Descripción de rol

columna 2 de julio



Partamos de la base de que todos o la gran mayoría de los padres y madres estamos tratando de hacer lo mejor posible en cuanto a la educación y crianza de nuestros hijos. Algunas veces pareciera que vamos más o menos bien y vivimos una cierta armonía en nuestras familias, pero otras todo parece desbordarse. Sentimos que nada resulta, que estamos haciendo algo mal y entramos en un espiral de caos. Además, nos culpamos y sentimos que estamos fracasando como padres. Pero como casi todo en la vida, estos son ciclos normales y es válido parar, re evaluar lo que estamos haciendo y a veces hacer control + alt + delete, y básicamente deshacer algo que estábamos haciendo de una manera y que ahora pensamos que quizás no es la correcta.

A nosotros nos acaba de pasar. Con mi marido tratamos de tener estilos de crianza lo más alineados posibles, pero al ser de diferentes países hay cosas culturales tan enraizadas en cada uno, que luego se traducen en distintos estilos de ser padre y madre. En este cruce, algo no estaba resonando bien en los niños, algo les estaba haciendo ruido, y eso llevó a que todos estuviéramos con un alto nivel de energía no tan positiva. Había más gritos, más desborde. Y se originó una especie de rebeldía colectiva. Mi marido y su estilo de crianza va más por el lado de perder privilegios si no se cumple con una regla, pero yo sentía que este estilo solo hacía que los niños hicieran o dejaran de hacer algo motivados por el castigo o el premio. Pero incluso eso había perdido su efecto. En buen chileno, "no estaban ni ahí con nada ni nadie" y empecé a preguntarme qué ingrediente estaba faltando. En paralelo, un par de amigas me comentaron cosas similares de sus crianzas y eso me dejó con la sensación de que nos estábamos saltando un paso importante.

Comencé a poner atención a las palabras que usamos y a cómo nos comunicamos con nuestros hijos diariamente. Quizás tenga que ver con cosas aprendidas, o falta de tiempo. El caso es que muchos padres caemos en decirles a los niños solamente el título de la canción: "tienes que portarte bien", "tienes que ser responsable en el colegio", "tienes que ser respetuoso" y así con miles de conductas y acciones que esperamos de nuestros hijos en distintos ámbitos de la vida pero no hacemos la descripción de rol. Cuando entramos a trabajar, no solo nos dicen el nombre de nuestro cargo, sino que junto con eso viene una descripción de ese rol, con todas nuestras responsabilidades, tareas y obligaciones, lo que facilita muchísimo nuestro desempeño. Sabemos detalladamente qué debemos hacer, qué se espera de nosotros.

Con nuestros hijos es lo mismo. No digo que debamos imprimirles un informe, pero sí sentarnos con ellos y hacerles la bajada del cargo, explicarles qué esperamos de ellos, cuáles son sus responsabilidades. Obvio que va a depender de la edad de cada uno, pero desde los 5 años en adelante ya son bastante capaces de entender instrucciones simples y llegar a acuerdos. En mi caso, me senté con los dos mayores, de 7 y 10 años. Con los más chicos es más fácil llevar una rutina y cumplirla, porque son más dependientes. La conversación se trató de establecer normas de convivencia y entender los deberes y derechos de cada miembro de la familia. Partí contándoles de mis deberes, responsabilidades y el esfuerzo que hago para y por ellos y nuestra familia. Lo mismo su papá. Luego les explicamos qué esperamos de ellos, qué es "portarse bien", cuáles son conductas de respeto y cuáles no lo son. Les dijimos que tal como los padres hacemos un gran esfuerzo en la educación de los hijos, ellos deben retribuir este esfuerzo trabajando en el colegio lo mejor que puedan. Les recalcamos que queremos verlos esforzarse, dar lo mejor de ellos mismos. Y la verdad es que, a dos semanas de eso, han ido ocurriendo cambios en diversos ámbitos, cambios positivos. Los he visto hacerse cargo y responsabilizarse por cosas que antes estaban en un área gris. Los he visto empoderarse de sus responsabilidades y participación dentro de la familia. Y como todo nuevo hábito, me imagino que se demorará probablemente entre 6 a 8 semanas en establecerse.

Hay que atreverse a hacer cambios radicales en lo que no nos parezca que está funcionando, entendiendo que hay un proceso de adaptación a este cambio familiar, pero que luego se va a establecer y se convertirá en parte de la rutina. Pero, sobre todo, hacer la descripción de cargo, darse el tiempo de conversar, de dar ejemplos. Incluso se pueden dibujar estas "responsabilidades" a modo de recordatorio visual para que nuestros niños entiendan lo que esperamos de ellos.

María José Buttazzoni es educadora de párvulos y directora del jardín infantil Ombú. Además, es co-autora del libro "Niños, a comer", junto a la cocinera Sol Fliman, y co-fundadora de Soki, una plataforma que desarrolla cajas de juegos diseñadas para fortalecer el aprendizaje y la conexión emocional entre niños y adultos.

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