Dios, la familia y la Junji

La mujer a cargo de la Junji cree en Dios y en el demonio y defiende corajuda sus dichos, a sabiendas de que recibirá más de un dardo. "No me importa que a alguien no le guste que sea Opus Dei. Soy una mujer hecha para la guerra", declara.




Ximena Ossandón (46) viene de una familia grande. Enorme. Tiene diez tíos. Cuarenta y nueve primos. Seis hermanos. Cuarenta y tres sobrinos. Y nueve hijos. Los Ossandón también son achoclonados: se reúnen para las fiestas y los fines de semana y trabajan juntos en proyectos sociales. De hecho, antes de irse a veranear, sus hijos, los Paul Ossandón –que tienen entre 25 y 9 años– tienen que ir a trabajos de verano. Si quieren disfrutar quince días de su casa en Zapallar, durante la quincena anterior están obligados a trabajar en poblaciones.

Para Ximena es clave que sus hijos entiendan que deben devolverle a la gente todo lo que Dios les ha dado a ellos. Cuando las mayores eran chicas, las llevaba con ella a los campamentos para que entendieran a qué se dedicaba. "No entendían la pobreza. Cómo van a ser pobres, me decían. Mira la cantidad de ropa que tienen colgada. Porque estaba todo a la vista y pensaban que era más ropa que la que tenían ellas".

La vicepresidenta de la Junta Nacional de Jardines Infantiles creció en el campo. Primero en Limache y después en Pirque. Y se nota. Muchos de sus dichos son típicos de huasos. Habla de corrales de gallinas, caballos y usa expresiones como 'de otra laya'. Es estricta en sus creencias. Opus Dei, ha hecho de su vida un perfecto reflejo de su manera de pensar. Lleva 25 años de matrimonio.

La casó el sacerdote Fernando Karadima. ¿Cómo tomó el tema de sus abusos sexuales?

Es terrible. Todavía sigo rezando para que no sea cierto. Para mí ha sido muy doloroso, no sólo este caso, sino todos. Como un dolor físico. Por eso comprendo la misión de este Papa. Él está haciendo una labor de limpieza, porque cuando uno tiene una herida con pus, hay que limpiarla, para que no contagie al resto del cuerpo. Lo bonito y lo misterioso de todo esto es que Dios es tan poderoso que, a pesar de que a veces el instrumento está lleno de miseria, es capaz de actuar a través de él. Todavía me acuerdo de lo que el padre Karadima dijo en su prédica el día de mi matrimonio: que si dejaba de rezar no me olvidara de dejar de comer, porque el alimento del cuerpo es igual de importante que el del alma. Ésas fueron palabras en las que Dios lo iluminó.

¿En su opinión, cómo Dios permite que alguien que lo representa cometa abusos de esa naturaleza?

No es Dios el que creó el pecado. El pecado entra por el hombre, es la carencia de bien. Todos tenemos la tentación del demonio. ¿Qué le interesa al demonio: hacer caer a una persona común o al padre Karadima, que es uno de los próceres de la Iglesia Católica chilena? Es obvio: al padre Karadima, porque el daño que va a hacer es potentísimo. Es una carnada mucho más interesante.

¿Está hablando de manera figurada?

Creo totalmente en el demonio. Es cosa de verlo. Las guerras y el aborto, ¿qué son? La maldad personificada. Y, ojo, porque lo más grande que ha hecho el demonio es hacer creer a la sociedad que no existe. Así trabaja tranquilito y nadie sabe que está detrás de la puerta. Cuando mueran, muchos se van a llevar una sorpresa gigante al otro lado.

Durante la entrevista, Ximena está acompañada por dos periodistas jóvenes del área de comunicaciones de la institución, que tienen una grabadora prendida. Después de ser fuertemente criticada en blogs y sitios de internet se podría deducir que están ahí para moderar sus dichos. No es el caso. "Están acá para perfeccionarme. Me corrigen el enfoque, la forma, y después yo converso y veo si los escucho o no". Ximena no tiene filtro.

Mucho, mucho terreno

A pesar de ser profesora de inglés y tener un MBA de la Universidad de los Andes, Ximena Ossandón piensa que su gran ventaja como vicepresidenta de la Junji es el trabajo social que ha realizado por casi veinte años, remunerado o no. Y que tiene terreno. "Mucho, mucho terreno", confirma.

Fue parte de fundaciones, hizo trabajo pastoral y colaboró en la Municipalidad de Puente Alto –su hermano Manuel José es alcalde desde 2000– para que pobladores de campamentos consiguieran viviendas definitivas. Y, para seguir en terreno, creó el cargo de coordinador nacional, que ve el papeleo administrativo cuando ella no está en la oficina. Desde marzo de este año, esta gestión le ha permitido visitar jardines en diez regiones, ir a Isla de Pascua y recorrer 70% de los establecimientos de la Región Metropolitana.

