Tolerancia Cero, una contra cuatro

Una periodista se enfrenta a los cuatro temidos panelistas de Chilevisión: Villegas, Del Río, Paulsen y Eichholz. Mientras ella instala las preguntas, ellos se interrumpen, se pican, se embalan y hablan de la arrogancia de Marco Enríquez-Ominami, de los entrevistados que les sacan los choros del canasto y de por qué no hay una panelista mujer en el programa.




La situación es la siguiente: Chilevisión, cuatro de la tarde. Los panelistas de Tolerancia cero, el programa de análisis político más importante de la televisión chilena, esperan sentados en una mesa para dar esta entrevista. Acaban de discutir los temas que analizarán y el nombre del valiente entrevistado que el próximo domingo, en horario estelar, se someterá al filo de sus preguntas. Aunque el programa apenas se empina sobre los 8 puntos de rating, son pocos los que se niegan a la invitación, y muchos los que quisieran estar ahí. Por Tolerancia cero han pasado todos los candidatos presidenciales, y los empresarios, políticos y líderes de opinión más influyentes del país.

Del programa que nació hace diez años, y que se transmitía los domingos en la mañana, sólo queda Fernando Villegas, el sociólogo. En un principio lo acompañaban Alejandro Guillier, que en 2008 emigró a TVN y Libardo Buitrago. Ahora, la flamante formación la completan los periodistas Matías del Río y Fernando Paulsen, y el abogado Juan Carlos Eichholz.

Al principio cuesta que arranque la entrevista. Villegas pone su habitual cara de fastidio que es, además de una pose que le encanta, resultado no de una amargura eterna, asegura él, sino de una miopía que lo obliga a fruncir el ceño. Juan Carlos Eichholz, la última incorporación al panel desde que se fue Sergio Melnick, se mantiene a raya, como esos autos en rodaje a los que les escriben: "Re100 ajustado, no apurar". Matías del Río, el más joven, es el más entusiasta. Y Fernando Paulsen sólo pesca a su iphone. Lo mira, aprieta teclas y pone caras como si dialogara con el aparato. Hace cuatro días volvió a usar twitter, después de dejarlo por un tiempo. Fernando Villegas dice que esta nueva red social lo ha transformado en una suerte de alcohólico que "se chanta" por unas semanas para volver a recaer.

La verdad es que cada uno por separado no tendría por qué poner en apuros a nadie. El problema es justamente ése: que son cuatro y que juntos se potencian y ponen en aprietos al que se les ponga por delante en el programa de conversación política más comentado de la televisión.

–En lugar de cuatro contra uno, esta vez será una contra cuatro.

Eichholz: Marco Enríquez dijo lo mismo cuando llegó.

Villegas: Y le fue como las huevas.

LOS INSULTOS

¿Qué rol tiene cada uno en el programa?

Del Río: Como conductor, a veces tengo que ponerme el sombrero del canal y a veces el mío. En cambio, el resto tiene un sombrero propio. Creo que Juan Carlos es quien tiene una posición política más marcada, mientras que Villegas dice que no es periodista pero actúa como tal hace como veinte años…

Villegas: Yo no soy periodista ni hace treinta años ni ahora, y tampoco siento que seamos como los personajes de la comedia del arte. Cuando la gente opina de nosotros es por cosas bien puntuales: si les gustó o no lo que dijimos. Dependiendo del caso nos insultan o nos adulan. Por lo general es "¿por qué dijo tal cosa?" o "usted es un vendido, o usted es un baboso marxista". Acá hay un señor que siempre nos trata a varios de nosotros así.

Del Río: Sí, manda mails religiosamente después de cada programa diciéndome rata marxista y a Paulsen baboso marxista. Lo que más me entretiene es el equilibrio que se da entre los que te dicen marxista y facho de mierda.

Paulsen: Acá cada uno actúa como cree. El problema no tiene que ver con lo que uno hace, sino que con cómo se interpreta. En un porcentaje altísimo, cada vez que alguien coincide conmigo me manda un mail que dice que soy objetivo, lo que me parece absurdo. Por el contrario, si mi opinión no es coincidente, en su justo derecho de interpretación y análisis puede considerar que soy un baboso marxista, que soy un traidor a mis ideas y que me he transformado en un derechista brutal por el hecho de trabajar en el canal de Sebastián Piñera.

A COMBOS

¿Los han puteado en la calle?

Del Río: No.

Paulsen: A mí tampoco, pero a algunos los agarran a combos

(señalando a Villegas).

¿Te pegaron?

Villegas: No, más bien yo pegué. También recibí pero, afortunadamente, pegué un poco más. La verdad es que no quiero

tocar el tema.

Del Río: Fue en el estacionamiento de un mall.

Paulsen: Y salió en los medios.

Villegas: Nada, me agarré con un señor y después nos dimos la mano y excusas por haber cometido esa torpeza.

LAS MUJERES

Trataron harto bien a Karen Doggenweiler el otro día.

Eichholz: Es muy simpática ella, aunque a mi círculo femenino más cercano no le gustó mucho, porque dicen que fui muy lacho.

