Las pasiones de Evelyn

Ya no pone cara de bulldog para la foto. Se ríe mucho y también llora un poco. Se emociona cuando un caballero le manda orquídeas. Le dolió cuando su octogenario padre se casó hace poco sin avisarle. Y sigue igual de furibunda a la hora de opinar.




Aquí llega Evelyn Rose Matthei Fornet (UDI, 57 años) con una chaqueta con manguitas de leopardo, un hambre voraz y una carpeta abultada bajo el brazo. Matthei es famosa por decir lo que piensa y disparar su artillería contra todo el mundo, aunque sean de su mismo sector político: contra la Fundación Jaime Guzmán, que la criticó cuando ella presentó el proyecto para legislar el aborto terapéutico; contra Libertad y Desarrollo, por oponerse al alza de impuestos del gobierno; contra Andrés Allamand, a quien le dijo el año pasado que "bailaba la cueca del picado" porque no le habían ofrecido ningún ministerio. El etcétera es largo, muy largo.

¿Vendrá a pelear esta mañana?

Parece que no. Se ríe harto y, cuando lo hace, se le marcan arrugas tenues alrededor de los ojos azules. Se abalanza sin pudor sobre un muffin con chips de chocolate. Más tarde, durante la sesión de fotos, será ella la que insista en despeinar su pelo rubio ceniza y exclamará más de una vez que lo está pasando chancho.

PIÑERA ME CONMUEVE

A Evelyn Matthei le gusta contar esta historia: estudió en el Colegio Alemán becada porque sus padres no lo podían pagar, y cuando se metió en política, hace ya 20 años, fue porque quería "que el país le diera oportunidades a gente talentosa que nace en una familia sin medios". Pero a poco andar se dio cuenta de que, aunque fue la mejor egresada de Economía de la Universidad Católica de su generación, no la invitaban a programas de televisión para hablar de economía. La llamaban para hablar de aborto y divorcio, es decir, de "cosas de mujeres". Y, como a ella nadie le puede dictar de qué hablar, decidió mantenerse al margen de los temas de género hasta que la validaran como profesional.

Eso pasó de a poco, pero Evelyn Matthei se sintió realmente satisfecha sólo cuando se transformó en la primera mujer en presidir la Comisión de Hacienda del Senado. "Ahí me di cuenta que mi voz era una voz absolutamente autorizada y que daba lo mismo que llevara falda. Y empecé a sentir más libertad para meterme en otros temas, porque ya no me iban a encasillar", dice.

Ahora que es ministra, ¿no irá a quedar en nada su proyecto de aborto terapéutico?

Confío en que el senador Rossi lo saque adelante. Pero es importante que se sume un parlamentario de derecha para que sea aprobado. Y sí, me duele no poder participar en él.

Igual es un proyecto súper acotado. ¿Para usted no tiene que ver con un tema más amplio, de derechos de las mujeres?

Absolutamente. Yo voté a favor de la píldora del día después. Soy católica y tengo respeto por la Iglesia, pero muchas veces en Chile la moral se concentra en forma excesiva en la conducta sexual y muy poco en conductas éticas en otras materias. Hay ahí una distorsión que no va con los tiempos, que no calza con mi educación. A mí esta moral sexual reproductiva de la Iglesia Católica no me va. Conozco a mucha gente que ha optado por llevar un embarazo inviable hasta el final y lo respeto. Pero creo que la opción de no seguir adelante con ese embarazo es absolutamente válida, y nosotros no somos quiénes para imponer, con la coerción del Estado, la moral católica a todo el mundo. Eso no lo acepto.

¿El Estado es el que restringe la autonomía de las mujeres?

¿Qué duda cabe? Chile es un país que está en el año 2010 en materia de tecnología, en el año 1970 en materia de educación y en el año 1920 en cómo trata los temas morales que tienen que ver con la sexualidad.

¿Y usted se considera liberal?

Probablemente soy más liberal que la mayoría de mi sector político. Lo que más rescato del concepto de liberal es el respeto por la gente que piensa distinto. Y eso es lo que siento que no existe. Cuando veo una reacción como la del diputado Hasbún, que me quería llevar al tribunal supremo por presentar el proyecto de aborto terapéutico, me da miedo.

¿Y cree que este gobierno es realmente la derecha liberal que hace 20 años proponía Allamand o el mismo Piñera?

