Ojo con Elisita Punto

Se llama Elisita, no Elisa, y se apellida Balbontín, pero desde siempre le han dicho Punto. Es artista visual y vocalista de la banda electropop MKRNI que acaba de publicar Canciones, uno de los mejores lanzamientos de la temporada. Esta es la historia de Elisita, la artista múltiple que aporta voz, teclado y actitud a la banda.




Paula 1155. Sábado 30 de agosto de 2014.

El remate de la gira por un mes a México, en marzo de 2013, era en playa Mazunte, cerca de Puerto Escondido, Oaxaca. "Teníamos que tocar en un par de bares y a cambio nos daban una semana en un hotelito chiquito. Dijimos 'démosle' y creo que fue el grado de concentración y el aire del Pacífico el que nos ayudó a terminar de componer, a sacar el lado más introspectivo de la banda", dice Elisita Punto (33), vocalista de MKRNI, trío electropop que siembra alabanzas por su cuarto trabajo, titulado Canciones, lanzado en julio pasado. Una reseña de MTV dice que el disco "reproduce a la perfección una tarde de verano junto a la piscina, con resaca, michelada en la mano y sin ni un carajo que hacer".

Medios como Panamerika.fm dicen que escucharlo es como revivir el soundtrack de la película Drive. Mientras que la E-zine neoyorquina Remezcla asegura que la banda "puede haber cambiado un poco, pero son tan agradables como siempre".

Para Elisita se trató más bien de bajar las revoluciones de lo que era hasta ahora una banda revienta-fiestas con tres discos editados y canciones de hasta seis minutos de duración. "Queríamos hacer un disco más transversal, más con formato de canción pop, porque estábamos muy en el nicho de la pista de baile, de la música electrónica, que tiene corto alcance. Queríamos pasar a un mundo más amplio", asegura.

Ese ritmo más reposado, se contrapone con el timing de presentaciones que llevan a cuestas, lo que le ha impedido a Elisita continuar con su otra faceta: las artes visuales. Lo último que hizo fue un taller de muralismo en un centro cultural de La Paz, como parte de la Bienal de Arte de Bolivia a fines de 2013. Un fresco de 10 metros de largo por dos y medio de alto con lo que es su marca registrada: figuras geométricas de colores vivos. "Pinto como componiendo música. Como uso la geometría, voy repitiendo patrones como si fueran estrofas", asegura. A la vez que cita como primera influencia (antes de conocer a Matilde Pérez o a la escuela Madí de Argentina) la atracción que sentía por la colección de alfarería diaguita de su abuelo arqueólogo aficionado.

Sus comienzos en el arte y la música fueron simultáneos. Vivía en Nueva York, hasta donde llegó en 2001 para estudiar Comunicación Audiovisual, y a la par que recorría la escena under tocando en una banda punk con otras dos chicas, trabajaba como asistente de Jerry Schatzberg, el fotógrafo de la portada de Blonde on Blonde, el más célebre disco de Bob Dylan; hasta que llegó al taller de serigrafía donde hacían los afiches de las bandas que estaban sonando en ese momento, como Yeah Yeah Yeahs o Animal Collective y se quedó por cuatro años. Con lo que aprendió ahí y las tramas que venía desarrollando en su habitación con masking tape ("un material limpio que me daba colores planos"), hizo su primera exposición, titulada Andes en una galería de Brooklyn en 2009. Todo por el camino autodidacta. "Cada vez que necesito aprender algo nuevo, lo estudio. Cuando sentí que me faltaban conocimientos de producción musical, por ejemplo, me metí a la Dj School, después tomé clases de composición con Pía Vargas y ahora tengo clases particulares de canto y armonía", señala.

Siempre en movimiento, cuando no está saltando tras el teclado de la banda que conforma junto a Marcelo Peña (Miopec) y Sebastián Román, está en su taller Impresiones Clara, donde trabaja serigrafías hechas a mano en pequeños tirajes. "El arte y la música van juntos. Hice las carátulas de los primeros discos y aporto en la estética del grupo. Pero ahora no tengo tiempo para algo de más largo aliento en arte. Porque estoy a full con MKRNI".

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