Delatar a un hijo

Roberto Azcona (44) vio por televisión la reproducción del video de una cámara de seguridad en que el principal sospechoso de asesinar con once puñaladas a la estudiante chilena Nicole Sessarego (21), la seguía por una calle de Buenos Aires la noche del 15 de julio. Y en esa imagen reconoció a su hijo, Lucas (22). Entonces, él y su hija Milagros, hermana de Lucas, enfrentaron un dilema terrible. ¿Qué hacer? ¿Delatar o encubrir? Aquí, ambos cuentan cómo tomaron la decisión más difícil de sus vidas: entregarlo a la policía.




Paula 1163. Sábado 20 de diciembre de 2014.

Un día enciendes el televisor y lo que ves es siniestro: tu hijo o tu hermano está a punto de matar a una persona o, peor aún, ya la mató y tú estás viendo la reproducción de un video de seguridad que lo muestra segundos antes de haberla matado. Un día enciendes el televisor y descubres que quieras o no ya eres parte del asunto: o lo entregas o lo encubres. Que depende de ti y de nadie más que de ti. Un día tu vida deja de ser tu vida tal como la concebías hasta el momento y, si te quejas por ello, habrá alguien que tendrá derecho a decirte que no tienes derecho a quejarte, alguien que tendrá derecho a decirte que, al menos, tu hijo o tu hermano están vivos. Entregas o encubres, entonces. Cualquier decisión que tomes tendrá un costo altísimo.

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Lucas Azcona es argentino, tiene 22 años y es el mayor de tres hermanos. Vivió alternativamente en la provincia del Chaco –en el norte del país– y en la provincia de Buenos Aires. Sus padres se separaron cuando él tenía 10 años: su madre, Miriam Galarza, se lo llevó al Chaco; su padre, Roberto Azcona, se quedó en Buenos Aires. Un año después, Miriam le contó a su ex esposo que el chico se portaba mal, que no hacía caso, que no le podía poner límites. Roberto Azcona le dijo que lo mandara para Buenos Aires. Lucas viajó, retomó la escuela, cursó hasta noveno grado, y luego abandonó porque quería trabajar. Ente los 11 y los 15 años pasaba la mayor parte del año en Buenos Aires y se iba de vacaciones al Chaco para visitar a su madre y a sus hermanas.

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Nicole Sessarego Bórquez tenía 21 años, era chilena, de Valparaíso, y se había instalado por un año en un apartamento en el barrio porteño de Almagro junto a un grupo de estudiantes extranjeras. Desde Valparaíso, teléfono mediante, Shirley Bórquez, su madre, cuenta que no recuerda haber tenido una discusión con su hija. Nicole estudiaba Periodismo en la Universidad de Playa Ancha y había viajado a Argentina, en febrero de 2014, como parte de un intercambio de alumnos con la Universidad de Buenos Aires (UBA). Shirley y sus hermanos viven en tres casas contiguas, cada cual con la familia que formó. Entre los tres tenían siete hijos, de los cuales Nicole era la única mujer.

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A los 16 años, durante una de sus vacaciones en el Chaco, Lucas conoció a una chica ocho años mayor que él, se enamoró de ella y le dijo a su padre que no iba a volver a Buenos Aires. Roberto le dijo que, si él estaba seguro de lo que estaba haciendo, iba a apoyar su decisión. Ella tenía dos hijos. Lucas consiguió un trabajo en el depósito de una distribuidora de alimentos. Además de su sueldo, a veces le daban mercadería. Vivía con su compañera y con los hijos de ella en la casa de su suegra. Un día se quedó sin trabajo y todo empezó a complicarse. Su suegra empezó a maltratarlo. La relación con su compañera comenzó a deteriorarse. Ella le decía que se fuera, pero al mismo tiempo le decía que no la dejara, que estaba embarazada. Él no se decidía a cortar, a veces las cosas parecían mejorar un poco, pero finalmente ella admitió que no era cierto lo de su embarazo. Lucas volvió a Buenos Aires, de nuevo a vivir con su padre, en la casa del barrio de Bernal.

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Shirley Bórquez dice que ella y su esposo, Víctor Sessarego, le rezaron durante tres años a Santa Teresita para que Shirley pudiera quedar embarazada. Finalmente pudo y tuvo una hija, a la que llamó Nicole.

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Roberto recuerda el momento en que encaró a su hijo y se angustia. Le dijo: "el video de la chica que mataron...yo te vi, ése sos vos". Lucas miró a su padre, lo abrazó y se puso a llorar. "Me quería morir. Se me vino el mundo abajo".

