Las madres sin papeles

La doctora francesa Christine Davoudian, autora del libro Madres y bebés sin papeles, trabaja en una clínica en París con migrantes indocumentadas, muchas embarazadas o madres de pequeños hijos que huyeron buscando un futuro mejor pero se encontraron con la dura política de inmigración francesa. De visita en Chile, invitada por la UDP, aprovechó de compartir su mirada de qué pasa cuando eres madre, inmigrante y estás sola en un país que no es el tuyo.




Paula 1168. Sábado 28 de febrero de 2015.

Christine Davoudian, médico de la Universidad de París, se ha dedicado los últimos 15 años a trabajar con inmigrantes embarazadas que han llegado a Francia sin papeles. Trabaja en un centro de protección materno-infantil en el departamento Sena-Saint Denis, un lugar emblemático de migrantes en la periferia de París, donde ocurrieron las famosas revueltas de 2005,  cuando cientos de jóvenes quemaron autos. El 57% de sus pacientes nacieron fuera de Francia. "Nuestra región tiene algunos de los peores índices de desempleo, bajos salarios y vulnerabilidad, pero también tiene una de las tasas más altas de natalidad del país. Lo que hacemos es acoger a las embarazadas y acompañarlas en todo el proceso, desde las primeras ecografías, hasta los controles pediátricos y vacunación de los niños. Con las migrantes sin papeles creamos un grupo de conversación donde ellas comparten sus experiencias", cuenta Christine. Sobre estos temas publicó el libro Madres y bebés sin papeles y los documentales Familias errantes y Dar a luz en tierra extranjera, una tierra de oportunidades. Vino a Chile invitada al Coloquio Internacional Efectos del Neoliberalismo en la Infancia en la Universidad Diego Portales.

¿Quiénes son estas mujeres y de dónde vienen?

Hace 10 años, en toda Francia están llegando mujeres jóvenes solas, sin marido y sin familia. La mayoría huyeron de países en África o Medio Oriente donde hay guerras o violencia de Estado como Congo, Costa de Marfil o Siria, que tuvieron que salir rápidamente para salvar la vida, a veces con sus bebés a cuestas. Prefieren estar sin derechos en Francia, incluso aunque tengan que dormir en la calle, porque el riesgo vital es menor. Es distinto a la migración que ocurre en América Latina o Chile, donde la gente migra en busca de mejores horizontes económicos.

"La nueva figura de la migración que hemos visto es la mujer transgresora. Mujeres que vienen de Argelia, Camerún o Marruecos y fueron expulsadas de su comunidad porque se niegan a aceptar matrimonios donde no pueden escoger con quién casarse, prácticas como la circuncisión femenina o porque se rebelan contra el rol tradicional asignado a las mujeres. Son transgresoras de su propia cultura".

También estamos viendo crecer otro fenómeno, el de mujeres que vienen de países africanos como Argelia, Camerún o Marruecos donde no hay guerras, pero que fueron expulsadas de su comunidad porque se niegan a aceptar matrimonios donde no pueden escoger con quién casarse, prácticas como la circuncisión femenina, o porque se rebelan contra el rol tradicional asignado a las mujeres. Son transgresoras de su propia cultura y por eso terminan siendo excluidas. La nueva figura de la migración es la mujer transgresora.

¿Te encuentras con mucha frecuencia en tu consulta con estas inmigrantes transgresoras?

Sí, recibimos a una mitad que huyen de guerras y la otra mitad son transgresoras culturales, que hacen un largo

y peligroso viaje en busca de ser un sujeto autónomo, pero al llegar tampoco son reconocidas. Viven una doble clandestinidad, por ser indocumentadas en Francia, donde no tienen ningún derecho, y una clandestinidad con las relaciones en su país de origen, donde también fueron marginadas. Son rupturas culturales que se suman. En el centro materno-infantil en el que trabajo les entregamos un carnet de maternidad y un carnet de salud del bebé, que para ellas son muy importantes porque son documentos emitidos por los franceses. Les da una cierta pertenencia simbólica a una comunidad. Ellas, a pesar de todo, quieren integrarse y tienen mucha esperanza en Francia como el país de los derechos humanos y de los derechos de la mujer.

