La marihuana entró al colegio

¿Hay que expulsar a los alumnos que fuman pitos en el baño? ¿O solo al que vende, aunque esté en primero medio? ¿O a ninguno y, más bien, acogerlos? El último estudio de Senda en población escolar mostró un fuerte aumento de consumo de marihuana en alumnos de octavo a cuarto medio. Paula reporteó en 14 colegios, habló con alumnos, profesores y padres. Y esto es lo que encontró.




Paula 1155. Sábado 30 de agosto de 2014.

En 2012 un alumno de enseñanza media del Liceo Manuel de Salas, que además es hijo de una profesora, fue sorprendido en el baño del colegio enrollando un pito de marihuana; además, tenía varios otros pitos armados. Fue suspendido inmediatamente, pero el hecho generó una intensa discusión sobre cómo enfrentarlo. ¿El chico era consumidor o estaba traficando? ¿Debían expulsarlo? ¿O quizás denunciarlo? Finalmente, la dirección decidió no suspender la matrícula del estudiante, mas hicieron la denuncia a la Fiscalía y el adolescente estuvo un largo tiempo en tratamiento con los sicólogos del colegio. Pero el episodio llevó al colegio al siguiente diagnóstico: la marihuana había entrado al colegio y era preocupante.

Una situación similar pero con final distinto se vivió en mayo de este año en el Colegio Saint George's. Un alumno de cuarto medio fue sorprendido dentro del establecimiento estando en compañía de otros cinco compañeros con un cigarrillo de marihuana en la mano (sin encender). Sin dudarlo, el colegio lo expulsó. Pero los padres no estuvieron de acuerdo con la medida y llevaron el caso hasta la justicia; el 25 de junio pasado la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó al colegio reintegrar al alumno mientras se resuelve el caso. Pero no es seguro que pueda egresar de cuarto medio en su colegio.

Estos casos no son hoy excepcionales. La Superintendencia de Educación, –organismo fiscalizador creado en 2012 y que recibe denuncias de sanciones a alumnos cuyos padres consideran injustas o que no se ajustaron a proceso– revisó 35 denuncias en 2013 de alumnos acusados de consumir o portar marihuana dentro del colegio que habían sido suspendidos o cuya matrícula fue cancelada. En lo que va de 2014 la Superintendencia ha recibido la misma cantidad de denuncias de apoderados que piden se revisen las medidas que los colegios tomaron luego de sorprender a sus hijos, dentro del colegio, fumando o teniendo en su poder algún pito o paquete de marihuana. Los colegios pueden expulsar a un alumno que porte o consuma marihuana en el recinto, en caso que la falta esté en el reglamento, pero lo que revisa la Superintendencia es que haya existido un debido proceso, que incluya una instancia de apelación. La expulsión es una medida extrema y no la ideal, considerando que ese alumno quedará estigmatizado y el colegio debería ser un factor protector.

Lo cierto, es que los escolares le perdieron el miedo a la marihuana. El Informe Subregional de la ONU 2010 sobre el uso de drogas en población escolarizada mostró que Chile es el país con mayor prevalencia de marihuana en escolares de América Latina: Un 22,7%, seguido de Uruguay (18,32%) y Argentina (11,61%).

Carolina, tiene 15 años y empezó a fumar a los 14. Sus padres lo saben. "Me gusta fumar porque me río mucho", dice. Mariana, de 17, la considera una planta medicinal. "Cuando me duele la cabeza o la espalda, fumo y se me pasa. Alguna vez fumé antes de entrar a clases pero ya no lo hago: es cero productivo", dice.

A fines de julio, el Senda (Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación de Drogas y Alcohol) dio a conocer el Décimo Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, que arrojó varios datos preocupantes. El primero: el porcentaje de alumnos de octavo a cuarto medio que consumió marihuana en el último año se disparó de 19,5% a 30,6% entre 2011 y 2013. Segundo dato: hay una tendencia sostenida a iniciarse a más corta edad. Si en 2009 un 6,5% de los alumnos de octavo básico (13 y 14 años) declaraba consumir hierba, en 2013 llegó a 15,7%. Tercer dato: la percepción de riesgo de consumir marihuana frecuentemente bajó de 48% en 2011 a 28% en 2013; es decir, los escolares que la consumen no la consideran dañina ni tampoco estiman que sea una droga dura, tal como lo define la legislación chilena actual: según la Ley 20.000 de Drogas y Estupefacientes, la marihuana forma parte de la lista 1 de sustancias prohibidas en Chile, al igual que la cocaína y la heroína, ya que su consumo causa "dependencia síquica y física", además de "considerables daños a la salud".

