Nido vacío

Es uno de los hombres emblemáticos de la derecha chilena. Senador de la UDI y católico de misa dominical, Hernán Larraín tiene seis hijos entre 35 y 25 años. Cuatro de ellos ya volaron del nido y él piensa que podría haber sido mejor padre. Y aunque uno podría imaginar en su mesa a una familia conservadora y tradicional, es todo lo contrario: "Nuestros almuerzos son una cazuela: hay todo tipo de presas y eso se expresa en debates y cuestionamientos". ¿Cómo un conservador tiene una familia tan diversa?




Tiene 62 años, es padre de seis hijos, abogado, profesor universitario. Ha sido presidente de la UDI y tres veces reelecto senador de la República. Para su madre, sin embargo, hasta hoy sigue siendo el Chico.

Quedó con ese apodo por ser el menor de los Larraín Fernández. "Mi hermana mayor se casó a los 19 años y la otra a los 21. Siendo el único hombre fui casi hijo único. Era muy regalón de mi mamá. De niño tengo el recuerdo de ella en una salita de costura, con una máquina Singer de pie, cosiendo", cuenta. Con su padre –que murió en 2003– la relación era distinta. Era un típico hombre de su época: severo, exigente, poco dado a los abrazos, pero se querían.

Algo totalmente distinto de lo que es Hernán Larraín. "Mi padre era distante. Me tenía buena, pero no tuve la relación que he tenido con mis hijos. Yo he intentado una complicidad, una amistad", dice sentado en el sillón de su casa en Vitacura. Casado con Magdalena Matte –actual ministra de Vivienda y Urbanismo– Larraín quiso tener muchos hijos. Primero nacieron "los niños" (así les dice): Hernán (35), Pablo (34) y Juan de Dios (32). Después de cuatro años y medio, "las niñitas": Magdalena (28), María José (26) y Blanca (25). Un familión del que está orgulloso y al que está constantemente desafiando. Sus hijos están muy lejos de ser un manso rebaño.

Los tres hombres son los más conocidos: Hernán, abogado y máster en Políticas Públicas de la London School of Economics, es asesor del Presidente Sebastián Piñera, soltero y agnóstico; Pablo, cineasta, director de las películas Fuga y Tony Manero, crítico de Pinochet y la dictadura, admirador de Ricardo Lagos, concertacionista y casado con la actriz Antonia Zegers; Juan de Dios, abogado, MBA, socio de la productora audiovisual Fábula, casado.

Pero el bajo perfil de las mujeres quizás no dure para siempre, porque, tal como dice el senador, "las niñitas han ido sacando personalidad": Magdalena es abogada; María José es sicóloga, se casó hace pocas semanas y trabaja en una empresa de comunicaciones, y Blanca está haciendo su práctica para recibirse también de sicóloga. "Mis hijos son todos distintos. Hernán y yo tenemos mucha afinidad, porque estamos en el mismo mundo. Quizás él sea más político que yo. Pablo tiene un ojo y una sensibilidad admirables y muy especiales. Juanito es despierto, lúcido y está en todo, es como omnipresente, no falla. La Menita es la ternura máxima, es muy notable, fue la primera de las mujeres, entonces es muy dulce. La Coté es aguda –parecida a su madre–, con mucha fuerza, muy de familia, y la Blanca es el conchito, es regalona, se deja querer y es muy buena onda", me dice mientras los describe cuidadosamente y con cariño.

Abrir el mundo

¿A qué edad fue padre la primera vez?

Tenía 27 cuando nació Hernán. Me da risa, porque hoy Hernán, que tiene 35, está convertido, como le digo yo, en un vejestorio y no está casado. Yo, a su edad, tenía cinco o cuatro hijos.

Pero mejor que Hernán sea así, ¿no?

Cada uno hace su vida. Mucha gente me comenta "Oye, cómo es que tu hijo piensa aquí o que tu hijo piensa allá…", y yo admiro a mis hijos y siento que han armado su vida según ellos, sus amores, sus aptitudes, sus vocaciones. La Magdalena y yo, desde el principio, les abrimos el mundo, no se lo cerramos.

¿Cómo fue eso de generarles un espacio con libertad?

Nosotros no lo propusimos así, uno no hace un diseño. Nadie te enseña cómo tienes que ser padre. Los papás ahora son mateos, saben más, leen… Pero mucho más… Yo veo a mis hijos cómo cuidan a mis nietos, tienen un enfoque más planificado, nosotros no. Tratamos de darles la mejor educación, la mejor vida familiar. Más que discursos hechos, seguimos una forma de vida que generara un ambiente familiar propicio para que los tipos fueran creciendo y aprendiendo valores.

