Una innovadora plataforma cultural

¿Qué harías durante 130 días en mil metros cuadrados? "Un gran bingo bailable", "ñoquis todos los 29", "una casa solo para gritar", "una exposición cada semana", "un nuevo país". A partir de esta pregunta y estas respuestas nació la propuesta de Mil M2, una suerte de centro cultural móvil que ocupa espacios en desuso para realizar, por un tiempo acotado, proyectos creativos, entretenidos y de interés colectivo. El lema: que la falta de recursos no sea excusa para no concretar las buenas ideas.




Paula 1157. Sábado 27 de septiembre de 2014.

La plataforma cultural Mil M2 partió a fines de 2012 con el objetivo de realizar un programa de actividades original y por el periodo de cuatro meses en la ex fábrica de sombreros Girardi, ubicada en Bilbao 511, que tenía una extensión exacta de mil metros cuadrados. Liderados por el actor Pedro Sepúlveda (31) y el arquitecto Bernardo Valdés (38), un grupo de jóvenes de diferentes disciplinas preguntaron al que quisiera responder en qué les gustaría usar este espacio hasta ese momento en desuso. Esas respuestas se convirtieron en su hoja de ruta. Finalmente, han llevado a cabo más de 150 eventos independientes, sin subvención municipal ni estatal.

Constanza Carvajal.

A partir de esta primera experiencia se dieron cuenta de que el intervalo de tiempo que quedaba entre que un lugar cambiaba de un proyecto inmobiliario a otro tenían una oportunidad para combatir el mayor problema con el que se encontraban cuando querían montar una actividad cultural: la escasez y el alto costo del espacio. "Ocupamos espacios que a nadie le importan porque nos dan la capacidad de meternos dentro del círculo inmobiliario por muy bajo costo. Si quisiéramos un centro cultural permanente no tendríamos los recursos necesarios y, simplemente, no podríamos hacer lo que queremos", explica Pedro, actual director creativo del proyecto. "Lo primero que entendimos con Mil M2 fue que un centro cultural, más que un edificio, es un grupo de personas. No importa dónde se haga, sino qué, cómo y quién lo hace", agrega Bernardo Valdés, quien hace pocos meses volvió a colaborar con la iniciativa después de un corto tiempo trabajando en el gobierno, como jefe de gabinete del Consejo de la Cultura.

Desde que comenzaron no han parado un minuto. Los cuatro meses iniciales de su primera ocupación se alargaron a un año. Luego de eso, inauguraron su segunda ocupación temporal, que tiene como plazo de uso los próximos tres años.

FÁBRICA DE IDEAS

Desde julio de este año, Mil M2 ocupa una oficina en el cuarto y quinto piso del edificio art déco del ex Teatro Italia, en Avenida Italia con Bilbao, a la que se accede por una escalera de 10 metros de altura, estilo mecano, que idearon ellos mismos. Este espacio no había sido concebido para que fuera una oficina, pero Mil M2 no solo ocupa lugares para bombardearlos con un programa cultural, también los transforma de manera creativa para mejorar sus posibilidades con respecto a lo que necesitan. La relación con el espacio es uno de los principales focos de este equipo, en el que participan principalmente arquitectos y diseñadores.

En una luminosa sala, con grandes mesas que comparten como escritorios, trabajan los miembros que mueven hoy Mil M2. Este es el lugar de su segunda ocupación, espacio que se gestó a raíz de una invitación de IF –iniciativa que también utiliza parte del mismo edificio y que reúne diversas empresas que potencian el desarrollo sustentable y la innovación– para que se hicieran cargo de renovar este teatro santiaguino en desuso hace 40 años.

Todos los proyectos que arma el equipo son construcciones colectivas que emergen después de largas jornadas de lluvia de ideas, que anotan en una pizarra. "Todos vamos aportando nuestro granito de arena y armamos cosas en conjunto, que solos jamás podríamos hacer", dice la arquitecta Constanza Carvajal (27), que llegó como voluntaria y hoy es parte de los socios de Mil M2. "A veces tenemos ideas un poco locas, pero las aterrizamos y nos resultan. Es bonito asociar este trabajo al reto", cuenta la gestora cultural María José Jaña (27), que llegó como voluntaria el año pasado y ahora se encarga de la producción general. El equipo de Mil M2 comenzó impulsando sus iniciativas con un importante grupo de voluntarios; hoy, algunos de ellos son parte estable del grupo.

