Las reglas del amor

Faltan pocos días para el 14 de febrero, ese día en el que todos los que están enamorados andan con el corazón inflado y, los que están solos, se quejan cuales viejas calzonudas por los ridículos que celebran bobamente esa jornada romanticona. Aquí, el director de teatro y galán de teleseries Marcelo Alonso explica por qué, para el éxito de la pareja, la mujer debe entregar al hombre la autoridad amatoria.




Sintonice esta tele en el año 1985. El Instituto Nacional está de fiesta. En un rincón de la pista de baile un chiquillo delgado se apoya contra una muralla. No baila Marcelo Alonso. ¿Por qué no baila? No le da el cuero para sacar a bailar. Le teme a las chicas del Liceo 1. Le aterran. Fue así que creció y creció. Tímido, pero mateo.

Entró a Medicina. Se hartó de Medicina. Entró a Teatro. Consiguió ser un gran actor. Actuó en el Teatro Nacional, epicentro de la elite actoral chilena. Allí fue Hamlet. Después lo llamaron a la tele.

Ahí conoció a su pareja, Amparo Noguera y desde ese romance en un set de televisión no se han separado más. La relación va en la etapa de "remodelar la casa que se compraron juntos".

Pero Marcelo Alonso (38) no es "el novio de". Marcelo Alonso tiene

marca propia.

Dirigió en 1998 la primera versión de Las brutas, de Radrigán, actuó en Casa de muñecas, de Ibsen, dirigida por Alfredo Castro, y en Brunch, de Ramón Griffero, además pasó por tres teleseries del área dramática de TVN (Los capo, Cómplices y Corazón de María) y en marzo de este año protagonizará la nueva teleserie, donde será el galán de Claudia di Girolamo.

Éste, su primer rol protagónico, tiene a Marcelo Alonso tomado de lunes a lunes. Durante el año pasado, además de dictar la cátedra de Artaud en varias universidades, actuó en teatro y dirigió joyas de la dramaturgia, como Madame de Sade, de Yukio Mishima.

Antes de que la cara de este nieto de inmigrantes españoles esté en la tele de las casas chilenas, se le podrá ver en la Universidad Mayor, actuando en Pelo negro, boca arriba, obra que integra la cartelera del Festival Internacional Santiago a Mil.

Recién salido de grabar escenas del culebrón, Marcelo consigue cigarrillos de los fumadores furtivos de TVN. Amparo, que lo acompaña, le ofrece ayuda para arreglar unos papeles antes de irse y despedirse con besos en el aire y caras de amor.

A él le gusta tener el dominio en la relación. Es machista a su modo. Veamos por qué.

¿Cómo lo hacen los actores para darse besos y no picarse? ¿No se te enoja la Amparo si besas a Claudia di Girolamo?

No, nada.

A mí me daría pica.

A mí no. Yo entiendo los nervios, pero es divertido. Cuando recién empecé me daba cosa darle un beso a alguien, ahora nada.

Ésta es otra pregunta monga, pero siempre he tenido la duda: ¿Los besos son de verdad? ¿Con lengua?

Jajajajá. Son de verdad. No sé si todos con lengua.

Y el primer beso en la boca como actor, ¿a quién se lo diste?

¡A un hombre! A Manuel Peña. Yo nunca había dado besos, porque en teatro hay muy pocos besos, fíjate. No me había tocado, pero en Hamlet, que era yo, le tenía que dar un beso a Claudio, que era Peña. Entonces se lo di no más al huevón.

Qué nervios. Y en televisión, ¿a quién fue?

A la Amparo. Con ella fue un beso de verdad.

¿Por qué crees que han durado tanto?

Porque nos queremos mucho, yo la respeto y me encanta mucho cómo es: rara. Amo su sentido del humor, porque es capaz de sacarme de mis angustias. Adoro su risa.

¿Tú tienes humor? Porque se te ve serio.

De repente, igual. Pero soy más bien intenso.

Se dice que machista también.

No, nada. No en el sentido antiguo del machismo, sino en mi propio sentido de la autoridad del varón.

Explícame eso, por favor.

Me gustan mucho que las estructuras de las relaciones sean súper claras. Esas relaciones tan equilibradas en el mal sentido, no sé, no me tincan. A mí me gusta jugar el papel de hombre y que ella juegue su papel de mujer. Es bonito contener, proveer, tomarse del brazo, abrir la puerta, pagar la cuenta. Es bonito ese respeto hacia la mujer. ¿Será de mi abuelo, que era tremendamente respetuoso hacia las mujeres?

¿Cómo era?