¿Era obligación para los niños ir a misa?

Cuando niños, no les preguntaba, los subía al auto y partía. Cuando empezaron a crecer, cada uno tomó sus decisiones y hoy algunos son declaradamente no creyentes. Cómo arreglan su vida religiosa es una decisión personal.

Entiendo el tema de las libertades, ¿pero le provocó dolor que alguno de sus hijos dejara de creer?

Uno quisiera que tuvieran fe o una opción religiosa de mayor práctica, pero mientras los vea consecuentes, no me produce dolor. Siento que tienen una carencia, una ausencia, pero no

puedo imponerles mis criterios.

¿Hubo un momento de quiebre?

Sí, cuando empezaron a dejar de ir a misa. Eso fue más o menos cuando entraron a la universidad y me di cuenta de que no los podía obligar, que era contraproducente. Hemos aprendido a respetar sus espacios, porque son grandes. Quizás una de las cosas que más me dolió fue cuando Pablo se fue de la casa. Era un cabro, todavía estaba estudiando y pucha yo…

¿Fue el primero en irse de la casa?

Sí. Luego se fue Hernán y, finalmente, cuando nos trasladamos a esta casa se terminó por ir Juan de Dios.

Se fueron todos solteros.

Eso me dolió, pero con el tiempo empezamos a buscarnos, a sentir la necesidad de estar juntos. Hoy tenemos a dos niñitas viviendo con nosotros. La verdad es que es una cosa bastante dura, porque hoy los matrimonios jóvenes dicen "vamos a tener uno, dos hijos" y yo digo "¡Eso es la vacuidad!".

Su mujer siempre ha trabajado, ¿usted era de los padres que cambiaba pañales y daba mamaderas?

Poco. A los primeros algo, después me fui poniendo remolón y sobre todo, cuando venían con sorpresa, me producía más complicaciones. Delicado de cutis sería, no sé…

¿Cómo "con sorpresa"?

Cuando los pañales venían con sorpresa. Antes eran unos pañales que había que cocer en unas ollas gigantescas, hoy, nada, sacan unas cositas todas muy finas, limpiecitas. Yo ayudé en la casa todo lo que pude, pero en unas cosas más que en otras.

¿Pero qué es "ayudar"?

Acompañando a hacer las compras, preocupándome de las cosas que faltaban. En ese entonces tenía una vida con horarios normales, hasta que entré en la política en 1991. Desde entonces mi contribución a la casa ha sido muy secundaria, muy menor.

La adolescencia es una etapa complicada para los padres. ¿Cómo la enfrentó? Por ejemplo, las salidas, los permisos.

La verdad es que he sido siempre bien relajado, la Magdalena es más aprensiva.

¿Y la sexualidad? ¿Era un tema que conversaban?

Sí… No mucho…

¿…O más bien nada y ellos fueron aprendiendo solos?

Mira, poca conversación en eso.

¿La sexualidad estaba más bien ligada a la religión?

En esos temas teníamos conversaciones más generales, también sobre la droga. Uno no aprendió a que estos temas fueran algo cotidiano o fácil de abordar. Siempre fueron hablados de manera más formativa que específica o individual. Y bueno, a juzgar por el resultado, mis hijos son muy responsables. El tema de cuidarse en las relaciones sexuales, de usar condón, por ejemplo.

¿Había espacio para esas inquietudes?

¿Sabes qué es lo que pasa? A mí no me gusta hablar mucho estos temas, porque son cuestiones más propias de nuestra intimidad familiar. Te puedo decir que el enfoque fue siempre muy cuidadoso, formativo y general, más que una tutoría o una preocupación directa. Quizás me preocupaba más que fumaran, porque lo hacían más directamente.

El cigarro era un tema.

Claro, porque empezaron a fumar muy temprano. Y yo, antes de los 18 años, no los dejaba fumar en la casa.

¿Y el alcohol?

Aquí hemos sido siempre prudentes en el consumo de alcohol. La enseñanza no es necesariamente "Mira te quiero explicar el sexo, sus consecuencias, las relaciones, cómo se evitan", como si uno fuera un profesor y los hijos alumnos. De repente, alguien se quedaba esperando guagua y eso se conversaba.

