Lily al ataque

Creyó que se moría y está más viva que nunca. Desde su lugar de senadora, Lily Pérez descarta ser Presidenta porque dice que es incompatible con ser feliz y que lo ha visto en su amigo personal, el Presidente Piñera. Independiente y aguerrida, afirma: "La elite no me quiere". Y, además, denuncia racismo en la clase política. Lily va a la pelea. Aquí, sus municiones.




De repente, lo inesperado: la senadora Lily Pérez abre la boca y, haciendo un espacio con el dedo meñique, me indica el punto exacto, oscuro y rosado, donde falta una muela. En un gesto automático me inclino a mirar. Su boca es pequeña, sus dedos son delgados y, pese a la franqueza brutal del gesto, la senadora recupera rápidamente no solo la prestancia, también el aplomo.

Porque Lily Pérez demuestra, sobre todo, aplomo. Perdió el molar apretando los dientes de dolor en medio de una neuralgia al trigémino: Pérez sentía lo que se llama "dolor suicida", porque quienes lo padecen a veces prefieren morir, literalmente. La senadora, que no parece una mujer de temores, siente fobia a los aviones y la neuralgia se le gatilló, precisamente, a bordo de un vuelo presidencial a Europa en marzo. Pérez repite seria, pero sin dramatismo: "Pensé que me iba a morir".

La idea de una mujer que odia a los aviones sufriendo un dolor insoportable a más de 10 mil metros de altura sin poder hacer nada despierta compasión. Pero Lily Pérez no es la víctima de su historia. Ni de esta ni de ninguna otra. Por el contrario: ella es la heroína indiscutida de su propio relato. Mujer sin redes, que "no le debe nada a nadie", en sus propias palabras, que no estudió en los colegios católicos de la dirigencia chilena, que se hizo a sí misma y que en los momentos clave de "su árida carrera política", como la describe, solo contó con el apoyo de Sebastián Piñera –por quien expresa admiración y cariño incondicional– y otros pocos, muy pocos. La senadora recuerda no una, sino dos veces, cómo Andrés Allamand o Alberto Espina "no movieron un dedo por mí" en uno de los momentos más difíciles de su carrera: cuando apoyó la promoción de una ley de divorcio en Chile y un mayor uso de los anticonceptivos en la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing, en 1995.

"A mí me costó mucho", dice Pérez. Y no parece, viéndola sentada en su oficina en el Congreso en Santiago. Hay algo elocuente en el dominio y la tranquilidad que exhibe la senadora. Y porque a ella le costó mucho, pasó del rechazo al apoyo a una Ley de Cuotas que establezca por norma ciertos cupos y financiamiento para las mujeres en política, tema que ha puesto nuevamente en el debate público la ministra del Sernam. Las fórmulas para las cuotas son variadas pero, en los extremos, la discusión se divide entre quienes se oponen porque creen que las mujeres deben llegar al poder única y exclusivamente por sus propios méritos (que lleguen "los mejores", hombres o mujeres) y quienes las apoyan porque asumen que la cancha no es pareja entre los géneros y por lo tanto hay que establecer una discriminación positiva hacia las mujeres, que las ayude a convertirse en diputadas o senadoras y a sacar leyes que beneficien a sus congéneres.

"Antes, pensaba que no se necesitaban las cuotas. Por muchos años pensé que bastaba con nuestro mérito, con nuestro esfuerzo, con sacarnos la mugre. Pero después de todo lo que he visto y vivido en política he llegado a la profunda convicción de que es necesaria. También el Presidente Piñera fue contrario a las cuotas por muchos años. Pero yo he sido bien catete. Yo hablo mucho con él, a cada rato, y trato de influir todo lo que puedo. Y este es uno de los temas que he hablado harto con él: que tenemos que hacer algo por las mujeres".

Si se habla de mujeres en política, Camila Vallejo resulta insoslayable. Pero Lily Pérez no parece demasiado entusiasmada con la dirigenta comunista. Si la ministra Schmidt criticó la falta de simpatía de Vallejo, la senadora RN la encuentra desapasionada y parece calcular particularmente su respuesta cuando se le pregunta por ella: "Me parece que es como bien… estructurada. La encuentro bien inteligente, pero sin ninguna pasión". Lily Pérez se ríe y lanza una mirada directa, como sorprendida de su propio diagnóstico de la líder estudiantil.

¿Desapasionada una dirigente que sacó miles de personas a las calles?

Sí, sí. La encuentro estructurada, inteligente –concede–. Me gusta. Me encanta que esté, que sea mujer, que haya irrumpido y todo. Pero encuentro que le falta pasión. Y una de las cosas que las mujeres aportamos en política es la pasión.

Como mujer en política, ¿qué opina de la portada de LUN sobre Vallejo y "la colita"?

Que esa cuestión yo la viví hace 20 años. Exactamente la misma. Cuando me bautizaron la Miss Chile de la política y de lo único que hablaban era de las piernas de la Lily.

