Las mujeres de las ballenas

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El 21 de mayo el gobierno anunció que las aguas territoriales chilenas se convertirán en santuario ballenero. Entre las especies protegidas estarán las ballenas azules que nadan frente a Ancud, donde Bárbara Galletti y Elsa Cabrera, fundadoras del Centro de Conservación Cetácea, llevan un minucioso registro fotográfico de los mamíferos más grandes del mundo y educan a la comunidad para que desarrolle el ecoturismo sin ahuyentar a las ballenas.




Bárbara Galletti (29) se levanta a las siete de la mañana y se asoma a la ventana para ver el mar. Desde la cabaña donde aloja, en la punta de una loma, se ven los soplos de las ballenas en el horizonte, a 20 kms de la costa. Si el mar está sereno, Galletti y la fotógrafa Elsa Cabrera (39) bajan a Puñihuil, una caleta de pescadores ubicada 45 kms al suroeste de Ancud, Chiloé, para embarcarse rumbo a los soplos. Su misión: fotografiar a las ballenas que se alimentan y descansan en ese lugar y estudiar su comportamiento.

Hasta hace ocho años, Elsa trabajaba como productora de cine y publicidad y Bárbara estudiaba Ingeniería, pero ambas abandonaron sus carreras para dedicarse por completo a la protección de las ballenas. Fueron entrenadas durante su paso por Chiloé por Carole Carlson, especialista en turismo de avistaje, y Robert Brownell, experto mundial en ballenas azules, ambos biólogos marinos estadounidenses. En noviembre de 2001, Elsa, Bárbara y un grupo de profesionales formaron el Centro de Conservación Cetácea, CCC, una organización independiente que busca proteger a los mamíferos marinos que viven en aguas chilenas y educar a la población para conservar a estas especies.

Uno de los proyectos más importantes de CCC ha sido la Red de Avistamientos de Mamíferos Marinos de Chile, a la que se sumaron la Armada y la Confederación Nacional de Pescadores Artesanales. Gracias a los datos recogidos entre ellos, Bárbara y Elsa supieron que los avistamientos eran más frecuentes al noroeste de Chiloé. Las ballenas viajan miles de kilómetros desde las tibias aguas del Ecuador hasta los mares del polo sur en busca de alimento, y las aguas territoriales de Chile representan más de la mitad de esa ruta. Algunas de estas ballenas no llegan a la Antártica y se quedan a mitad de camino, específicamente, frente a Ancud, donde encuentran comida. Es allí donde se ha registrado la mayor cantidad de avistamiento de ballenas azules del hemisferio sur.

En 2003, el CCC inició el Proyecto Alfaguara en Puñihuil, cuyo principal objetivo es proteger a la ballena azul a través del ecoturismo marino. Elsa y Bárbara han capacitado a los microempresarios locales para que aprendan a acercarse a las ballenas sin molestarlas, conozcan la biología y el hábitat de estos animales y se comprometen a reinvertir parte de sus ganancias en la conservación del medio ambiente local. "El turismo de observación de cetáceos es una actividad millonaria en otros lugares del mundo, pero si no se hace de manera responsable en Ancud, puede terminar espantando a las ballenas", explica Elsa.

La temporada de avistamiento en Chiloé empieza en enero y termina en abril. Bárbara y Elsa pueden pasar hasta ocho horas navegando, si el clima y las condiciones del mar lo permiten. Llevan litros de agua y comen arriba del bote para no perderse ni un solo gesto de los cetáceos. Para no molestar a las ballenas, no se acercan a más de cien metros y no se quedan más de quince minutos junto a ellas. Siempre mantienen encendido el motor, para que las ballenas sepan dónde está el bote y no lo pasen a llevar por accidente. Sólo regresan a tierra firme cuando la oscuridad les impide seguir sacando fotos.

Contar ballenas no es fácil. "Por eso el registro fotográfico es tan importante: la pigmentación de la piel es como la huella digital de la ballena", dice Bárbara. Ven alrededor de veinte diariamente. En marzo, a bordo de un helicóptero naval, identificaron 47 ballenas azules en un solo día, una cifra récord, porque apenas quedan 2.000 ejemplares en todo el planeta.

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