Un tipo muy galante. Correr una silla para que se siente, dejar el paso, abrir una puerta, prender un cigarro, "tú primero", esperar al otro para comer: eso hacía él y eso hago yo.

¿Qué actitudes clásicas te gusta que la mujer conserve?

¿Cómo decirte para que no suene pedante? Me gusta que la mujer ceda un espacio de admiración hacia su hombre. Me gusta que le entregue al varón la autoridad amatoria.

¿Cómo es esa autoridad?

Que el hombre sea capaz de decidir "el vamos o no vamos". Es asumir un poquito la autoridad en el amor, un poquito. Y creo que es bueno, porque las mujeres se quejan mucho ahora de que los hombres están hechos unos bobos, unos pelotudos que no manejan ni sus propias vidas y ellas terminan haciéndoles todo. Pero está en ustedes…

¿Qué cosa?

Está en lo femenino abrir ese espacio. Si el hombre lo ve, lo toma. Es muy inteligente de parte de un hombre saber administrar su autoridad bonitamente, sutilmente. Así la relación se mantiene bella. Pero las mujeres muy pocas veces lo permiten.

Es que nos subimos por el chorro. ¿Somos muy mandonas?

Sí, pero ya se les pasará. Se van a aburrir de mandar.

¿Crees que volveremos a la casa? ¿Eso te gustaría?

No creo que vuelvan a la casa, pero pronto van a volver a apoyarse en el hombre, al menos, en los espacios de intimidad.

¿A ti te resulta así?

Lo intento.

Señor muralla

Cuéntame cómo eras antes de ser un varón hecho y derecho.

Tenía mucha vergüenza. Todavía tengo. No podría acercarme para decir : "Te invito". Nunca he podido hacerlo. Siempre ha sucedido, he buscado que suceda. Yo nunca he tenido una cita, nunca. Nunca he llamado por teléfono.

¿Cómo te ha resultado, entonces?

Con silencio. Cuando empieza a suceder, sucede.

¿Has inventado una trama de amor, un ardid?

Nunca he usado una combinación matemática.

¿Qué tienes de galán?

Poco. Trato de pasar piola con las mujeres, porque me dan miedo. Más bien me dan terror.

¡Por qué! ¿Te han tratado mal?

No, es que no las conozco. Entonces es tremendo. No tuve hermanas. Para mí, siempre las mujeres estuvieron en el paradero del frente. Yo, desde Instituto Nacional, frente al Liceo 1, miraba a esas niñas, pero cruzar la calle era toda una aventura. Uno de nosotros, el que fumaba, era el que cruzaba, y yo lo veía de lejos, más urgido que él mismo. A mí nunca me va a dejar de pasar esa huevá. Yo sudo, se me mojan las manos, me puedo morir. Nunca tuve el placer de conocer a esas niñas. Fui a las fiestas, pero me apoyaba en las murallas. Mientras los otros bailaban yo era "el Señor Muralla", haciéndose el cool, cagado de susto, aterrado. Todavía sigo así.

¿Nunca amaneces guapo? Hay días que uno amanece así, canchero.

Hay días en que me miro al espejo y amanezco más bonito, me siento más guapo. Pero de ahí a ser canchero, no.

¿Tus hermanos no te avivaron desde niño la cueca de la conquista?

No, éramos todos muy seguidos, un año y medio de diferencia. Éramos como una pandilla. Sólo jugábamos, hacíamos casas arriba de los árboles, andábamos en bicicleta. El barrio donde nos criamos era muy de adultos mayores, puros viejos. Entonces éramos nosotros tres solos, bien solos. Nos parecíamos. Nos parecemos. Muy varones, muy amigos los tres.

Uno es piloto y el otro médico, ¿en qué se parecen?

La voz la tenemos igual. Cuando llamamos a mi mamá por teléfono no sabe con qué hijo está hablando.

¿Tienen la misma pinta?

Somos bien parecidos los tres, uno más alto, otro más bajo. Yo soy el menor.

¿A quién quiere más tu mamá?

Mis hermanos dicen que a mí, pero lo cierto es que nos quiere a todos igual.

¿Qué te quedó del médico que quisiste ser un día? ¿Te pichicateas para ser más sano?

No, de mi etapa formativa me quedó sólo la estructura de estudio y una enorme capacidad de trabajo.

¿Eso significa que eres mateo?

No soporto que no sucedan las cosas como tienen que suceder. Por eso dirigir es un abismo, está sujeto a la modificación y a que las cosas no resulten. El teatro es hermoso, porque puede ser una maravilla o un rotundo fracaso.

