Documental Conversaciones mudas (y a oscuras)

Ciegos y sordos que comparten sus recuerdos de vida, a pesar de no poder mirarse o escucharse. Eso muestra Ver y escuchar, el entrañable documental del cineasta José Luis Torres Leiva que el año pasado llegó a festivales europeos y que se estrena el 6 de noviembre. Estas son las impresiones del autor.




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Ciegos y sordos que comparten sus recuerdos de vida, a pesar de no poder mirarse o escucharse. Eso muestra Ver y escuchar, el entrañable documental del cineasta José Luis Torres Leiva que el año pasado llegó a festivales europeos y que se estrena el 6 de noviembre. Estas son las impresiones del autor.

Eran vecinos. Vivían separados por seis casas de distancia. Y aunque querían conocerse fue imposible: ella era sorda, hablaba con señas. Él, ciego de nacimiento, no podía leer sus manos en la oscuridad. Sus padres hicieron de interlocutores durante un tiempo, pero la soledad pudo más. Un día ella se suicidó. A él todavía le entristece pensar que si hubieran podido verse o escucharse, su final pudo haber sido otro.

La historia es real. La vivió el hermano ciego de una amiga del cineasta José Luis Torres Leiva. Premiado en Rotterdam, Bafici y Venecia por cintas como El cielo, la tierra y la lluvia, Torres Leiva conoció esta historia en 2008 y le caló tan hondo que él, que siempre fue tímido e hizo cintas contemplativas, sin mucho diálogo, alzó la voz: "no podía ser que ciegos y sordos no se juntaran. Tenía que ocupar la cámara como un puente para vencer esa incomunicación", dice. Algo que parecía imposible, pero que logró para su documental Ver y escuchar, que se estrenó en 2013 en festivales europeos, y que ahora se verá en el Microcine de la Cineteca Nacional del 6 al 24 de noviembre a las 19:30 hrs, para luego recorrer salas desde Iquique hasta Punta Arenas. Allí, ciegos y sordos de distintas generaciones comparten –con la ayuda de intérpretes de mucha confianza– sus recuerdos y sensaciones sobre el viento que golpea sus caras, el mar, la arena, y la luna. Un trabajo que el cineasta logró después de estudiar por un año el lenguaje de señas en la Sociedad de Sordos de Chile (Soch) y visitar bibliotecas para ciegos.

¿Cómo fue la experiencia de tomar clases de señas?

Al principio fue un shock. Entras a una sala donde todo se habla con las manos. Y a mí, que soy tímido, me costaba expresarme. Uno está lleno de temores y prejuicios, pero después te das cuenta que todos somos distintos y que ser sordos y también ciegos es una manera más de serlo.

Con este documental rompes el silencio tan propio de tu cine.

Sí. Quería que los ciegos y sordos tuviesen la palabra para que el espectador se olvidara de que existía una discapacidad y entraran en sus historias de vida. Los ciegos y sordos tienen una sensibilidad especial. Son culturas en sí mismas y se expresan más que los que tenemos los cinco sentidos. Su sentido profundo de las cosas es lo que releva la cinta.

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