Rumpy: su nueva lucidez

Estuvo un año viajando por el mundo con su mujer y su pequeña hija. Y en ese viaje, asegura, aprendió el valor del desapego. Volvió en septiembre. Y decidió no beber más. Cero alcohol. "Estoy tan lúcido que me metí en un reality", dice por Amor a prueba, el programa de parejas de Mega donde el locutor está a cargo de los cara a cara. Esto es lo que ve el Rumpy con su nueva mirada hiper atenta.




Paula 1165. Sábado 17 de enero de 2014.

Porque podía. Esa es la primera razón que da Roberto Artiagoitía (45 años), el Rumpy, para contar la motivación de ese largo viaje que comenzó en 2013 y concluyó en 2014. Porque podía y quería. Punto. Así fue como el locutor radial, con 23 años de trayectoria y cuatro películas a cuesta, se mandó a cambiar con su mujer, Isidora Cabezón, con quien lleva nueve años casado, y su pequeña hija Noemí, que entonces tenía 1 año.

Partió en agosto de 2013. Fueron trece meses solo interrumpidos por un viaje a Chile para hacer la continuidad de la serie La canción de tu vida, de TVN. Pasó por Suiza, Alemania, España, Francia, Portugal, Tailandia, Indonesia y Australia, países por donde deambuló con 23 kilos de equipaje. Ni un kilo más.

Volvió en septiembre de 2014. Y retomó El chacotero sentimental, programa en el que lleva más de 18 años escuchando las aventuras y desventuras de los chilenos ya sea en grado uno, dos o tres. Incluso cuatro. Ocho llamados al día. 40 a la semana. 160 al mes. 1920 anuales. Por 18 años. Fuerte lo suyo.

¿Con qué país te encontraste cuando volviste?

Volví el día del bombazo en la Escuela Militar. Fue súper fuerte. Fue encontrarme con otro país, muy chocante.

¿Qué pensaste?

Que Chile es un país de errores profundos; o sea, que un tipo ponga bombas en la calle es porque estamos mal. Chile es un país muy injusto, frustrante. Siempre he pensado ¿cómo la gente no quema todo? Aquí hay que ver el país con una mirada solidaria profunda y dejar la avaricia y la mezquindad. Eso pensé ese día y me dio susto. Necesitamos una mirada mayor y amplia para que seamos felices.

Llegaste en un mal día.

No, Chile es así. Y es un país muy pequeño. Si el mundo fuera un curso, Chile sería como el chico choro, pero que se va para la casa y no lo pescan, que tiene problemas sicológicos no tratados; por lo tanto, no va a ser presidente de curso ni nada, no va a trascender. Chile es un país que nunca va a hacer nada interesante en el concierto del mundo. Somos un cero coma cero cero cero de la población mundial y no vamos a tener ningún huevón que sea un verdadero aporte a la humanidad, ni en la belleza ni en nada. Tal vez en el fútbol.

"Si el mundo fuera un curso, Chile sería como el chico choro, pero que se va para la casa y no lo pescan, que tiene problemas sicológicos no tratados, por lo tanto, no va a ser presidente de curso ni nada, no va a trascender".

¿No te gusta Chile?

No se trata de eso. Pasa que lo encuentro muy mezquino, la propuesta es muy corta. Te preparan para estudiar, para trabajar y todo tan pequeño. Yo fui un huevón al que nunca le fue muy bien en el colegio ni en los estudios, pero tuve suerte en la vida y ejercí un oficio muy bien remunerado con ciertos destellos de lucidez, lo que me permitió tener una situación económica estable y más. Ya pasé los 40 años y ¿qué me propone este país? ¿Que acumule? ¿Que multiplique? Esa es la propuesta. Por eso uno no entiende por qué los empresarios se siguen cagando a los empleados si tienen tanto, si no les va alcanzar la vida para gastarse toda la plata que tienen. ¿En qué minuto uno para y mira al de al lado y al país en su conjunto y se pregunta qué puedo hacer yo? ¿Qué oportunidades nos están dando para ser felices? ¿Quién nos enseña a divertirnos, a disfrutar?

