Trapos que hablan

La obra de la artista María Ezcurra (40) interroga los códigos de lenguaje que se ocultan en los objetos cotidianos. Para ello utiliza la ropa como un elemento que conecta lo privado y lo público al satisfacer la necesidad básica de cubrir el cuerpo, pero que, al mismo tiempo, es portadora de mensajes sociales. En sus instalaciones, esculturas y performances la ropa habla.




Paula 1130. Sábado 14 de septiembre 2013.

La obra de la artista María Ezcurra (40) interroga los códigos de lenguaje que se ocultan en los objetos cotidianos. Para ello utiliza la ropa como un elemento que conecta lo privado y lo público al satisfacer la necesidad básica de cubrir el cuerpo, pero que, al mismo tiempo, es portadora de mensajes sociales. En sus instalaciones, esculturas y performances la ropa habla.

Nacida en Argentina, María Ezcurra logró traspasar con su trabajo las fronteras latinoamericanas. Desde que comenzó a exhibir, a los 24 años, ha realizado prácticamente una exposición individual por año y participado en múltiples colectivas. Su obra es bien conocida en Canadá (donde en este momento está haciendo un doctorado en Educación) y en México, su lugar de residencia desde que tenía 5, pero también ha expuesto en Venezuela, Estados Unidos, Grecia y Gran Bretaña, donde pasó a formar parte de la colección perteneciente al célebre mecenas británico Charles Saatchi. Se trata de un conjunto internacional que incluye obras de destacados artistas jóvenes.

Obra Manditel

María trabaja transformando prendas vestimentarias y textiles asociadas a la cotidianidad –desde sostenes hasta cortinajes– en imágenes que resultan inquietantes y raras. Para ello interviene, desarma y rearma los trapos, sacándolos de su función original, o genera situaciones absurdas que dejan en evidencia significados que antes permanecían ocultos. "En mi obra intento encontrar lo subjetivo en lo objetivo, ya que muchas veces al descomponer el vestuario, recontextualizarlo o reagruparlo, se descubren formas que, por su obviedad, antes no se veían", señala a Paula vía mail.Aunque en su obra utiliza múltiples lenguajes (fotografías, esculturas, instalaciones, performances, intervenciones) y genera series visualmente muy diversas, en todas subyace un cuestionamiento a los roles y estereotipos socialmente asignados a las mujeres.

Serie Cuerpo de trabajo (2000). Prendas de ropa descosidas y recompuestas como esculturas.

Muchos de sus trabajos los realiza en su casa y están estrechamente ligados a su experiencia. Hoy, como profesora de Arte, madre, esposa y artista, la pregunta sobre los conflictos entre el pensamiento personal, el mundo doméstico y el quehacer público adquieren más sentido para ella. Las series que aquí publicamos representan los dos polos de su obra, que transita desde lo narrativo hacia lo analítico. En El guardarropa de la perfecta ama de casa (2008) lleva a un límite irónico la representación de la experiencia doméstica femenina. Se trata de una performance donde la artista realiza típicas acciones y actitudes caseras, como planchar, servir la comida o acompañar al marido, las cuales registra en fotografías. En las imágenes ella misma se viste con el objeto de la acción, como cuando su traje se convierte en prolongación del mantel o de la tabla de planchar.

"A través de la historia, la ropa ha pasado de ser un material puramente funcional a otro mucho más estético y comercial, por eso es que me gusta usarla para hablar del modo en que funcionamos –o disfuncionamos– en las sociedades contemporáneas".

En su serie Cuerpo de trabajo (2000), en cambio, la artista analiza estructuralmente la ropa como una segunda piel. Para realizarla descosió camisetas, suéteres, trajes de baño, pantalones y medias, entre otras prendas, y las abrió como si fueran pieles de animales, convirtiéndolas en formas atractivas y extrañas, que han perdido su función original. "Utilizo la ropa para crear estructuras que reflejan la sutil, pero no por eso menos grave, violencia de género que vivimos cotidianamente. Muchas veces no es evidente, pero en la ropa están implícitas normas sociales en las que todos participamos, aunque no nos demos cuenta", explica.

"En los últimos años he estado trabajando principalmente con ropa: un elemento práctico, estético, e incluso plástico, que intenta conectar al cuerpo con el mundo social, a la vez que lo aísla. Me baso en la idea de que los objetos, en general, y las prendas de vestir, en particular, nos transmiten información sobre una determinada sociedad o individuo", señala la artista.

En México, donde existe un fuerte movimiento de pensamiento feminista asociado al arte, María ha captado el interés de escritoras que han situado su obra dentro de este ámbito. Sin embargo, ella siente su trabajo como algo que surge, directamente, de su experiencia personal y, desde ahí, aborda las problemáticas de género.

"Creo que la obra de un artista siempre tiene algo de autobiográfico. La mía lo es, inevitablemente, desde las sutiles referencias a mi propia vida hasta los cuestionamientos sociales que me afectan. Sin embargo, aunque siempre he comulgado con los ideales feministas, el término 'feminismo' por mucho tiempo me causó conflicto, como supongo que sucede con todas las mujeres que crecieron en los años 70. Sin embargo, con el correr del tiempo, he empezado a aceptarme como una artista feminista de 'la tercera ola', pues tengo que admitir que mi obra se ha ido poniendo cada vez más crítica respecto de los roles sexuales".

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