Así se infartan las mujeres

Las mujeres no se infartan igual que los hombres. Tienen otros síntomas, que incluso pocos médicos reconocen. Por eso, cuando sufren un ataque al miocardio se mueren más. Sepa cómo prevenir y distinguir a tiempo las señales de un corazón traicionero.




Cuando Marcia Pupkin (45) se despertó a las 3 de la mañana con un intenso dolor en el brazo derecho, jamás se imaginó cual terminaría siendo el diagnóstico. "Sentía que todo el brazo, desde el hombro hasta los dedos, me iba a explotar", explica. Tenía 42 años y la convicción de que esa noche iba a ser la última de su vida. Tampoco sospechó el diagnóstico final la secretaria Sonia Duff (72), que hace cinco años, en plena oficina, sintió que le faltaba el aire y no podía respirar. Se le pusieron los labios morados y sus colegas le dieron unas aspirinas para calmar un dolor que nunca cesó.

Marcia y Sonia tuvieron un infarto al corazón. Ambas tuvieron suerte, a diferencia de las 10 mujeres que mueren al día en Chile por esta causa. De hecho, las enfermedades cardiovasculares –que afectan a los vasos sanguíneos que irrigan al corazón y a aquellos que llevan la sangre al cerebro– son la primera causa de muerte entre las mujeres chilenas. "En Chile 30% de los infartos al corazón ocurren en mujeres y 70% en hombres. Y cuando ellas tienen un infarto, se mueren dos veces más que ellos", señala la cardióloga de la Clínica Las Condes Sonia Kuntsmann. "Históricamente, las enfermedades del corazón han sido asociadas a los hombres, ya que a las mujeres se las relaciona con enfermedades que afectan las mamas y el aparato reproductor", explica la doctora Kuntsmann.

Así lo avalan las cifras del Departamento de Estadísticas e Información de Salud, del Ministerio de Salud, que en 2008 detectó que 2.990 mujeres murieron de infartos al corazón o insuficiencia cardíaca, mientras que 1.228 fallecieron de cáncer de mamas. "Por cada muerte por cáncer de mama, se producen 10 por enfermedades cardiovasculares", dice la cardióloga de la Sociedad Chilena de Cardiología, Mónica Acevedo. "El cáncer de mamas impacta más porque afecta a un segmento más joven, alrededor de los 45 años. En cambio, los infartos se presentan con la llegada de la menopausia, entre los 55 y 60 años", agrega la doctora Acevedo.

Síntomas malinterpretados

La noche que Marcia Pupkin despertó afligida por el dolor en su brazo derecho, lo primero que hizo fue tomar antiinflamatorios, pero el dolor se fue haciendo cada vez más agudo, hasta que le pidió a su marido que la llevara a urgencia de una clínica privada. El médico de turno le puso analgésicos a la vena para aliviar el dolor, pero tampoco surtieron efecto. Entre tanto, Marcia había vomitado y la derivaron al traumatólogo. Tras un escáner, la mandaron de vuelta a la casa con calmantes y un cuello ortopédico, por un problema que le detectaron en las cervicales.

La indicación fue reposo absoluto por diez días, tiempo en que Marcia fue empeorando. "Me dolía mucho, no podía respirar. Era como si me estuviera muriendo", relata. Pensando que tenía neumonitis consultó a un broncopulmonar que por fin le diagnosticó un infarto. Un cardiólogo terminó haciéndole dos bypass coronarios.

Que las mujeres se mueran más que los hombres al tener un infarto tiene una explicación lógica. Como esta afección no se asocia a las mujeres, el diagnóstico es mucho más tardío. "En el hombre la presentación del infarto es clara: siente un dolor en el pecho que se irriga al brazo izquierdo y sudoración. A los cinco minutos de ocurridas estas molestias ya está en la urgencia", dice Mauricio Fernández, cardiólogo de la Clínica Alemana.

En cambio, en las mujeres los síntomas son variados y pocas veces piensan que se están infartando. Así le sucedió hace dos años a Ximena Montero (65), cuando le empezaron a doler las mandíbulas. "Era un dolor intermitente. Como los dolores del parto, que vienen y se van. ¡Cómo iba yo a pensar que podía ser un infarto!". Y por no reconocer los síntomas, pasó un mes entre consultas al gastroenterólogo –quien pensó que tenía algo a la vesícula– y al neurólogo, quien le dijo que podía ser bruxismo. No conforme, pidió hora al cardiólogo. Al otro día la intervinieron con una angioplastia para destapar sus arterias.

"Los síntomas del infarto en la mujer no siempre están acompañados de dolor. Por ejemplo, sienten ahogo, cansancio, malestar abdominal, molestias en la mandíbula o cuello, vómitos y una opresión en el pecho, que produce angustia. Todos, síntomas que se pueden confundir con enfermedades de cualquier índole, incluso con crisis de pánico", explica la doctora Acevedo.

"Por lo general sólo hasta 6 horas después de transcurridos los síntomas se puede salvar ese tejido cardíaco que no está siendo irrigado. Después, las consecuencias son severas insuficiencias cardiacas, o la muerte", puntualiza el doctor Fernández.

Para los especialistas la culpa es compartida. Por un lado, las mujeres no saben reconocer sus síntomas y, por otro, los médicos tampoco actúan a tiempo. "Es un tema que pasa por educar a los propios pares, que por lo general tratan a las mujeres de exageradas", dice la doctora Acevedo.