¿Cómo se hace?

Con educación, pero no de números ni en la sala, me refiero de salir a recorrer. Este país queda muy lejos. En serio. Cuando estaba de viaje y decía que vivía en Chile me decían "Wow, exotic". Y cuando le decía a alguien que si venía a Chile tenía un amigo, me miraban así como: "loco, estoy en Europa, para eso me voy al Congo". Y es que Chile es el fin. ¿Cachái que el sol sale por el este? Estuve en Byron Bay, que es la colita de Australia, donde sale el sol. Chile está casi al otro lado, en las últimas horas de sol, de luz. ¡Pero si hasta la luz llega gastada! Cuando aquí es hoy allá es ayer. Somos los últimos.

¿Hay algo que te guste mucho de Chile?

Su sentido del humor, que lo hace adorable. Es lo que más me gusta y es lo que me hace estar acá, porque me divierte, como cuando te caes y alguien te dice: "están cabezonas las hormigas".

De una maldad infinita.

De bullying. Por otro lado, ves que en el Congreso los tipos se suben el sueldo y quedan como uno de los mejores pagados del mundo en un país todo cagón.

¿Qué nos falta?

No hay reflexión. Chile funciona como la televisión, con esa mentalidad televisiva del "no nos preocupemos, tenemos que sacarlo y lo sacamos igual". ¿Qué tal si perdemos cuatro años de mirar hacia delante y miramos para atrás? Estuve en Berlín, una ciudad bella, y allá, en el país en que exterminaron a todos, se hacen cargo de su pasado. Cuando vas caminando te encuentras con una casa con una placa que dice: "en esta casa sacamos a tal persona y lo matamos con toda su familia. Aquí cometimos un error". Hay que perderle la vergüenza al error con una reflexión profunda acompañada de verdad, porque aquí los militares todavía no dicen dónde están los desaparecidos.

"De mi viaje por el mundo, el país que más me gustó fue Australia, por lejos. Debe haber millonarios, por supuesto, pero todos estaban surfeando. Allá lo que la gente busca es simple: una buena ola, tomarse una cervecita, cuidar a los niños, tener espacios útiles. Tienen una libertad y un desprejuicio tremendos".

Se supone que en Chile están pasando cosas muy interesantes, la reforma tributaria, la reforma a la educación, la reforma laboral.

¿Sabes lo que pasa? Que por más que Bachelet quiera hacer una cosa y lleguen otros y sientan que se los están cagando, y después lleguen otros y así sucesivamente, tiene que haber una mirada, un entendimiento más profundo. ¿Cuánto necesita usted para vivir? ¿Lo tiene? ¿Cuánto necesita el otro? Más que política, eso es humanidad.

¿Cómo?

No sé, organizando mesas en las plazas y conversando. Hablar, dialogar. El mismo viejo que en vez de decirme a mí que mi perro le molesta va y le dice a un paco y el paco va y me dice a mí que saque al perro para que el caballero no se enoje. ¡Mi vecino! Deberíamos tener plazas bullentes a toda hora, con estudiantes de Teatro, tableros de ajedrez, pinturas. El punto es que no hay nada, solo la ocurrencia de cerrar los bares para que la gente no chupe. Es desilusionante.

"Hago todo lo que quiero pero mis juguetes son baratos: un perro y una bicicleta. Hay gente que se pone más sofisticada con la plata. Yo no soy de esos. Reciclo. Reutilizo las cosas en todo aspecto. Casi no compro cosas nuevas".

¿Algún destello de esperanza?

No sé si de esperanza, pero como paso por Puente Alto (cuando va a grabar el reality a Pirque) me pongo a conversar con la gente y me cuentan cosas. Uno me dijo: "no voto pero (Manuel José) Ossandón hizo algo por mí: en la esquina de mi casa puso una biblioteca". Le pedí que me la mostrara. ¡Era un carro de tren hecho biblioteca! Bonito. Al lado de una botillería, claro, pero había una biblioteca en la esquina. Ahí tienes a alguien que pensó un poquito.

