Té con Sergio Onofre Jarpa

El ex ministro del Interior de Pinochet y uno de los fundadoreas de RN, examina el nuevo gobierno de Sebastián Piñera, mientras ofrece café en polvo, torta, galletas y sandía en su casa con tejas y corredor a la chilena en Pencahue, Talca. En el comedor, los servicios están dispuestos a la antigua y un retrato de la Virgen del Carmen, con unos soldados heridos a sus pies, vigilan esta conversación. A los 89 años, Sergio Onofre Jarpa anda más lento, pero sólo está alejado de las pistas políticas: tiene polola (aunque lo niegue).




Directo al grano. ¿Qué espera del gobierno de Piñera?

Que aproveche la oportunidad que se ha estado perdiendo con los precios del cobre. Ahora hay harta plata para que haga lo que hay que hacer: terminar con los campamentos, donde la gente vive como animal. De ahí es donde salen los chiquillos maleantes. Se critica que el gabinete que formó no tiene experiencia política.

¿Será capaz de gobernar?

Mientras menos mentalidad política tengan, mejor.

¿Por quién votó usted?

Por Piñera, desde que Eduardo hizo el acuerdo con los comunistas. Fue una lesera hacer ese pacto. Cuando lo hizo dije: "Hasta aquí no más llegamos". Al principio estaba indeciso entre votar por Frei o abstenerme, sin mucho entusiasmo.

Siempre pensé que a usted no le acomodaba Piñera. Que no perdonó el Piñeragate.

Yo era amigo de la candidata, Evelyn Matthei, y ella lo perdonó, ¿qué más me tengo que meter yo?

¿Cómo es posible que un hombre metido en esos líos llegue a ser presidente?

Mire, en política las zancadillas son pan de cada día.

Qué feo.

Claro, pero en política es sin quejarse.

¿A usted lo llaman por teléfono de RN para pedirle su opinión?

No, hay mucha gente más capacitada y con el motor mucho más nuevo que yo.

¿Y dígame, por qué renunció a RN, el partido que ayudó a fundar?

Porque dejó de ser nacional y se transformó en personalista, en ideas que son distintas a las originales. Mi idea era un partido nacional unitario y después resultó un partido que se decía "liberal", con muchos injertos norteamericanos.

¿Traídos por Andrés Allamand?

Él transformó al partido. Dejó de ser nacional: estaba convencido de estas cuestiones liberales.

"Yo siempre he dicho, si en Chile un gallo pelusa se roba una gallina, lo meten preso, pero si uno de estos capos de la política se roba millones ¿qué pasa? Nada. No le pasa nada".

¿Cómo está su polola?

Eso no está para mí, ¿hasta a qué edad a uno le pueden preguntar eso?

Toda la vida. El amor es algo bueno.

¿Es bueno? ¿Cómo voy a estar pololeando a estas alturas de mi vida?

¿Y cómo el general Matthei?

Le voy a pedir la receta. Póngale lo que quiera, pero polola, es para otra vuelta.

¿Qué le parece que la derecha le haya dado la espalda al pinochetismo?

La experiencia que tenga cada uno marca la conducta. La familia de Piñera no tuvo mayor acercamiento, a pesar de que José Piñera fue un muy buen ministro de Pinochet.

¿Ahora se siente cercano a algún otro partido?

A mí me gusta hacer cosas concretas. La gente de los partidos se arregla los bigotes no más entre ellos mismos, no les importa que el resto de la gente no tenga para comer. Eso destruyó mi fe en los partidos.

¿Tiene amistad con gente de izquierda?

Sí, por ejemplo, usted me puede decir cualquier cosa del gobierno militar y yo la quiero igual.

Hablemos de la dictadura, entonces. ¿Se desilusionó de Pinochet cuando supo lo de las cuentas millonarias?

El ser humano tiene debilidades y pecados. Hay un primer impulso en creer que el gobernante tiene que ser perfecto. O lo juzgamos como estadista o como pecador o no pecador. Yo, al menos, tengo el mejor recuerdo de Pinochet, del gran gobierno que hizo.

En eso no nos vamos a poner de acuerdo nunca. ¡Cómo no le va a dar rabia que se embolsara tantos millones!

Se lo atribuyo a debilidades humanas no más. O que algunos familiares querían tener fondos para defenderse políticamente en el futuro.

¿Ve aún a los Pinochet?

Muy poco. Sólo compartía con él y la señora.

¿Y ella cómo está?

Hace tiempo que no la veo. Ese tema nunca lo he hablado con ella. Se me ocurre que querían tener fortaleza económica, porque los descendientes no iban a ser muy bien recibidos en otros países. Oiga, están rebuenas estas redondelas (galletas).

¿Usted se ve a sí mismo como personaje de la historia de Chile?

No. Estoy conforme con lo que hice como embajador, pero en el Ministerio del Interior no logré nunca sacar adelante muchas cosas que deseaba porque me era difícil. Cosas como votaciones para un congreso, por ejemplo. ¿Quiere más queso? Aquí hay té.

¿En qué situación judicial está usted hoy?

No puedo salir del país porque el juez Garzón me puso en una lista de treinta personas que pueden ser investigadas al llegar a Policía Internacional. No sé de qué me acusan. No he sido notificado nunca.

¿No sospecha de qué lo acusan?

Yo era ministro del Interior y era fácil echarme la culpa de todo lo que pasaba. A mí no me preocupa, tengo la conciencia tranquila porque hice lo mejor que pude para Chile y los chilenos, nunca mandé matar a nadie ni a machucar a nadie. No lo habría hecho, porque no está en mi modo de ser.

Si estuviera Pinochet invitado acá a tomar té, ¿qué le diría?

Le preguntaría cómo lo pasa allá arriba con San Pedro.

¡Cree que está arriba!

Sí, pues. Yo valorizo los buenos propósitos de la gente. No los pecados.

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