Yo siento que el Presidente Piñera es una persona que entiende estas cosas. Recuerdo que hace muchos años estábamos hablando de qué es la vida humana y de las situaciones límite. Y él dijo: "pero a ver, una mola son células humanas que se reproducen, pero no es un ser humano". De esa discusión a mí me queda claro que él no es de la Edad Media.

¿Cómo anda su relación con el Presidente?

Desde que asumió he procurado tratarlo de usted. Lo cual me costó mucho, una que lo ha conocido de toda la vida. Cuando tengo algo que decirle, le mando un mail cortito: "Perdone que me meta, pero mi opinión es tal". Él verá si me contesta o no. Me carga esa gente que dice que el Presidente no escucha.

¿A usted la escucha?

Es que una cosa es escuchar y otra cosa es obedecer. No es que no escuche, sino que a veces tiene una opinión discrepante.

¿No se han peleado todavía?

Ni un solo roce. Me conmueve el esfuerzo que está haciendo por tratar de ser el mejor Presidente. De verdad es algo que me provoca… Se me paran los pelos.

GOZO CON LA BELLEZA

Hace unos meses dijo que a Ximena Ossandón se le tendría que haber pedido la renuncia a la primera "declaración desafortunada". Pero Jacqueline van Rysselberghe dijo cosas harto más desafortunadas. ¿Qué pasa ahí con las denuncias, con la ética?

Ese tema se enredó enormemente por acusaciones falsas. Si fuera sólo por sus declaraciones, yo creo que Van Rysselberghe debería haber salido de la Intendencia. El drama es que Alejandro Navarro dio a entender que se habían falsificado los documentos del Municipio. Entonces fue el propio Navarro el que la amarró. No fueron ni Coloma ni Novoa: fue él con sus acusaciones que tenían que ver con delito y que resultaron ser falsas. En ese caso no es fácil aplicar una norma ética estricta, porque si la hubieran sacado, todo el mundo hubiera pensado que ella cometió un delito.

¿Siente una superioridad moral sobre los demás políticos?

Yo me puedo equivocar 10 veces, puedo defender algo que está errado, pero puedo decir con absoluta honestidad que en toda mi vida nunca he defendido algo que sé que está mal. Nunca, nunca. Y no me siento especial ni más pura. Siento que es mi obligación moral, mi deber.

Más encima se viste bien y cocina y hasta discjockea.

Es que a mí se me murieron mis tres mejores amigos del colegio muy jóvenes, se me murió mi hermano. La muerte es un tema que está permanentemente ahí y mientras uno vive es deber de uno gozar la vida. A mí no hay nada que me guste más que reírme, que tontear y lesear.

¿Con qué lo pasa bien?

Me fascina una buena conversación. O sea: ¡la gozo! Y puede ser con un seremi divertido e inteligente, o ir adonde el Pato Fernández y el Rafa Gumucio cuando me invitan a la radio, ¡es que gozo! En segundo lugar, amo la belleza. El año pasado supe que había una retrospectiva de Ives Saint Laurent en el Petit Palais en París. Y decidí arrancarme a verla. Gocé, pero gocé, con cada uno de esos vestidos. Yo no necesito tener mucha ropa: gozo mirando. Las plantas, las flores. Hay un amigo, al que no conozco, que me manda a veces orquídeas.

¡Tiene admiradores secretos!

Es un hombre maravilloso, muy culto, y de repente llego a mi casa y hay una planta con flores espectaculares.

¿Pero no sabe quién es?

Sí, a veces hablamos por teléfono, a veces nos escribimos, pero no lo conozco en persona. Pero él sabe que yo gozo con esa belleza y tiene la gentileza de darme esas alegrías.

TODO ME HACE LLEGAR

A sus 57 años, ¿tiene algo no resuelto?

No.

¿En serio?

No, fíjate.

No le creo.

Lo que pasa es que yo muy chica aprendí que uno no planifica. Aprendí que la vida se acaba en cualquier minuto. Eso ha generado en mí una actitud un poco como budista, de no añorar lo que no tienes, no dar la vida por un puesto ni por plata ni por nada.

¿Y qué la hace llorar?

Todo.

¡A usted!

