Chile según Cristina Bitar

Independiente de derecha, ex asesora de Lavín y cercana a los empresarios, Cristina Bitar dice que Chile está en una nueva transición, que los empresarios están molestos con este gobierno y que si las elites no se hacen cargo de las demandas ciudadanas, "vamos a farrearnos la oportunidad de saltar al desarrollo. Podemos retroceder en vez de avanzar".




Cristina Bitar es bajita y, en persona, se ve mucho más joven que en las fotografías que circulan en la prensa. Tiene 41 años, dos matrimonios –está casada hace más de una década con el empresario Juan Pablo Solís de Ovando– y dos hijos de 9 y 6 años. Hoy viste traje dos piezas de chaqueta y pantalón, tenida ad hoc para alguien que está en el centro de las decisiones de poderosas empresas como Cencosud, Fasa, Paz y Embotelladora Andina, entre otras, a través de Azerta, oficina de comunicación estratégica que en 2008 fundó junto a Felipe Edwards y Gonzalo Cordero. Desde allí, esta bachiller en

Economía de Darmouth College, Estados Unidos, se relaciona estrechamente con los empresarios más importantes del país y es considerada una avezada lobbista. De las pocas mujeres chilenas identificables en esa área.

Consciente del contexto formal en que se mueve, todas las mañanas hace el esfuerzo de alisar ese indisciplinado pelo lleno de rulos que la naturaleza le dio y que pocos conocen. Contra los prejuicios que despierta en Chile la palabra lobby, poco o nada puede hacer. "Es una pega legítima que requiere mayor regulación", dice. "Creo en la idea de legislar y hacerlo bien: no solo para dar cuenta de unos pocos que son públicamente lobbistas hoy, sino para transparentar que el lobby de uno es tan valioso como el lobby de otro. No entiendo cuando el que hace HidroAysén es considerado pésimo y el de sus detractores es considerado positivo. No es justo".

Nació y creció en Perú; hija de un matrimonio de madre ecuatoriana y padre chileno, y sobrina del PPD Sergio Bitar. En 1992 llegó a Chile y de inmediato se integró al escenario político. Durante el gobierno de Patricio Aylwin trabajó en el Ministerio de Hacienda. Luego, en el período de Eduardo Frei, estuvo unos años en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Y, en 2005, fue la jefa de la campaña presidencial de Joaquín Lavín, de quien es muy cercana. Un singular camino el de esta mujer pro UDI, que se declara independiente y, en lo valórico, dice ser "católica, pero súper liberal".

Quienes la conocen coinciden en que se mueve comodísima entre la gente de la más diversa índole. En las tertulias políticas en las que participa una vez al mes, comparte con el alcalde Claudio Orrego, el abogado Juan Carlos Eichholz y la periodista Mónica Pérez, y en su casa de Lo Curro es capaz de reproducir la misma dinámica en una distendida mesa sabatina, con empresarios, periodistas y políticos de todos los colores.

¿Su fantasía? "Ser Shakira", responde con su acento peruano, voz ronca y afónica. En definitiva: Cristina Bitar es inclasificable. Tan peculiar como sus ojos –pequeños y de forma perfecta– que algunos días amanecen azules, otros, verdes e incluso en ocasiones, dependiendo de la ropa que usa, pueden verse cafés.

En marzo sorprendió con una entrevista en revista Ya, en la que contaba que tras un año y medio separada de su marido, estaba reconstruyendo su matrimonio y que había decidido postergar su carrera en el servicio público para priorizar la vida familiar.

Congelaste tu actividad pública para privilegiar a tu familia. Tu caso resume el de muchas mujeres. ¿Cómo vives eso?

Sin rabia. Fue la mejor opción que pude tomar. Tampoco es que sea para toda la vida. Recién tengo 41 años, así que no me jubiles tan luego. Es una realidad para las mujeres intentar combinar todos los roles.

Pero igual sigues trabajando muchísimo.

Me encanta y nunca lo voy a dejar de hacer. La diferencia es que ahora estoy enfocada a una sola cosa, lo que me permite tener más cantidad y calidad de tiempo para mi familia, aunque nunca sea suficiente para mis hijos.

Respecto de este tema, ¿cómo ves a las mujeres empresarias que te rodean?