A los 20 años, Lucas Azcona dejó la casa de Bernal y decidió irse a vivir solo, al costado de la casa de su abuelo, en el barrio de Solano. Consiguió un trabajo en la ciudad de Buenos Aires, en una de esas empresas de limpieza de edificios grandes y concurridos. Cuando no le tocaba un hospital le tocaba un teatro o un banco. Trabajaba de 6 a 14 horas. Mantenía una buena relación con su padre y lo visitaba bastante a menudo. Consideremos que Roberto, el padre, le lleva apenas 22 años a su hijo. Iban juntos a jugar fútbol: Lucas jugaba muy mal, pero lo pasaban bien, aunque más no fuera filmando o fotografiando los partidos. Lo que sí le entusiasmaba era el gimnasio. Y así pasaba sus días, trabajo y deporte, deporte y trabajo. Compró materiales para agrandar la casa. Le iba bien con las chicas. Tuvo una novia, otra, pero nada serio.

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Nicole Sessarego Bórquez se mantenía en contacto permanente con su madre a través del whatsapp. Inició una relación con un joven turco, al parecer bastante posesivo y celoso. A su madre le dijo que el turco estaba loco. Y Shirley, la madre, le aconsejó dejarlo, dejar de salir con él porque los turcos son machistas y para qué iba a soportar eso. Nicole pensó que su madre tenía razón y lo dejó.

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El 15 de julio de 2014 en cadena3.com pasaron la siguiente noticia:

"Una joven estudiante chilena de 21 años fue asesinada hoy de 11 puñaladas en la puerta del edificio del barrio porteño de Almagro, donde vivía con amigas. La víctima fue identificada como Nicole Cesáreo (sic), una joven estudiante chilena de 21 años que vivía con dos amigas brasileñas en el edificio situado en Don Bosco 4109. (…) Los voceros informaron que en poder de la joven se hallaron sus pertenencias, lo que hace suponer, en principio, que el ataque no se cometió con fines de robo. (…) En tanto, por orden judicial, la policía procuraba acceder a las imágenes tomadas por cámaras de seguridad instaladas en la zona, una de ellas en la misma cuadra y a escasos metros del edificio donde vivía la víctima".

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Un día enciendes el televisor y lo que ves es siniestro. Entonces recuerdas ese día en que tu hijo o tu hermano llegó a la casa con el dedo cortado. Era un corte muy serio: le preguntaste qué le había pasado y te dijo que lo quisieron asaltar, que lo atacaron con un cuchillo. Tan serio era el corte que le dieron dos semanas de licencia en la Aseguradora de Riesgos del Trabajo. Sucedió a mediados de julio. Ahora entiendes todo. Entregas o encubres.

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Hace mucho calor y en la casa de los Azcona las puertas y las ventanas están abiertas de par en par. Roberto cuenta toda la historia de su hijo y, mientras habla, busca y rebusca en el pasado alguna pista, alguna razón que explique su conducta posterior. Todo hombre es un enigma, aun para quienes lo tienen más cerca, aun para quienes creen conocerlo mejor que nadie. Esta noche juegan River y Boca en el Monumental por la semifinal de la Copa Sudamericana y la Argentina está paralizada. Desde el televisor, ahora en silencio, imágenes de viejos partidos que hasta el menos futbolero vio miles de veces matizan una previa interminable. En ese mismo televisor, Milagros Azcona vio a Lucas, su hermano mayor, seguir a Nicole Sessarego Bórquez. Pero todavía falta para eso. Roberto cuenta un episodio extraño: un día lo llamó por teléfono su padre, el abuelo de Lucas, y le dijo que al chico lo habían querido asaltar y le habían pegado un tiro. Una prima de Lucas fue testigo del acto: le habían robado el celular y las zapatillas, ella intentó defenderlo y le terminaron pegando a Lucas un tiro en un tobillo. Entonces le pusieron un "tutor" para ayudar a que el hueso fuera soldando de a poco. Para no hacer la convalecencia solo, ahora que se le dificultaba la movilidad, Lucas volvió a la casa de su padre, donde lo cuidaron su padre y Milagros.

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"Empecé a mirar el video una y otra vez. Estaba clarísimo que era mi hermano: la forma de caminar, la mochila, la ropa… Cuando terminé de ver el video en la computadora me fui a mirar la mochila de él. Era la misma del video", dice Milagros, la hermana.

