El regreso de Carlos Franz

Después de 12 años viviendo en Europa, el escritor Carlos Franz está de regreso. Lo trajeron de vuelta la crisis del Viejo Continente y la necesidad de que su hija Serena –quien sufre una enfermedad que no le permite caminar– se críe en su país. Aquí, habla de cómo descubrió su paternidad y del Chile exitista con que ahora se encontró.




Paula 1097. Sábado 9 de junio.

Cuando en 2000 el escritor Carlos Franz se fue a vivir a Europa con su esposa Jeanette Avayú y su hija Serena, recién nacida, su idea era quedarse un año y medio. Pero la estadía se alargó. De vivir como artista en residencia en Berlín, se fue a Inglaterra a la Universidad de Cambridge y luego a la de Londres.

De ahí se fue a Madrid, donde durante algunos años –"de vacas gordas"– logró vivir como escritor freelance. Luego fue agregado cultural de Bachelet y, cuando dejó ese puesto, se encontró con un país de "vacas flacas", en el que resultaba muy difícil vivir. Ese fue uno de los motivos para volver, pero hubo otros.

Estando en Inglaterra, en 2001, su hija Serena, que tenía un año, recibió el diagnóstico de atrofia muscular espinal, una enfermedad neurodegenerativa que impide que los impulsos del cerebro lleguen a los músculos y que ahora, a los 12 años, la tiene en silla de ruedas.

"Fue un golpe muy fuerte. Desde el primer minuto tuve una mezcla de dolor y amor compensándose. Pero por otro lado, también tuve la maravillosa compensación que era ver que, con todo, Serena es perfectamente normal. No camina, pero es una niñita brillante, inteligente, sonriente. Quiero decir, todos nosotros no caminamos en algún sentido de la vida. En el caso de Serena vemos la silla. Yo también tengo la mía, que no es física, pero síquica sí que es".

Hoy, ese primer golpe está superado. El escritor es un papá chocho y dice que aunque su hija no tiene complejos en relación a su condición física, no es indiferente a ella: "Es una niñita muy inteligente que se da cuenta de las desventajas que esto significa para ella. Pero ha logrado, gracias a esa inteligencia, suplir eso".

Extranjeros en su país

El autor de El lugar donde estuvo el paraíso, El desierto y Almuerzo de vampiros, dice que una de las principales razones para volver a vivir a Chile a fines de 2011, fueron las ganas de que Serena viviera en su país. "Yo nací en Ginebra, después viví en Argentina y llegué a Chile a los 11 años, y me costó mucho adaptarme. Los chilenos creemos que este es un país amable, pero no es tan fácil para los que hemos tenido la experiencia de ser extranjeros en nuestro propio país".

Por estos días Franz trabaja en una novela en la cual lo central es una pasión amorosa que se llama La naturaleza del amor y que pretende terminar a fin de año. También viaja a dictar clases y conferencias y el próximo semestre trabajará en la UC. Durante estos seis meses ha logrado hacer un diagnóstico del estado del país: "Encuentro un país muy entregado al éxito. Tengo amigos a los cuales el éxito apenas les deja ver a sus familias -no digamos a sus amigos-. Trabajan tanto que su calidad de vida espiritual es mucho más pobre que la material. Un pronóstico optimista: en una sociedad así, la contemplación, como la que ofrece la lectura, se volverá un bien cada vez más escaso y, por lo tanto, precioso, invaluable".

En relación a sus colegas escritores, también su mirada es crítica. "Como Chile está tan próspero, los escritores no tienen que salir fuera casi obligadamente como antes. Se quedan, trabajan en universidades, ganan concursos, y se produce una especie de endogamia cultural. Las ideas circulan entre muy pocas cabezas y eso es preocupante".

Su shock de retornado tocó también a su hija. Ella quería entrar a un colegio de habla inglesa como al que iba en España, pero ninguno quiso recibirla. "Los colegios a los que fuimos no estaban adaptados estructuralmente para recibirla. Pero el principal problema fue la actitud con que nos encontramos cuando preguntábamos si se podría solucionar esa situación, y nos decían: 'Bueno, tendríamos que ver'".

Finalmente Serena entró a la Alianza Francesa, que instaló rampas y eliminó las barreras arquitectónicas. "Pero lo más importante es que demolieron una barrera mental: ese prejuicio chileno que ve a los minusválidos como un problema, cuando en realidad son la mejor 'solución' para enseñar el respeto a nuestros hijos", dice.

Serena ya entra en la adolescencia y su padre confiesa que le da un poco de susto, pero la confianza es mayor. "Como a todos los padres me preocupa el futuro. Yo descubrí al papá que tenía dentro cuando nació mi hija y ha sido uno de los grandes descubrimientos de mi vida. Había un sector de mi corazón que no conocía. Pero sé que así como ella ha venido superando todos los desafíos, superará lo que venga.

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