"FUMO Y ME RÍO"

Carolina (su nombre ha sido cambiado), tiene 15 años, estudia en el Liceo Experimental Manuel de Salas, tiene promedio 6,7 y le encanta participar en las asambleas, foros políticos y marchas. Empezó a fumar hace un año, a los 14. Y sus padres lo saben. "Me gusta fumar porque me río mucho", dice. Mariana (su nombre ha sido cambiado), de 17 años, también estudia en el Manuel de Salas, y quiere pintar junto a otras compañeras un mural de mujeres célebres en el colegio. No le gusta tomar, pero fuma marihuana desde los 14. "La marihuana es medicinal. Cuando me duele la cabeza o la espalda, fumo y se me pasa. Me hace bien, me relaja. Alguna vez fumé antes de entrar a clases pero ya no lo hago: es cero productivo", dice.

Jorge (su nombre ha sido cambiado), de 16 años estudia en un colegio británico de Vitacura, tiene promedio 5,8 y dice que con su grupo de cinco amigos se fuman entre 10 y 12 pitos por fin de semana. "Yo creo que lo único dañino de la marihuana es fumarlo, por el hecho de dañarse los pulmones con el humo".

Felipe (su nombre ha sido cambiado), tiene 17 años, estudia en un colegio de Las Condes y le gusta la música electrónica. Empezó a fumar cuando tenía 13 años. Al fumar, dice que lo pasa bien. "He entrado volado a clases. Me pongo gotitas en los ojos para disimularlo. Para que no me cachen, tiro la broma: 'cabros estoy voladísimo' y todos se ríen. Pero es cierto; estoy volado". Felipe asegura que ahora fuma menos, porque está concentrado en el preu y además tiene amigos que se han quedado pegados. "Mis amigos cayeron en el vicio y son fumetas 24/7. No quiero que me pase lo mismo".

Alberto (su nombre ha sido cambiado), de 17 años estudia en un colegio británico del sector oriente y gasta diez mil pesos mensuales en yerba. "En el colegio nos dicen que la marihuana mata neuronas, pero nos hablan como si ninguno de nosotros fumara. Además, siempre nos enseñan lo que ya sabemos de la marihuana, entonces encuentro que no sirve mucho".

Hoy la marihuana es la sustancia ilícita de mayor consumo en casi todos los países del mundo, según el último Informe Mundial de Drogas de la ONU. Pero hay lugares donde se ha permitido de manera controlada su uso medicinal o recreativo, como Alemania, Suecia, y algunas zonas de Estados Unidos.

En Chile el uso, producción, posesión, transporte y consumo concertado de marihuana está prohibido. Las sanciones que estipula la ley por porte o consumo en lugares públicos van desde multas de 5 a 10 UTM y asistencia obligatoria a programas de prevención o rehabilitación.

Sin embargo, esto se ha intentado modificar. En el Congreso hay cuatro proyectos vigentes que proponen despenalizar su consumo y permitir el autocultivo con fines medicinales y recreativos. Entre los argumentos que se suelen dar para retirarla de la lista 1 de drogas duras está que existiría evidencia de que la dependencia que genera la marihuana es menor que la de drogas como la cocaína y heroína y, que los daños a la salud serían equivalentes e incluso menores al alcohol y el tabaco.

Pero hay quienes no comparten este criterio. Uno de ellos es el siquiatra Carlos Ibáñez, jefe de la Unidad de Adicciones de la Universidad de Chile. Advierte que consumir hierba antes de los 18 años causaría un gran daño. "La posibilidad de adicción es mucho mayor, casi el doble que en adultos. Si 1 de cada 10 consumidores adultos muestra síntomas de dependencia, el número sube a 1 de cada 6 en la adolescencia", dice.

El doctor Alejandro Maturana, siquiatra infanto-juvenil de Clínica Las Condes y profesor de la Universidad de Chile, afirma que hay evidencia científica contundente de que el cerebro adolescente es muy vulnerable a estímulos químicos y cualquier droga que se consume en esa etapa –alcohol, cigarro, marihuana y otras– es de alto riesgo, "porque alteran la plasticidad neuronal, que es la base neurobiológica del cerebro.

Decirle al adolescente que puede consumir responsablemente es un mensaje equivocado. El adolescente debe saber que el consumo es de alto riesgo para él y, si ya está consumiendo, trabajar estrategias motivacionales con él para motivar que deje de hacerlo".