DESPRENDIDO

¿Hay que ser muy millonario para viajar como tú lo hiciste?

Para nada, o sea, con lo que cuesta Chile... Ahora, hay maneras y maneras de viajar. Nosotros viajamos como vivimos acá. Lo más caro fueron los pasajes de avión porque dimos la vuelta al mundo. Pero viajo como vivo, entonces no necesité grandes cantidades de plata. No voy al Ritz ni como en los restoranes más refinados ni de Chile ni en ningún lado.

¿Cómo vives?

Vivo bastante más sencillo de lo que podría.

¿Por qué?

Porque hago todo lo que quiero pero mis juguetes son baratos: un perro y una bicicleta. Hay gente que se pone más sofisticada con la plata. Yo no soy de esos.

¿Siempre fuiste austero?

A ver, reciclo y el reciclaje tiene una raíz mucho más profunda si uno lo asume como algo más que agarrar tu botellita de vidrio y llevarla a tal parte. Me refiero a reutilizar las cosas en todo aspecto. Casi no compro cosas nuevas.

¿Cuándo te pusiste así?

Me fui haciendo. En realidad siempre fui bastante austero, y con esto no vayas a creer que tengo una vida de monje, no, hago lo que quiero siempre y donde quiero. El punto es que no quiero muchas cosas ni tantas veces.

Te fuiste desprendiendo.

De a poco, pero fue justamente en este viaje que lo constaté como el gran aprendizaje que tuve: nada de compras, de cosas innecesarias. Nuestra máxima capacidad de equipaje eran 23 kilos. Y punto. Ni un kilo más ni cosas inservibles. Llevaba un par de zapatillas, unas chalas, algo para el frío, un pantalón largo y ya.

"Somos un país muy mezquino, la propuesta es muy corta. Te preparan para estudiar, para trabajar y todo tan pequeño. Yo fui un huevón al que nunca le fue muy bien en los estudios, pero tuve suerte, ejercí un oficio bien remunerado. Ya pasé los 40 años y ¿qué me propone este país? ¿Que acumule?".

Viajaste bien ligero de equipaje.

Con poca necesidad y poco apego. Tenía unas zapatillas gruesas que en el sudeste asiático no me servían para nada. Y yo las veía y decía: "ando puro paseándolas", y las agarré un día y las dejé al lado de un basurero. Chao.

Muy desprendido.

Fue la gran cosa de mi viaje. Desapego de todo. Solo me interesan los afectos, las personas que quiero tener cerca, los amigos, la familia. Como que me puse melancólico. Pensaba en el amigo que se casó; me preguntaba ¿en qué estará este otro? Nunca dije: "qué lata no tener un auto", porque perfectamente pude comprarme un auto en cada país y después venderlo, pero no, hice una vida de bicicletas recicladas. Si seguimos pensando que la solución a todo es comprar cosas nuevas nos vamos a ir a la cresta. Por eso el mundo está lleno de cosas, de autos, de aviones, de zapatos, de bolsas, de todo. Es impactante.

¿Cómo llegaste a pensar el mundo como una acumulación de cosas?

Es que me impacta la cantidad de huevás que hay. Es impresionante. Estamos acostumbrados a un asunto que es terrible: la abundancia. El mega supra ultra estilo de vida acumulador de cosas. Te apuesto que si empezaras a usar toda la ropa que tienes en el clóset podrías ponerte todos los días algo sin repetirte durante un mes. Treinta días. Es muy fuerte y cuando viajas necesitas ceñirte a lo necesario, a lo vital. Y claro, yo también tengo la polerita del rodaje, la zapatillas para el fútbol, para el tenis… por cariño uno va juntando cosas. Pero no está bien.

¿Qué país te gustó más de tu viaje?