Por estos días, la obsesión de Ximena es convencer al Presidente de que debe invertir en la educación de primera infancia. Para esto, está preparando un plan estratégico que presentará ahora en diciembre, apoyándose en estudios que demuestran que los niños con una buena educación preescolar tienen mejores resultados en la vida: logran hasta 7 puntos más en el Simce y tienen 20% menos de probabilidades de caer en drogas o alcohol y de abandonar el colegio.

Ha criticado impetuosamente la gestión anterior de la Junji.

No sé por qué muchos tienen esa idea. Critiqué el déficit de más de cuatro mil millones de pesos en el presupuesto, y eso fue confirmado. Y aunque cayó muy mal, yo he dejado en claro que, para mí, la Junji ha hecho las cosas bien. El plan de cobertura de jardines infantiles es un gran programa, que queremos aumentar y perfeccionar.

Pero ha insinuado que la administración anterior se enfocó en la cobertura y dejó la calidad de lado.

Es que después de una meta presidencial como la cobertura es natural que surjan nuevas necesidades. El aumento de jardines y salas cunas fue un éxito, pero durante cuatro años todo estuvo centrado en eso y se dejó de lado la calidad. Se mantuvo, pero no mejoró. Ahora hay que reforzar la calidad.

Con lo que ha podido ver en terreno, ¿qué diferencias hay entre los jardines privados y los públicos?

No hay mucha diferencia. Los jardines son similares y los niños son iguales. En familias que no tienen grandes problemas de drogadicción o violencia, si se compara a las de Puente Alto con Vitacura, pueden comer de manera distinta, pero nada más. Cuando el niño entra al colegio, todo cambia. Hoy la escolarización es tan potente que ha convertido a nuestros niños en viejos chicos. Porque para entrar al colegio se les hacen pruebas de veinte hojas y el niño tiene que saber todo. Eso no puede ser, a ese niño le estoy matando su infancia. La indicación mundial es volver a la infancia. Ahora los jardines privados prometen que los niños que estudien ahí van a poder entrar a los mejores colegios de Chile. Yo entiendo que muchos papás quieran eso, pero, ojo. Es muy probable que en segundo básico ese niño no quiera estudiar más.

La calidad depende mucho de los educadores. ¿Qué nivel de estudios tienen quienes trabajan en la Junji?

Todas tienen títulos universitarios.

¿Pero de qué universidades? ¿Son las mejores de su carrera?

En general son mujeres de buen pasar que tienen mucha vocación. Es bien impresionante. Son mujeres que muchos quizás podrían preguntarse qué hacen ahí, porque podrían estar donde quisieran, tienen maridos con buenos negocios o no tienen tanta necesidad económica.

¿Y este estilo permite que un jardín Junji sea igual de bueno que uno privado?

Muchos de nuestros jardines son, incluso, superiores a los privados. Te lo dice el mundo entero. Ése es el drama de Chile: tenemos una partida de caballo inglés, pero que termina como caballo chileno, sin desmerecer a nuestra raza ecuestre. Chile es un referente mundial en educación de primera infancia, pero todo se echa a perder cuando los niños pasan a la escuela municipalizada. La neurociencia demuestra que los cerebros de los niños a los 18 meses son exactamente iguales, independiente del quintil que vengan. De acuerdo a la estimulación que tú les des, especialmente de lenguaje, empieza la diferenciación. Es terrible, porque uno podría marcar la igualdad desde ese punto. Yo, feliz pondría a un niño mío en jardines de la Junji.

¿En este tiempo, quiénes han sido sus principales asesores?

Dos referentes muy importantes, que son dos ex vicepresidentas de la Junji en democracia: Victoria Peralta (ocupó el cargo entre 1990 y 1998) y Ofelia Reveco (1998-2002), quienes nos han colaborado en todo, porque tienen muchos años de circo. Son mujeres que se podrían comparar con Cervantes. Son próceres de la educación. También escucho a las educadoras, a las directoras de jardín. Me conmueve lo que saben y también son mis referentes. Así tengo la mezcla perfecta: personas que conocen de la educación primaria en terreno y en lo académico. Son un aporte para mí, porque uno tiene que reconocer sus debilidades.

¿Y cuáles son sus debilidades?

Que no soy educadora de párvulos, sino que estudié para ser profesora de enseñanza media. Gracias a Dios este trabajo tiene mucho sentido común. Soy madre de nueve niños y he pasado por muchos jardines infantiles, conozco la materia.