¿Eres mañoso como director?

Oh sí, no aguanto que no sea maravilloso.

Tus dirigidas dicen que eres sádico.

Ése es un chiste que corre en camarines.

¿Qué puede aprender una mujer de Madame de Sade?

La libertad, el combate contra las estructuras. ¡La libertad!

¿Viste esa libertad en alguna mujer y la copiaste?

No. O sea, sí. Uno vive analizando a todas las mujeres que uno ha tenido, a las que han sido pareja de uno, a las que te rodean, a la que te parió, a las amigas, a las colegas. El tema de la mujer, para cualquier hombre, es tremendo.

Qué mujer te marcó más: ¿tu madre o un amor?

Ah, no. Voy a buscar un cigarro.

(Pide por ahí y consigue).

No te me corras… ¿qué mujer?

Mi madre y mi abuela. Fui muy amado.

¿Tu padre fue muy estricto?

Sí pues, un papá. Nos exigía que fuéramos excelentes.

¿Y lo son?

Sí. Somos excelentes.

Chile fiscal

Dicen que eres bipolar, cambiante, ególatra, soberbio y vanidoso. ¿Es cierto tanto defecto?

Tengo todo lo peor del chileno, pero estoy tratando de mejorar. Tengo todo y también soy contradictorio. Un día me puede gustar el puré y al otro día, no. Me contradigo fácilmente.

¿En política también cambias de opinión?

Mi mirada es súper clara: humanista, socialista. En eso no hay vuelta. Cualquier administración del poder debe ser en torno al ser humano y punto. No tiene otra lectura. Cambio de opinión en los gustos y en la vida cotidiana más sencilla.

¿Cómo es tu vida sencilla?

Cada vez que puedo me arranco a la playa o leo un libro. Me gusta mucho leer. Ahora he estado muy metido con Murakami. No puedo estar sin leerlo, es como adictivo, tuve que leer todos sus libros. Cada etapa de mi vida ha sido marcada por un autor. Me han gustado harto Henry Miller, Cortázar, he pasado por Sábato y Paul Auster.

¿Cuando pasaste por Henry Miller fue tu periodo hot?

Sí, a los 21. Después me puse más intelectual: a los 24 leí a Cortázar. A los 28, más reventado, leí a Bukowsky.

¿Y se te quitó lo reventado?

Yo digo que no, pero reviso mi vida y veo que igual carreteo. Después de actuar, los actores quedamos tan prendidos que nos tomamos un pisco sour y dos. Si no, es muy fome irse a la casa.

Aparte del pisco sour, ¿qué gustos te das?, ¿te compras cosas caras?

No me gusta mucho la ostentación. Me complican las marcas de los autos. No puedo tener ropa con marca, se la saco. De chico le arrancaba las marcas a los bluyines.

¿Qué es lo más caro que te has comprado?

Con la Amparo nos compramos una casa en Ñuñoa con un gran antejardín. Me gusta el Santiago antiguo. Mi casa tiene baldosas rojas y parrón, los símbolos del Chile fiscal.

¿Cómo es ese Chile fiscal?

El Chile de antes, el Chile de la regla de madera. ¿Te acuerdas de esas reglas con las que uno iba al colegio? ¿Te acuerdas de esas gomas de dos colores, rojas y azules? Ése es el Chile fiscal, el del lápiz que tenía impresa la frase Propiedad del Estado, el Chile de los nísperos, los caquis, los vecinos, las citronetas, la manguera en el antejardín. Eso me gusta: la infancia.

¿Qué ritos mantienes del Chile fiscal?

Tomar once con pan tostado con palta y té puro debajo del parrón. No me gusta el té inglés "tinguins"(sic). No soporto lo refinado. Me parece muy tercer tercermundista. Por favor, dame un té en bolsa, normal. Me gustan las cosas normales, porque no me angustian. Tengo una complicación política con el lujo. Nuestro país merece construirse desde otro lugar. No merece construirse desde las grandes inmobiliarias ni desde los resorts de las playas, porque son conceptos que no nos pertenecen. Mantendría los balnearios como son. Los balnearios son de casas, no de edificios de 48 pisos frente a Algarrobo, que los encuentro una aberración, horrendos. Chile no es un país de condominios. Prefiero la estética de los chanchos de Quinchamalí y de la Lira Popular.

¿Andas trayendo algo de ese Chile fiscal en tu bolso?

¿Por qué? ¿Es muy ondero?

De su bolso Zara de cuero con cierre metálico saca un estuche escolar con un lápiz de mina, una goma y un sacapuntas de metal.

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