La hormona que adelgaza

Una hormona que el cuerpo de la mujer secreta durante el embarazo tiene revolucionado al mundo de las dietas para bajar de peso en Estados Unidos. Se inyecta bajo vigilancia médica durante 23 días y sus seguidores aseguran que han bajado hasta un kilo diario, aunque la FDA cuestiona su efectividad. El tratamiento ya está en Chile.




El promedio de calorías diarias que un adulto debe consumir en condiciones normales es 3000. El doctor Ortega enfatiza que la dieta de 500 calorías que consumen sus pacientes no genera sensación de hambre, porque la hormona GCH que se administran a diario ataca la rebelde grasa acumulada en el tejido graso subcutáneo y la transforma en fuente de energía.

Después de tener un hijo a los 40 años, el cuerpo de Soledad Morell (46) no volvió a ser el mismo debido al exceso de grasa acumulada en su abdomen y cintura y a la falta de tiempo para ir al gimnasio. "Mi ginecólogo me recomendó un cirujano plástico y resultó ser Ivanhoe Ortega, director de la Sociedad Chilena de Cirugía Cosmética. Él me contó de un tratamiento para bajar de peso rápido y sin hambre y me entusiasmé".

Soledad bajó de 67 kilos a 56 en 23 días y pasó de la talla 42 a la 38. Ella y los 600 pacientes del cirujano plástico y director del centro integral de cirugía estética Cince, Ivanhoe Ortega, se inyectan durante 23 días una dosis diaria de gonadotrofina coriónica humana (GCH), una hormona que secreta la placenta y que se detecta en la orina de mujeres embarazadas. Durante estos días los pacientes comen sólo 500 calorías. "Esta combinación quema grasas y suprime el apetito, sin atrofiar la musculatura ni provocar los efectos típicos de una dieta estricta, como irritabilidad, debilitamiento y mareos", explica el doctor Ortega, quien aplica este tratamiento en Chile desde septiembre de 2009.

En Estados Unidos, la hormona se popularizó en 2008 y su uso para bajar de peso se ha convertido en un boom. Sin embargo, la Food and Drug Administration (FDA) no autoriza su uso para tratar la obesidad, sólo la reconoce como tratamiento para la infertilidad. "Estudios indican que puede causar coágulos sanguíneos, quistes ováricos, jaquecas y depresión", advierte la nutrióloga Mónica Manrique, directora del Instituto Médico de Salud y Nutrición Nutramed. Y añade: "Se pueden sentir síntomas del embarazo, como retención de líquidos y sensibilidad en los senos. Además, las condiciones para embarazarse se vuelven más favorables". Ella asegura que no está en sus planes utilizarla en sus pacientes.

Ni hambrienta ni enojona

"Quería estar flaca, que toda mi ropa me entrara para mi cumpleaños", dice Mónica Vergara (53), cosmetóloga, también paciente del doctor Ortega. Comenzó el tratamiento a principios de abril, bajó de 66 kilos a 62 y redujo 12 cm de cintura. "Pasé mi fiesta con una talla 42, y todavía la mantengo. Todos se dan cuenta de lo flaca que estoy", afirma.

El programa del doctor Ortega se llama Slim Way y considera tres etapas. La primera dura 23 días, lapso en el que los pacientes se inyectan la hormona en la casa. Desde el tercer día sólo ingieren 500 calorías diarias: seis galletas de agua, dos rebanadas de quesillo, dos cafés o tés, 200 g de carne a la plancha, dos copas de vegetales de hojas verdes y dos manzanas medianas.

El doctor enseña cómo inyectarse la GCH a nivel subcutáneo, en la parte baja del abdomen, y entrega las dosis listas para siete días en jeringas muy pequeñas, que se guardan en el refrigerador. Son las mismas que se usan para la insulina. Los controles en la consulta son semanales y se acompañan de una sesión láser que reduce grasas.

Terminados los 23 días de inyecciones viene una etapa de seis semanas destinada a cambiar los hábitos alimentarios, donde las únicas cosas prohibidas son carbohidratos, azúcar y alcohol. La última etapa reafirma el nuevo estilo de vida del paciente y se le da el alta.

"Tenía miedo de que la dieta no me resultara, porque adoro comer de todo, pero no pasé hambre. No mucha, al menos. Ni siquiera los primeros días de 500 calorías", cuenta Marcia Sáez (34), mode- lo que, a cuatro meses de sus dosis de GCH, no ha recuperado ninguno de los diez kilos que bajó.

Las entrevistadas refieren que durante la primera semana de GCH experimentaron un poco de hambre, pero en general la dieta de 500 calorías no les significó un problema. "A la segunda semana quedaba satisfecha con las porciones súper chicas de la dieta", dice Soledad. Ninguna de las entrevistadas experimentó alteraciones del ánimo ni fatiga durante los 23 días de las inyecciones. "Seguí haciendo mis actividades con toda normalidad, me sentía bien y con energía. Dormía perfecto y no me puse sensible", cuenta Mónica. "Mi marido pensaba que iba a estar irritable, pero según él no me puse ni siquiera enojona", agrega.

La grasa se convierte en energía

El promedio de calorías diarias que una persona adulta debe consumir en condiciones normales es de 3.000 calorías. El doctor Ortega enfatiza que la dieta de 500 calorías que consumen sus pacientes no genera sensación de hambre, porque la hormona que se administran a diario ataca el tejido graso subcutáneo –el que se acumula en los depósitos del cuerpo y que sólo se elimina con cirugía o años de ejercicio– y lo transforma en una fuente de energía. "El cuerpo vive de esa grasa: al ser destruida por la GCH, libera 3.000 calorías que, con las 500 que se comen, es incluso más de lo normal. Por esta razón la dieta hipocalórica no representa un problema para la salud: el cuerpo recibe esta energía para funcionar. Hasta se puede hacer ejercicio sin sentir cansancio", asegura el especialista.