Anillo de compromiso

Ximena fue al colegio Los Andes, al que también asistieron sus cinco hijas. Ya desarrollado el proyecto familiar con el que siempre soñó, a los 43 años volvió a estudiar, e hizo un MBA en la Escuela de Negocios de la Universidad de los Andes. Combinó números con kermesses escolares y libros de economía con cuentos infantiles.

En todos los años que ha trabajado en poblaciones, nunca se ha sacado su anillo de matrimonio. Ni el de compromiso, que es un solitario de diseño antiguo, aunque la juzguen por llevar diamantes a lugares donde hay personas que no tienen qué comer. Los lleva con orgullo. Jamás negaría su origen acomodado porque, dice, sería mentirse a sí misma.

Su situación económica es muy superior a la de la gente con que trabaja, ¿cómo se acerca a un mundo tan distinto al suyo?

Siento que comparto muchos valores con esas personas. De hecho, siempre le digo a mi marido que cuando estoy en los campamentos de Puente Alto me siento a mis anchas. Me llevo bien con esas personas, porque hemos recorrido un mundo juntos. Me pongo como araña peluda cuando estoy en ambientes similares a los míos y los temas se ponen frívolos. Cada vez estoy más intolerante con eso, como que de una gallina me he transformado en otra. Mi corral a veces me es ajeno.

¿Y qué le pasaría si uno de sus hijos fuera gay o una de sus hijas pololeara con un rasta?

Voy a ser bien honesta. Para mí no sería nada de fácil. Pero siempre trato de seguir un consejo que me dio una persona del Opus Dei: mirar corazones y no apariencias. Y eso fue lo primero que aprendí cuando mis niñitas entraron a la universidad. Tengo amigos homosexuales, pero no me gustaría que mi hijo fuera. Tendría que respetarlo porque es mi hijo, pero no lo encontraría motivo de orgullo.

Pasadas las críticas por la Virgen que instaló en la entrada del edificio de la Junji, ¿se arrepiente de haberla puesto?

En este minuto es rico haber pasado por todo eso. La Junji es una institución dedicada a la educación y por algún motivo tomó un camino más político. Cuando entré se me advirtió que iba a ser flanco de mucha crítica. Creo que pasara lo que pasara e hiciera lo que hiciera, me habrían criticado igual. Por la ropa, por la forma de hablar, por cualquier cosa. Gracias a Dios eso ha ido pasando. Y que lo de la Virgen haya salido en el diario y hubiera personas a quienes les produjera arcadas, me hace sentir gran pena por ellas. Si fuera por eso, en Chile deberíamos sacar a Dios del himno nacional, tendríamos que bajar a la Virgen del San Cristóbal, las fuerzas armadas deberían dejar a sus patrones de lado y botar el templo votivo de Maipú. Aquí ha habido una persecución de otro tipo. La Virgen fue el caballito de lucha, pero íbamos a ser atacados sí o sí.

Pero si hubiese sabido que eso iba a pasar, ¿no habría preferido ponerla en su oficina?

Tomé la opción de ponerla fuera del edificio porque soy lan vicepresidenta y la Virgen es un sello personal. ¿Sabes qué? Soy una convencida de que Chile es un país muy mariano. Después de los 33 mineros creo que quedó más que claro. La Virgen María que pusimos es protección, es madre, es todo lo que la Junji debería aspirar a ser. Al alero de la Virgen, las cosas funcionan mucho mejor. Aquí no hay ninguna imposición. No es que ahora se celebre el mes de María.

Las críticas se centraron en que es Opus Dei.

Por primera vez en mi vida recibo ataques por lo que soy. Pero uno tiene que ser y parecer lo que es, no hay nada peor que tratar de aparentar otra cosa. No me importa que a alguien no le guste que sea Opus Dei, yo me siento orgullosa. A mí el Opus Dei me ha dado mucho, porque soy muy impulsiva. Tal vez, si no fuera por eso, sería otro tipo de persona, de otra laya.

Es difícil olvidar que dijo que si las mamás se iban a tomar con las amigas la Junji no tenía por qué hacerse cargo de sus hijos.

Esos dichos fueron sacados de contexto. En la política no se llora. Que me critiquen todo lo que quieran. No defiendo la figura de Ximena Ossandón, defiendo a la institución. Muchas de esas críticas vienen de grupos feministas y yo soy súper feminista. Lo único que me separa de ellos son temas como el aborto y la pastilla del día después. Soy una mujer que cuando hay machismo, golpea la mesa, cuando hay desigualdad en el salario va a la pelea. Mira, yo soy una persona hecha para la guerra. A mí me gusta la mujer que trabaja, igual que a ellas. Cuando me atacan pienso: "Yo acá estoy trabajando, no estoy en mi casa bordando. Y tengo 9 niños. ¿Qué más quieren?".

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