¿Dónde quedaron los hombres y padres de esas guaguas?

Algunas perdieron a su marido y familiares en la guerra o quedaron embarazadas por violación en sus países de origen. Otras, al llegar a Francia se emparejan y quedan embarazadas, y en algunos casos los hombres las dejan y en otros, los menos, asumen como padres. A pesar de las dificultades que viven, gran parte de esos embarazos son deseados y es porque ellas quieren creer. Después de muchas muertes y pérdidas en el camino, un hijo es una pulsión de vida, representa un futuro que les permite soñar. Un dato muy decidor es que esta población migrante es la que tiene menos ausencia en las consultas, y han ocupado con mucha fuerza el espacio social que tienen disponible como la escuela y los centros materno-infantiles.

Aquí en Chile hubo un caso de una mujer boliviana a la que se retuvo cinco días en un hospital porque, debido a su precaria situación, no podía pagar su parto. ¿Situaciones así ocurren en Francia?

En Francia el hospital público no tiene derecho a discriminar a nadie, pero puede utilizar otras formas, por ejemplo decir que no tiene la carta de seguridad social. Y muchas migrantes embarazadas deambulan de lugar en lugar en busca de atención. El problema de esto es que llegan a nuestro centro en un momento avanzado del embarazo y sin controles previos, lo que puede causar partos prematuros o niños con bajo peso. Estos riesgos de salud son un problema a nivel global para las mujeres migrantes que también ha denunciado la Organización Internacional para las Migraciones.

"En Chile y Argentina los migrantes de países limítrofes están muy estigmatizados. Al no estar protegidos por las leyes, las mujeres migrantes y sus hijos son los más vulnerables a la violencia, porque no pueden ir a la policía a denunciar. Eso abre la puerta al abuso".

¿Cómo viven ellas sus embarazos en esas condiciones?

La acogida del niño que viene les cuesta porque están muy tomadas por sus situaciones problemáticas. Al estar sin papeles tienen derecho a la salud y a poner a los hijos en la escuela pública, pero a un contrato de trabajo no, a ayuda social no, ni a una casa tampoco. El temor a ser arrestada y deportada y la ausencia de un lugar seguro para el niño y su madre afecta la formación de los primeros lazos. Lo que vemos es que algunas de estas mujeres están muy desapegadas, y otras, por lo contrario, demasiado tomadas por esta relación porque es la única compañía o soporte que tienen. Por eso nuestros centros son muy importantes para ellas porque en este lugar forman sus redes de apoyo, se intercambian el celular, van en grupo a visitar a la mujer a la maternidad cuando tiene su parto, le traen regalos.

¿Qué derechos tienen sus niños cuando nacen? Aquí en Chile una mujer peruana demandó al Estado porque inscribió a su hijo en el Registro Civil y le pusieron "hijo de una extranjera transeúnte", siendo que por ley tenía derecho a ser inscrito como chileno.

El niño que nace en Francia no es francés, su certificado de nacimiento dice "padre y madre no legalmente inscritos en Francia", pero tiene el derecho de quedarse sin que lo expulsen y a los 18 años puede pedir la nacionalidad. Pero el permiso de residencia que tienen los hijos es muy difícil de conseguir para los adultos. Es una paradoja muy loca, un niño que nace con algunos derechos, y con alguna protección, y con padres que no tienen nada. La ciudadanía europea se parece hoy a un apartheid europeo. Lo más grave es que el Estado puede expulsar en cualquier momento a los padres indocumentados y dejar a los niños separados de su familia. Incluso ha habido arrestos de padres migrantes que estaban esperando a sus hijos fuera de la escuela y hubo muchas manifestaciones de los profesores por esto.

¿Qué ocurre con los niños creciendo en esas condiciones?

Tenemos distintos casos. Están los que nacieron en sus países de origen que llegan más grandes y tienen bastante fobia escolar porque, aunque les encanta la escuela, tienen miedo a que sus padres puedan ser arrestados. Son niños que vivieron o fueron testigos de situaciones terribles y esa misma historia de violencia que traen puede hacer que sean bastante violentos en el colegio. Tenemos que explicar eso a los educadores, de dónde vienen esos niños.