Del Río: ¿Quién dice eso?

Eichhoz: Mi señora, sus amigas…

Paulsen: Perdón Lorena, ¿pero cuál era la alternativa al comentario que acabas de hacer? Porque lo que acabas de decir de Karen Doggenweiler no fue gratis. ¿Cómo debiéramos haberla tratado para que tú jamás hubieras dicho esa frase? ¿Acaso debimos sacarle trapitos al sol, ponerla en ridículo, tratarla

como a alguien que tiene que dar cuenta de algo privado que está ocultando?

¿Es un tema sensible?

Paulsen: Para nada. Pero tú lo pusiste sobre la mesa como si tuvieras una idea preconcebida que quisieras instalar. ¿Por qué tratamos bien a Karen? ¿Qué diferencias hay con el trato que le dimos a Evelyn Matthei?

Ok, yo creo que el tema no es Karen, creo que el tema son las mujeres.

Villegas: Eso de que el problema son las mujeres no es cierto, estamos acostumbrados a recibirlas. Pasa que si uno mira a una mina con una sonrisa es porque le está coqueteando, y si uno la mira con el ceño fruncido, como lo hago yo porque soy miope, entonces estás enojado. Son interpretaciones del respetable y nosotros nos lavamos las manos en esa materia. Con todos los invitados tenemos la misma actitud hospitalaria, ¿cierto?

Paulsen: Depende mucho, yo creo que la parada inicial ante cualquier invitado es ésa, pero hay veces en la que un invitado nos saca de la comodidad del esquema de preguntas y respuestas. Eso pasó con Marco Enríquez, quien, equivocadamente a mi modo de ver, creyó que su éxito en Tolerancia cero consistía en que, en un gallito individual con los panelistas, les ganara a los cuatro, lo que me parece absurdo. ¿Qué necesidad había de eso? A mí, en lo personal, me sacó los choros del canasto.

Villegas: Me pasa lo mismo: cuando se botan a choro con uno que es un viejo zorro, lo que hace el viejo zorro es dar una palmada en el poto, que fue lo que hicimos todos de alguna forma u otra.

Del Río: Yo encontré que fue divertido, que fue un giro humorístico que resultó de sus nervios.

¿Juan Carlos, tú te picas?

Eichholz: En circunstancias como la de Marco Enríquez-Ominami no, pero con Lagos… Y no sé si picar es la palabra, pero me molesta la desfachatez que tiene para responder preguntas cuyas respuestas él sabe que son incorrectas. Y no se arruga.

Del Río: A mí lo que me pica son las personas que vienen en forma deliberada a utilizar esta plataforma, independiente de la gente que tenga adelante. Cuando tú le preguntas cuánto son dos más dos y ellos siguen con su discurso, y ya, está bien que tengan su discurso, pero primero que me digan cuatro y que después suelten lo que quieran. Eso me da mucha rabia porque te ningunean, como si uno estuviera pintado. Por ejemplo, Insulza que venía a hacer su discurso y a mí me pareció que eso no correspondía. También está Escalona: cuando le pregunté sobre los pagos a un cuñado suyo, se enfureció y ¡se fue! Será porque está acostumbrado a ser el dueño del circo… Seguro en la Concertación si no se hace lo que él quiere se para y se va.

MACHOS

Hablemos de mujeres…

Eichholz: ¿De las panelistas de Tolerancia cero, por ejemplo?

Paulsen: Muchas veces se ha pensado en incorporar una panelista. En algún momento estuvimos muy cerca de tener una, como cuando se fue Schiappacasse.

Villegas: Tú, Matías, todavía no nacías.

Paulsen: No voy a mencionar el nombre, pero una de las personas que estaba en la mesa dijo: "Si es que viene una mujer y consideramos que está diciendo una imbecilidad, ¿estamos en las condiciones de decirle que lo que está diciendo es una imbecilidad, exactamente como lo hacemos entre nosotros? ¿Tendríamos que cambiar la forma de tratarnos o tendremos que tratarnos los tres de una manera y a ella de otra forma sólo porque es mujer y porque la gente podría interpretar que somos machistas?". La verdad es que no tuvimos respuesta.

Villegas: Mira, yo trabajé con una mujer en un programa que se llamaba Domicilio conocido, con Carolina Rossetti, y créeme, no fue fácil… No se trata sólo de lo que podamos hacer o decir con ella, como plantea Fernando, sino que, además, las mujeres que llegan a estos puestos ejecutivos se comportan sobreaceleradas y llegan a extremos que bordean la histeria tratando de demostrar que somos iguales.

Eichholz: Ésta es la parte en la que te dejamos solo.

Del Río: Sí… Yo creo que es un problema generacional, porque yo no tendría ningún problema si se sumara una mujer al panel. De hecho, en radio mi partner es mujer y siempre he trabajado con mujeres.

Eichholz: Yo tampoco tendría ningún problema.

Villegas: Las mujeres se comen más tiempo, tratan de hablar más como compensando esas carencias que sienten en la vida social por razones injustas.

