Ahora somos coach

¿Se puede ser exitoso y no ser feliz? ¿Se puede cambiar de rumbo en la mitad de la vida? Una nueva tendencia muestra cómo personas de alto perfil público han dado un giro en sus exitosas carreras para convertirse en coach o "entrenadores emocionales" cuya especialidad es ayudar a otros a empoderarse y a alcanzar sus metas. Estas son sus razones y las experiencias de esta reinvención.




Paula 1172. Sábado 25 de abril de 2015.

Marigen Hornkohl

PALABRAS, EMOCIÓN Y CUERPO

"Las crisis traen cosas buenas", reflexiona Marigen mirando en retrospectiva ese día cuando, dice medio en broma, la despidieron de su trabajo con bombos y platillos. Después de veinte años dedicada al servicio público y a la política partidista, tras el triunfo de Sebastián Piñera, tuvo que tomar las cosas de su despacho como ministra de Agricultura de Bachelet  y retirarse. "El pueblo dijo: ahora le toca a la otra coalición y, entonces me pregunté: ¿qué hago ahora?". Es en el dolor de la derrota que esta asistente social de profesión, y democratacristiana de corazón, decidió salir de la política contingente y reinventarse. "Cuando hay un quiebre, un cambio de contexto, uno se paraliza, pero yo rápidamente encontré el camino".

Lo encontró casi por casualidad, cuando se encontró con un viejo amigo en la calle. "Un ejecutivo de una gran empresa que andaba feliz por la vida, y le pregunté qué le había pasado. 'Estoy feliz', me dijo, 'soy coach'. Yo no tenía idea lo que era eso". Investigó, le interesó, hizo el curso de Newfield Network –una de las academias más importantes de coaching en Chile–, más otros cursos de liderazgo estratégico y negociación enla Universidad AdolfoIbáñez, y con la seguridad que le daba su experiencia laboral –había sido ministra de Educación y Agricultura, había trabajado en el Sernam y en el Ministerio de Justicia, había sido candidata a diputada– se lanzó con una empresa de coaching: Hornkohl y asociados, una consultora de desarrollo humano,

"No  sabía que existía el coaching pero tenía habilidades blandas. Y me di cuenta de que muchas de las cosas que me enseñaron en Newfield yo las había vivido en mi historia. Estos cursos fueron súper útiles para darme cuenta de mis errores y mis aciertos hacia atrás. Por ejemplo, el mundo agrícola estaba espantado cuando me nombraron, pero si algo había  aprendido, era a establecer conversaciones con la gente. A declarar que no sé. Y hoy mi relación con el mundo agrícola es muy buena, la gente lo valoró, hicimos hartas cosas interesantes. ¿Dónde está la constante? Tal vez en ser asistente social, en tener una mirada global, una conexión con lo que les pasa a las personas", dice Marigen.

Hoy en su consultora atiende a personas y empresas; entre sus clientes se cuentanla Municipalidadde Peñalolén y el Sernam. Hace talleres y sesiones "uno a uno", para resolver las trancas, y hacer que los procesos fluyan. "Ayudo a otros a concretar sueños, desafíos empresariales, personales, a mirar la vida con más apertura, a conocerse a uno mismo, para desde ahí, ver objetivos comunes y construir", explica.

Pero, además, como el coaching le da una gran importancia al cuerpo, también incorporó una técnica novedosa, la danzoterapia, disciplina en la que se certificó. "El cuerpo es un instrumento que comunica, que percibe, que es parte de nuestra integralidad", dice. Las sesiones de coaching con Marigen, además de largas conversaciones, incluyen ejercicios de movimiento con el cuerpo. No se trata de un baile, aquí no hay música. "Están, por ejemplo, los ejercicios de 'agua', que son movimientos más ondulantes, que tienen que ver con la comunicación y la flexibilidad. O los de 'acción' que son hacia adelante", explica.

Marigen se habrá retirado de la política partidista, pero no de la política a secas, asegura. "Hago política a través del coaching, porque estoy en contacto directo con las personas, acompañándolas en su profunda reflexión y auto observación. La política necesita mirar distinto. No tenemos que mirar al que opina diferente como un enemigo o un contrincante que me va a dañar, sino que como a alguien que va a aportar", dice Marigen.

Augusto Góngora

RENACER

"Empezar de nuevo es volver a nacer, volver a aprender a mirar el mundo y ser capaz de no perder la capacidad de asombro". Así mira hoy el periodista Augusto Góngora lo que en algún momento fue la peor noticia, la que no se esperaba, la que lo remeció en su orgullo profesional: Tras veinte años de trayectoria, y tras haber armado el área cultural de Televisión Nacional, fue despedido en 2010. "Me dolió porque quizás, erróneamente, pensé que TVN era mi casa. Porque hacía hartas cosas y a esas cosas les iban bien. Me dolió tanto este cambio obligado, que decidí probar algo distinto. Cerré los ojos y me lancé", dice sentado en una de las salas donde ahora ejerce como coach, en la academia de coaching ontológico Newfield Network, donde estudió junto a su gurú, Julio Ollala –abogado y fundador de esta escuela–, y donde Góngora ahora trabaja.