Todas tenemos el problema de compatibilizar los roles. Y las que no trabajan están frustradas, les gustaría hacer algo y se aburren. No conozco a ninguna –ni empresaria, ni ejecutiva, ni amiga– que diga "qué horror trabajar". Eso no lo he escuchado jamás. El otro problema es hasta dónde llegas en tu carrera.

La ambición de la mujer por desarrollarse tiene un umbral más bajo que el de los hombres.

Absolutamente. Las mujeres sabemos que llega un momento en el que por más que avances y avances en los cargos, tendrás que parar o la vida se desmorona.

¿Lo consideras justo?

Para mí es justo porque me crié en un mundo mucho más machista que el que vivo hoy. No es lo ideal, pero tampoco podemos exigir cambios de la noche a la mañana. Creo que estamos avanzando hacia una cultura en que los roles van a estar mucho más compartidos, pero a mi generación no le tocará vivirlo en plenitud.

Cristina Bitar dice que Chile es un país machista comparado con la Latinoamérica que conoce. "En Colombia, Perú y Venezuela se ven más mujeres en altos cargos. Aquí hay un tema cultural muy profundo que, en parte, es responsabilidad de los hombres, pero también de las mujeres que se restringen en su desarrollo. Los maridos de mis amigas no entienden que por el trabajo, que les apasiona, lleguen más tarde a la casa".

¿Son menos machistas las élites de esos países?

Totalmente. Y eso no solo porque hay más mujeres en el mundo empresarial o político, sino porque en general no hay códigos diferentes respecto de lo que se le permite a un hombre y a una mujer. En Colombia no es tema que un grupo de amigas se junten a tomar un trago. Aquí, te arriesgas al pelambre o a maridos indignados.

¿Qué actitudes machistas te han llamado la atención en Chile?

Cuando llegué, hace 20 años, me sorprendió que la mujer trabajara solo por necesidad y fuesen pocas las que opinaran de temas públicos. Lo que más me impactó es que era una conducta incentivada principalmente por las propias madres.

¿Qué políticas públicas debiesen implementarse para aumentar la participación de la mujer en el campo laboral?

Es un tema más cultural que de políticas públicas. No creo, por ejemplo, en los sistemas que proponen cuotas de cargos para hombres y mujeres. Las mujeres iremos ganando espacios en la medida que estemos más interesadas en desarrollarnos, atrevernos a ser un poco rebeldes y a conseguir complicidad con los hombres en ese camino. No es por decreto.

La nueva Transición

En una columna recientemente publicada en La Segunda, Cristina Bitar dijo que Chile ha caído en la frustración de la clase media y esta realidad es el desafío más grande que ha enfrentado la elite chilena desde la crisis de la segunda mitad del siglo veinte. En esta nueva etapa, Bitar advierte una falta de liderazgo, pues "no hay nadie que esté mirando Chile a largo plazo". Así de radical.

¿Cómo explicas el malestar ciudadano que se manifiesta en un país cuyos indicadores macroeconómicos son positivos?

El país ha cambiado mucho en estos últimos 20 años. Hoy es el país que soñaron en los ochenta y en los noventa los líderes políticos, empresariales y sociales del momento. Crecimos, la pobreza se redujo, se instauraron políticas de protección social importantes, se creció en cobertura educacional, se consolidaron las instituciones y se abrieron espacios de participación. Pero en este nuevo Chile hay desigualdad de oportunidades, cobros indebidos y altos índices de endeudamiento. También han surgido demandas sociales que antes no existían: vivir en un medio ambiente sin contaminación, el matrimonio homosexual, calidad de la educación, etc. Estamos viviendo el inicio de una nueva transición.

¿En qué consiste esta nueva transición?

Es pasar de la desigualdad a la igualdad de oportunidades, asumir las nuevas complejidades de una sociedad moderna, globalizada, con una ciudadanía muy empoderada que tiene los medios, las redes sociales y la calle para mostrar su poder. Hay grupos organizados –los estudiantes, los medioambientalistas, por ejemplo– capaces de instalar temas en la agenda pública, que tienen alta empatía, logran detener proyectos de inversión y cambiar gabinetes. La gente no cree que quienes eligen los representen efectivamente, sino que pueden representarse a sí mismos o al menos quieren que los que elijan sean interlocutores que dialoguen con ellos.

El empresario Felipe Lamarca dice que está comenzando otro partido y que la sociedad está rayando la cancha donde los políticos tienen que jugar.