El llamado es que ante la presencia de estos síntomas y, sobre todo, si existen factores de riesgo que incidan en la enfermedad cardiaca, exijan que les hagan un electrocardiograma para detectar alguna anomalía. "Tiempo ganado es corazón ganado", concluye la doctora Kuntsmann.

Perfil de riesgo

Las mujeres debutan con infartos al corazón cuando llega la menopausia, entre los 55 y 60 años. Los hombres, en cambio, se infartan 10 años antes. Este desfase se debe a que cuando la mujer está en edad fértil, su corazón está resguardado gracias al efecto del estrógeno, hormona que protege las arterias y los vasos sanguíneos.

Cuando cesa la función ovárica, en el climaterio, la mujer deja de producir estrógeno y, por lo tanto, el efecto protector. Sin embargo, las mujeres más jóvenes también pueden sufrir infartos, porque los factores de riesgo son transversales para toda edad.

Años antes de que Marcia Pupkin tuviera un infarto, le habían diagnosticado diabetes y tenía antecedentes de enfermedad coronaria en su familia. "Mi mamá se infartó dos veces a los 40 años y un hermano mío se infartó hace algunos años", cuenta.

La diabetes y los antecedentes genéticos son factores determinantes para el riesgo de un infarto. "La diabetes en una mujer es equivalente a un infarto. Si dos mujeres no se han infartado, la diabética corre más riesgo porque se comporta como si ya hubiese tenido uno", explica el doctor Rodrigo Macaya, ginecólogo de Red Salud de la Universidad Católica.

La obesidad, el colesterol, la hipertensión y el tabaquismo son también indicadores de un posible infarto. Tal como le pasó a CarmenWarner (63), que a los 49 empezó a sentir un profundo desgano, síntoma de que tenía las arterias obstruidas y la llevaron a someterse a una intervención de cuatro bypass. En ese momento tenía sobrepeso, no hacía ejercicios y comía frituras y carne casi todos los días. "Tenía el colesterol por las nubes", dice. Además, fumaba una cajetilla de cigarrillos al día.

Según el estudio cardiovascular Risk Factor Multiple Evaluation in Latin America, efectuado en 2008 a mujeres con una edad promedio de 44 años y de siete ciudades de Latinoamérica, en Santiago 43,3% de las encuestadas se declaró fumadora, ganando el primer lugar de tabaquismo en la región y la poca honrosa mención de obtener el segundo lugar –luego de México– en cinturas generosas con 87,9 cm, cuando el máximo recomendable para reducir el riesgo cardiovascular es de menos de 80 cm.

"Cintura ancha, significa que hay mayor cantidad de grasa intraabdominal –la que se acumula entremedio de los órganos– y que genera diabetes, colesterol alto, hipertensión e inflamación arterial, todos factores que inciden en el riesgo de infarto", explica la doctora Acevedo. "De aquí a diez años vamos a tener un aumento de los eventos cardiacos en mujeres. Tal vez no se van a morir, pero habrá un repunte de la gente infartada", dice la doctora Acevedo.

"Hay gente que piensa que por tener las piernas flacas y el abdomen un poco abultado no corre riesgo, pero la verdad es que no es normal. Las mujeres con grasa abdominal están más expuestas que las con grasa acumulada en las caderas", dice la doctora Acevedo.

De ahí que mantener los factores de riesgo bajo supervisión es crucial para prevenir las enfermedades cardiacas. "La combinación de hipertensión, tabaco y diabetes aumenta 4 veces el riesgo de sufrir un infarto. Por eso, la enfermedad coronaria es una enfermedad de factores de riesgo. Mantenerla controlada sólo implica cambiar los hábitos y empezar a hacer ejercicio y comer sano", concluye la doctora Kuntsmann.

El efecto de las hormonas

El problema no es la terapia de reemplazo hormonal, sino su administración tardía. "Hay mujeres a las que se les da este tratamiento cinco años después de ocurrida la menopausia y está comprobado que eso aumenta el riesgo cardiovascular", dice el endocrinólogo de la Universidad Católica, Eugenio Arteaga. Sin embargo, cuando la terapia es indicada durante el periodo perimenopáusico o hasta los primeros cinco años, las hormonas no resultan perjudiciales. "Este periodo se llama ventana de oportunidad y sólo aquí es aconsejable administrar la terapia. Después no tiene sentido, porque la mujer ya no tiene síntomas", agrega el especialista.

Además, hoy día existen nuevas formas de administración. Por ejemplo, la vía transdérmica, que a diferencia de la oral, no se sintetiza en el hígado. "La terapia oral pasa por el hígado, estimulando una serie de proteínas, entre ellas las de la coagulación, lo que aumenta el riesgo cardiovascular. La vía transdérmica entra a través de un parche por la piel y llega directo al corazón, por lo que no existen riesgos", explica el doctor Arteaga.

Atenta a los síntomas

Mientras en el hombre los signos del infarto son claros: dolor en el pecho –que se irradia al brazo izquierdo– y sudoración, la mujer experimenta una variedad de síntomas que no siempre están acompañados de dolor. Por eso, si se tienen factores de riesgo, es importante estar alerta cuando se presenten una o más de las siguientes molestias: dolor abdominal, dorsal o mandibular; dolor en el hombro o en el cuello; mareos, náuseas o vómitos; dificultad para respirar; fatiga; palpitaciones; indigestión; pérdida breve de la conciencia, y angustia por opresión en el pecho.

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