Una opinión contraria sostiene la American Society of Bariatric Physicians, en Estados Unidos, que no recomienda el uso de GCH para bajar de peso, porque no existen estudios concluyentes acerca de su efectividad. De hecho, existen investigaciones en pacientes tratados con placebos y dieta hipocalórica que no reportaron diferencias con los tratados con GCH y la misma dieta. "Este método funciona porque cualquier persona que haga una dieta baja en calorías pierde peso", dice la nutrióloga Manrique. "Si ingerimos más energía de la que gastamos, ésta se transforma en grasa de reserva que se guarda para ser quemada de nuevo como energía. La falta de actividad física hace que esta energía se acumule cada vez más, provocando obesidad", explica. Si, al contrario, se ingiere una baja cantidad de calorías, el cuerpo quema las grasas de reserva para suplir la falta de energía que se requiere para funcionar. "Ésta es una función natural del organismo y no de la hormona", aclara. Por otro lado, aclara la nutrióloga, los pilares básicos en los tratamientos de la obesidad son, primero, instaurar hábitos saludables en el paciente y complementarlo con ejercicio. Los fármacos son una opción secundaria, al igual que la cirugía. "Este método empieza de forma incorrecta", sostiene la doctora.

La American Society of Bariatric Physicians, en Estados Unidos, no recomienda el uso de GCH para bajar de peso porque no existen estudios concluyentes acerca de su efectividad. De hecho, investigaciones en pacientes tratados con placebos y dieta hipocalórica no reportaron diferencias con los tratados con GCH y la misma dieta. "Este método funciona porque cualquier persona que haga una dieta baja en calorías pierde peso", dice la nutrióloga Mónica Manrique.

"Una dieta de 500 calorías no es saludable y requiere de hospitalización para realizarla. Hay estudios con este tipo de dietas que se prolongan por más de 2 semanas y que han mostrado aumento de la mortalidad", agrega la nutrióloga Carolina González, de la Clínica Alemana. Al respecto, el doctor Ortega especifica que el efecto de la GCH es mucho más rápido que el de consumir pocas calorías y que no destruye la musculatura, como sí lo haría la dieta sin el complemento de GCH. "Este tratamiento requiere de un control semanal, que va más allá de las dosis de GCH, pues está integrado en un programa destinado a cambiar los hábitos de los pacientes. El uso de GCH es motivador, porque las personas con sobrepeso logran resultados rápidos y así no abandonan el tratamiento", dice. Hay estudios que han detectado algunas enfermedades asociadas a esta hormona, como coágulos en la sangre y quistes en los ovarios, pero la American Society of Bariatric Physicians reporta que tampoco están demostrados. Aun así, recomienda que mientras no hayan evidencias científicas, este método sea descartado.

El cambio de hábito

El doctor Ortega defiende el rápido efecto de la GCH no sólo como un aliciente para no romper la dieta de 500 calorías sino, sobre todo, para que en esos 23 días se resetee el hipotálamo (la parte del cerebro que regula el metabolismo) y, con ello, la sensación de saciedad. "Cada paciente baja de peso según su propio metabolismo. Hay algunos que no pierden tanto peso, porque lo importante es la pérdida de tejido graso acumulado. Luego de los primeros 23 días las dosis de GCH y la dieta de 500 calorías se detienen. Y entonces comienza la etapa más difícil del proceso, que consiste en enseñar al paciente a comer sano para que cambie sus hábitos alimentarios para siempre", señala. Durante esta etapa el paciente puede comer lo que quiera, pero los carbohidratos, azúcar y alcohol quedan totalmente descartados. "Lo sano es comer una dieta balanceada que incluya los tres principales macro nutrientes: proteínas, hidratos de carbono y grasas, en la proporción adecuada", advierte la nutrióloga Carolina González, quien considera que olvidarse de los hidratos de carbono no es bueno para la salud.

"Ahora me da asco comer papas fritas, por ejemplo. Mi cuerpo se acostumbró a comer poco y sano", cuenta Soledad, quien terminó el tratamiento en marzo y no ha recuperado ninguno de los kilos que bajó. Tampoco lo han hecho Mónica ni Marcia. "Muchas amigas mías han venido a ver al doctor y todas están más regias que nunca", asegura Soledad.

La dieta del doctor Simeons

La administración de gonadotrofina coriónica humana (GCH) para perder peso no es nueva. En 1954, el doctor británico A.T.W. Simeons publicó en la revista médica The Lancet una investigación que daba cuenta de que sus pacientes habían bajado de 20 a 25 kilos en 40 días de inyecciones diarias de GCH y que 70% de ellos mantenía el peso alcanzado incluso un año después de terminado el tratamiento.

Junto a las dosis diarias de gonadotrofina ideó un protocolo que aplicó en más de 500 pacientes, que incluía dos comidas al día de 100 g de carne magra, verduras, frutas y pan centeno que, en total, no excedieran las estrictas 500 calorías.

Hoy, este protocolo se ha adaptado a un programa de tres fases:

Fase 1: dosis de GCH durante 23 días y dieta de 500 caloríasdiarias, divididas en cuatro comidas. Para el desayuno y la once se comen tres galletas de agua y una rebanada de quesillo, con café o té. Para el almuerzo y cena se comen 100 g de carne a la plancha, una taza de algún vegetal de hojas verdes y una manzana mediana.

Fase 2: dura seis semanas y se orienta a la educación delpaciente para que coma sano, olvidando los carbohidratos, el azúcar y el alcohol.

Fase 3: se refuerzan los hábitos alimentarios y el paciente es dado de alta.

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