Abejas en la belleza

Está en Carolina del Norte, Estados Unidas, y se llama Burt's Bees. Es la empresa líder en el mundo en la fabricación de productos para el cuidado personal derivados de la miel. Más que un negocio, una filosofía: aquí, la ley es ser fiel a la naturaleza.




La cera de abejas es importada de África, uno de los pocoso lugares del mundo en que pueden volar sin tener contacto con pesticidas y fertilizantes.

En el mundo de la cosmética natural, Burt's Bees suena con fuerza. Es la marca líder en productos de cuidado personal realizados con materias primas derivadas de las abejas, como miel, cera y jalea real.

Todo empezó hace tres décadas, cuando Burt Shavitz recorría los campos de Maine, en el noreste de Estados Unidos, vendiendo miel en una camioneta pick up. En su casa –ubicada en la cumbre de un cerro– tenía un cultivo de treinta colmenas que cuidaba religiosamente. Extraía la miel y la vertía en tarros de cuatro litros y medio. Luego se instalaba a un costado de la carretera para venderlos por doce dólares cada uno. Fue así como conoció a Roxanne Quimby, una mujer de 36 años que paró a comprarle miel cuando iba en camino a su trabajo de mesera. Además de enamorarse, sumaron sus conocimientos sobre este elíxir de la naturaleza y, juntos, potenciaron al máximo las posibilidades de las abejas.

Con la cera que Burt fue guardando, Roxanne hizo velas, que comenzaron a vender junto a la miel en ferias de artesanía de la zona. El negocio fue agarrando fuerza y se consolidó años después cuando Roxanne descubrió un libro del siglo XIX que recomendaba recetas caseras de belleza y cuidado personal. Ya en 1991 eran una empresa constituida: hacían jabones y perfumes naturales en cocinas a gas. También comenzaron a comercializar su producto estrella: el famoso bálsamo labial que hoy, bajo la marca Burt's Bees, se produce en nueve versiones diferentes. Al año, la empresa produce cuarenta millones de bálsamos labiales: cada dos segundos, alguien en el mundo compra uno, estipulan.

Burt's Bees fabrica más de 200 productos distribuidos en más de 30 países. Y aunque sus fundadores ya no están en la empresa, la cara de Burt sigue siendo parte de la imagen corporativa que aparece en muchos de sus envases. Roxanne, por su parte, ha comprado grandes extensiones de bosques en Maine que han sido declarados parques naturales. La oficina central está en Durham, Carolina del Norte, una ciudad tranquila de menos de quinientos mil habitantes, reconocida por la Universidad de Duke, una de las más tradicionales de Estados Unidos. Desde ahí, los 150 empleados trabajan en la creación de productos y en las estrategias para que la marca sea, además, líder en cuidado del medio ambiente. El edificio está cubierto de nobles maderas y se ilumina con luz natural. Docenas de basureros se distribuyen por el lugar, destinados a reciclar todo tipo de materiales. Entre los empleados se respira un ambiente casi zen, muy alejado del clima laboral que uno podría imaginar tratándose de una fábrica ultra productiva. Será porque los trabajadores asisten todas las semanas a clases de yoga en un anfiteatro lleno de cojines de colores.

La cocinería

Más que científicos, los cuatro ingenieros químicos que trabajan en la fábrica parecen cocineros. Elaboran los productos de manera artesanal. Apenas reciben una materia prima la testean para probar su pureza y naturalidad y una vez que la aprueban hacen las mezclas con batidoras, en ollas y recipientes, a los que van añadiendo ingredientes para dar con la fórmula adecuada. Tal como si estuvieran cocinando un pastel o postre. Luego agregan lentamente colorantes naturales con una cuchara de té para no excederse en la coloración, ya que su intensidad es variable. Cuando se ha llegado al resultado esperado, cada producto es expuesto a temperaturas que alcanzan los 45 °C para asegurarse de que no se desintegrarán. Estas temperaturas provocan un efecto equivalente a tres años de exposición en condiciones normales, por lo que si el producto luego de tres meses sigue intacto, tendrá tres años de vida útil.

Miel de África

En 2007 Burt's Bees –al igual que todo el mundo– se alertó ante la noticia de que las abejas estaban muriendo misteriosa y repentinamente. Este fenómeno llamado Síndrome de Colapso de la Colonia (SCC) consiste en la desaparición de las colmenas. Nadie sabe muy bien por qué. "Actualmente se cree que puede ser por un hongo que, combinado con algunos pesticidas y bichos, pueden meterse dentro de la colmena y dañar su funcionamiento", afirma Steve Walker, gerente de Sustentabilidad Ambiental de Burt's Bees. Lo anterior llevó a la empresa a exteriorizar la extracción de la cera de abejas y ahora la traen de Etiopía y Tanzania. África es uno de los pocos lugares del mundo donde las abejas no tienen contacto con pesticidas y fertilizantes y pueden volar libremente.

La filosofía del futuro

La compañía es muy rigurosa en el uso de materias primas que sean ciento por ciento naturales. Cada ingrediente que les llega a la fábrica es analizado por la Asociación de Productos Naturales, una cadena estadounidense que establece altísimos estándares para los productos de cuidado personal. El respeto al medio ambiente es también una ley. A tanto llega, que la mayor parte de los deshechos que se producen es reutilizado. Los envases son reciclados a través de una empresa que, una vez hecho el proceso, se lo vende a la compañía que los fabrica. "Queremos crearles condiciones a los consumidores para que puedan poner los envases en un basurero de reciclaje", cuenta SteveWalker.

Para el 2020 Burt's Bees tiene metas ambiciosas. "En el siglo XXI no solo tenemos la responsabilidad, sino también la oportunidad para hacer un cambio positivo en lo social y medioambiental. Ese es nuestro compromiso con el medio ambiente. Por eso, a largo plazo queremos ser la compañía de cuidado personal más verde del mundo", agrega Walker. También, de aquí a nueve años, quieren que sus empleados sean ejemplos de liderazgo, conciencia medioambiental, salud, bienestar y compromiso social. Más que una empresa, una filosofía.

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