Vestirse en Chile

Curiosas verdades desclasifica aquí la diseñadora e historiadora Pía Montalva para entender qué ha pasado en nuestros clósets desde la Colonia hasta hoy.




La fascinación de la diseñadora e historiadora Pía Montalva (50) por la moda empezó durante las largas esperas en peluquerías de Osorno: allí devoraba revistas mientras su mamá se cortaba el pelo. Luego le pedía a su abuela que le mandara desde Santiago las prendas que hacían furor: el bikini de la tienda Palta, las sandalias con plataforma de corcho de Turchesse, las botas blancas que aparecieron fotografiadas en esta misma revista allá por 1967.

Estas referencias, y la convicción de que se pueden entender los procesos sociales y políticos a través de la moda, son el punto de partida de su libro Morir un poco (2005, Editorial Sudamericana), en el que relata la historia de la moda femenina en Chile entre 1960 y 1976. Hoy está escribiendo lo que podría entenderse como la continuación: su tesis para doctorarse en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Chile, donde analiza el nexo entre la indumentaria y la violencia política que hubo entre 1973 y 1990. Pero ya mientras cursaba el magíster en Historia en la Universidad de Santiago –del que se tituló con honores– Pía Montalva intuía que muchos hitos de la historia de nuestro país van de la mano con un estilo que no es antojadizo. Durante sus estudios analizó una gran cantidad de testamentos y cartas de dote de la Colonia y descubrió, por ejemplo, que cuando había restricciones por parte de España a productos franceses u holandeses o ingleses, aparecía el contrabando de telas y vestidos.

¿Y cómo se enteraban las mujeres acá de lo que estaba de moda en Europa?

Porque llegaban las señoras españolas, la mujer del gobernador, por ejemplo, a instalarse a Chile, vestida a la moda europea. Y porque el comercio era más activo de lo que uno se imagina. Así llegaban las modas. Y, aunque las mujeres no tenían clósets como los de hoy día porque las modas no eran desechables, me llamó la atención la cantidad de alhajas que tenían. Si en un testamento encuentras dos polleras y tres torsos, había cinco pares de aros de diferentes piedras: esmeraldas, diamantes, rubíes, zafiros.

Cómo, ¿no usaban vestidos de una sola pieza?

No. Usaban una blusa o camisola, que era una especie de ropa interior. Los calzones eran sólo para hombres. Encima de esta camisa larga las mujeres se ponían el corsé y, sobre eso, un torso, la parte de arriba del vestido que se amarra sobre el corsé. A veces las mangas también eran desmontables. Las polleras eran piezas separadas y, dependiendo de la época, tenían estructuras u otras faldas debajo para levantarlas. Todo esto aparece en las cartas de dote: junto a la tierra y los animales, estaba la ropa.

O sea que una mujer valía por su clóset.

Es que la ropa era un bien escaso y muy valorado. Pero igual eran austeras, no había mujeres con 40 polleras. No, ni 10 llegué a contar en un solo testamento. La ropa se heredaba. No es que se regalara a las personas que trabajaban para ti: se la dejabas a una hija, a una sobrina. La ropa era cara y de una durabilidad mucho mayor. Por otro lado, las crónicas dicen que las chilenas eran súper adictas a las modas, entonces tenían la tendencia de querer siempre ropa nueva.

¿Qué ropa se usaba al momento de declararse la Independencia?

La moda que imperaba hacia 1810 era una vestimenta republicana que nació después de la Revolución Francesa. Es la moda Mulato Gil, que es la que se ve en los retratos que le hizo este artista a la madre de O'Higgins: el corte imperio, los vestidos griegos, las telas livianas, medio transparentes. Esto parte en Francia como una forma de diferenciarse de los aristócratas, de la María Antonieta, tan rococó. La nobleza es destronada y todo lo que sea lujo es mal visto.

Si primero hubo influencia española y después francesa, ¿qué pasó más adelante, por ejemplo, con el boom de las salitreras?

Durante el boom del salitre, la influencia francesa siguió marcando la moda femenina, incluso con más fuerza, porque apareció la oligarquía con fortuna y un estilo de vida propio. La elite empezó a viajar y comprar ropa en París, a hacer encargos a comerciantes especializados y a recibir visitas de señoras francesas que llegaban a Santiago con baúles repletos. Anunciaban su llegada en los diarios y se instalaban temporalmente a vender ropa y accesorios. La excepción eran los trajes de viaje, más funcionales, que vienen de la sastrería inglesa: por ejemplo del diseñador John Redfern, creador del traje sastre que se popularizó en Chile en los años 30.

¿El traje sastre tal como lo conocemos ahora?

Sí. A mí el traje sastre me obsesiona: cómo un traje de viaje se transforma en la vestimenta de las mujeres que trabajan. En el momento en que la mujer irrumpe en el espacio público y pelea por el derecho a voto, se cubre con el traje sastre y se masculiniza. La chaqueta es masculina, pero la pollera es femenina, entonces muestra y oculta. Y esto dura hasta hoy. En la época en que la industria textil empezó a ser fuerte, en los años 30, encontrabas trajes sastre hechos en Chile, pero todos los moldes venían de fuera: primero de Europa y después de Estados Unidos.

¿Qué telas se producían en Chile?

Se empezaron a fabricar lanas, algodones y todos sus derivados en los años 30. Después, en los 50 apareció una serie de hilados artificiales, como la dunova, el banlón, el orlón y la trevira. La trevira y el polycrón mezclan fibras sintéticas con algodón o lana. Me acuerdo de las camisas de colegio: te las podías hacer en polycrón, y eso hacía que se secaran más rápido y fueran más fáciles de planchar. A principios de los 70 nadie compraba telas importadas. En Chile se producía de todo: encaje, gasa, terciopelo, felpa, brocato, cotelé.

¿La ropa se mandaba a hacer con la costurera?

Había tantas costureras en el barrio o que iban a la casa, y tantas telas disponibles a precios accesibles, que todos nos mandábamos a hacer la ropa, porque la que venía hecha era más cara y más fea.

Había muy pocas industrias que tenían un diseño más moderno, como Caffarena, que tenía beatles, panties, polleras cortas de jersey. El resto de la ropa que se vendía era como para señora.

¿Qué importancia tuvo para la moda chilena que la gente se mandara a hacer la ropa con telas hechas acá?

Se produce el gran punto de inflexión en la historia de la moda en Chile: entre 1968 y 1973 surge la moda autóctona. Si hay producción masiva de telas en Chile, ¿por qué hay que seguir importando los diseños? A partir de esta pregunta surge una moda que se relaciona con la producción artesanal de muy pocas piezas de cada prenda (a veces piezas únicas), con mucha intervención manual. La gente borda, se teje chalecos, túnicas, cinturones, hace collares, pinta cosas. Surgen diseñadores muy innovadores como Marco Correa, Nelly Alarcón o María Inés Solimano.

¿Qué tiene de chilena esta moda?

A medida que se masifica se empieza a usar ropa del mundo popular: calcetines chilotes, chalecos chilotes, ropa teñida con tintes naturales. En los 70 se empiezan a usar aros y collares mapuches. Tú podías ir a una comida c

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