El periodista había escuchado del coaching, así de referencia, a través de unos amigos y se entusiasmó tanto que rechazó una oferta del ejecutivo Jaime de Aguirre para irse a Chilevisión. "'Te volviste loco', me dijo Jaime". Tenía 59 años y entró a Newfield a estudiar desde cero con todo el costo que eso conlleva. "En la tele tenía un nivel de experticia. Pasé de un lugar donde era experto a otro donde sabía poco. Me he esforzado harto por aprender, pero fue un salto brusco. A mí, lo que más me gustó fue que cuando entré, una autoridad de ahí me dijo: 'acá no hay nadie que enseñe, sino que hay gente que aprende'", dice. Pasó de ser el mandamás de un proyecto enorme de TVN a un coach que acompaña a personas o a empresas que quieren hacer cambios, un sujeto que no está por encima, sino que al lado, uno que hace de espejo. Cuenta que lo movió el instinto de no quedarse quieto y la vorágine por abrirse al cambio. El camino, sin embargo, fue espinoso. Pasó dos años sin ganar un peso, lo que fue doblemente duro ya que, al mismo tiempo, su pareja, la actriz y entonces ministra de Cultura, Paulina Urrutia, salió del Consejo dela Cultura."Hubo un bache, pero nos sostuvimos juntos", dice. En 2011 entró a estudiar coaching. En 2012 trabajó como ayudante. Y en 2013 lo contrataron en Newfield Network jornada completa. Hoy su trabajo como coach lo ha convertido en el hombre de las preguntas: ¿Cuál es el problema que tienes? ¿Qué es lo que no está funcionando? ¿Adónde te gustaría llegar? Así abre la conversación propia del coaching con la que ayuda a canalizar cambios institucionales y personales de sus clientes. "No es sicología. No les digo a las personas qué hacer. Aquí, al que quiere experimentar un cambio, lo acompaño con un método muy liviano. Tiene que ver con el liderazgo, con el empoderamiento, con el trabajo en equipo. El coaching es una herramienta preciosa para que uno se abra y empiece a mirar de otra manera", dice Augusto, que sigue en pareja con la actriz Paulina Urrutia. "¿Que si es rentable ser coach? No tanto como la tele. Pero cuando hice este cambio, rediseñé mis gastos. Básicamente fue reducir un ítem. Conla Paulinanos gustaba viajar harto fuera de Chile y eso está suspendido por ahora".

Tomás Dittborn

EL ENTRENADOR

Fue en una época en que estaba más místico, más abierto a recibir estímulos, cuando Tomás Dittborn se encontró con el coaching. Fue sin proponérselo, a través de conversaciones profundas con distintos amigos. "Mi amiga Mónica Herrera (la fundadora de la escuela de publicidad que lleva su nombre), me contó una historia acerca del coaching y me dijo que a mí me gustaría. Eran unos cursos basados en Humberto Maturana y eso me llamó la atención", dice. Dittborn acababa de fundar la agencia de publicidad Dittborn & Unzueta, a principios de los noventa, pero quiso irse a México a estudiar esta disciplina en Newfield, academia que entonces aún no se instalaba en Chile.

Tenía un perfil más bien técnico. Dittborn no es publicista, sino que estudió Administración de Empresas y un MBA, y sentía una necesidad por desarrollar sus "habilidades blandas". "El coaching me pareció como algo que tiene que ver con un área del aprendizaje menos formal, con las emociones y eso me  hizo mucho sentido. Le dije a mi socio 'quiero hacer este curso y que la agencia me lo pague porque si va a ser bueno para mí va a ser bueno para la agencia', y a él le pareció bien", cuenta.  Viajó  a México varias veces para asistir a las charlas, hizo trabajos y tuvo un grupo de seguimiento. "Fue una experiencia transformadora, una de las cosas más poderosas que he hecho en mi vida. Cambió de manera importante la percepción de mí, de nosotros y del mundo. Como fue un proceso de un año, y muy experimental, donde no solo estás aprendiendo cosas que tienen que ver con el lenguaje, sino que experimentando con tus emociones, con tu corporalidad, puedes comprender que solo eres un observador de una realidad y que si hay cien observadores hay cien realidades. No hay ni una posibilidad de que tú veas las cosas de la misma manera que las veo yo. Hasta antes del coaching, yo pensaba que mi manera de observar la realidad se parecía a la verdad. Pero me di cuenta de que no tiene nada que ver con la verdad; esa palabra no entra a jugar. Entonces estableces una relación contigo mismo y con los demás muy distinta a la que tenías", dice.

"Por las herramientas que te entrega el coaching, eres capaz de ver cosas que a otros les es difícil ver. El entrenador no es mejor tenista que Roger Federer, la única diferencia es que está fuera de la cancha", dice Dittborn.

