Buscando amor

ColumnaCarneTremula

Carne trémula.




Paula 1240. Sábado 2 de diciembre de 2017. Especial Navidad.

Me topé con la yo de los 13 años. Una foto en que tengo una mini demasiado corta. Moda no era, mis amigas la llevaban al menos una mano y media más abajo. De lo que estoy segura es de que buscaba amor. Si lo hacía con mini, lejos de ser frívolo, era una decisión ética. Las hormonas deben haberme convencido de resumir todo amor a la búsqueda de pareja.

Si buscaba ser deseada/amada –que hasta ahí eran la misma cosa–, debía adecuarme a lo que intuía eran las categorías masculinas: puta o dama. Y yo me decreté puta. De acuerdo a mis categorías, yo no era de las "lindas", no tenía la nariz respingada ni hacía ese amague de tener una retaguarda vigilada por los machos de la familia: "Mi papá se va a enojar". Eso me parecía estúpido y endogámico. Aún me lo parece.

Si duró poco mi camino de puta fue porque se tiene poco control. Fácilmente puede quedar una colgando de un deseo sin dueño; a la puta se la quiere a corto plazo. Creo que entonces se me ocurrió que el amor lo debía encontrar siendo escuchada. Tenía tanto para decir. Pero como a la puta, muchas veces faltó el tiempo para llegar a ser amada. Siempre faltaban palabras para convencer.

Varias décadas después de la foto sigo buscando amor, de otro tipo, claro. Negarlo sería solo esa vanidad hipócrita que está de moda. Siempre buscamos alguna aprobación. Tengo la impresión de que a veces me resulta. No porque me puse linda (no me operé la nariz ni las tetas, que a esta edad van juntas), sino que aprendí a mirar. Mirar es una oferta y no una demanda.

Pienso en Cleopatra invadida por la fuerza militar de César. Ni puta ni dama ni histéricamente "empoderada", es ella quien declara a César su invitado. Ofrece su deseo, pero siendo dueña de su territorio, aún en su inferioridad bélica.

¿Será que se puede salir de los desgarradores clichés de la búsqueda de amor con ese otro poder? El de la propuesta. Que es como hacer música: ofrecer un ritmo, que entonces altera las palpitaciones del otro.

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