelgazar?

-Fue horrible el proceso. La sibutramina de 15 mg me la hacía chupete, pero me dolía la cabeza y la guata. Sentía la bomba atómica en el cuerpo. Heavy. No comía nada. Tomaba un café y vomitaba. El olor me daba náuseas. Aún así, me pesaba y la pesa seguía donde mismo. Dejaba de comer cuatro días y ni un gramo menos. El nutricionista fue el único que me hizo adelgazar.

-¿Con dieta?

-Seis meses con café, pan pita y manzana verde, ni siquiera roja. Tres comidas súper ordenadas. Y nada de azúcar. Además me hice masajes y viví en el gimnasio. Con sudor y lágrimas llegué a los 57 kilos, pero la guata de delantal y las estrías no me las sacaba nadie. Estaba destruida, muerta en vida. Así, fui donde el cubano: opérame, le dije.

-Qué locura. ¿No te dio miedo?

-Estaba decidida.

-¿Muy caro?

-Tres palos. Con implantes de pechuga, abdominoplastía y una lipo.

-¡Qué horror!

-Soy medio loca, pero para operarme busqué como tres meses a alguien que me diera confianza. Fui al quirófano súper informada. Esa consulta estuvo siempre repleta de famosos que se operan piola. Yo no, yo conté todo.

-¿Quedaste conforme con la operación?

-Feliz. Mi mamá lloraba, lloraba y lloraba a mi lado. Yo nunca me dormí. Escuchaba cómo me cortaban y me sacaban la grasa. Había olor a cuero quemado. Al día siguiente desperté en una cama y le dije a mi mamá: "Maldigo el día en que me hice esta hueá". Sentía como si un camión hubiese pasado arriba mío.

-¿Por qué haces todo lo que haces?

-Porque si no lo hago, me aburro. Antes muerta que aburrida.

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