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El escritor chileno Marcelo Rioseco se fue hace diez años a estudiar a Estados Unidos y ha deambulado por varias universidades del interior del país. Acaba de publicar American Visa (Mondadori), una novela en la que ajusta cuentas con la autorreferencia de los gringos profundos y la incapacidad que tienen de ver al otro. Todo con mucho humor y en clave stand up comedy.




Paula 1125 Sábado 6 de julio 2013.

El escritor chileno Marcelo Rioseco se fue hace diez años a estudiar a Estados Unidos y ha deambulado por varias universidades del interior del país. Acaba de publicar American Visa (Mondadori), una novela en la que ajusta cuentas con la autorreferencia de los gringos profundos y la incapacidad que tienen de ver al otro. Todo con mucho humor y en clave stand up comedy.

Un chileno conoce a una estadounidense, se consigue una beca y parte a Estados Unidos para vivir su sueño americano, que empieza más o menos y sigue pésimo. La primera novela de Marcelo Rioseco (Concepción, 1967), autor ligado hasta ahora a la poesía y la academia, es un monólogo que se basa en las rutinas de los comediantes de stand up, la tradición más ácida y popular del humor norteamericano, para hacer una crítica divertida de una cultura que, a sus ojos, tiene serias dificultades para aceptar lo diferente.

"La narrativa chilena es seria, trascendente, como Santiago en el mes de julio, y yo quería hacer todo lo contrario", dice Marcelo Rioseco que construyó su primera novela al estilo stand up comedy: con una voz que va contando entre disgresiones lo que le pasa y que observa a los personajes con total desparpajo.

¿Por qué conoces tan bien la América profunda?

Vivo hace 4 años en un pueblo que se llama Norman, Oklahoma, el clásico college town que rodea a una universidad estatal enorme. Antes estuve en Cincinnati, en Pittsburgh. Lo que se suele conocer de Estados Unidos es el borde, Nueva York, Chicago, Washington, Miami. Este es el interior. Y suelen ser lugares horrorosos, ultrafascistas, donde hay una contradicción muy curiosa: gringos pobres, ultranacionalistas, que apoyan políticamente a los grupos que los desprecian.

Hasta ahora te habías dedicado más bien a la poesía y a lo académico. ¿Cómo pasaste a la novela?

Había escrito cuentos y llevo un diario, a la manera de Piglia, como un laboratorio de escritura. La novela es un poco para hacer justicia: observar cómo te ven los otros realmente, y también ver a aquellos que no están acostumbrados a ser vistos.

¿Y qué fue lo que viste entre los gringos?

Toda esa idea de lo exótico latinoamericano que tienen ellos al fin es algo muy condescendiente. Para los gringos, los de fuera, aunque vivan en su país, son como gente de la selva. Y no ocurre solo con los latinoamericanos, también con los asiáticos, para qué decir los árabes: los que estudian lenguas árabes en Estados Unidos, por ejemplo, son financiados por el Departamento de Defensa. Allá el racismo es una cosa mucho más instintiva de lo que uno cree. Los gringos son muy amables, pero es gente muy solitaria, uno se pregunta si realmente necesitan a los demás. Hay una sensación de vacío.

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