La reinvención de Margarita Hantke

Brilló como conductora de Medianoche en TVN pero, en 2002, cuando estaba en el peak de su carrera, lo dejó todo y partió a Estados Unidos. Cuando volvió quiso reintegrarse a la televisión, pero no pudo sino hasta ocho años después. Hoy, de vuelta en la pantalla como panelista de #Vigilantes, el show de noticias de La Red, brilla de nuevo. Pero la periodista aspira a más. "Quiero el puesto de la Marlén Eguiguren", dice.




Paula 1140. Sábado 1 de febrero de 2014.

Mide un metro 58 y camina con paso firme. La periodista Margarita Hantke (40) va a mil por hora, corriendo con zapatos de taco que usa con medias punteras para proteger sus pies. Viste jeans apretados, una camiseta escotada y tiene las manos ocupadas: carga un computador portátil, un cosmetiquero y una carpeta con la que se cubre la cabeza. "Hay que protegerse del sol si no quieres arrugarte", explica mientras pide un agua mineral sin gas en un café de Las Condes. Hay 34 grados en Santiago.

Margarita duerme poco. Desde que asumió hace tres meses como panelista en #Vigilantes, el show de noticias que conduce Nicolás Copano en La Red, que sus seguidores en twitter han aumentado. Ella contesta los posteos durante la noche. Muchas veces le dan las cinco de la mañana y recién después de eso se va a la cama. "Es parte de volver al ruedo tras haber estado ausente de la televisión por tanto tiempo. A los agresivos también les contesto y después los bloqueo", dice.

Fueron ocho años los que estuvo fuera de la pantalla. Ocho años en que quiso volver pero los canales no la contrataban. Por eso siente que estar en #Vigilantes es la oportunidad de recuperar su carrera. Hace unos días la llamaron de un canal vecino para ofrecerle que dejara La Red y se integrara al programa farandulero SQP. Entró en crisis. "¿Qué hago? ¿Me quedo o me voy? Lo estoy pasando mal", comentó varias veces durante esta entrevista. Pero su decisión final, se supo después, fue quedarse en #Vigilantes.

¿Por qué te puso tan nerviosa esta oferta?

Tengo dos consignas que me enseñaron mis amigas y que traté de poner en práctica en este dilema. La primera es: "hazle caso a tu guata", pero el problema es que no tengo guata; tengo cerebro por todos lados; pensamientos, miedos, todo junto. La segunda consigna es: "no te metas con el primero que te saca a bailar". A los 18 años tuve mucha gente que me sacó a bailar, el problema es que ahora, que tengo 40, ya no me sacan tanto.

Pero estás bien evaluada en #Vigilantes. ¿Cómo ha sido trabajar en un programa donde el rey de la fiesta, Nicolás Copano, es más joven que tú?

Eso le encanta a la gente. La gente ya no quiere cosas serias. La gracia del cabro chico chistoso, de gente como Copano, es que se va reciclando y ese es mi lema también: soy ciento por ciento reciclable.

Hasta 2002 conducías Medianoche, en TVN, estabas en el peak de tu carrera y de un día para otro te fuiste. ¿Por qué?

Estaba en el clímax, me había costado un kilo llegar ahí. No tenía amigos en el canal. Pero si alguien decía que no estaba contento con mi trabajo no me deprimía ni me quedaba llorando, sino que hacía dobles esfuerzos. Cuando Raquel Correa me dijo: "tú lograste lo que yo logré en mi tiempo", para mí fue lo máximo, porque mi pasión era preparar entrevistas con tal profundidad que el entrevistado no me pillara. A tal punto me obsesioné con hacerlo bien, que un día me llamó el ex director de Servicios Informativos de TVN, Jaime Moreno, para felicitarme. "Debo reconocer que antes no te tenía fe", me dijo, porque yo, la verdad, no era nadie. A mí me sacaron de Rock & Pop a improvisar, jamás había hecho una entrevista porque todas se las daban a Juan Manuel Astorga. Yo salía del set para que el hombre se luciera, como se usaba en ese tiempo. No era como la Sole Onetto, que luchaba y decía: "¿y por qué yo no puedo hacer esto?". Yo aprendí a pelear mi espacio con el tiempo.

¿Te parece que la tele es machista?

Tremendamente. Y si te sacas la mugre y finalmente llegas a un cargo alto, igual te penan otras cosas: no puedes estar vieja, fea, gorda. ¡Es esclavizante! Copano tiene tres trajes. A nadie le importa que salga con el mismo terno. Yo, en cambio, tengo que ir todos los fines de semana a probarme ropa, y obviamente tengo que pasar por maquillaje antes de salir al aire, lo que me significa no poder estar en la reunión de pauta a full. ¿Por qué? Porque como eres mina te demoras más en estar lista. Luego, cada vez que te quejas piensan que estás lloriqueando. Les digo: ¿Acaso quieren que les haga la métrica del programa para que se den cuenta que me dejaron hablar dos minutos y al resto diez? ¡No es lloriqueo, es que dos minutos no bastan para dejar clara una idea! Ese tipo de discusiones he tenido desde que entré a la tele.