En sus inicios, el proyecto partió gestionando un espacio, pero, al poco tiempo, derivaron en generar contenidos de manera amplia y mucho más allá de las murallas de los lugares de ocupación. Ese es el mayor salto que ha dado Mil M2, según explica el sociólogo Simón Pérez (32), que ha estado desde el comienzo. De las actividades en los mil metros cuadrados de la ex fábrica de sombreros pasaron rápidamente también a gestar intervenciones en la vía pública y a producir eventos para privados. "Teníamos la plataforma y empezamos a salir a hacer cosas", sostiene Simón.

Dolmidoce de José Luis Vidal.

Ilustraciones de Francisco Jordán.

Hasta ahora, una de sus iniciativas que ha logrado más eco es el Proyecto Pregunta, herramienta de participación que juega con el cuestionamiento como base para iniciar cualquier tipo de proceso social. Con un set de letras se puede armar la interrogación que sea: "¿Cuándo duermes?", "Señora, ¿por qué no la legaliza?", "Papá, ¿eres Dark Vader?". Después de ver el éxito que causaba en la calle esta actividad, una institución privada le encargó a Mil M2 que adaptaran la metodología para la discusión sobre los profesores en Chile en el programa Plan Maestro.

"Ocupamos espacios que a nadie le importan porque nos dan la capacidad de meternos dentro del círculo inmobiliario por muy bajo costo. Si quisiéramos un centro cultural permanente no tendríamos los recursos necesarios y, simplemente, no podríamos hacer lo que queremos", explica Pedro Sepúlveda, director creativo de Mil M2.

Los proyectos que han creado son diversos. El año pasado hicieron Populosaurio, el primer encuentro de ONGs en Chile en la Estación Mapocho; produjeron la Mini Maker Faire, una feria de inventos en la Quinta Normal que atrajo 10 mil visitas; diseñaron la oficina distrital del diputado Giorgio Jackson; y para la inmobiliaria Almagro crearon Plaza Piloto, un prototipo que instalaron en Providencia con Los Leones donde rediseñaron las piezas clásicas de una plaza: un banco con enchufes para conectar el computador, una nube con 40 aspersores que tiraba agua en reemplazo de una fuente, un mástil que emitía internet gratis. Todos estos elementos los construyeron en su propia fábrica porque ellos crean todo lo que necesitan: stands de cartón, afiches pintados a mano, un taca-taca gigante. No encargan ni arriendan nada. El evento alcanzó 1,3 millones de menciones en las redes sociales.

A Mil M2 le interesa trabajar con los privados, más que con el Estado. Quieren romper con el círculo vicioso de "si no me gano el fondo, no lo hago". Participaron en concursos para ganar proyectos, se asociaron con marcas, armaron eventos pagados. "Poder levantar los recursos de una manera alternativa es duro, pero nos interesa probar ese sistema porque si dependemos de los gobiernos y de las políticas culturales es más difícil mantenerse independiente. No somos una institución, por eso no tenemos la obligación de garantizarle el acceso a la cultura a nadie. Nosotros nos movemos por lo que nos gusta y reivindicamos ese derecho", afirma Pedro.

RED SOCIAL ANÁLOGA

Para los chicos de Mil M2 su trabajo nace a partir de la mutación que sufrieron las relaciones humanas desde la masificación de internet y cómo el encuentro presencial de las personas entró en crisis. A través de sus iniciativas, han buscado la manera de conseguir que la gente vuelva a encontrarse, rescatando tradiciones más antiguas como los bingos bailables de antaño, por ejemplo. Pedro cree que la necesidad de comunidad es transversal en Chile. "La gente en La Dehesa tiene la misma necesidad de comunidad que en los sectores más pobres. Me parece mucho más revolucionario ir a hacer un centro comunitario a Las Condes que a Avenida Matta. Ese es el desafío", dice.