Shirley Bórquez tenía algunos nombres en lista de los posibles sospechosos del asesinato de su hija: el novio turco y una estudiante mexicana. Puede que se haya precipitado al señalar sospechosos. Últimamente, desde que detuvieron a Lucas Azcona, cada vez que puede les pide disculpas a través de la televisión o de la radio. De lo que no se arrepiente, sin embargo, es de la estrategia acordada con sus abogados: meter bulla en Chile y en Argentina, devolverles el caso a los medios que lo habían olvidado, impulsar la divulgación pública de las imágenes registradas por las cámaras de seguridad. En una de esas imágenes, un muchacho que camina raro, tipo patito, y lleva una mochila sobre la espalda, está siguiendo a su hija.

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"Papi, esto no puede quedar así, Lucas la tiene que pagar. Pude ser yo, ¿entendés? Pudo ser mi hermana, ¿vos te ponés en mi lugar?", le dijo Milagros a su padre. "Bueno, Mili, ayúdame a pensar porque no sé qué hacer. Ayúdame, ¿qué quieres que hagamos?", le preguntó él.

Roberto Azcona vio el video en su trabajo, en el hospital de niños Garrahan, a la hora del almuerzo. Le llamó la atención la noticia, le pareció bueno, positivo que apareciera un video con el posible asesino, pero nada más que eso. "Mirá, qué hijo de puta", le comentó a un compañero de trabajo. Cuando llegó a su casa, a eso de las siete de la tarde, le comentó a su novia y a su hija el asunto.

–¿Vieron el video del tipo que mató a la chica chilena? –preguntó.

–No, papi, yo no vi nada–, contestó Milagros.

Roberto se fue a dormir un rato. Lucas dormía en otra habitación. Milagros prendió el televisor. Rápidamente se encontró con el video. Cuando lo pasaron estaba distraída con el celular, pero una observación como al pasar de la novia de su padre le devolvió la atención.

–Ay, mirá, se viste como Lucas…

Milagros levantó la vista, se puso nerviosa, se agarró la cabeza.

La novia de Roberto quiso desdramatizar.

–Te estoy jodiendo, Mili…

Hoy, Milagros, la hermana, dice sobre el peor momento de su vida:

–Empecé a mirar el video y era mi hermano, lo reconocí y era mi hermano. Me fui a la computadora y me puse a mirar el video una y otra vez. Estaba clarísimo que era mi hermano: la forma de caminar, la mochila, la ropa… Cuando terminé de ver el video en la computadora me fui a mirar la mochila de él. Era la misma del video.

Milagros despertó a su padre en el acto.

–Papá, ¿vos viste el video de la chilena?

–Sí, Mili, ¿qué..?

–Pero, papá ¿vos viste el video?

–Sí, Mili, ¿qué pasa?

–Pa', el del video es Lucas.

–No, no puede ser.

–Pa', míralo.

Sacó su celular, entró en la página correspondiente, le mostró el video a su padre. Roberto se levantó. Fueron a la computadora para verlo de nuevo, a un tamaño mayor, mientras Lucas se bañaba. A Roberto no le quedaron dudas: era su hijo. Reconoció sus rasgos, su forma particular de caminar, tipo patito. Un rato después, la familia Azcona cenó, casi en silencio. Milagros le hizo una pregunta a su hermano.

–¿Cuándo fue que te cortaste la mano?

–Eh, no me acuerdo mucho cómo fue.

–No te estoy preguntando eso, te estoy preguntando cuándo fue.

–Eh, no sé, no me acuerdo…

Para quedarse a solas con Lucas, Roberto mandó a su novia y a su hija a comprar helado.

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En junio pasado, Shirley Bórquez, la madre de Nicole Sessarego, viajó a Buenos Aires acompañada por Diego, su hijo menor, para visitar a Nicole. Su hija tenía todo preparado: los paseos, los espectáculos, los mejores restoranes, la recepción ideal. La pasaron fantástico. Shirley nunca pensó que aquella sería la última vez que vería a su hija.

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Lucas había vuelto a la cama. Roberto le dijo que quería hablar con él. Lucas tenía la cabeza tapada por la sábana, se descubrió.

–El del video sos vos.

–¿Qué video?

–El video de la chica que mataron… Ese sos vos, yo te vi y ese sos vos…

Lucas miró a su padre, lo abrazó y se puso a llorar.

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Roberto recuerda ahora ese momento y se angustia muchísimo:

–Me quería morir, se me vino el mundo abajo. Le digo: Lucas ¿qué hiciste? Lucas, no podés, ¿cómo vas a hacer eso? Era una chica, igual que tu hermana, que estaba estudiando en la facultad… Y entonces le digo: acostate. Y me vengo para el living y justo viene mi hija, que había vuelto con el helado. La quería calmar porque estaba desesperada.

–Quédate tranquila que no fue él– dijo Roberto.