Usted salió en LUN en un reportaje fotográfico sobre su talla. Esa es una manera distinta a la de Vallejo de abordar el tema de la apariencia física…

Sí, pero eso es tema para los demás, para mí dejó de serlo hace mucho. Para mí el tema físico fue una cuestión en contra. Yo tenía 24 años cuando entré en política, era joven, no era fea, y tenía que probar muchas cosas. Porque había un prejuicio. El tema es que un buen envase sin contenido no resiste en el tiempo.

Me encanta el orden

¿Qué tipo de ley cuotas para mujeres querría Lily Pérez? La senadora no responde, pero en cambio recuerda el papel que tuvo en la aprobación del postnatal, que es hasta ahora, uno de los proyectos estrella de gobierno en un año más bien azaroso en La Moneda. "Yo fui catete con el postnatal. Y, de hecho, cuando el Presidente lo presentó el 28 de febrero en La Moneda me hizo un homenaje a mí. Lo cual generó celos en algunas mujeres que estaban, porque él me contó después".

¿Celos en mujeres de oposición?

Celos en parlamentarias de mi sector. Él me lo comentó. Lo que te demuestra también que uno de los problemas que enfrentan las mujeres es la falta de solidaridad femenina. Los celos, las envidias… Pero yo creo que de a poquito se ha ido armando una red más fuerte de mujeres. Por eso quiero que más mujeres quieran participar en política y tengan un camino menos árido que el mío. A mí nunca me han regalado nada.

¿Hay mucha gente a la que se le ha regalado cosas en política?

Mucha gente. En general, los hombres se las ingenian para no competir. Les ponen una galleta al lado y punto. Yo me fui a La Florida de candidata a concejal, no a Las Condes.

Concejal por Las Condes durante 15 años fue Carlos Larraín, el presidente del partido de Pérez, que este año asumió como senador designado por RN en reemplazo de Allamand. Con Larraín, hombre de posiciones conservadoras, Pérez, quien se reconoce como "de centro derecha y liberal", ha sostenido intensas controversias públicas. No lo menciona, pero Pérez asegura que si hoy a las mujeres no les basta el mérito, es "porque los partidos políticos están dominados por un machismo arcaico. Por eso me la he jugado en los temas valóricos: en la píldora de emergencia, la ley antidiscriminación, la ley de divorcio, el proyecto de filiación de hijos ilegítimos. Y he pasado muy malos ratos con mi partido y con mi sector político".

Si es tan liberal, ¿qué tiene de derecha?

Una cosa asociada a la búsqueda de la seguridad, al orden. Soy liberal en lo económico, lo valórico y lo cultural. Pero soy una liberal tradicional: respeto las tradiciones. Me encanta que la bandera esté bien puesta. La veo al revés y me da rabia. No me gusta ver distorsionado el símbolo patrio o el huemul. Soy de derecha porque me encanta el orden. Que haya respeto, si hay una fila, que se respete.

Ser Presidenta v/s ser feliz

Sobre el postnatal de 6 meses, no ha sido la senadora Pérez la gran beneficiada política del proyecto, sino la ministra del Sernam, Carolina Schmidt quien, incluso, se encaramó a la lista de presidenciables gracias a la popular ley. "Ha sido su impulsor político", concede la senadora y agrega inmediatamente: "Con la Carolina tenemos una gran amistad. La conocí en La Florida, cuando ella tenía un cargo importante en Hush Puppies".

¿Y qué siente cuando se habla de alguien que viene del sector privado como Schmidt como presidenciable por sobre usted, que ha hecho política toda su vida?

Es que yo jamás he querido ser Presidenta. Nunca he dicho que estoy disponible. Tengo claro que siempre se me nombra, pero nunca he dicho que sí.

¿Por qué?

Porque yo aspiro a ser feliz. Y creo que la búsqueda de la felicidad es incompatible con el cargo de Presidente de Chile. Absolutamente incompatible. He visto tan de cerca lo que ha vivido Sebastián Piñera… Estoy segura de que no sería feliz como Presidenta.

Pero uno no parte en política pensando eso…

No, pero yo ya llegué hasta donde quería llegar.

El Presidente lo ha pasado mal, me dice.

Sí, pero ahora está más tranquilo.

Aquí entra Lily Pérez en el que parece ser uno de sus temas favoritos: el Presidente. "El Presidente está lleno de gestos conmigo", cuenta. "Cuando me enfermé y llegué a Chile de urgencia la primera llamada perdida cuando aterricé en Chile era de él. Tenía siete llamadas perdidas registradas con su teléfono. Para mi cumpleaños fue el primero en llegar y las primeras flores que llegaron fueron de él. Los primeros regalos de Navidad siempre son suyos, pero no lo publico en el Top Secret de La Segunda. Tenemos gestos de familia, con mi marido, con la Cecilia. Tenemos un nivel de amistad distinto.