Este equipo se siente parte de una nueva forma de hacer gestión cultural en el país, más participativa e independiente, junto a otras iniciativas como Diana Santiago, La Casa Rodante o Sofá; también centros pequeños que hacen gestión cultural. Lo que proponen tiene que ver con pensar que juntarse en una mesa a comer o hablar con alguien en el Metro o con el vecino es también cultura. Detrás de la propuesta de Mil M2 existe una búsqueda que intenta transformar esa relación entre participación y cultura. Creen en una cultura activa, que se hace en la calle y que es horizontal.

"Lo primero que entendimos con Mil M2 fue que un centro cultural, más que un edificio, es un grupo de personas. No importa dónde se haga, sino qué, cómo y quién lo hace", dice Bernardo Valdés, uno de los creadores de la plataforma.

"En el fondo, cuando vas a un centro cultural no vas solo a ver la obra, sino que a encontrarte con el otro. En esa sinergia entre la cultura y los espectadores es el intersticio donde nosotros nos metemos. Hay que dejar de quejarse, todos se quejan por todo. La actitud es disfrutar y encontrarse", concluye Pedro.

TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A LA ROMA

Son las 20:30 horas de un viernes y se abren las puertas de La Roma, Club Social de Música y Baile, en el ex Teatro Italia. Hasta las 22:30 cualquiera que quiera puede entrar gratis. El público va de los 20 a los 40 años. Los primeros comensales están ansiosos. No por las bandas que van a tocar más entrada la noche, sino porque hoy se disputa el campeonato mundial de Pink Pong en unas llamativas mesas rosadas para jugar tenis de mesa.

Mil M2 lleva dos meses organizando las fiestas La Roma cada semana. Han sido un éxito. De alguna manera, han venido a llenar un espacio de encuentro para jóvenes, pero para los que ya no lo son tanto. Cada viernes ante más de mil personas tocan cinco músicos chilenos. Se han presentado grupos más conocidos como Denver y Astro, pero también otros emergentes, como Tus Amigos Nuevos y Nueva Costa.

Entre sus próximos proyectos está la celebración del cumpleaños 192 de Francisco Bilbao, donde pondrán en la calle Bilbao 192 tortas y harán una gran once con los vecinos. Y en octubre inauguran Proyecto Pendiente, una galería que efectivamente está en pendiente, donde realizarán intervenciones artísticas.

Lo que atrae al equipo de Mil M2 a continuar es que se sienten parte de un proyecto que está en permanente transformación. Piensan que si les dieran un centro cultural permanente no tendrían tanta pasión para llevar a cabo lo que se les ocurre, como este campeonato de ping-pong en mesas rosadas. No se sienten dueños de este modelo de gestión y esperan que se expanda a otros lugares de Chile. Saben que existen miles de espacios abandonados que, con un mínimo de recursos, se podrían habilitar y ocupar por tiempos determinados produciendo impactos positivos en las comunidades que los rodean. "Todo esto se trata de generar nueva vida, fuera de los malls, de la televisión y de lo que estamos acostumbrados", dice el equipo.

Por ahora tienen tres años por delante. Si después de eso se acaba, "se acaba no más", comentan al unísono. Los próximos proyectos que tienen a la vista es la celebración del cumpleaños 192 del influyente intelectual chileno del siglo XIX Francisco Bilbao, donde pondrán en la calle Bilbao 192 tortas y harán una gran once con los vecinos de su barrio. Y en octubre inauguran Proyecto Pendiente, una galería que efectivamente está en pendiente, donde realizarán intervenciones artísticas. Para definir cuáles volvieron a la pregunta: ¿Qué harías durante tres años en una pendiente?

Parte del equipo de Mil M2 junto a un dibujo del espacio que ocupan actualmente en el ex Teatro Italia. De izquierda a derecha: María José Martínez, Paulina Cáceres, Constanza Carvajal, Pedro Sepúlveda, María José Jaña, Fernando Portal, Checa Cecilia y Domingo del Sante.

Proyecto Pregunta para Plan Maestro.

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