Milagros, claro, no le creyó. En ese estado alterado, Roberto se fue a dormir. Intentó dormir, no pudo. Milagros ni siquiera lo intentó. Se quedó frente a la computadora, googleando la historia del caso. A eso de las dos de la mañana escuchó el llanto de Lucas y entró en su habitación.

–¿Qué pasa? ¿Por qué llorás?

Desde debajo de las sábanas, sin dejar de llorar, Lucas dijo:

–Hago todo mal, hago todo mal…

–¿Qué pasa? Contame.

–Hago todo mal, hago todo mal, perdóname… y decile a papá que me perdone (y más llanto)… Yo siempre quise que estén orgullosos de mí y nunca lo logré.

–Lucas, decime, qué te pasa, porque no entiendo nada–, dijo Milagros, que entendía mucho más de lo que su hermano creía.

Con astucia de detective, Milagros llevó la conversación a otras experiencias traumáticas del pasado, para que Lucas se quebrara por completo y así poder lograr que confesara su crimen. Cuando consideró que Lucas estaba completamente quebrado, preguntó lo que ya sabía.

–¿El del video sos vos, Lucas?

Su hermano lloró más fuerte y dijo "Sí".

Entonces Milagros dejó de ser una detective, volvió a ser una hermana, tuvo un ataque de nervios y empezó a gritar y a llorar aún más fuerte que su hermano. Las preguntas y los lamentos de ambos se superponían, Lucas ¿por qué lo hiciste?, no te pongas mal, pégame si querés, yo sé que me merezco lo peor, ¿por qué lo hiciste? Cuando escuchó ese ruido horrible de sus hijos llorando y gritando al unísono, Roberto Azcona entró en la habitación de Lucas.

–Milagros, ¿qué pasa?

–Papi, fue Lucas, el del video es Lucas.

Roberto trató de calmarla.

–Tranquila, hija, no te pongas así, te va a hacer mal–, dijo, mientras Lucas también lloraba y gritaba.

A Lucas le hizo todas las preguntas que no tenían respuesta, que no la tienen hasta ahora y que acaso no la tengan jamás. ¿Cómo pudiste hacer eso?, ¿qué te faltó en casa?, ¿qué te faltó para hacer lo que hiciste, si estabas bien, si vivías bien?, ¿cómo le vas a hacer eso a una pobre piba que vino a estudiar para tratar de progresar y en el día de mañana ser alguien? Lucas seguía llorando y gritando. Roberto y Milagros salieron de la habitación. Milagros seguía en completo estado de shock. Como pudo, Roberto logró que su hija se tranquilizara un poco.

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Shirley Bórquez, la madre de Nicole, dice ahora:

–Es muy bueno lo que hizo ese señor, le estoy muy agradecida, hay que tener mucho coraje para hacer lo que él hizo. Se lo he dicho a través de los medios, pero todavía no estoy preparada para hablar con él, no.

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–Papi, esto no puede quedar así, Lucas la tiene que pagar, pude ser yo, ¿entendés?, pude ser yo. Pudo ser mi hermana, ¿vos te ponés en mi lugar?

–Bueno, Mili, ayúdame a pensar porque no sé qué hacer. Ayúdame, ¿qué quieres que hagamos?

Acordaron que a la mañana siguiente lo llevarían a su casa y que, a solas, deliberarían qué hacer con él. Ninguno de los dos pudo dormir y mucho menos Lucas, que seguía llorando. A la mañana siguiente, aunque parezca absurdo, Roberto llevó a Lucas hasta su casa y se fue a jugar al fútbol. Desde luego que no estaba en condiciones, que tenía la cabeza en otra parte, y se volvió enseguida. En el camino de regreso vio que tenía una llamada perdida de su padre. Fue a ver cómo estaba Lucas, vio una mancha de sangre en el piso. Lucas estaba en la cama. Destapó la frazada: su hijo estaba lleno de sangre, el brazo todo cortado. Le dijo: lávate que ahora vuelvo. Roberto regresó a su casa. Le dijo a Milagros que no podía más.

Entre los dos decidieron entregar a Lucas

Roberto dice que si le hubiera dicho que se fuera al Chaco no lo encontraban nunca más, que la causa habría quedado archivada, pero ¿qué pasa si el día de mañana vuelve a hacer algo así, eh, qué pasa?, se pregunta.

Milagros dice que no podía aguantar así un día más.

Fueron a buscarlo. Había perdido mucha sangre, estaba pálido, no se podía mover. Entre Roberto y Milagros lo subieron al auto. Lucas se acostó en el asiento trasero. No le dijeron adónde lo llevaban. Lo llevaron a la comisaría. Roberto bajó, Milagros se quedó dentro del auto.