¿Dónde nace su amistad con Piñera?

Del partido, de RN.

Pero el partido está lleno de militantes, no son todos tan amigos…

Es cierto, quizás confluimos porque éramos los dos extraños, bichos raros en RN. Muchos decían que él era un DC que había llegado para infiltrarse. Muchos… Sebastián (Piñera) no es del gusto de la elite y nunca lo fue.

¿Y usted tampoco?

En general, no. No soy del gusto de la elite. Imagina que me sacaron de las 100 mujeres líderes de El Mercurio.

¿Por qué?

Me sacaron de la noche a la mañana. Y todo el mundo me dice "¡Pero cómo la Lily Pérez no está entre las 100!". Desafiar ciertas cosas tiene costos. Publicaron tres editoriales al hilo donde me pegaban duro por desafiar el lucro en la educación. Me sacaron de la encuesta CEP de la noche a la mañana, siendo la mejor evaluada. Yo era la mejor evaluada, la top one y, plop, me sacaron.

¿Son altos los costos?

Sí. Pero a mí lo que me importa no es eso. Lo que me importa es que yo pongo un pie en la calle y a mí nadie me insulta, a mí la gente me sonríe, me trata con cariño, con respeto.

Políticos racistas

Pero Lily Pérez tiene algo más que decir sobre la elite empresarial chilena: "Es un error y un prejuicio pensar que la elite es de derecha. En la elite económica chilena hay gente de ideas de derecha y de izquierda y tienen una trenza entre ellos. Los unen los intereses económicos. Mira las termoeléctricas, las colusiones, los centros de estudios: ¿de quién dependen? De empresarios. Cuando yo voté por los feriados irrenunciables fue enorme la cantidad de gente que me llamó para hacer lobby, para presionarme. Yo les respondía que estaba segura de que no me iban a invitar más a las comidas de supermercados de fin de año. Me invitaron, pero no fui".

Si la elite empresarial no se salva de sus críticas (aunque reconoce que hay empresarios que lo han hecho bien y creen en la paz social y en la reforma tributaria) tampoco se salva la elite política, a la que acusa, ni más ni menos, de silencio cómplice frente al racismo. "A mí me impacta el silencio… cómo decírtelo… el silencio que termina siendo cómplice de una cierta elite política frente al antisemitismo".

Pérez recuerda los dichos del dirigente de los profesores, Jaime Gajardo, quien habló de "métodos sionistas del apartheid" en las políticas de seguridad de Hinzpeter y los del diputado Hugo Gutiérrez, quien describió al ministro del Interior como "un judío que actúa como nazi". "Yo no vi a los jefes de partido, a nadie, salir a defender al ministro. Y he escuchado a otros senadores que se expresan de parlamentarios de origen árabe con frases despectivas como: 'Ah, ese vendedor de alfombras'. Cuando veo que se insulta a un ministro por judío, que se expresan mal de los árabes, de los evangélicos, de los mapuches, de las mujeres, pienso que Chile necesita urgentemente modificar sus leyes. Si las leyes antidiscriminación e incitación al odio estuvieran vigentes, el diputado Gutiérrez estaría con sanciones legales por haber dicho lo que dijo. Porque si Hinzpeter fuera Soto, no le habría dicho lo que dijo".

Usted dice que hay un silencio…

Hay un silencio que los vuelve cómplices. En mi campaña yo sufrí un ataque nazi brutal. Yo tengo escolta permanente –aquí le tiembla la voz– porque sigo sufriendo amenazas neonazis hasta hoy. Si alguien odia a los judíos o a cualquiera, problema de cada quien. El problema es que estas personas te quieren atacar, te insultan, te tratan de pegar.

Usted fue víctima directa de un ataque neonazi en su campaña electoral…

¿Y qué recibí de mi sector? Salvo la solidaridad de Piñera, que era candidato, y de Hinzpeter, que era su jefe de campaña, las únicas dos personas de la UDI que me dijeron lamentar lo que pasó fueron Hernán Larraín y Andrés Chadwick. Y nunca más nadie me dijo nada. Ninguno de los senadores.

No es un tema agradable para la senadora, que se ve dolida, pero se recupera rápidamente. En solo algunos minutos estará caminando sonriente y ligera con un vestido blanco y altos tacos rojos por los todavía señoriales jardines del edificio del ex Congreso buscando un lugar para las fotografías de esta entrevista. Senadora elegida con mayoría nacional en un país donde solo 15% de las mujeres participa en política, mujer de poder en un Chile que rankea 108 entre 134 países del mundo en participación económica y oportunidades de ingreso para las mujeres, Lily Pérez no puede ser sino una mujer capaz de mil batallas. En medio de las palmeras frente a calle Catedral cuenta con una sonrisa que recibió un libro con las chilenas más importantes de los últimos años. Y afirma, con certeza rotunda y total, que en el futuro, ella también estará allí.

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