La larga espera de Amar

Amar Makdessi (26) lleva cuatro años viviendo en Chile, desde que empezó la guerra. Cada día sabe de amigos muertos y de destrucción mientras comparte la angustia de sus padres por no poder sacar a su única hermana de Siria. Hoy, Amar espera volver a verla y finalmente poder regresar a su mundo, aunque sabe que ya no existe. "A pesar de todo, quiero ser parte de su reconstrucción".




Paula 1183. Sábado 26 de septiembre de 2015.

"Me llamo Amar Makdessi y soy una mujer siria en Chile que extraña a su país y mira con dolor lo que pasa. Yo vivía en Homs con mis papás y mis cinco hermanos y tuve una vida buena. Homs está a 140 kilómetros al norte de Damasco, y es una mezcla entre campo y ciudad. Allá en las tardes veías cafeterías llenas de gente jugando tauli –que es un típico juego de mesa donde un tablero se divide en cuatro y se usan fichas negras y blancas– o fumando pipa mientras toma café y conversa. El olor del tan popular shawarma se sentía en cada esquina. Era una ciudad alegre, con palacios y museos, y manantiales también. Su clima es ideal, las estaciones son bien marcadas pero no extremas. Yo trabajaba como radióloga en el Al Wadi for Radiology, lugar al que llegaba caminando desde mi casa en 15 minutos. Mi mamá siempre fue dueña de casa y mi papá, que jubiló en 2010, trabajó toda su vida como ingeniero eléctrico. Éramos una familia que lo tenía todo".

"Ingresé a Chile como turista pero nunca más pude volver a mi país porque la guerra recrudeció y ya no era seguro regresar. Vine a Chile porque Hani había muerto. Hani, mi hermano, se había venido a vivir a Chile con la intención de montar un restorán árabe en Quilpué, pero un día nos avisaron que había fallecido en un accidente. La noticia destrozó por completo a mi familia. Tres meses después decidimos venir a Chile a ver dónde estaba enterrado su cuerpo. Para entonces, en Siria la guerra ya había empezado, pero no era lo que es hoy; el conflicto estaba en una etapa inicial, aún no moría tanta gente y las ciudades aún estaban en pie. Para poder venir tramitamos una visa de turista, que solo una hermana no obtuvo. Sin conocer el idioma y muy poco sobre el país llegamos a Concón a visitar la lápida de mi hermano; fue muy fuerte ver su nombre escrito en ella, éramos muy amigos, solo teníamos un año de diferencia. Estando acá nos enteramos de que en Siria estaban matando a cristianos, por el simple hecho de ser cristianos. Mi familia es cristiana ortodoxa, situación que nos obligó a no regresar a Siria y empezar una nueva vida acá, totalmente de cero. Es muy loco pensar que vine a Chile con una maleta para estar unos días y que mi estadía se transformó en un viaje que, hasta ahora, ha durado cuatro años. Un viaje con un retorno incierto".

"En Siria, en todos lados, se ve gente muerta, mujeres, niños, quemados o ahogados. Es tan fuerte y desgarrador que todos los días te avisen que un amigo o familiar o conocido del barrio murió que, al final, para sobrevivir frente a ese dolor, tienes que dejar de sentir".

"Aprendí a hablar español sola. No sabía absolutamente nada. Luego de buscar trabajo por mucho tiempo como radióloga en Chile –esa es mi profesión en la que me desempeñaba en Siria–y darme cuenta de que iba a ser imposible porque en todos lados me pedían un certificado de título de mi universidad, que hoy está en el suelo, supe que tenía que indagar en nuevos rumbos. Una amiga me ayudó a entrar a un curso de manicure que me permitió encontrar trabajo en la peluquería Andrés Valencia, en Las Condes, donde ya tengo un grupo de clientas. Ahí, de a poco, fui escuchando palabras que se repetían una y otra vez, como, por ejemplo, "por qué", las que fui anotando en un cuaderno; luego les preguntaba a mis amigos qué significaban y las memorizaba. De a poco he logrado ir mejorando mi español. Mis papás no saben nada, pasan todo el día encerrados en la casa que les arriendo en Las Condes junto a mis hermanas Fadia (28) y Vivian (31). Nos cuesta mantener nuestra cultura en Chile, a veces vamos al Estadio Sirio, pero preferimos adecuarnos a cómo se vive acá, celebrar como celebran ustedes".

