Reprogramarse en silencio

La actriz Elvira Cristi (37) estaba agotada física y emocionalmente cuando se recluyó en un retiro Vipassana. Durante diez días se levantó a las cuatro de la mañana, meditó ocho horas diarias y, más radical aún, se mantuvo en estricto silencio, como lo indica este método de autosanación de origen indio. Esa experiencia le permitió, entre otras cosas, decidir que sí quería ser madre. Este es su testimonio.




Paula 1154. Sábado 16 de agosto de 2014.

La actriz Elvira Cristi (37) estaba agotada física y emocionalmente cuando se recluyó en un retiro Vipassana. Durante diez días se levantó a las cuatro de la mañana, meditó ocho horas diarias y, más radical aún, se mantuvo en estricto silencio, como lo indica este método de autosanación de origen indio. Esa experiencia le permitió, entre otras cosas, decidir que sí quería ser madre. Este es su testimonio.

"A los 30 años estaba saliendo de una etapa muy difícil: había terminado una relación de 10 años, tomaba y fumaba mucho, y recién lograba trabajar como actriz cuando conocí al padre de mi hijo, quien venía de hacer su tercer retiro Vipassana. Yo llevaba un tiempo haciendo yoga y meditando, pero nunca había tenido una experiencia así de extrema: diez días de absoluta desconexión para aprender los fundamentos de este método y practicarlo. Él me convenció y, a principios de 2010, tomé un avión rumbo a Chiloé con la seria intención de resetearme, porque estaba agotada física y emocionalmente. Necesitaba dejar atrás a esa mujer autodestructiva que estaba siendo y encontrar a la Elvira que estaba dormida.

Recuerdo haber llegado a la casa de retiro en Chonchi, a 25 km al sur de Castro, capital de la Provincia de Chiloé, y recibir los preceptos de convivencia con el resto de los 200 participantes: no mentir, no robar, no tener contacto físico ni visual con nadie y el noble silencio. Diez días en completo silencio, sin siquiera tararear. Diez días uno igual a otro. La mañana se iniciaba a las 4 AM con el sonido del gong que nos despertaba. A las 4:30 era la primera de las cuatro meditaciones del día, de dos horas cada una. A las 21:30 ya teníamos que estar acostados. Entre cada meditación comíamos meriendas sencillas como una fruta y un té de hierba, y teníamos momentos de descanso.

El tercer día me desperté con una angustia que no había sentido ni en la peor época de mi vida. Quería morirme. Me quería ir. Estaba en la primera meditación del día y no podía concentrarme. La cabeza no me paraba. Pero al final del día el maestro nos dijo "felicidades, pasaron el día Vipassana, en el que la cabeza te intenta engañar, te hace sentir que no puedes más y quieres abandonar todo". Ahí supe que esta meditación es perfecta.

Al día siguiente pude sanar uno de mis sankara o heridas que se quedan en el cuerpo producto de experiencias traumáticas. Y logré meditar. En silencio lloré de felicidad. Todos los días restantes fueron increíbles. La necesidad de hablar desapareció. Y fue el noble silencio lo que más disfruté, porque pude, finalmente, callar mi cabeza. Volví a nacer.

El regreso a Santiago fue duro, especialmente por el ruido. Pero estaba reseteada. Vipassana me enseñó a ver la realidad tal cual es, sin enrollarme por todo y sin ser tan crítica conmigo misma. Incluso mi cuerpo se desinflamó. Adelgacé. Estaba hinchada con tanta cosa inservible.

En ese estado ocurrió otra cosa inimaginable: quise ser madre. Nunca antes había sentido esas ganas. De hecho me negaba a la posibilidad, como un mecanismo de defensa: sentía que iba a ser una pésima madre. Mi hijo Santiago tiene 3 años. Lamentablemente me separé, asunto que a la Elvira de antes de Vipassana la habría torturado. Ahora entiendo que es lo que nos tocó. No es grave, no es terrible, simplemente es".

Contacto

Para información sobre los próximos retiros de Vipassana escribir al mail info@cl.dhamma.org o al cel 9995 5604.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.