Soy llorona, llorona, llorona. No puedo ir a ver una película triste al cine porque se me hincha la nariz, los ojos, parezco monstruo. Y si estoy conversando con una persona que está sufriendo… ayer nomás. Ayer supe que a una amiga de La Serena se le murió el hijo en un accidente. La llamé y ella estaba triste pero resignada y tranquila. Y yo llorando. Entonces esa cosa que te quieres patear, de estúpida, porque tú debieras ser un apoyo. Pero no… no lo puedo controlar (se le ponen rojos los ojos). Ya me están cayendo las lágrimas.

Ministra, está llorando, qué fuerte.

¡Atroz! He sido así desde chica. Es una cosa rara, porque soy dura pero un cristalito en otras cosas. Ja, já.

¿Con los años se ha ido suavizando?

Toda mi vida he sido una mezcla muy rara. Me encanta reírme, me encanta pasarlo bien y, al mismo tiempo, puedo ser súper exigente conmigo misma y súper dura con otros. En ciertas épocas ha sobresalido mucho más el matiz duro. Y te diría que eso tuvo dos orígenes. Uno: cuando me di cuenta de que a las mujeres tienden a pasarles por encima en la política. O te temen, o te pasan por encima. Y decidí que quería que me temieran. Creo que era absolutamente necesario en ese minuto. Pero la gente ya sabe que conmigo no se juega. Ya saben que si me buscan el odio, me lo encuentran, y no tengo ningún miedo a ir a una pelea durísima. Por lo tanto, ya no es necesario que siga mostrando cara de bulldog. Por otro lado, en algún momento me puse más dura de lo que yo quería por el tema de la corrupción. La gente sabía que yo me atrevía a hacer las denuncias, entonces acudía a mí con casos. Todos miraban para el lado y eso me produjo una tremenda sensación de preocupación, que se tradujo en dureza. Después, cuando vi que se estaba tomando en serio el tema y se aprobó la Ley de Transparencia, lo dejé estar y nunca más me metí. Pero esa época fue muy dura, muy amarga y muy pesada para mí. No es algo que yo haya gozado.

ME ENOJÉ CON MI PAPÁ

La mañana que se hizo esta entrevista, todavía no estaba listo el proyecto de ley para extender el post natal. Pero la ministra ya tenía la película clara: "Para una mujer que gana poco, que a su guagua la tiene que llevar a la sala cuna en el Transantiago, estoy totalmente de acuerdo con un post natal de seis meses, al tiro. Pero no se pueden aplicar las mismas reglas para una mujer que quiere competir con el ingeniero de al lado y ganarle".

Como usted.

Claro, para mí hubiera sido un problema. Para mi generación, ésta ha sido una conquista dura y tengo terror a que retrocedamos. Terror a una situación en que las mujeres estén para criar las guaguas pero no para hacer una carrera exitosa.

Hace un par de años quería ser Presidenta. Pero ahora anda diciendo que no. ¿Qué pasó?

Dos años atrás yo sentía que la UDI tenía que levantar una opción propia, y no veía que nadie saliera, entonces dije ya. Sabiendo siempre que iba a ser Sebastián Piñera el candidato. Pero tan claro está que no tenía una obsesión por ser candidata, que apenas se nombró a Sebastián, fui la primera en ir a apoyarlo con todo. Y mientras más pasan los años, más valoro mi vida propia. Encuentro fascinante poder ser ministra del Trabajo. Pero tú como ministra, el domingo puedes apagar el celular. El minuto que quieres cerrar tu puerta, la cierras. Como Presidente, la tienes abierta siempre. Y no es una vida que me atraiga, no es un cargo que anhele.

¿Y su papá? ¿Qué le dice de este cargo? ¿Le da consejos?

No. Yo nunca he pedido consejos.

¿A él o a nadie?

A ver, yo sí converso cuando hay cosas que me complican. Pero, en general, son situaciones límite; en lo otro ya he vivido tantas cosas que este oficio te va guiando en cómo actuar.

Pero sí es de conversar con su papá.

Sí.

¿Y es cierto que se casó?

Sí, pues. (Baja el tono de su voz).

¿Pero cuántos años tiene?

85.

¿Y usted fue al matrimonio y todo?

No me invitó. No me avisó. (Acentúa cada sílaba).

Noooo. ¿Se casó de sorpresa?

Sí. Y estoy muy dolida con él. Porque si él me hubiera avisado, yo lo hubiera acompañado. Pero me enteré por casualidad, después de que lo había hecho. Y eso me provocó… mucho, mucho, mucho enojo.

Ah, no. Es para matarlo…

Yo estuve a punto.

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