De regreso en su agencia se transformó en una especie de "entrenador" para la empresa, que, como en el tenis, puede ver desde fuera de la cancha lo que sucede dentro. "Por las herramientas que te entrega el coaching, eres capaz de ver cosas que a otros les es difícil ver. El entrenador no es mejor tenista que Roger Federer, la única diferencia es que está fuera de la cancha", explica. Si bien trabajó algunos años como coach para distintas empresas y personas e hizo clases enla Mónica Herrerayla Adolfo Ibáñez, hoy solo aplica sus conocimientos en el día a día de su agencia. "No puedo escapar del coaching, eso es algo que está dentro de mí y lo ocupo. Mis socios lo valoran muchísimo. Les traspasé una cierta mirada que valoran y comparten", dice.

Dittborn & Unzueta es una empresa de 160 miembros donde él busca que todos compartan los mismos valores. Algo complejo por la naturaleza del trabajo y el perfil de sus empleados: una mezcla de mentes creativas produciendo ideas comerciales. Que no se confundan, que la agencia es un negocio, y no arte. Para lograr eso, sin que sus empleados se frustren, le ha echado mano a su entrenamiento como coach. "Pasa mucho que la gente se siente trabada en su trabajo, no está motivada, piensa que lo que hacen no tiene mucho sentido. A través de las conversaciones los ayudas a aclararse y comprender que esta es una actividad que, si bien tiene creación, es de giro comercial. Nosotros trabajamos por encargo, eso tiene siempre restricciones. El coaching me ha ayudado a destrabar esa parte y a buscar que la gente pueda desarrollar su lado B", dice. En la agencia Dittborn desarrolló instancias donde los empleados –hay pintores, escultores, aficionados a la música– puedan desarrollar sus talentos artísticos y así alivianar la frustración. "Yo intervengo de una manera que es más efectiva que si no fuera coach. El coaching debiera ser un curso en cuarto medio en todos los colegios de Chile. Y lo digo en serio", dice Dittborn.

Carla Lehmann

LA CRISIS DE LA MITAD DE LA VIDA

La crisis vocacional le llegó a los 46 años, en la medianía de la vida. Carla Lehmann se dedicaba a los números, a las estadísticas, a los modelos, a estudiar papers internacionales sobre políticas públicas. Economista dela Universidad de Chile, estuvo por una década a la cabeza de la encuesta del Centro de Estudios Públicos, la más prestigiosa del país, luego fundó Datavoz, donde siguió haciendo estudios que desnudaban los cambios sociales de Chile. Era tremendamente exitosa en lo que hacía, sin embargo, asegura, no era feliz. La vida, como la estaba viviendo hasta entonces, no le hacía sentido. "Fui sintiendo que ya no era lo mío, sentía que necesitaba estar más con los otros, porque me encanta conversar, me encanta movilizar a los demás y generar cambios. Buscaba un encuentro personal y profundo con otro ser humano", dice Carla, que estaba separada y con hijos creciendo.

Pensó estudiar Sicología. "Quería que los otros tuvieran una vida más plena y feliz", pero entrar a estudiar esa carrera a los 46 le hubiera significado recién empezar a trabajar pasados los 50. El coaching se le abrió, entonces, como una ventana donde proyectarse profesionalmente y salir del mundo abstracto en el que se había formado. Traspasar las cifras y llegar al corazón de las personas.

La economista Carla Lehmann tenía 46 años y una carrera exitosa, pero no era feliz. "Necesitaba estar más con los otros. Me encanta conversar y movilizar a los demás y el coaching me permite hacer eso".

Entró a Newfield Network y se certificó como coach, pero además hizo varios diplomados en liderazgo en la Universidad AdolfoIbáñez y entró a trabajar en www.behuman.cl, donde es coach de empresas. "Aquí, las horas de vuelo son vitales, se aprende haciendo. Mi otra pega era bien abstracta, pero no me arrepiento de nada, era lo que yo quería en ese momento. Fui feliz en el CEP, fui feliz formando mi empresa y puedo ser la coach que soy porque he pasado por todas esas etapas", dice.

Cuenta que hay gente que se intimida con la llegada de un coach, especialmente si ha sido impuesto por la empresa. Carla Lehmann se enfrenta muchas veces con ejecutivos que están a la defensiva y suele encontrarse con problemas de clima laboral, con jefes autoritarios y verticales más que con líderes de equipo. "Algunos pueden interpretar que la empresa le está poniendo un coach porque está mal o puede interpretar que es porque lo estiman tanto que quieren que crezca y sea un líder. El coach tiene que hacer el trabajo de enganchar, de que la persona se sienta atraída. Pero es un baile entre los dos y muchas veces hay resistencia. Esta se vence con mucha autenticidad y poniendo el tema sobre la mesa, hablándolo: '¿qué te pasa conmigo?'. Al poner un tema así, el otro no se lo espera y tienes que  tener cuerpo para sostener la tensión y para contener, también. Un buen programa de coaching tiene que tener ambas cosas para que resulte. Si no hay tensión la persona no se moviliza y si no hay contención se asusta". En lo personal, Carla Lehmann siente que convertirse en coach le dio un nuevo sentido a su vida. "Ha sido un cambio precioso que me hace mucho sentido, veo los cambios, veo el impacto y te lo dicen, no es que tú te lo imagines. Es súper satisfactorio. 'Esa pregunta que me hiciste', me dicen, 'me abrió un montón de posibilidades que no veía, me hizo cuestionarme cosas'". ·

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