Luego están los bebés nacidos en Francia. Nacen pequeños, de dos kilos y medio y, cuando salen del hospital, en muchos casos las mamás esa noche no saben dónde van a dormir. Esta falta de protección tiene consecuencias: ansiedad y fobias sociales en madres y niños.

Un niño pequeño inscrito en el Registro Civil con algunos derechos, pero que tiene padres sin derechos, rechazados en todas partes, ¿qué va a pensar? que sus padres hicieron algo malo, va a sentir vergüenza de su historia. Y, cuando él crezca y sea padre, va a transmitir esa vergüenza a sus hijos.

Algo que podría pasar a muchos niños con las altas tasas de natalidad entre los migrantes.

Lo que pasa es que estos mismos son los adolescentes que después salen a quemar los autos. Ahí los profesionales tienen un rol que jugar para que esos niños tengan otras figuras de apoyo y, al mismo tiempo, que sus padres reciban reconocimiento y sus hijos puedan sentir orgullo por ellos. Por eso en el grupo de conversación con mujeres migrantes les pedimos que nos cuenten sus historias, porque para un bebé es muy importante el relato del origen de sus padres. Un niño puede encontrar su lugar en el mundo solo si tiene reconocimiento de su existencia y personas a quienes admirar.

Christine Davoudian lleva 15 años trabajando con madres migrantes en un hospital periférico de París. Es autora del libro Madres y bebés sin papeles y de los documentales Familias errantes y Dar a luz en tierra extranjera.

En Latinoamérica y Chile, ¿las madres y niños migrantes enfrentan problemas parecidos?

En América Latina no se ven los niveles de violencia que hay en Europa con respecto a la clandestinidad, aunque en Chile y Argentina los migrantes de países limítrofes están muy estigmatizados y hay todo un movimiento pidiendo que se expulse a los extranjeros, considerados culpables de la inseguridad o de cualquier problema. Al no estar protegidos por las leyes, las mujeres migrantes y sus hijos quedan mucho más vulnerables a la violencia, porque no pueden ir a la policía a denunciar. Eso abre la puerta a la omnipotencia y al abuso de los otros. Hay un discurso fascista contra el migrante que está amenazando regresar.

Es una tensión que existe en muchos países respecto a la migración, la idea de que ellos vienen a quitarnos el trabajo, por ejemplo...

La investigación sociológica demuestra que el índice de xenofobia ha aumentado significativamente en Europa. Hace 10 años ya no hay distinción entre el discurso de derecha y de izquierda y todos están en contra de la migración. En vez de analizar las causas de la crisis económica, se les echa la culpa a los extranjeros, se los acusa de robar, de abusar de los beneficios, de ser improductivos, o de cosas peores. Aunque en 2014 el exilio forzado por la violencia y las guerras aumentó a 51 millones de personas en el mundo (por primera vez superó a los desplazados por la Segunda Guerra Mundial), Europa cierra sus puertas y ha ido bajando la entrega de visas para exiliados políticos y refugiados de guerras. Hace 20 años se entregaban al 20% de las personas que las pedían, hoy se está entregando al 5%.

¿Ese endurecimiento ocurre también en Latinoamérica?

Lamentablemente, pienso que el migrante se va a terminar convirtiendo en la figura sobre la cual se ciernen todos los miedos. La Presidenta argentina Cristina Fernández envió al Congreso una revisión del Código Penal y suscribió que si un inmigrante cometía un delito iba a ser expulsado de ese país. Eso es una doble pena, ser castigado con cárcel y después la expulsión. Hace 10 años Sarkozy también iba a instalar una ley así en Francia, pero tuvo que retroceder porque muchas personas se movilizaron para que no ocurriera. Tengo la duda de si la presión social sería igual hoy día. No podemos seguir maltratando a adultos indocumentados pensando que ese maltrato es solo a ellos, también afecta a sus hijos y a familias completas. Estamos creando un desastre intergeneracional.·

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.