A fines de julio, el Senda dió a conocer el Décimo Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, que arrojó varios datos preocupantes. El primero: el porcentaje de alumnos de octavo a cuarto medio que consumió marihuana en el último año se disparó de 19,5% a 30,6% entre 2011 y 2013.

COMPRAR EN EL RECREO

Luego que Senda diera a conocer el último estudio de consumo de marihuana en la población escolar, Lidia Amarales, la directora del organismo barajó varias explicaciones de por qué hoy los alumnos fuman más, destacando lo que ella denomina "la despenalización social"; es decir, la mirada más permisiva que tiene hoy la sociedad chilena hacia la marihuana. "En el país se ha transparentado el consumo de marihuana y personas reconocidas del ámbito político, artístico o social no tienen problemas en decir que son consumidores. Por otro lado, hay todo un movimiento nacional respecto de la despenalización de la marihuana que ha ido creciendo, con revistas orientadas a eso y marchas cada vez más masivas pidiendo la despenalización, en un contexto internacional en que países cercanos como Uruguay y Estados Unidos están legalizando ciertos usos. Y también está el uso terapéutico de la marihuana del que se debate mucho. Todo este discurso permea en los adolescentes antes que en cualquier otro grupo y claramente la percepción de riesgo disminuye en ellos, como refleja nuestra encuesta", afirma.

Pero también hay otros factores: cada vez es más fácil para los escolares conseguir hierba y, según el mismo estudio de Senda, el 58,7% de los alumnos dicen haber visto tráfico de drogas en los alrededores del colegio.

Ana Luisa Jouanne, directora de la Corporación La Esperanza, dedicada a la rehabilitación y prevención de drogas, asegura que no solo ha aumentado la oferta de marihuana proveniente de redes de narcotráfico organizadas, sino que los mismos escolares se están vendiendo informalmente entre ellos. "Hoy en día nuestros niños compran marihuana vendida por sus propios pares, en las afueras del colegio o en las fiestas. La mayoría de ellos no sabe que toda venta, regalo o entrega de marihuana es ilegal y tipificado como un delito de microtráfico", afirma.

Mariana les compra marihuana a sus compañeros que tienen plantas en la casa. "Solo les compro a amigos de confianza porque así sé de dónde viene, qué tipo de cannabis es, quién la plantó. Además, así no me meto a ninguna red de tráfico".

Jorge la consigue a través de una compañera que tiene de contacto una plantación. "Le compro 3 gramos por fin de semana lo que me rinde como 10 caños. Pago por eso 20 lucas que saco de la plata que me dan mis padres. Igual no tengo mucho en qué gastarme la mesada: se me va en comida y hierba", dice. Según Jorge, su mamá sabe que fuma y le molesta, por lo que intenta que no lo vea volado.

Carlos (su nombre ha sido cambiado), estudiante de 17 años del Colegio Saint George's, se gasta 20 mil pesos mensuales en marihuana y consigue unas variedades potentes: la Ak-47 (llamada como el fusil de asalto soviético porque su 21% de THC "te fusila") y de Lemon Haze (con aroma a limón y 15-20% de THC) que les compra a compañeros de cursos más grandes. "Cuando compro en el colegio, casi siempre lo tenemos hablado un par de días antes. Nos juntamos en el recreo, le paso la plata –generalmente 10 lucas– y después me pasa el pocket en el baño o en algún lugar piola. También nos compramos entre alumnos y fumamos harto en la rotonda frente al colegio", dice.

EL COLEGIO Y LOS PADRES

Desde que salió publicado el Décimo Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, Senda pidió un aumento de su presupuesto 2015 para reforzar y reformular sus programas de prevención, que habían disminuido en un tercio en la administración anterior. Pero, además, a partir del próximo año, los colegios municipales y particulares subvencionados ya no podrán elegir si quieren participar o no en los programas Chile Previene de Senda, como ocurre hoy; será obligatorio. "El próximo año todo colegio público y subvencionado tendrá una prevención universal obligatoria y una dupla sicosocial de un asistente social y un sicólogo orientador financiados por el Estado", afirma Lidia Amarales, directora de Senda. Los colegios particulares pagados mantendrán su libertad de optar por los programas de Senda o desarrollar campañas propias.

Lidia Amarales agrega: "Lo que tienen que hacer las escuelas con los jóvenes que ya consumen, y es la orientación que entrega Senda y el Ministerio de Educación al respecto, es acogerlos y no expulsarlos, porque el colegio es un factor protector frente a las drogas. Si lo echas, ese joven queda marginado de su comunidad educativa y, además, estigmatizado como drogadicto".