Australia, por lejos. Tiene una modernidad posible para mí, uno se reconoce, tiene un sentido de lo salvaje que es fantástico, me encanta cómo utilizan la naturaleza, como se acoplaron a tremenda geografía, lo parecido que vive la gente. Debe haber millonarios, por supuesto, pero todos estaban surfeando. En Australia lo que la gente busca es muy simple: una buena ola, tomarse una cervecita, cuidar a los niños, tener espacios útiles. Es súper choro, tienen una libertad y un desprejuicio tremendos. Y no había ladrones.

En todos lados hay ladrones.

Falso, en Australia no hay. Cuando iba a la playa con mi señora bajábamos con todas las cosas, que la toalla, que no sé qué y después nos turnábamos para cuidarlas. Y llegué a un punto en que entendí que no iba a pasar nada con mis cosas, que no me las iban a robar. Recuerdo una tarde en que un tipo dejó su billetera y su celular sobre el cartel que tienen en la playa los salvavidas. Pensé: "se van a cagar a este gil". Estaba en eso, mirando las cosas del tipo que estaba surfeando, cuando el salvavidas se va y me pasa las cosas. Y ahí me quedé, haciéndole señas al tipo que surfeaba como diciéndole "hey, no te preocupís, te tengo tus cosas, yo soy terrible de honesto". Y volvió el tipo, tomó sus cosas y se fue.

¿En ningún momento del viaje colapsaste?

No.

Viajar con guagua es fregado.

Es otra cosa. Cero salida nocturna o al cine. O sí, pero solo, haciendo turnos. Fue una experiencia familiar muy intensa. No hay recreo. Llegó un punto en que a mi mujer se le mojó su teléfono y compartíamos hasta el celular, hasta el whatsapp. Ya no teníamos ni eso de privacidad. Viajar con mi hija fue alucinante; estar todos los días juntos durante un año entero fue súper. Poníamos las maletas en la cama de turno y la Noemí llegaba y se subía al coche como diciendo "nos vamos". La primera palabra que aprendió a decir fue esa: "¡vamos!". Tenía 28 meses y se había subido a 32 aviones.

Su rutina fue el viaje.

Claro. Durante el viaje tenía poquitos juguetes y los quería mucho. Pero llegamos acá y se llenó de juguetes, de ropa, de todo. Pasó de tener una muñeca a tener ocho.

SOBRIO

De tanto escuchar historias en la radio, ¿has llegado a alguna conclusión sobre las relaciones sentimentales?

Generalizar no es lo que más me gusta, pero sí veo una mayor sensación de búsqueda no de cariño, sino de placer.

¿Más que de amor?

Más.

¿Buscan tener buen sexo?

Un rico pololo pero que tire rico. Es una búsqueda real, más sincera. El otro día hablaba con una amiga de veinte años y le preguntaba si pololeaba y ella me decía ¿para qué? ¿para llevarlo a la casa a comer con los papás? Eso es un pololo. Y claro, tiene razón. No hay para qué pololear si puedes hacer todo.

"Me medico poco. Parto la pastilla de Ravotril de 0,5 y me tomo la mitad. Es que me gusta sentir. Aunque es cierto que la pena y la ansiedad a veces son grandes.".

¿Y con el amor no pasa nada?

Es que es muy difícil llevar una vida en pareja; el amor de pareja en este escenario es súper complicado. ¿Cómo estamos juntos? ¿Hasta dónde llego yo? ¿Hasta dónde llegas tú? ¿Hasta dónde llegamos nosotros como nosotros? ¿Dónde metemos a los hijos en esta historia? Es muy loco.

Pero todos buscan eso, sobre todo llegando a los 40.4

Es que, a ver: si entiendes soledad como estar sin pareja, puede ser, pero a los 40 con hijos, es lo mismo que decía mi amiga de 20: no hay para qué pololear. ¿Les vas a presentar un huevón a tus hijos? ¿Cómo lo vas a meter a tu casa para que vea a tus hijos y tu miseria?

¿Vas al siquiatra?

Sí.

¿Te medicas?

