Entrevista a una mujer infiel

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PAULA Nº­5 Esta audaz entrevista significó –según Delia Vergara, primera directora de la revista– el despegue definitivo de Paula. El artículo abrió una potente polémica entre lectoras y lectores en la sección Cartas, y gracias a ella Paula se hizo conocida. A partir del número 6 se empezó a vender con ganas todos los meses. Este artículo es una muestra del interés del equipo periodístico de esos años para abordar temas peliagudos, sin temor a las consecuencias públicas.




Paula 5. Noviembre de 1967.

Puede suceder durante los veranos, cuando la familia se separa. Ella parte con los niños a la playa y el esposo se convierte en el famoso soltero de verano. De él se espera que tendrá alguna aventura y diversiones. De ella se espera que cuide a los niños, se asolee, se aburra un poco y juegue canasta. Pero, durante esos días de relativa libertad, de sentirse más joven, más desnuda, tostada, sentirse que aún la miran en la playa a los 35 años, tiene la oportunidad de conocer a otros hombres, muchas veces menores que ella y de sentirse halagada. Es el primer paso de infidelidad.

También puede suceder en tiempos normales. Si la mujer no trabaja dispone de mucho tiempo libre, pero tiene menos oportunidades de conocer a otros hombres, porque sus salidas son en compañía del marido, y los otros hombres son amigos de él. Pero, a veces, en una fiesta ella baila con algunos de esos "amigos del marido". Él puede llamarla por teléfono al día siguiente. Es el comienzo.

Si la mujer trabaja, pasa varias horas al día en compañía de otros hombres. Ahí es fácil conocer a otro que llene un cierto vacío sentimental y pasional. En la oficina ella se olvida de su casa, de sus niños, de sus amarras. Allí se siente joven y elegante, compite por estar a la moda, por andar cuidada y bien peinada. Tiene el estímulo de sentir el interés de sus compañeros de trabajo.

Una mujer así aceptó ser entrevistada por Paula. La entrevista fue muy difícil de realizar porque pocas mujeres aceptan hablar de su infidelidad y muchas menos aceptan que su caso se publique, aún anónimamente. Pero hemos conversado con ella porque su caso, si bien puede no ser representativo, es el de muchas. Sus confidencias honestas y apasionadas pueden traer claridad al espíritu de muchas mujeres en su situación y pueden también hacer que muchos maridos se interroguen a sí mismos.

Nuestra entrevistada tiene 34 años, pero representa mucho menos. Madre de tres niños, buena dueña de casa, inquieta, culta, elegante. Está casada con un profesional de buena situación, inteligente, ameno. Un hombre que en las reuniones sociales "se roba la película", que tiene éxito con las mujeres y en su trabajo. Es un hombre seguro de sí mismo. Un hombre como muchos otros chilenos de clase media acomodada. Tal vez un poco más encantador, un poco más buen mozo. Como miles de otros hombres, no se ha preguntado nunca si él llena la vida de su mujer. No se ha detenido a pensar que pudiera haber otro hombre en la vida de ella.

- ¿Por qué usted le fue infiel a su marido por primera vez?

- Por despecho. Descubrí que él estaba enamorado de otra mujer. Una mujer de mi edad, que trabajaba con él. Hacia más de dos años que salís con ella. Lo descubrí de la manera más estúpida, y sentí que todo el mundo que yo había construido al rededor de él, de los niños, de la casa, se venía al suelo. Pensé que peor que su infidelidad eran la mentira, la cobardía, el engaño, la hipocresía. Empecé a recordar sus viajes de negocio, los veraneos que yo iba a Zapallar con los niños y él se quedaba haciéndose la víctima en Santiago. Lo odié. Hacia tiempo que un amigo nuestro me llamaba por teléfono a la oficina y me decía cosas amables. Su interés por mí me halagaba, pero jamás pensé que nuestra relación llegaría más allá. En el fondo, a pesar de que no soy católica, los principios que me inculcaron en mi niñez y el amor por mi marido eran un freno poderoso. Yo misma llamé a Augusto por teléfono, me refiero a ese amigo, y le conté que había pillado a Jorge y me puse a llorar por teléfono. Él me invitó a tomar un trago a un lugar tibio y oscuro en La Reina. Lloré en su hombro y después conversamos en su auto. Me besó. Después me llevó de vuelta a casa. Esa noche tuve una escena terrible con Jorge y le dije que lo sabía todo. Lo amenacé con dejarlo, pero creo que nunca lo hubiera hecho. Por los niños. Y también porque el amor no se termina así no más. Diez años de vida en común no se tiran por la ventana de la noche a la mañana. Claro que después de eso mi vida cambió. Me sentí más libre. Volví a salir con Augusto. Antes de un mes ya lo había acompañado a su departamento. Fui su amante durante varios meses. Pero no fui feliz. Creo que todo lo contrario. No lo quería, y en realidad tampoco me avenía sexualmente con él.

