Carla Zúñiga, la dramaturga revelación

Esta discípula de Juan Radrigán retrata la sociedad chilena con humor negro y agudeza. Las cuatro obras que tuvo en la cartelera del año pasado recibieron los aplausos del público y de la crítica.




Paula 1140. Sábado 1 de febrero de 2014.

Esta discípula de Juan Radrigán retrata la sociedad chilena con humor negro y agudeza. Las cuatro obras que tuvo en la cartelera del año pasado recibieron los aplausos del público y de la crítica.

Todo comenzó en la Universidad Arcis, cuando Carla Zúñiga estaba en primer año de teatro y tuvo que escribir un texto corto para su curso de dramaturgia, que terminó siendo muy alabado por sus compañeros. También fue muy bien recibida otra obra que escribió para un taller que tomó con el Premio Nacional de las Artes Juan Radrigán, quien después se convertiría en su maestro. Hoy, a sus 27 años, Carla Zúñiga ya cuenta con diez textos escritos, cuatro de ellos que estuvieron en la cartelera de 2013 y la consolidaron como la revelación del año.

"Tiene mucho que decir y lo dice muy bien, creo que es una de las figuras actuales de la dramaturgia chilena", dice de ella el Premio Nacional de Artes, y su maestro, Juan Radrigán.

Con obras como Sentimientos, seleccionada por Santiago a Mil; La mujer que estafó al viejito pascuero, programada en el GAM; La rebelión de los idiotas, exhibida en el Teatro del Puente, y La joven y sus problemas, que estuvo en Lastarria 90, a la dramaturga se le aplaude su lenguaje incisivo y su mirada desparpajada e irónica de la sociedad chilena. "Tiene una búsqueda temática que no es usual, mira a la sociedad desde un ángulo nuevo. Tiene mucho que decir y lo dice muy bien, creo que es una de las figuras actuales de la dramaturgia   chilena", dice Radrigán, mientras que la directora Daniela Aguayo –de la obra Niñas Araña– ya le ha encargado dos textos porque valora su creatividad y su manera particular de observar la realidad.

Zúñiga no tiene reparos en reírse de vicios nacionales como el arribismo, la discriminación o la cultura de las apariencias, centrándose en mostrar el quiebre o permanencia de la mediocridad. En La rebelión de los idiotas, por ejemplo, el contador de un supermercado decide cambiar de vida, mientras que en El hombre del cartel (2012), un padre de familia prefiere vivir en un letrero de la Coca Cola antes que ser humillado en una fábrica. "Hay tanta gente frustrada, descontenta con la vida que lleva, y no es consciente de eso", comenta Zúñiga, que para el primer semestre de 2014 estrenará una obra sobre género donde, además de dramaturga, también será actriz.

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