Pero, a pesar de todo ese machismo y de que dices que cuando llegaste a Medianoche no eras nadie, te fue muy bien. No termino de entender por qué te fuiste. ¿Qué te pasó?

Me faltó tejemaneje. De repente se empezó a ir gente: Mauricio Hofmann, que era mi compañero de noticias, se puso a coquetear con el 13, Jaime Moreno, que era el que me había llevado, y Mónica Pérez, también se fueron. Era 2001. Hubo cambio de gobierno y llegó una nueva jefa que no estaba contenta con el Medianoche y que quiso que los conductores fuéramos rotando. Además, quería eliminar los escotes. Yo argumenté que eran parte del atractivo, que la idea era mostrar que la conductora puede ser ejecutiva y a la vez mina, pero no hubo caso. Me querían poner en el noticiero de las seis de la tarde, que era de media hora y que hacía contactos con la Eli. No había entrevistados. Sentí que me estaban rebajando.

Y te fuiste.

Me apresuré y tomé una mala decisión. Porque fue como si Messi se retirara del fútbol hoy. Desaparecí del mapa. Nadie entendió. Es que soy impulsiva.

¿Y qué pasó después?

Estuve dos años dando bote. Me llamaron de Mega al principio para hacer el programa Cara y sello, donde estuve hasta 2004, pero después me dejaron de llamar. Es lo clásico: te vas de la tele, se corre el rumor y recibes ofertas, pero después nadie se acuerda de ti. Después trabajé en el canal TVO, donde era la dueña de mi espacio, pero tenía cero rating. También fui co-directora de la escuela de Periodismo en la Uniacc en 2005. Ahí veía las quejas de los alumnos.

¿Qué tipo de quejas?

Es que era una universidad cara pero con cabros de clase media a los que no les fue bien en la PSU y que se endeudaban por el resto de su vida para poder estudiar. Pagaban una mensualidad bestial para que más encima les pusieran un dos en la prueba, lo que era terrible. Es decir, ¡quedaban debiendo plata y, además, les iba mal en la carrera!

¿Estás por la educación gratuita?

No de todos. Porque creo que hay gente que puede pagar.

¿En qué colegio estudiaste, privado o subvencionado?

Estudié en el Lincoln International Academy. Todo se hablaba en inglés bajo la promesa de que ese idioma iba a dominar el mundo. Mi colegio era súper cuico. Todos tenían plata, yo no. Mi mamá era separada y pobre como rata pero estaba convencida de que lo único que podía dejarme era la educación. Salí con un 6,8, fui la segunda del curso.

¿Y cómo lo pasaste en este colegio?

Sufrí bullying cuando estaba en 1° medio. A un grupo de hombres de un curso más bajo les dio con que les calentaba la sopa, que era muy coqueta y que después no atinaba con nadie. A mí me daba lo mismo. Yo era presidenta de curso, tenía buenísimas notas, leía a Allan Poe y me peleaba a combos con los gallos si era necesario. Me acuerdo que un día optaron por no hablarme durante un año. Y más encima se coludieron con los de mi curso. Me gritaban: "¡chula!". Yo me lo bancaba dignamente, pero me la sufría. Era pobre pero talentosa. ¡No tenía ni para comprarme un sándwich de jamón y queso! Y era el tiempo en que yo comía, porque después dejé de comer. Un día, por fin tuve la plata para comprarme uno, pero me lo quitaron de las manos. Fue un cabro con cara de nerd que me tiró una pelota y me desarmó el pan. Le dije: "vas a tener que pagarme ese sándwich", y me dijo que estaba loca. A mí me dio toda la furia y le di una cachetada que le voló los lentes. Luego fui adonde la directora a acusarlo y me tuvo que comprar otro sándwich.

Ahí aprendiste a sacar las garras que después te dieron fama de periodista agresiva.

Quizás, porque a partir de ese momento nunca más me molestaron. Yo era otra persona en el colegio, muy distinta a la que soy hoy. Después me fui deteriorando.

"Hace poco amé a un tipo, locamente. Se lo dije en la cara, le dije que votara por mí, pero no quiso. Por eso estoy leyendo el libro Por qué los hombres aman a las cabronas. Quiero aprender".

¿Cómo deteriorando?