-En esa ocasión dice usted que no hubo compromiso emocional. Piensa que, como el hombre, la mujer puede tener una relación sexual sin estar enamorada.

- Claro que sí. Tal vez no cuando se es joven, o cuando un amor grande a una le llena la vida. Pero si una se siente libre... y sola, es muy fácil tener una relación con un hombre por quien no se siente más que un deseo pasajero. Supongo que la religión también tiene algo que ver. Si una tiene principios religiosos muy sólidos, no se hace esas cosas. Pero, en mi caso al menos, y en el de muchas mujeres que conozco, no es necesario estar enamorada para ser infiel.

- ¿Es frecuente el caso de la infidelidad femenina entre la gente de su edad, de su medio?

- Sí, creo que sí... En realidad no puedo asegurarlo, porque cuando una es infiel entra en una especia de sindicato... Ya sé que parece absurdo, pero así es. Entre mis amigas hay muchas, casi todas. Pero es algo que se produce después de los 30 ó 35 años, y se acentúa a medida que pasan los años y se va terminando la juventud. Claro que ahora una mujer de 50 años todavía puede parecer de 35... Cuando yo era más joven, se sabía de algunas amigas que tenían aventuras extraconyugales, pero eran una excepción. Ahora nos contamos unas a otras, y nos protegemos. Aveces alguna dice, por ejemplo, que almorzó con una amiga, y la amiga nunca confesaría que no es cierto. Conozco  mujeres de buena situación económica que tienen arrendado un departamento chico en calles apartadas, y allí se reúnen con sus amantes. Se prestan el departamento unas a otras y comparten los gastos. En los balnearios de los alrededores de Santiago hay moteles donde una puede llegar sin que nadie la vea. Muchas van por el día, y el marido, que llega tarde, no se entera de que ella ha estado todo el día fuera de su casa. Los niños almuerzan en el colegio, y la madre dispone de todo el día de libertad. También hay veces que el viaje a Buenos Aires o a Mendoza "a comprar", sirve de pretexto. El amante parte en avión separado y se encuentran allá. Es más arriesgado, por supuesto. Yo diría que la hora más apropiada para la infidelidad, cuando la mujer no trabaja, es después de almuerzo. Cuando trabaja, siempre hay tiempo a mediodía o en la tarde.

¿Cuáles diría usted que son las causas principales de la infidelidad... de su infidelidad?

-En la mayor parte de mis amigas se produce por lata. Se aburren. La mayoría no trabaja y tiene una buena situación, para vestirse bien, cuidarse, disponer de muchas horas ociosas. Se arreglan, tratan de verse más jóvenes de lo que son. Pero sus maridos apenas las miran. Si no tienen ellos alguna amante (y las mujeres generalmente lo saben), están tan ocupados con su trabajo que no se preocupan de sus esposas. Los niños, ya son adolescentes y no necesitan tanto a su madre. Ellas se aburren. Claro que hay excepciones. Hay algunas que se enamoran de otro hombre. Pero eso, a mi modo de ver ya no es infidelidad, porque cuando una se enamora generalmente decide dejar al marido y rehacer su vida al lado del otro hombre. Si una se enamora no puede combinar al amante y su vida al lado del marido, ¿no le parece? También existe la infidelidad por "compromiso". Muchas mujeres no saben decir que no, sobre todo cuando son jóvenes. Ellas salen con un hombre, coquetean, juegan con él, para probarse a sí mismas que pueden llegar hasta el límite, pero en el fondo no tienen intención de pasar más allá del coqueteo superficial. Y se encuentran en brazos de otro hombre simplemente porque después no pudieron ponerle atajo a las cosas. ¿Y las causas de MI infidelidad? Bueno, al principio, ya se lo dije: por despecho. Después porque me halagaba, me hacía sentir más viva, más joven. Era como si volviera a tener un propósito en la vida. Ve usted... una se compra un vestido y va a la peluquería. El marido reclama por el precio del vestido o no se da cuenta, y entonces una desearía que alguien la encuentre linda, que la lleve a bailar, que se sienta orgulloso de una... No sé cómo explicarlo... es tan sutil. Hay una base de frivolidad, de vanidad, por supuesto. Pero también hay mucha soledad y mucha inseguridad. La admiración de un hombre nos hace sentirnos más mujeres, más seguras de nosotras mismas, nos acompaña, nos llena de vida, al menos por un tiempo.

-¿Su marido nunca sospechó nada?

-No. A veces me hace escenas de celos, pero en el fondo no cree que yo le sea infiel. Puede sospechar que coqueteo con sus amigos, o que en la oficina alguno me persigue, pero no cree que yo le sea realmente infiel, en todo el sentido de la palabra.

-¿Cuál cree que sería su reacción si lo supiera sin lugar a dudas?

