Las heridas limpias

Javiera Ramos (40) es la actriz que en julio pasado fue atacada a machetazos por su hermano bipolar que, en plena sicosis, creyó que era un vampiro cuando ella intentaba contenerlo. Un mes después dio a Paula una primera entrevista, pero desistió publicarla porque no se sentía preparada. Hoy, han pasado ocho meses, y se siente con la fuerza para contar su versión




Paula 1118. Sábado 30 de marzo 2013.

Es una mañana soleada de marzo, por lo que no resulta raro que Javiera Ramos lleve puestos unos enormes lentes de sol, mientras se acomoda en una de las mesas del Starbucks de Vitacura que está muy cerca de su casa. Tiene 40 años, una hija, y el pelo rubio hasta el hombro. Se ve bien, bonita. Pero, al quitarse los lentes, aparece la huella visible del ataque que sufrió hace ocho meses: una larga y profunda cicatriz en su mejilla derecha.

Javiera pertenece a una familia acomodada de Concepción y siempre fue muy cercana a su hermano menor, Gonzalo. Estudiaron juntos Actuación en Santiago en la Escuela Internacional del Gesto y la Imagen, La Mancha. Ella terminó, él no pudo, porque le sobrevino una de esas crisis que hacía que abandonara sus proyectos. Gonzalo tiene trastorno bipolar y a Javiera le tocó contenerlo muchas veces. Siempre pudo, pero el 2 de julio de 2012 todo se desbordó.

Ese día, Javiera acudió al departamento de Gonzalo porque él estaba con un brote sicótico, alucinando. Fue la pareja de él quien le pidió a Javiera que fuera con urgencia. Cuando llegó

advirtió el peligro y le dijo a su cuñada, que estaba embarazada, que mejor saliera. Lo que ocurrió después fue un hecho policial que acaparó titulares: su hermano le disparó en una pierna, la golpeó con un fierro y le pegó un machetazo que hirió profundamente su rostro. Increíblemente, Javiera logró huir y bajar, desangrándose, 16 pisos por la escalera. "Pensar en mi hija de 11 años fue lo que me dio fuerzas. Ella me necesitaba viva", dice.

"Tengo esta cicatriz en la cara que es notoria. Me quedó el lagrimal del ojo derecho partido para siempre, entonces me llora el ojo y me molesta. Antes trabajaba harto en la televisión y ya no, porque igual tengo esta secuela en la cara. Las actrices somos reemplazables; ya no me llaman y tampoco yo he querido".

Diez horas duró la operación en la que le reconstruyeron los huesos del lado derecho de la cara con placas de titanio, le cosieron el párpado y le insertaron el ojo derecho en la órbita ocular, porque venía colgando. La rehabilitación facial y la terapia sicológica a la que tuvo que someterse duró meses. A pesar de todo ello, Javiera se siente agradecida. Y dice que no guarda rencor.

Cuando Carabineros llegó al departamento de su hermano, encontró 1 rifle, 2 pistolas y 15 armas blancas, además de un cultivo de marihuana. Gonzalo Ramos fue procesado por homicidio frustrado y microtráfico de drogas e internado por orden judicial en el hospital siquiátrico de Recoleta. Hace poco lo autorizaron a estar en su casa con custodia policial y chaperona. A Javiera le gustaría mucho verlo, porque hay algo que le quiere decir. Como no ha sido posible, lo dice acá.

Pensando en que han pasado ocho meses desde que tu hermano te atacó, ¿sientes que te expusiste demasiado considerando que acudiste cuando él estaba con un brote sicótico?

Sí, absolutamente. Yo me expuse. Salí corriendo a la casa de mi hermano cuando su mujer me llamó porque él estaba viendo vampiros. Fui indolente, porque no soy siquiatra ni experta en nada, soy actriz. Pero como siempre había podido contener a mi hermano, pensé que me la podía. Yo siempre contuve a Gonzalo. Pero él también, muchas veces en momentos difíciles de la vida, me contuvo y me ayudó.

¿Cómo te sientes hoy día? ¿Cómo estás?

Estoy bien, pero hay días en que me deprimo. Esto fue como una bomba atómica familiar, eso me bajonea a veces. Hay gente que me ataca. La otra vez di una entrevista en televisión y hubo comentarios de parientes atacándome.

¿ Y por qué te atacan?

Porque en el ambiente de la locura uno no tiene que buscar tanta explicación. Tiene que dejarse llevar. No siento que tengo que defender mi verdad, sino protegerla.

¿Estás en terapia? ¿En quién te apoyas?

Me apoyé en una sicóloga, tuve varias sesiones con ella. Y llegué a varias conclusiones: por ejemplo, que tengo que cuidarme más. He sido muy atolondrada, no medía las consecuencias.