Estoy de acuerdo. Hay tres problemas fundamentales. Lo primero es la desigualdad: la gente ya no cree en el chorreo, ni en el IPC o en los índices de desempleo y crecimiento. Luego, la desconfianza: ya no se confía en la clase política, ni en las instituciones y, lo que es peor, ni en el vecino. Los índices de capital social en Chile son bajísimos y reflejan una sociedad cada vez más desconfiada. Vivimos pensando lo peor del otro. También hay una desconexión entre las demandas ciudadanas y la política. Las personas están preocupadas por el crédito universitario y las cuotas de las casas comerciales, y no ven que los políticos estén resolviendo esos problemas.

Más que una transición, esto es una crisis.

Sí, el sistema democrático está en crisis, porque la clase dirigente no estaba preparada para incorporar a la ciudadanía y, me atrevo a decir, que esto no es del gobierno actual, sino que ocurre desde que asumió la Presidenta Bachelet. La diferencia es que ella pudo contener emocionalmente el proceso.

¿La solución pasa por una reforma del sistema político?

Son varias las reformas necesarias: inscripción automática con voto voluntario, elecciones directa de consejeros regionales para descentralizar, primarias vinculantes para elegir a los candidatos, entre otras.

¿Cómo debiesen operar las elites para que el sistema sea más abierto?

Las elites tienen que liderar esta nueva transición, entender el conflicto, darse cuenta de los errores y no persuadir o taparlos. Hoy, ante el resultado de una encuesta, la primera pregunta es ¿cómo lo mejoramos? Debiera ser ¿por qué nos va tan mal?

Los empresarios

Has dicho que los empresarios debieran hacer una autocrítica, ya que han logrado, y te cito, "crecer y ganar dinero como nunca antes, pero no han logrado la legitimidad de su actividad y del modelo que les permite desarrollarse". ¿Los ves abiertos a eso? y, más importante, ¿están dispuestos a ganar menos?

Los empresarios no pueden ser vistos como un segmento antagónico del resto de la población, ya que han contribuido mucho a lo bueno que tenemos en Chile. Pero deben entender que no basta solo con invertir y crecer, y que tienen que ser parte central de que el progreso llegue a todos. La discusión de si deben ganar menos, parte de un supuesto que no comparto, y que dice que no es posible crear más riqueza; que lo único que podemos hacer es repartir lo que ya hay. Falta que la ciudadanía también participe en la creación de riqueza, con mayor acceso a las oportunidades y mayor valor compartido en las cadenas productivas.

¿No debiesen pagar más impuestos?

No sirve hablar de una reforma tributaria o de aumentarle los impuestos a los empresarios si no definimos qué es lo que necesitamos como país y cuál es la forma más eficiente de financiarlo. Sabemos que los impuestos a las personas son muy altos y los de las empresas son relativamente bajos, pero no soy partidaria de crear tasas impositivas que inhiban el emprendimiento, que es el principal motor del desarrollo.

A propósito de la crisis de confianza; casos como La Polar, no ayudan a que la ciudadanía confíe en el empresariado.

De acuerdo, pero lo positivo es que hoy esas cosas se saben y se sancionan. Lo que no podemos decir es que todos los empresarios lo están haciendo mal. Si caemos en ese discurso demagógico y populista, el futuro no se ve bien. Hay quienes atribuyen la baja de Piñera en las encuestas a que este es "el gobierno de los empresarios". Pero yo no he visto empresarios más molestos que con este gobierno. Todos dicen "la próxima vez voto por la Concertación". Veo a empresarios asustados con lo que se les viene.

¿Por qué el susto?

Porque el gobierno está dedicado a demostrar que no es el gobierno de los empresarios y porque este empoderamiento de los ciudadanos también los ha desconcertado. Para ellos es nuevo esto de poner un proyecto en marcha y que un grupo de ciudadanos lo pueda detener e incluso llevarte a tribunales. Lo que sucedió con los cisnes de Valdivia es el inicio de lo que hoy sucede con Barrancones, Isla Riesco e HidroAysén. Los empresarios también están viviendo una transición.

¿Qué arriesgan las elites si no se hacen cargo de las demandas políticas y económicas que se están manifestando hoy?

El riesgo es farrearse la oportunidad que muy pocos países tienen de saltar al desarrollo. Si no se hace lo que se tiene que hacer, podemos retroceder en vez de avanzar.

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