-¡Qué pregunta tan difícil! Trato de no ponerme en el caso... Supongo que armaría un boche tremendo y que terminaríamos por separarnos. Pero he sabido de maridos que prefieren hacerse los lesos. Les resulta demasiado penosa una separación y creen que si la cosa explota y se sabe, todo el mundo se reirá de ellos, mientras que si se actúa con discreción, tal vez no se sepa nunca. Y también hay casos en que para el marido es como una revelación. Se da cuenta súbitamente que ama a su mujer, que es feliz en su hogar, que no quiere perderla, y decide luchar por recuperar el amor y la admiración de ella. El matrimonio vuelve a rehacerse, sobre una nueva base. Pero creo que no sería el caso de Jorge. Él sufre de un machismo exagerado y su vanidad herida y su temor al ridículo le impedirían reaccionar así, aunque me amara. Yo sé que él me quiere y que vive cómodo a mi lado, que no quiere perder su hogar y su posición, pero él ya no está enamorado de mí y no es un hombre capaz de grandes generosidades de espíritu, de comprensión, de tolerancia. él cree que tiene derecho, como hombre, de serme infiel a mí, pero no aceptaría jamás la idea de que yo también tengo ese derecho.

-¿Se siente usted culpable cuando le es infiel a su esposo?

-La primera vez sí. No era exactamente sentido de culpa, pero cuando salí del departamento de Augusto pensé que se me notaría en la cara lo que había hecho. Esa noche en mi casa comprendí lo alejados que estábamos con Jorge cuando vi que no notaba nada. La primera vez me costó. Estaba todavía resentida por la infidelidad de Jorge. Y también hay una barrera física, moral y espiritual entre dos seres que tienen una relación sexual sin amor. Después ya no pensé en eso y no he vuelto a sentirme culpable. Ya le expliqué que me sentí liberada de la fidelidad matrimonial cuando comprobé que Jorge no había mantenido su parte del compromiso. Creo que también yo tengo derecho a gozar mi vida, mi juventud, mi cuerpo. La verdad es que eran dos vidas aparte. Nunca pasé directamente de los brazos de un amante a los de Jorge... siempre hay algunas horas entre medio para adoptar el otro papel.

-¿Nunca temió un embarazo?

-No. Tomo la píldora. Supongo que si una tiene temor a un embarazo o a una enfermedad, debe costar mucho decidirse a ser infiel. Tal vez por eso no era tan frecuente hace algunos años...

-¿No teme enamorarse de otro hombre?

- Sí. Vivo en ese constante temor. La relación sexual no llena el vacío emocional. Ni mis hijos, ni Jorge, ni mi trabajo, ni nada llenan esa hambre que siento por dentro. Muchas veces he estado a punto de enamorarme de algún hombre que se haya cruzado en mi camino. Sería terrible. Eso no podría combinarlo con mi esposo. Tendría que irme. Con los niños, por supuesto, de ellos no me separaría jamás; pero sería muy duro para ellos, porque están en una edad en que ya comprenden y sufren. Si estuviera enamorada de otro, no podría llegar a donde mi marido después. Así como cuando estaba enamorada de Jorge nunca pensé en serle infiel. Estoy en una edad muy vulnerable. A veces deseo que apareciera en mi vida un hombre que me descubriera como ser humano, como mujer. Alguien para quien mi aspecto físico fuera secundario. Alguien que me aceptara tal cual soy, con mis 34 años, mis 3 hijos, mi bagaje propio de ideas y exigencias, mis principios de arrugas, mis defectos. Ve usted, con los amantes que he tenido, me aburro un poco. Nunca duran mucho. No hay mucho que hablar. Como tememos ser vistos, no salimos casi nunca, y una relación así no resiste el encierro. Quisiera caminar de la mano por la calle con un hom bre a quien amara, irme con él a recorrer los lagos del Sur o a la montaña. En el fondo tengo un romanticismo de quinceañera.

Nuestra entrevistada fue infiel por despecho, por aburrimiento, por descuido del marido, por soledad. Comienza a buscar otra fuente de satisfacción emocional cuando ve derrumbarse la confianza de su marido, cuando un inmenso vacío sentimental deja su existencia sin causa ni razón de ser y, lo que es más significativo, cuando se da cuenta que puede entablar una relación extramatrimonial sin sacrificar su papel de madre y su familia.

Es un caso, hoy en día, bastante comœn. La costumbre de la moral diferente para hombres y mujeres está haciendo agua por todos lados... Para un número cada vez mayor de mujeres una relación sexual fuera del matrimonio, cuando se ve abandonada sentimentalmente por su marido, no es peligrosa ni pecado. Los anticonceptivos suprimen el miedo al embarazo y el alejamiento de la religión católica suprime el temor al castigo celestial.

Poco a poco se está llegando a que las reglas del juego dentro del matrimonio sean las mismas para el hombre y para la mujer.

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