Ahora creo que calculo las consecuencias de cualquier paso que doy.

¿Qué secuelas tienes del ataque que sufriste?

Tengo esta cicatriz en la cara que es notoria. Me quedó el lagrimal del ojo derecho partido para siempre, entonces me llora el ojo y me molesta. Antes trabajaba harto en televisión y ya no, porque igual tengo esta secuela en la cara. Las actrices somos reemplazables; ya no me llaman y tampoco yo he querido. Además, si me maquillo este ojo malo empieza a llorarme. Y en televisión te ponen ene maquillaje. Pero, como me sigo considerando una comunicadora, voy a seguir actuando, pero en teatro.

¿Y el balazo en la pierna no te afectó en nada?

No. Gonzalo tenía varias pistolas, y porque Dios es grande me disparó con la del calibre pequeño y en una parte de la pierna que no dañó ningún nervio o tendón. Pero el machetazo en la cara sí fue potente. Tengo todo este lado de la cara con titanio.

¿Qué te pasa cuando te miras al espejo y ves esa cicatriz?

No me avergüenzo de mi cicatriz. Ahora, no es que le ande contando a todo el mundo que mi hermano intentó matarme. Si alguien que no me conoce me pregunta, digo que choqué con un vidrio porque me da lata contar la historia, porque es fuerte de contar. Sin embargo, todo mi círculo lo sabe y lo converso abiertamente.

Esta fotografía fue tomada un mes después del ataque, cuando Javiera aún tenía el parche y hematomas en su cara. Entonces se encontraba con apoyo sicológico y en rehabilitación facial.

LA MIRADA DE UN TIBURÓN

¿Qué diferencia de edad tienes con Gonzalo?

Cinco años. Pero mi hermana mayor se casó muy jovencita, la otra se fue a vivir a España y nos quedamos los dos. Cuando murió mi papá nos refugiamos el uno en el otro, nos consolamos. Y así ha sido siempre: somos muy amigos, muy cercanos; yo lo llamaba y él aparecía. Por eso cuando su pareja ese día me llamó para que la ayudara a contenerlo, salí corriendo.

Desde que ocurrió esto, ¿has tenido oportunidad de volver a ver a tu hermano?

La única vez fue en una audiencia. No he tenido oportunidad de contarle a Gonzalo cómo fueron las cosas, porque él vivió un episodio distinto al mío, él vivió una cosa loca. Yo quiero tener la oportunidad de contarle qué pasó realmente.

¿Crees que no lo sabe?

No sé hasta qué punto. Si es que lo supo, fue contado desde la boca de alguien que no lo vivió y eso está lleno de conveniencias, de "yo creo que...", de "yo opino que...". La historia solo la vivimos él y yo. Pero él en ese momento estaba trastornado, estaba en un estado al que solo puede llegar un bipolar que no se toma los remedios por largos periodos de tiempo.

¿Por qué tu hermano si es bipolar tenía un arsenal de armas en su departamento?

Ah, no sé. Pregúntaselo a su pareja. Ella es sicóloga, estaba embarazada en ese momento y en esa casa había armas inscritas y no inscritas, además de un cultivo de marihuana en un indoor, siendo que Gonzalo es una persona enferma.

En la prensa se dijo que esas armas eran herencia familiar.

No, fueron compradas por él. Pero en mi familia, mi papá era coleccionista de antigüedades y le gustaba la época medieval. Tenía armaduras, espadas, cosas de colección. Mi papá siempre practicó artes marciales y era cinturón negro ocho dan. Gonzalo es experto en artes marciales, por eso me sacó la chucha. Pero yo también sé artes marciales y pude defenderme y sacármelo de encima.

¿Tienes conocimientos de artes marciales?

Sí, también tengo la potencia y sé pegar. Más que nada ese día luché por mi hija. Hubo un momento en que Gonzalo me botó en la cama, se me puso encima, me pescó el cuello y la nariz. No podía respirar. Hubo un segundo en que pensé dejarme morir. Pero pensé en mi hija. En un momento, me pegó el machetazo en la cara y yo creí que era el machete con

que mi abuelo cortaba las zarzamoras del campo. Ahora, no estoy segura si era o no el machete de mi abuelo. Quise creer que lo era, y que porque había sido de mi abuelo me salvó la vida; porque me hirió profundo, pero no me mató.

"La falta de medicamento en una persona bipolar hace que llegue a tal nivel de alucinación que el mundo que vive es paralelo al nuestro. Gonzalo estaba tratando de matar un ser maligno. La mirada que tenía no es la misma que cuando está bien. Tenía la mirada vacía, como la mirada de un tiburón".