Actualmente Senda diseña los programas de prevención escolar Chile Previene en coordinación con el Ministerio de Educación. De primero a cuarto básico se dedican 8 horas anuales del ramo de Orientación a reforzar factores protectores, como el cuidado del cuerpo, la familia y la integración en el colegio. De quinto a octavo básico se trata directamente el tema de las drogas y el alcohol, con información sobre los daños de las drogas, los riesgos cotidianos y se fomentan estilos de vida saludables. Y lo mismo se refuerza en enseñanza media.

El Instituto Nacional es uno de los colegios públicos que adhiere al programa Chile Previene, pero en la práctica las horas asignadas se hacen insuficientes, reconoce Sergio Castro, orientador del Instituto Nacional. "La orientación en drogas solo se da de séptimo a octavo básico. De primero a cuarto medio no tenemos asignatura de orientación y, para abordar con los jóvenes las temáticas de sexualidad, alcohol y drogas, hay que prácticamente mendigar en los consejos de curso un ratito para esos contenidos. Nos han ofrecido de ONGs hacer jornadas, hay muchas ideas que nos han propuesto para mejorar los programas de prevención, pero nos topamos en espacio y tiempo, porque somos un colegio de doble jornada", dice.

Reconoce que han tenido casos puntuales de consumo problemático de marihuana, uno o dos al año, y en esas situaciones siguen un protocolo planteado por el Senda y Mineduc. "Primero, tratamos de detectar precozmente la situación y determinar el nivel de consumo, si está experimentando o ya es problemático. El asistente social visita a la familia y el alumno es tratado por un equipo de sicólogo y sicopedagogo. Y, si el caso es un tráfico de marihuana, hacemos la denuncia a Fiscalía para que investigue pero sin dejar de atender al muchacho. En ningún caso hay expulsión del alumno, estamos muy amarrados en ese sentido".

En el Colegio San Ignacio El Bosque, la jefa del Departamento de Sicología y Orientación, Carolina Santelices, afirma que han tenido casos contados de alumnos que han sido sorprendidos consumiendo marihuana dentro del colegio. "De acuerdo a nuestro reglamento de convivencia, es considerado una falta grave. En este caso, se comunica a los padres y se prohíbe la repetición de esa conducta. Si se repite, la matrícula del alumno podría verse condicionada. Además, paralelamente le damos los apoyos internos o externos que sean necesarios para eliminar la conducta de consumo", asegura. La profesional observa, además, que la desaprobación de los padres hacia el consumo de marihuana en sus hijos ha disminuido. "Hemos hecho jornadas con los padres para problematizar el consumo y dar sugerencias respecto a las medidas protectoras en el ámbito familiar. Son voluntarias, pero el año pasado tuvimos una alta asistencia de apoderados de séptimo a cuarto medio", dice.

Paula contactó a 13 colegios particulares para preguntarles qué están haciendo para prevenir y enfrentar el consumo de marihuana de sus alumnos. De ellos, 8 compartieron sus estrategias: el Liceo Experimental Manuel de Salas, Los Andes, Villa María, Manquehue, Cumbres Masculino, Craighouse, Bradford y San Ignacio El Bosque; los colegios Saint George's y Santiago College declinaron contestar.

Seis de los colegios consultados, el San Ignacio El Bosque, Villa María, Craighouse, Manquehue, Los Andes y Cumbres Masculino hacen encuestas anónimas a sus alumnos entre séptimo y cuarto medio para medir cómo ha evolucionado el consumo de drogas y alcohol y evaluar el impacto de sus programas. María Debesa Aldunate, directora del Colegio Los Andes, responde que "las encuestas internas dan a conocer un consumo de alcohol y drogas y fácil acceso a él fuera del ámbito escolar. El diagnóstico nacional hecho por el Senda no nos sorprendió, porque ya habíamos notado ese aumento".

En junio pasado el Liceo Manuel de Salas de Ñuñoa inició una campaña interna que promueve el consumo responsable de tabaco, alcohol y marihuana entre sus alumnos. "A los adolescentes no funciona decirles que no, lo que necesitan es aprender sobre autocuidado", señala la profesora de matemáticas, Tamara Maureira.