Es que yo en 3° medio tenía mentalidad para ser presidenta. Mi sueño era ese: dirigir. Pero no como la Camila Vallejo ni la Karol Cariola, porque yo, a la vez que podía ser presidenta, podía ser Miss Universo. La Cecilia Bolocco es mi heroína porque fue la primera que pudo hablar con el conductor en inglés. Nadie más pudo. Yo no quería ser modelo sino ser Miss Universo para mostrarle Chile al mundo, para culturizar al mundo, pero un doctor me dijo que no iba a poder medir más de un metro 58 y que me olvidara de ser miss.

Presidenta y reina de belleza. ¡Tremenda mezcla!

Sí, porque soy dual. Y porque considero que la belleza es súper importante. Siempre le digo a mi mamá, cuando la veo en fotos de joven ¡por qué no me dio la mitad de su belleza! La Camila Vallejo no fue elegida como rostro de revistas internacionales solo porque es dirigente estudiantil, sino porque es preciosa y desde esa vitrina puede hacer cosas. Es como la Marilyn Monroe, las cámaras la aman. A mí también me quisieron pero ahora no me queda mucho tiempo, no me quedan más de tres años en la tele porque estoy envejeciendo. No soy Mauricio Hofmann.

EL SUEÑO AMERICANO

Cuando te fuiste a Estados Unidos en 2006, ¿qué hiciste allá?

Nací en Estados Unidos y me vine a los cuatro años a Chile. De repente, pensé: "tengo el pasaporte botado", y partí. Fue después de Medianoche y TVO. Post Torres Gemelas. Me había puesto de acuerdo con mi mejor amiga, que vive allá, para hacer un viaje de solteras y ver cómo eran los gringos, pero cuando llegué al aeropuerto ella estaba rara. "Dime qué te pasa", le dije, y me confesó que estaba pololeando. ¡Nuestro viaje de solteras se había ido a las pailas! Ya no me podía quedar con ella porque en su departamento estaba su pololo y no tenía gracia tocar el violín. Empecé a buscar dónde vivir y una pega. No fue fácil.

Te tuviste que reciclar.

Sí, y para eso hice de todo: estudié corretaje de propiedades e hice encuestas para el Partido Demócrata, acepté una pega de asistente legal donde sacaba fotocopias, transcribía y hacía de recepcionista. Hasta que un día conocí a un gringo que vendía casas para estadounidenses en México y me fui a trabajar con él. Aprendí a hacer contratos, a hablar con inmobiliarias. Leía The New York Times. Los diarios de Chile no los pescaba porque para mí este país se había muerto.

Volviste al año y medio, en 2008. ¿Por qué no te quedaste?

Porque sola me aíslo demasiado y echaba de menos a mi familia, a mi mamá, que es con quien vivo hasta ahora.

¿Y cómo fue tu reinserción en los medios desde que volviste?

Difícil porque si bien tuve harta aventura en Estados Unidos y aprendí un montón, cuando volví, tanta experiencia no fue bien vista. Un día me llamaron para la radio Horizonte y el dueño al ver mi currículum dijo: "¿y esta niñita por qué ha cambiado tanto de trabajo?". En vez de verme como una mina talentosa y versátil me vio como una mina inestable. Así ha sido mi vida, siempre a un paso de la gloria.

¿Los canales no te quisieron cuando regresaste?

Cuando volví, nadie me llamó. Ni siquiera me respondieron que recibieron mi currículum. Toqué puertas hasta que me cansé pero el día en que me fui de los medios, dejé de existir. Y es triste dejar de existir.

Pero te llamaron de la radio Bío Bío en 2008 donde volviste a hacer entrevistas políticas seis años después de Medianoche.

Sí, llegué ahí por accidente y trabajé con Nibaldo Mosciatti. Recuerdo que teníamos batallas campales al aire a tal nivel de que el ministro Chadwick preguntaba: "¿es verdad que se pelean?". Yo le llevaba la contra a Mosciatti, así que fui tildada como la periodista de derecha, más encima. Hasta que en 2013, pusimos término mutuo a nuestra relación laboral.

Tienes una agencia de comunicaciones y has asesorado a políticos de RN. ¿Eres de derecha?

No. Pero es curioso porque pareciera que todos los periodistas fueran de izquierda, que fuera malo ser de derecha, cuando todos trabajan en medios de comunicación de derecha. Yo soy súper "jefe lo que usted quiera", hago lo que me pidan mientras no arriesgue mi pellejo. Pero desconfío de todo y de todos. No milito en ningún partido.

¿Te gusta desafiar al poder desde tu rol de periodista?

El único test de Rorschach que me he hecho en la vida, a los 9 años, decía que era una persona a la que le gusta desafiar a la autoridad. Fui feminista muchos años, pese a la opinión contraria de mi madre que me decía que si seguía así me iba a quedar sola. Después le encontré toda la razón, ser feminista te cuesta caro. Los hombres no se enamoran de la feminista.

