El respeto por el mar

Ramón Navarro, Surfista proefsional, 36 años.




Paula 1180, Especial Aniversario. Santiago 15 de agosto de 2015.

Ramón Navarro, surfista profesional, 36 años.

"Antes de convertirme en surfista aprendí a bucear: mi padre es pescador artesanal y yo era un niño cuando comenzó a llevarme al mar de Pichilemu para sacar lenguados y toyos y buscar algas en la playa. Aquí es donde nací, vivo y quiero vivir siempre. Tenía 7 años cuando aprendí a sumergirme bajo el agua. Quería ser buzo, como mi viejo. Fue él quien me enseñó que al mar hay que respetarlo y que antes de meterse hay que afinar los sentidos. Nos levantábamos de amanecida para constatar la dirección del viento, el tamaño de las olas y la marea; los tres indicadores que influyen en cómo va a ser el día de un pescador. Si había marejada, por ejemplo, no podíamos salir a pescar.

Por esos años en Pichilemu había pocas casas y la gente que se veía eran los vecinos. Los surfistas llegaban solo en verano. En ese contexto, los niños tuvimos una crianza libre, de jugar afuera sin peligro, con el mar como nuestro patio. A los 13 años me subí a una tabla de surf por primera vez.

No tuve miedo, fue algo muy natural. El frío era un gran tema, porque no existían los trajes térmicos tan tecnológicos de ahora, pero cuando el mar es tu vida, no te importa. Te haces hijo del rigor: te metes al mar helado y aunque te caigas mil veces de la tabla te vuelves a parar otras mil veces más. Llevo más de 25 años surfeando y todavía tengo demasiado que aprender. Todos los días son únicos. Ese es el desafío que me moviliza. Jamás me he sentido campeón y me da igual cuántas medallas haya ganado, porque el mar manda. Su fuerza ha mantenido mi ego a raya y me recuerda día a día que en la vida solo estamos de paso. Eso me ayuda a enfocarme en lo realmente importante: mi familia y hacer lo que me gusta, surfear y bucear. Esa es la felicidad.

Todo lo que he aprendido del mar se lo he traspasado a mi hijo de 5 años, que surfea conmigo desde que tiene uno. Quiero que se sienta afortunado de vivir en Pichilemu, cerca de la naturaleza, y que herede el mismo respeto por el mar que me enseñó mi padre".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.