¿Qué pasó contigo después de esto, cuando este hermano tan querido casi te mata?

La verdad es que cuando llegué a su casa, él veía vampiros y quería matar a su mujer que estaba embarazada de su hijo. Él veía en su mujer un monstruo malo. La falta de medicamento

en una persona bipolar hace que llegue a tal nivel de alucinación que el mundo que vive es paralelo al nuestro. Gonzalo no trató de hacerme nada a mí, que soy su hermana, estaba tratando de matar a un ser maligno. La mirada con que me miraba no es la mirada que tiene cuando está bien. Tenía la mirada vacía, como la mirada de un tiburón. Pero que Gonzalo tratara de matarme no me dolió tanto como el que mi mamá se alejara de mí y me culpara, porque es mi mamá.

¿Cómo? ¿Tú eres la víctima y tu familia te culpa?

Aquí hay dos víctimas: Gonzalo y yo. Me duele que la mujer de mi hermano nunca me diera las gracias, porque yo le salvé la vida a ella y al hijo que estaba esperando.

¿Qué sabes de Gonzalo ahora?

Que está en su casa con chaperona y resguardo policial. Que nació su hijo. No lo conozco, solo pude ver una foto de él en facebook. Es un niño precioso, igual que Gonzalo. Y está vivo, lo que para mí significa mucho. Te explico por qué. Gonzalo perdió a una hija. Fue hace como un año y medio. Una noche, como a las cuatro de la mañana, me llamó llorando para contarme que su hija había muerto en el parto. Partí corriendo a la clínica a abrazarlo; fui la primera que llegó. En ese momento Gonzalo me dijo: "Te das cuenta que nunca he logrado nada en mi vida, ni siquiera tener un hijo". Esas palabras me llegaron al alma y todavía me hacen llorar. Entonces, ese día que su mujer me llamó porque estaba delirando y me encuentro con que estaba a punto de matar a su segundo hijo porque creía que era un vampiro, yo dije: a este niño no me lo matan, porque Gonzalo va a tener su hijo aunque esté loco.

¿Tú has solicitado ver a tu hermano?

Sí, le pedí a mi abogado que le dijera al abogado de Gonzalo que quiero verlo, pero no se pudo.

¿Para qué quieres verlo?

Quiero contarle lo que pasó, decirle que lo adoro, que estoy feliz de que haya podido nacer su hijo, que puede contar conmigo siempre.

¿Que lo perdonas?

Nunca lo he culpado. Gonzalo es una excelente persona. Pero es bipolar y tiene que medicarse; ese es el punto.

"No he podido ver de nuevo a mi hermano y me gustaría. Quiero contarle lo que pasó, decirle que lo adoro, que estoy feliz que haya podido nacer su hijo y que puede contar conmigo siempre".

Cuando dices que quieres verlo para contarle lo que pasó ese día, ¿qué quieres relatarle?

Mi versión es: Gonzalo, dejaste de medicarte, cuando llegué a la casa querías matar a tu hijo, pero si lo matabas ibas a matar a tu señora también. Me vi en la obligación de sacarla a ella de la casa, pensando que te podía controlar. Y de repente te volviste loco. Yo recibí un llamado telefónico y Gonzalo me dijo: "¿Con quién estás hablando? Me traicionaste". Partió a la pieza y yo partí a buscar alguna pastilla para darle, cuando sentí el sonido de un arma cargándose. Me doy vuelta y recibo un disparo en la pierna, y luego golpes

y un machetazo en la cara. Todo eso sucedió. No sé cómo logré arrancar.

¿Has podido hacer algo con esa experiencia atroz?

Estoy escribiendo una obra de teatro sobre la resiliencia. En enero escuché esa palabra, empecé a darle vueltas, a leer, estudiar, entrevistar personas y darme cuenta que la resiliencia es una habilidad que tienen las personas, que se nace con ella, pero se puede aprender y educar. Finalmente, todos podemos llegar a ser personas resilientes y aprender de los fracasos, sacar una lección y con eso seguir tu vida, no quedarte en la queja. Quedarse en la queja, echarle la culpa a los demás es súper fácil. Lo que me pasó es terrible, pero lo puedo ver desde un aspecto positivo. Como te decía, la lección que saqué es que tengo que cuidarme más. Además, ahora soy más empática.

¿Y en qué se nota tu nueva empatía?

Soy capaz de ponerme en los zapatos de Gonzalo. Aunque yo no tengo bipolaridad, soy capaz de entenderlo y amarlo a pesar de ello. Porque la gente tiene defectos, virtudes y enfermedades. Y mi hermano es bipolar.

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