LA CAMPAÑA DEL MANUEL DE SALAS

En junio pasado, al ritmo de una batucada escolar, el Liceo Experimental Manuel de Salas, ubicado a una cuadra de la Plaza Ñuñoa, lanzó en una conferencia de prensa su nueva campaña sobre el consumo de alcohol, tabaco y marihuana llamada "Consumo Cuidado". Lo particular de esta iniciativa es que, a diferencia de las políticas de prevención que han promovido en los últimos 40 años el Ministerio de Educación y el Senda, y que llaman a evitar las drogas y alcohol antes de los 18 años, la campaña del colegio no prohíbe ni condena su uso, sino que apunta al consumo responsable.

El colegio realizó focus group el año pasado con alumnos de séptimo a cuarto medio. "Lo que detectamos fue que en séptimo y octavo ya entraba fuerte el consumo de tabaco y algunos ya comienzan a probar alcohol y marihuana. Y de primero a cuarto medio, había un alto consumo de estas tres sustancias, era un fenómeno generalizado. Por eso el colegio optó por un enfoque de reducción de daños que, aunque suene políticamente incorrecto, es lo más efectivo para generar conductas y discursos protectores en los jóvenes cuando ya existe un consumo. Las campañas que prohíben no funcionan, porque les hablan a los niños que no consumen. Pero al que consume, lo margina de los mensajes de prevención y a esos jóvenes es a los que hay que llegar", asegura el doctor Sergio Sánchez, quien estuvo a cargo del diseño de la campaña Consumo Cuidado. Además de apoderado del liceo, Sánchez es director de la fundación Latinoamérica Reforma y participa en el proyecto de Marihuana Medicinal de la Municipalidad de La Florida.

El director del colegio, Jorge Zubicueta, dice que están diseñando una política de prevención de alcohol y drogas que se implementará en el colegio en 2015, e incluirá capacitar a los profesores y diseñar una estrategia, con protocolos paso a paso para estas situaciones: ¿qué hacer si un alumno está teniendo un consumo excesivo de alcohol o marihuana?, ¿qué hacer si un alumno entra a clases bajo la influencia de drogas?, ¿o si consume en el colegio? "Son casos que requieren una respuesta coordinada del colegio y de los padres", afirma el director.

Francisca Pereda es apoderada del Manuel de Salas y fuma marihuana. Tenía una planta de marihuana en su casa para su propio consumo –que secó en abril para fumarla y en septiembre volverá a plantar– y suele encender un pito cuando sus hijos (de 10 y 4 años) están acostados. "Mi hijo de 10 años vio cómo creció esta planta linda. Sabe que sirve para el cáncer, le he mostrado documentales de una niña enferma que se sanó con marihuana, pero también le digo que en exceso es mala", dice Francisca. Dos meses atrás entraron a robar a su casa, Francisca llamó a Carabineros y tuvo que esconder su planta. Su hijo le preguntó por qué. "Le expliqué que estaba prohibido, porque la ley está mal hecha", cuenta.

Su hijo le preguntaba desde chico: "mamá, ¿cuándo voy a poder fumar yo?". Francisca le responde que cuando sea grande. "Si algún día fuma hierba prefiero que lo haga conmigo y que no fume cualquier cosa. Ojalá esa petición llegue cuando tenga 15 años o más, pero puede que sea antes porque en el colegio algunos niños empiezan a fumar a los 12 o 13", dice Francisca. Sobre la campaña del colegio, señala: "me encanta, porque es obvio que niños y papás fuman y hay que hacerse cargo".

Sin embargo, algunos apoderados del Manuel de Salas están inquietos y han pedido explicaciones a la dirección del colegio. Eleodoro Espinoza, médico internista de 56 años, es uno de los apoderados que ha tenido una mirada crítica hacia la campaña: "Este es un tema delicado que se debió consultar primero con los padres", dice. "Me parece errado decirles a los escolares 'consuman con precaución y no les va a pasar nada'. Las drogas tienen efectos adversos y en eso hay que tener coherencia y rechazar el consumo. Además, la campaña empieza con niños de séptimo, como mi hijo, que tiene 13 años y la marihuana y el alcohol todavía no entra en sus intereses".

Tamara Maureira profesora de Matemáticas, y con hijos de 14 y 16 en el Manuel de Salas, piensa que la campaña es una manera realista de manejar el consumo. "Este es un problema que existe en todos los colegios y que hemos abordado muchos años desde la negación. A los adolescentes no funciona decirles no, porque si el niño quiere va y lo hace a tu espalda. Los chiquillos son hijos de padres que no estamos en la casa y lo que uno necesita es promover el autocuidado en ellos. Y que el colegio ayude dando toda la información respecto de los riesgos asociados a las drogas".

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