Eichholz: Pero Fernando, ¿eres machista o no eres machista?

Villegas: No lo soy pero eso no tiene nada que ver: mi opinión no es machista ni no machista, es sólo un juicio lógico, una observación y puedo estar equivocado. Supongamos que lo estoy, nadie va a decir: "Fernando tiene un juicio", no, van a decir: "Fernando es machista". Todo lo que acabo de decir será usado en mi contra para dejarme como un machista.

Paulsen: Y te lo mereces. Yo no acepto tener discursos diferenciados sólo por el hecho de que alguien sea hombre o mujer. O sea, yo veo niñitas caminando delante mío que se huevonean para arriba y para abajo y que se tratan de huevonas, que es la máxima expresión de masculinización que ellas puedan

hacer de sí mismas… Nada de eso es soprendente hoy día. Es más, los departamentos de prensa están llenos de minas que se tratan a garabato limpio entre ellas y que con los hombres van de tú a tú a puro huevoneo y a nadie le parece mal. Tengo hijas y me cargaría que anduvieran huevoneándose por la vida o diciendo "¿Acaso me hái visto las huevas?".

Del Río: O cuando dicen "erís pajera". A mí también me choca mucho esa masculinización.

EL PODER Y LA GLORIA

¿Por qué la gente los ve?

Villegas: Se produce un fenómeno de identificación con nosotros, como la del barrista con su camiseta, lo cual es una huevada y no tiene ningún sustento, pero hace que haya gente que nos vea como sus caballeros, representando a la dama en un torneo.

¿Qué tan influyentes son?

Villegas: En política, mi opinión es que tenemos cero influencia. No existe ninguna política pública o privada que haya sido afectada aunque sea por medio grado por lo que se discuta en la mesa.

Del Río: Ok, en esos términos es cero, pero sí influimos en la formación de opinión del público. La gente arma su propia opinión a partir del mix de opiniones que se dan en la mesa.

Del Río: Tolerancia cero es influyente en cuanto hay gente que quiere venir y aprovechar esta plataforma para influir. Porque cuando viene el presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio, él sí quiere venir a algo.

Villegas: Pero ahí no somos influyentes, ahí somos instrumentalizados. No hace mucho, me vanaglorié al decir que fuimos nosotros los primeros, hace tres años, que planteamos que la Contraloría no sólo debería revisar la legalidad de las decisiones del Estado, sino que también la gestión. Hace poco en un programa dije: "Capaz que esta cosa la hayamos iniciado nosotros acá, en Tolerancia cero". Y llegó un millón de mails diciendo que éramos unos huevones arrogantes y engreídos, que si acaso nos creíamos los únicos que pensaban en Chile. Se rechaza tajantemente que seamos causantes de ninguna huevada.

HOMBRES MUERTOS CAMINANDO

¿A qué panelista de los que se han ido echan de menos?

Del Río: Yo echo de menos a Melnick.

Paulsen: Yo echo de menos a Schiappacasse, me gustaba poder conversar de deporte y otras cosas y que él chasconeara el programa y que no tuviera pretensión de tratar de resolver el mundo. Creo que Alejandro Guillier tiene una postura, sobre todo en términos televisivos, de personaje republicano súper

escaso de encontrar. También echo de menos al guatón Melnick, que además es amigo mío. Lo echo de menos porque es un personaje televisivo espectacular. Creo que cometió un error gigantesco al irse del programa.

Villegas: La gente se va, el programa queda.

Paulsen: Eso tiene que ver con el grado de indispensabilidad de la gente en televisión. Esto es muy efímero, la televisión usa a las personas y no al revés.

Del Río: Melnick poh, lo mismo. Se fue y cagó. Y de paso nos cagó también con su partida.

Paulsen: Está el caso de Cecilia Serrano y aquí sí que hay un tema de mujer: en televisión, cuando llegan a determinada edad el medio las castiga. Encuentro inconcebible que no haya mujeres de cuarenta años leyendo las noticias.

Villegas: Yo partí hace 16 ó 17 años en este canal y no hay año, te lo juro, en que no crea que éste es el último año en que estoy en esta huevada, porque sé que uno no está anclado a nada, por muy bueno que uno crea que sea, porque sé que esto depende de si me estoy poniendo viejo o aburrido. Ok, no hay un Villegas y no hay un Del Río, pero hay un Pedro o un Juan que pueden aportar algo que es esencial en los medios de comunicación y que uno ya no puede entregar por el paso de los años: novedad. Yo puedo dar cualquier huevá, pero menos novedad.

Paulsen: El tipo que cree que en televisión el poder está en uno, está totalmente equivocado.

Villegas: Como en la película, somos hombres muertos caminando.

¿Y no les angustia pensar eso?

Villegas: Me angustiaría si tuviera 30 años, pero ya estoy viejo. Le pasó esta huevada a un genio como Mozart, que de repente la gente en Viena dejó de ir a sus conciertos y el huevón tenía que andar pidiendo plata prestada. Le pasó al más grande genio de la música, ¿cómo no nos va a pasar a pobres huevones

como nosotros?

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