Truffa+Cabezas: letras con cuento

Seductoras, barrocas, pletóricas de signos, las pinturas de la dupla Truffa+Cabezas juegan a desarticular las ideas puristas y reductoras de la chilenidad. Tras 11 años sin realizar una obra juntos, regresan confirmando su defensa del mestizaje, en composiciones de letras y palabras que hablan de mitos y cruces culturales. El próximo mes exhibirán en paralelo, en el nuevo espacio The Art Walk, hasta el 2 de diciembre, y en Galería Madhaus, hasta el 11 de diciembre.




Paula 1161. Sábado 22 de noviembre de 2014.

Seductoras, barrocas, pletóricas de signos, las pinturas de la dupla Truffa+Cabezas juegan a desarticular las ideas puristas y reductoras de la chilenidad. Tras 11 años sin realizar una obra juntos, regresan confirmando su defensa del mestizaje, en composiciones de letras y palabras que hablan de mitos y cruces culturales. Este mes exhibirán en paralelo, en el nuevo espacio The Art Walk, hasta el 3 de diciembre, y en Galería Madhaus, hasta el 11 de diciembre.

Bruna Truffa y Rodrigo Cabezas vuelven a exhibir una obra en dupla. Ahora, extreman el carácter narrativo que ha caracterizado su producción desde finales de los ochenta, para concentrarse en el código elemental del lenguaje. Lo que hacen es componer "letras historiadas" u ornamentadas, un género que viene del arte románico y que fue usado en la literatura histórica y religiosa de la Edad Media. Se trata de que la letra con que se inicia cada capítulo de un libro –"letra capital"– sea en sí misma una ilustración, que se arma entrelazando caprichosamente figuras humanas, animales o vegetales.

El proyecto surge de un encargo que les hizo la antropóloga Sonia Montecino, para que ilustraran la nueva edición de su Diccionario de Mitos Chilenos. Este libro ordena en forma alfabética, desde la A hasta la Z, personajes, fenómenos, animales, plantas y situaciones que protagonizan los distintos mitos analizados. Así, por ejemplo, en el capítulo F, se encuentran relatos que aluden a "flor de hielo", "futre" y "flechazo", entre otros. Lo que hicieron los artistas, entonces, fue ilustrar cada letra inicial usando imágenes alusivas a los mitos que se incluyen en el respectivo apartado.

Ostentando un estilo narrativo y gráfico y combinando múltiples elementos que circulan en el imaginario chileno, Truffa+Cabezas interrogan la identidad cultural para enriquecer el cruce de contenidos y ofrecer un relato de país caracterizado por la diversidad y el mestizaje.

El ejercicio les resultó demasiado natural, pues calzaba con la práctica de rescatar elementos de identidad local a través de un collage de imágenes encontradas. Una muestra que ejemplifica bien su procedimiento es la instalación Si vas para Chile, que montaron, hace ya quince años, en el Museo Nacional de Bellas Artes. En ella, la imagen exitista del "jaguar de Latinoamérica", la tradicional caja de fósforos Los Andes, la desaparecida gráfica popular que exhiben los letreros de las micros viejas, la venerada Virgen del Carmen y sus estampitas, las latas de atún que se afilan en los supermercados, la portada expresionista de un matutino, el típico chanchito de Pomaire y el ordenado logo oficial del gobierno, entre otros símbolos, convivían carnavalescamente. La exhibición, que es la más conocida de la dupla, exploraba las contradicciones de un país que se debatía entre el conservadurismo y la ansiedad del consumo. Utilizando pintura y objetos, los artistas cuestionaban la posibilidad de definir una identidad chilena, como si fuese algo puro y estático. En cambio, ponían en escena, con humor irónico, la mezcolanza de influencias que constituyen nuestro imaginario.

Herederos de la vertiente conceptual de los 80, Truffa+Cabezas trabajan a partir de ideas pero, lejos de la abstracción intelectual, las encarnan en imágenes muy directas y reconocibles. Se trata de proponer relatos y comentarios abiertos sobre fenómenos que ocurren en la realidad social cotidiana y que, por ello, conectan directamente con la sensibilidad popular. Virtuosa pero a la vez muy libre, la estética de collage que proponen concibe al espectador como alguien que es confrontado con un caleidoscopio de imágenes simultáneas, para luego elaborar su propia secuencia.

Ahora, al trabajar con el alfabeto como un campo de signos que tiene una estructura acotada, descubrieron las infinitas posibilidades combinatorias de sentidos y visualidades y decidieron convertir estas letras ya no solo en capitulares de un libro, sino en obras, en sí mismas. Tras componerlas digitalmente, las imprimieron sobre papel y luego las terminaron en pintura al óleo, lo que les da una nueva carga energética.

Pero el entusiasmo los llevó más lejos. Entonces comenzaron a componer palabras usando letras historiadas, para tensionar los significados, mezclando lo tradicional con lo global. En la obra, términos como "pisco sour", "hot dog" y "love" hacen parte de un lenguaje que, a estas alturas, es tanto o más chileno que la diuca o el cochayuyo. Con este gesto, los artistas vuelven a instalar la idea de un Chile híbrido y cambiante.

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