"En Siria, en todos lados, se ve gente muerta, mujeres, niños, quemados o ahogados. Es tan fuerte y desgarrador que todos los días te avisen que un amigo o familiar o conocido del barrio murió que, al final, para sobrevivir frente a ese dolor, tienes que dejar de sentir. Hoy sufro sin lágrimas. Antes todo me hacía llorar, lloraba mucho. Hoy trato de no hacerlo tanto para que mis papás no sufran por mi hermana que está lejos. Eso los tiene muy mal".

"Mi hermana Hind Makdessi (29) sigue viviendo en Siria. No puede salir porque tiene una hija, Melesa Makhol, de siete años, que necesita el permiso de su papá para poder obtener la visa. Cuando estalló la guerra, el marido de mi hermana estaba trabajando en el Líbano y no pudo volver a Homs a ayudarlas. Están atrapadas y solas en una ciudad totalmente destruida, donde sus habitantes han disminuido drásticamente. Me desespera no saber qué está pasando con ellas en este exacto momento, veo las noticias y esas fotos terribles que circulan por todos lados y pienso que algo así les puede estar ocurriendo; es una sensación horrible, de mucha impotencia. Hace cinco meses mi papá volvió a Siria desesperado por traer a mi hermana de la guerra. Ella lo llamó pidiéndole que la sacara de ahí, le dijo que ya no aguantaba más. Mi padre dice que al escuchar hablar a mi sobrina te das cuenta que ya no es una niña, que habla como una mujer mayor. A su corta edad, ha visto la peor cara de la humanidad. Durante cuatro meses mi papá intentó hacer trámites en el consulado de Chile, que está ubicado en Damasco, para obtener la visa para que mi hermana viajara; pero le fue mal, nunca lo atendieron. Llamó muchas veces y nunca hubo comunicación. Además, no es tarea fácil viajar diariamente de Homs a Damasco, es un camino tomado por la guerra, muy peligroso. Volvió a Chile hace un mes, sin ellas".

Amar junto a su padre Kaisar Makdessi y su madre Evet Ebrahim.

"La comunicación con mi hermana es muy precaria y depende de si allá hay luz o no, casi todos los días hay entre dos a cuatro horas diarias de electricidad. A veces estamos hablando y se corta la llamada o hay veces en que pasa un mes y no nos podemos comunicar. La última vez que hablamos, hace tres semanas, me contó que tenían las maletas listas para cuando se diera la oportunidad de salir. Eso me parte el alma. También hablamos de lo difícil que ha sido hacer trámites para la visa porque le piden que mande información por internet o que escanee papeles, pero está en una situación compleja y muy inestable. Quizás ahora con el anuncio que dio el canciller sobre la llegada de 50 o 100 familias sirias a Chile, la posibilidad de que ella logre escapar de la guerra se haga realidad".

"He perdido a amigos: a mi mejor amiga en 2011. Me cuesta mucho hablar de esto, es un dolor imborrable. En un país que está en guerra siempre ronda la sensación de que hay que vivir al máximo, disfrutar cada instante porque quizás mañana no estés vivo. Ella estaba en una fiesta a las afueras de la ciudad con su pololo y a las 3 de la mañana decidieron ir a otro lugar; se subieron a un auto con otro amigo en dirección a la ciudad. Desde que empezó la guerra, los militares de Bashar Al-Assad están en todas los accesos de las localidades. Esa noche, los que estaban en la entrada de mi ciudad fueron atacados por terroristas que están en contra del gobierno. Cuando mis amigos estaban llegando al acceso de Homs se dieron cuenta de que los militares habían sido asesinados e intentaron arrancar. Pero los disparos de los terroristas hicieron que el auto perdiera el control y se desbarrancara hacía un río. Todos los que iban dentro murieron".

"Si me dicen que la guerra se terminó hoy, mañana mismo parto a Siria. A pesar de que estoy muy agradecida de Chile y de la gente que he conocido, estar acá es volver a empezar cada día, y llega un minuto en que quieres desaparecer. Yo no decidí quedarme en Chile, el destino y una guerra me pusieron acá. Hay veces que me imagino en el avión de vuelta, oliendo mi tierra, mi ciudad, y se me hincha el corazón de alegría. Pero también sé que la Siria que dejé hace cuatro años, cuando me vine, ya no existe, está totalmente destruida; pero, a pesar de todo, quiero ser parte de su reconstrucción".·

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