¿Lo pasas mal en el amor?

Soy autoflagelante, así que siempre soy la culpable de todo. Yo tropiezo y tropiezo con la misma piedra. Paso penas amorosas que te mueres, pero leyendo a Maturana, entendí. Con él descubrí la palabra "epigénesis" y todo me hizo click. La epigénesis dice que todo lo cultural que te marca se va convirtiendo en diseño de tu ADN.

¿Y cuáles son los patrones que se repiten en tu vida?

Soy súper parecida a mi mamá. Salvo porque ella se casó joven, a los 18, y con un hombre 20 años mayor. Cinco años después se separaron y no lo volví a ver. Mi mamá se dedicó a sacarme adelante a mí, que era su única hija en ese momento. Me dejaba en la casa de mi tía para trabajar de secretaria. Era lo más importante para mí cuando era chica. Me acuerdo cuando mi papá me invitó a ver Flashdance. Había llegado recién la película, yo amaba el baile. Pero era domingo y mi mamá me dijo: "acuérdate Margarita que los domingos nosotros vamos a misa". ¿Y adivina qué decidí?

Te quedaste en la misa, obvio.

Claro que sí. Mi vida siempre ha sido una disyuntiva. Mi papá es intelectual y onda lana. No tiene profesión, pero hizo negocios. Malos negocios. Es norteamericano pero es un despelote. Es guapo y con ene labia. Hasta ahora vive con una mujer de mi edad. Mi mamá, en cambio, es una mujer correcta, equilibrada, cauta, del Villa María. La imagen que tengo de ella es la de una mujer trabajadora, con traje de ejecutiva, regia. Siempre fue trabajólica igual que yo.

¿Nunca te casaste?

No, pero viví con alguien cinco años hasta 2002. Igual digo que soy separada porque es anticonquista decir que eres soltera a los 40 años. Piensan que tienes un problema.

¿Y te has enamorado muchas veces?

Locamente. Hace poco amé a un tipo, se lo dije en la cara, le dije que votara por mí, pero no quiso. Es 25 años mayor que yo y separado, pero apenas me llamaba cada dos semanas. Por eso estoy leyendo el libro Por qué los hombres aman a las cabronas. Quiero aprender. He salido con medio Chile y no me da vergüenza decirlo. Los hombres están confundidos. No quieren minas tan jóvenes porque no saben hablar, ni viejas porque las creen brujas. Pero yo, que estoy al medio, tampoco le he pegado el palo al gato. ¿Dónde están los buenos hombres? He recorrido calles, salas de yoga, bibliotecas y nada. Me ha costado mucho que me quieran tal como soy.

"Mi colegio era súper cuico. Todos tenían plata, yo no. Mi mamá era separada y pobre como rata pero estaba convencida de que lo único que podía dejarme era la educación. Salí con un 6,8, fui la segunda del curso".

¿Has ido a terapia?

Me he hecho millones de terapias porque me cuesta mucho encontrar terapeutas con los que compatibilice. Lo que pasa es que soy muy racional y los pongo a prueba. Necesito cerebritos con los que hablar de la teoría no sé cuánto.

¿Es parte de tu búsqueda personal que te hayas puesto silicona en las pechugas y en los labios?

Yo tenía 15 años la primera vez que me operé para achicarme las pechugas porque me hacían bullying por pechugona. Lo pasaba muy mal los veranos en traje de baño y un cirujano familiar me aconsejó la mamoplastia. Eso hice. Pero resulta que cuando desperté dije: "Dios mío, me quitaron la mitad de mi vida". Me sentí castrada. Como 10 años después me las volví a poner y volví a ser yo. Lo de los labios fue una decisión inmadura. Todas mis malas decisiones las he tomado de cabra chica.

Te cuidas harto. ¿Vas todos los días al gimnasio?

Casi todos. Me gusta sudar. Estoy llena de energía para dar.

Hasta tomaste clases de caño.

Sí, ¿a qué mujer no le gustaría bailar el caño? Pero soy una mina igual que todo el mundo: voy al supermercado, sufro con las filas, no salgo con hombres prohibidos y también me he ido en Metro a trabajar. Es que las lucas no me interesan. Mi auto es un Kia Morning todo cagón.

Si pudieras elegir, ¿cuál es el rol televisivo o el programa que te gustaría hacer?

Denme el espacio de la Marlén Eguiguren. O saquen a Juan José Lavín y denme mi espacio en Medianoche. ¿Sabes? Yo entendí todo cuando una terapeuta me dio a leer el cuento del Patito Feo: él, al igual que yo, para ser un cisne, tiene que buscar, buscar, buscar. Porque yo soy como un diamante que nadie ve. Soy como un diamante en bruto.

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