El 8 de noviembre pasado, Roberto entró demudado en la comisaría. Le costó decir la primera palabra, sintió que no podía hablar. Tragó saliva, contó hasta diez y finalmente dijo que venía a entregar a su hijo, que era el del video que estaban pasando por televisión. Sorprendido, el oficial que lo atendía le preguntó si estaba seguro.

Afuera, en el auto de los Azcona, Lucas se incorporó y le preguntó a Milagros dónde lo habían traído. Milagros intentó responderle pero no pudo. Mientras su hermana lloraba, Lucas observó la fachada de la comisaría a través de la ventanilla y le dijo a Milagros: "Quédate tranquila, Mili, esto es lo mejor que pudo haber hecho papá".

Dentro, en la comisaría, tres oficiales se encerraron a deliberar, hasta que al fin uno de ellos dijo: "Bueno, si usted está seguro…". Bajaron a Lucas del auto, se comunicaron con los policías que estaban a cargo de la investigación. Recién cuando llegaron los policías a cargo, llevaron a Lucas a un médico para que viera sus heridas. En el brazo se había escrito con un cuchillo "Te amo papá".

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El 14 de noviembre el diario Clarín publicó la siguiente noticia:

"La muestra de ADN que se le tomó a Lucas Azcona (22), principal acusado por el crimen de Nicole Sessarego Bórquez, coincide con la que se extrajo de una mancha de sangre hallada en la escena del homicidio. Para los investigadores, esta novedad, conocida anoche a última hora, es una prueba contundente de que el joven es el asesino de la estudiante chilena".

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En el mismo furgón en el que lo llevaban para que visitara a los sicólogos de Tribunales, otros presos reconocieron a Lucas y lo golpearon. Roberto está preocupado porque teme que su hijo se suicide. Milagros dice que la última vez que lo vio, Lucas le dijo: "cuida a papá, cuida al abuelo"; como si se estuviera despidiendo. Roberto dice que, al menos, en la cárcel Lucas está monitoreado las 24 horas. Entregas o encubres, esa es la cuestión. Cualquier decisión que tomes tendrá un costo altísimo.

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Shirley Bórquez dice que cree que todavía no asume lo que pasó, que al fin y al cabo la prensa, las gestiones, las reuniones con gobernadores o con ministros o con abogados la mantienen activa, con la cabeza en movimiento, pero se pregunta qué va a pasar cuando todo esto termine, cuando solo quede el vacío. Dice que la tranquiliza saber que ese tipo va a pagar lo que hizo. Dice que la tranquiliza saber que nadie tenía nada específico en contra de su hija, saber que fue mala suerte haber estado en el lugar equivocado en el peor momento. Dice que su vida cambió del cielo a la tierra, que tiene que seguir por su hijo Diego. Dice que le cuesta mucho. Dice que Nicole era su única amiga. Ahora, piensa que viene la Navidad, la primera Navidad sin ella, será bien difícil.

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Hoy, Roberto Azcona, el padre de Lucas, reflexiona sobre la determinación que tomó:

–La decisión que tuve que tomar me remuerde la conciencia. Tuve que hablar con un sicólogo. Mi hijo tiene que haber tenido algún problema, porque no se entiende cómo un pibe que tenía una buena vida de golpe haya hecho lo que él hizo. Dios dio a su hijo Jesucristo, que lo amaba por los pecados nuestros. Y él fue crucificado y maltratado por la sociedad, que somos pecadores. Si él nos dio ese ejemplo, yo con todo el dolor del alma tengo que entregar a mi hijo porque sé que es para bien.

Milagros Azcona, la hermana, agrega:

–La nuestra era una familia normal, de gente que trabaja, que estudia, que está en su casa, y de un día para el otro se transformó en un desastre. Intento vivir el día a día, distraerme, tener fuerzas: otra no queda. No me puedo dejar caer porque tengo a mi viejo y si yo caigo cae él también. Trato de no pensar: ya sufrí mucho y ahora intento despabilarme porque me voy a volver loca. Si Lucas no lo dice yo no voy a encontrar el porqué.·

El caso judicial

Lucas Azcona está detenido en el pabellón siquiátrico del penal de Ezeiza a la espera de que se inicie el juicio oral, en marzo del próximo año. No ha confesado el crimen ante la justicia. La estrategia de su defensa, hasta ahora, consistía en plantear que era inimputable. Sin embargo, las pericias siquiátricas que le practicaron determinaron que sí lo es y que, además, presenta rasgos sicopáticos y misógenos. Está procesado por homicidio calificado por odio a las mujeres y arriesga una pena de cadena perpetua.

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