Es un tema generacional. Mis padres no tenían ningún entrenamiento para enseñarme sobre sexualidad, y yo como madre estoy bombardeada por temas como la pedofilia y…

Si me hubieras preguntado hace 30 años sobre la pedofilia, no habría tenido claridad sobre el concepto. Hay un cuento muy gracioso que le pasó a un amigo. Cuando ocurrió lo de Bill Clinton y Monica Lewinsky se empezó a hablar en la televisión de sexo oral. Entonces la mamá le preguntó "Hijo, dime qué es esto del sexo oral, no entiendo", "¡Ay mamá!", le dijo, "es hablar de sexo" (se ríe).

La señora quedó feliz.

Si de algo peco es de ser muy pudoroso. Siempre he sido respetuoso de mis espacios y del de los otros, incluso de mis hijos. A mí –que tengo una responsabilidad política y, por lo tanto, deliderazgo– me cuesta forzar a la gente a seguir un camino, no me gusta el impacto que tiene el pastor con sus ovejas, que lo siguen adonde el pastor las lleve.

Quizás por eso su familia es tan diversa.

Es una familia diversa, pero al final tenemos una enorme unidad, porque en las cosas que yo siento más vitales, comulgamos. Que uno de mis hijos haya votado por Bachelet o que alguno no le haya gustado Piñera, no es lo más relevante.

Independencia familiar

Usted y su mujer son de la UDI y la diversidad de su familia no está asociada a la imagen que uno tiene de una familia UDI. 

Lo que pasa es que mi pertenencia a laUDI–y la de la Magdalena, por acompañarme en ese momento– se debió a la muerte de mi amigo Jaime Guzmán. Él fue testigo de nuestro matrimonio, padrino de la Coté, hicimos una vida social y laboral juntos. Pero yo no seguí su camino político. Cuando se murió decidí entrar a la política, perdiendo algo que para mí era muy importante: tener más distancia de las cosas y poder opinar. Desde mi espacio académico, fui muy crítico del tema de los derechos humanos y del gobierno militar. No era un enemigo, porque consideré que el trabajo que se hizo en la transformación económica y social fue una contribución al progreso del país, pero entrar a la política me costó mucho, porque sentía perder esa independencia.

Para usted es importante la independencia de sus hijos.

Que sean de opinión libre, fundada, no de un rebaño, que tengan libertad para pensar, para decir, para criticar, para cuestionar lo que corresponda.

¿Usted es un padre exigente?

Yo tenía todas las trazas para ser exigente y al principio lo era, pero la Magdalena era más corazón de alcachofa y les perdonaba todo, les daba permiso hasta para capear. Con el tiempo me fui relajando, entendí que no había que presionarlos, me parece que la presión es lo que uno tiene que evitar.

¿Y los nietos? ¿Cómo han sido?

Han sido duraznos para sacar nietos estos gallos.

Pero si tiene dos…

Pero tengo seis hijos y apenas dos nietos. Viene un tercero en camino, que es hombre.

Quiere muchos nietos.

Sí, si tuve seis hijos yo espero unos doce, calculando que son dos por niño… Pero dos es poco.

¡Pero cómo va a ser poco!

Sí, yo creo que algunos no van a tener ni dos, pero tampoco les exijo. La verdad es que por ellos ojalá que tengan familia.

¿Usted cree que ha sido un buen padre?

Habría querido ser mejor.

¿Mejor en qué sentido?

En dedicarles más tiempo, en estar más con ellos, ser más cercano, me he perdido parte de su niñez, de su juventud, y eso me apena, siento que debería haber hecho más vida de familia. Lo intento, pero siempre algo me lo impide. Ahora vino el terremoto, cuyo epicentro fue en el Maule, mi zona. Los niños han esperado que bajemos el nivel de trabajo, pero se triplicó. Vamos a tener un par de años complicados. Compramos una casa en la playa y la estamos arreglando, ojalá que ahí podamos articular una vida con más tiempo para estar con los amigos. Los he ido perdiendo, porque la amistad es algo que se cultiva.

Sus amigos dicen "Para qué lo invitamos si no puede venir".

"Para qué, si vive en Linares, Valparaíso o está viajando…". Está más complicado. Cuando a la Magdalena le pidieron ser ministra, se resistía, yo la empujé y ella me decía "Pero cómo, si tú aportas muy poco en esta casa". Yo pensé: "Bueno, yo ahora me preocupo de aportar y hacer las cosas", pero vino el terremoto y me ha tenido muy descentrado. Pero bueno, eso es la vida.

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