Lecturas ilustradas

Reconocido historiador y arquitecto, el sacerdote benedictino Gabriel Guarda acaba de publicar la extensa investigación que hizo sobre la historia de la Iglesia que plantea, osadamente, una nueva concepción de nuestra historia: pensar La Conquista y La Colonia como la Edad Media de Chile. Casi al mismo tiempo, otros dos historiadores rescatan más de 450 años de historia de la Región de Arica y Parinacota, con el foco puesto en la hasta ahora incógnita Ruta de las Iglesias de La Plata.




Las iglesias de la ruta de la plata

Hubo una época en que la ciudad boliviana de Potosí llegó a tener las misma población de Londres. Por esos mismos años, en 1574, Arica era el puerto oficial de la salida de la plata extraída en la mina. Para poner en valor un capítulo que ha sido tomado con timidez por parte de la historiografía, Rodrigo Moreno, doctor en Historia de América y Magdalena Pereira, quien se está doctorando en Historia del Arte, publicaron recientemente, con el apoyo de Fundación Altiplano y los Fondos de Cultura, el libro Arica y Parinacota: La Iglesia en la Ruta de la Plata (Altazor). En palabras de la historiadora Pereira, quien vive en Arica, un breve adelanto para motivarse a descubrir este oculto capítulo de la historia de Chile: "los pueblos entre Huancavelica, Potosí y Arica eran tambos o almacenes para proveer a la villa de Potosí de mercaderías. Fueron cientos de recuas de animales cargadas de plata que trajinaron esta ruta, en la que se dio el consecuente intercambio arquitectónico y artístico entre los numerosos templos de los pueblos que había en el camino. Son muchas las leyendas en esta zona andina. Las crónicas de Arica del siglo XVI se refieren a un puerto muy cosmopolita, donde habían comerciantes griegos y flamencos, entre otros, todos allegados a obtener beneficios de este fenómeno económico".

Disponible en las bibliotecas de Santiago, este libro rescata más de 450 años de historia de Arica y Parinacota, con mapas y fotografías inéditas sobre el sorprendente intercambio cultural y artístico que se vivió, sobre todo, en los templos de los pueblos que hacían de tambos entre Potosí y Arica.

El tiempo de la guerra y la cruz

Hace cincuenta años, el padre Gabriel Guarda –Premio Nacional de Historia 1984 y Premio Bicentenario 2003– publicó un ensayo sobre los inicios de la religiosidad en Chile que llamó Formas de devoción en la Edad Media de Chile. Entonces, dice, lo criticaron por atrasar la realidad chilena a esa época correspondiente al Renacimiento y el Mercantilismo. Hoy, insiste con La Edad Media de Chile. Historia de la Iglesia, 1541-1826, una investigación extensa y profusamente ilustrada. Y tiene mucha razón: la fe, la guerra y la formación territorial que se vivió en América, sobre todo en el lejano Chile, tienen mucho más que ver con el medioevo que con la modernidad naciente. La edición, de CorpArtes, al cuidado de Luz Maria Williamson, detalla la vida religiosa desde la fundación de Santiago a la incorporación de Chiloé, llamado El jardín de la Iglesia, pues en la isla la evangelización fue más amable, o menos atroz. Esta fue una tierra difícil, marcada por la crueldad. De ahí que pueda rastrearse la tradición humanitaria y defensora de las víctimas a cargo de misioneros jesuitas, franciscanos heroicos, y curas letrados que defendieron a los aborígenes de las autoridades políticas. Guarda define dos esferas: la república de los naturales, de los indios, y la de los españoles, del clero y la jerarquía eclesiástica. Universos opuestos que se enfrentan y unen con saña y pasión, que hacen chocar "el ideal medieval de la caballería con la arrogancia bélica de los caudillos indígenas", al decir del padre Guarda, un historiador tan minucioso como enamorado de su objeto de estudio.

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