Muy poco. Parto la pastilla de Ravotril de 0,5 y me tomo la mitad. Es decir, tarde mal y nunca me tomo 0,25. Muy poco. Es que me gusta sentir. Aunque es cierto que la pena y la ansiedad a veces son grandes.

"El otro día fui a un matrimonio y vi a unos gallos de 20 años que, apenas llegaron a la fiesta, se fueron al bar. Se tomaron cuatro piscolas al seco. Y yo pensaba: 'qué manera de gastar juventud', Y me alegré de estar de este otro lado. Me encantó no tener que hacer eso".

¿Y por qué prefieres comerte la angustia pudiendo evitarla con una pastilla?

Porque es parte de la felicidad. Cuando estoy muy angustiado me ayuda a disfrutar. No fumo tabaco ni marihuana ni consumo cocaína ni alcohol, no como hidratos de carbono.

¿Qué te pasó?

No sé, creo que desde los 12 años que no hacía algo así. Lo tomo como parte de un viaje. Desde que llegué a Chile no tomo alcohol. Me dije: no voy a chupar hasta fin de año y después como que me ha gustado la vida así.

¿Estabas tomando mucho?

No, pero he chupado tanto en mi vida, o sea, como para llenar la piscina del Estadio Nacional. Entonces decidí parar y no desde la desesperación, la privación o el sufrimiento, sino que desde la lucidez.

Es decir, ahora eres testigo de cómo los demás se emborrachan.

Es heavy, pienso en mí cuando lo hacía. Pero no es fome, puede ser hasta más entretenido si estás con la mirada atenta. El otro día fui a un matrimonio y vi a unos gallos de 20 años que, apenas llegamos a la fiesta, se fueron de hacha al bar. Se tomaron cuatro piscolas al seco. Y yo pensaba: "qué manera de gastar juventud". Y me alegré de estar de este otro lado. Me encantó no tener que hacer eso. Y te lo dice un bebedor; estar en la otra vereda y sentir que no tengo la necesidad de hacer eso es muy tranquilizador. Y lo pasé chancho, bailé, conversé y abracé a los amigos. No estoy en rehabilitación, estoy atento.

Estás sobrio, lúcido.

Súper sobrio y es una experiencia. Estoy tan lúcido que estoy metido en un reality.

¿Cómo así?

Me empezaron a llamar con esto del reality cuando estaba en Barcelona y yo les decía: ¿me están hueveando? Llegué, insistieron y me junté con ellos por cumplir. Y cuando me contaron que era un reality de parejas, dije que sí.

Cualquiera pensaría que tomaste esa decisión precisamente no muy lúcido.

Puede ser, porque nunca he visto un reality. No conozco a Luli ni a Junior Playboy. Entonces llegué con una mirada súper desprejuiciada y abierta a la sorpresa. Y, bueno, entro, los saludo y les pregunto cómo va el encierro, para mí ha sido súper novedoso porque encuentro tan loco que la gente haga eso, que te pongan a un tipo a jotearte a la mina todo el rato ¡Es muy loco! Por otro lado, la gente de la producción aceptó mi mirada, me escuchan.

¿Cuál es tu mirada?

Por ejemplo, cuando digo "mira yo creo que en este punto deberíamos tener instancias de reflexión". A mí no me interesa ir a que se pasen la gomita en la boca. A mí me gusta sentarme a conversar con estas parejas. En serio.

¿Y qué les dices?

Les pregunto dónde se echan los polvos. Me cuentan que en el baño. Hago eso y después participo de los cara a cara en el que se dicen de todo y te juro que me encanta ese cahuín. Voy poco al reality, no tengo una participación muy grande, pero me hice un espacio. Es una hora y media la que me pego de viaje hasta allá y en el camino paso por Puente Alto, me bajo y hablo con la gente. Me armo una vida con tiempo, una vida para darme el gusto de disfrutar todo lo que me está pasando. Una vida con momentos para andar en bicicleta, salir con el perrito, oler la primavera. ·

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